Santos tiene una especie de revelación respecto a su homosexualidad.
Esa tarde de
martes, en la casa parroquial de San Sebastián, Santos termina de ducharse. Tras
secar su velludo y bien esculpido cuerpo, se anuda la toalla a la cintura. Al
salir y andar a pie seguro por el pasillo, encuentra la puerta del dormitorio
del Padre Alberto abierta.
De reojo mira al
cura: está desnudo, de espaldas. Santos traga saliva al ver en esa fracción de
segundos, un cuerpo finamente entrenado: ancha espalda, cintura estrecha, culo
grande y redondo, gruesas y bien definidas piernas. Es obvio que va al AS,
piensa. Prefiere seguir avanzando hasta su habitación.
“¿Santos?”
El aludido se detiene
y gira. Nuevamente la toalla está a punto de deslizarse hacia el suelo,
acariciando su cuerpo blanco lleno de vellos rubios.
“¿Sí, Padre?”
“¿Qué pasó con
David?”
“Ah… dijo que
había de resolver un tema en el refugio de migrantes, que iba a tomarle tiempo,
y que apenas terminara, venía para acá”.
“Perfecto.
avanzaremos sin él, entonces”.
“Como diga,
Padre”.
Santos tiene
muchas preguntas y temores en su cabeza, especialmente tras lo que le había
pasado la noche anterior en el gimnasio, luego que Alejo le mostrara aquella
foto de él desnudo, una imagen que él pensaba se había perdido en algún lugar
de la red.
Pero también
tiene curiosidad por lo que acaba de ver en esa puerta, aunque conscientemente
se lo esté negando. Retrocede sus pasos hacia ella. Adentro, Alberto sigue
desnudo: imposible ignorar esa ancha espalda, esos gruesos brazos, ese redondo
culo, esas poderosas piernas. El sacerdote extiende su ropa sobre su cama, y
cuando se inclina, los vellitos que rodean su ano, asoman entre sus dos nalgas.
“Padre, disculpe”,
reacciona santos antes de que su polla comience a engordar y alargarse.
“Dime”, sonríe
Alberto, tomándoselo todo como la cosa más natural del mundo.
“¿Usted… usted
también va al AS, cierto?”
Alberto se
extraña por la pregunta, pero se lo toma como si nada:
“Sí, Santos, a
primer hora de la mañana, antes de la primer misa, ¿por qué?”
“No… por nada…
gilipolleces mías”.
Alberto sonríe,
toma una toalla. Ahora Santos puede contemplar sus pectorales bien esculpidos,
su abdomen de tabla de lavar, su vello púbico evidentemente recortado, su verga
aún dormida descansando sobre ese par de generosas bolas.
Le dijeron que
solazarse de esa forma es pecado; pero, si la otra persona muestra su cuerpo
desnudo como si se tratara de algo totalmente normal, ¿dónde está el pecado: en
quien lo muestra o quien lo mira?
“¿y cómo te fue
con Alejo anoche?”
“¿Anoche?”,reacciona
Santos.
“Claro. ¿qué tal
la rutina?”
“Ah… me dejó
hacer la que ya llevo hace meses”.
“Tienes bonito
cuerpo”, le califica Alberto, sonriendo.
“eh, gracias.
Solo una pregunta, Padre… ¿Cuánto usted confía en Alejo?”
Alberto se
extraña por la cuestión:
“¿Por qué? ¿Acaso
hizo algo que…?”
“No, Padre”, se
apresura Santos. “Es solo… solo que me… gustaría conocerle más”.
Justo en ese
momento, sin que medie acción alguna… la toalla que cubre a santos cae al suelo.
Sus mejillas enrojecen casi de inmediato. Otra vez el novicio queda completamente
desnudo enfrente de Alberto, quien nota un detalle adicional: el pene del chico
está tterminándose de poner erecto. Santos nota que le están mirando el miembro
y se pone más rojo aún, ya sudando frío.
Alberto controla
la situación con una sonrisa:
“Alejo, Miguel…
son mis chavos de confianza. No tengas miedo: también hazlos tus chavos de
confianza”.
Santos guarda
silencio, y mas bien mira sin tanto remilgo hacia la entrepierna de su
superior: el pene de Alberto también comienza a ponerse erecto.
“es obvio, Padre,
que debo comenzar confiando por usted”, concluye Santos.
“Absolutamente”,
confirma Alberto.
“Buscaré el
momento, Padre, porque tengo una larga historia que contaros”.
Alberto sonríe
mientras muestra sin complejo alguno su pene totalmente erecto y con el líquido
preseminal comenzando a gotear desde su cabecita rosada. El de Santos también
está erecto y palpitando.
Alberto ,
entonces, hace algo arriesgado. Se aproxima ante Santos, lo atrae del dintel de
la puerta hacia el interior de su dormitorio y lo abraza así desnudo, juntando
su verga a la polla del muchacho, ambas duras. Para Santos, el gesto lo libera,
y a la vez le gusta.
No es un sueño ni
una fantasía; está pasando en ese mismo instante.
“Cuando desees
platicamos, Santos… ahora vístete que tenemos una misa por celebrar”.
Santos siente que
la humedad del precum comienza a mojarle la punta de su pene.
“Claro, Padre”,
le responde.
Unos quince
minutos después, Santos entra por la puerta de servicio al AS y toca la puerta
del dormitorio. Mientras espera que le respondan, se abre la puerta del baño.
Marcano aparece totalmente desnudo terminando de secarse el cuerpo.
“Buenas tardes”,
saluda el venezolano.
“Buenas… buenas tardes”,
balbucea el español, sorprendido de ver ese otro monumento de carne masculina.
Es cuando le
abren la puerta del dormitorio. Es Miguel. También está desnudo. ¿Qué mierda
está pasando en este lugar donde los chicos parecen emular al paraíso terrenal pero
solo compuesto por las mitades masculinas?
“Me cambio al
toque y voy para allá”, le avisa el otro muchacho.
“Perdona, ¿puedo hablaros
un segundo?”, pide Santos.
“Claro”.
Miguel hace pasar
a Santos y cierra la puerta mientras busca ropa limpia para ponerse encima.
“Es sobre la foto
de anoche… ¿se la habéis mostrado a alguien más?”
Miguel se detiene
en su búsqueda y mira a Santos con una sonrisa.
“¿Estás loco? No,
para nada. Eso solo lo sabemos Alejo, tú y yo”.
“O sea… ¿eso está
seguro entre nosotros?”
“Por supuesto,
Santos. Puedes confiar al ciento por ciento en nosotros”.
“¿y también en el
Padre Alberto?”
Miguel se extraña
por la inquietud, pero tiene una respuesta inmediata:
“También en el
Padre: es nuestro mayor aliado”.
Como resorte,
Santos se aproxima a Miguel, quien sigue desnudo, y lo abraza fuerte.
“Necesito confiar
en vosotros”, le dice.
Miguel le
corresponde el abrazo y comienza a acariciarle la recia espalda de arriba
abajo.
“Confía”, le
replica.
Ahora la mano de Miguel comienza a palmear una de las
nalgas duras de Santos. El novicio parece estar cómodo con la caricia.
y para terminar,
te dejamos con un video porno gay.
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