tras cachar un rato, Bartolo cuenta a Sandro que Dago ya despertó.
Con muchas
preguntas en la cabeza, Sandro aprovecha esa mañana para coger su bicicleta y emprender
una de esas rutas de hora y media que terminan dejándole el culo y las piernas
bien hinchados y duros. Llega a la pensión donde vive antes del mediodía. En la
puerta se encuentra de pechito con Bartolo, vestido en su bata de personal de
salud.
“¿Llegas o te
vas?”, le pregunta Sandro.
“Llego”, le
responde Bartolo.
“Perfecto:
necesito un masaje”, le pide el primero acercándose discretamente.
“OK.. pero yo
antes necesito una ducha”.
“Yo tengo una”,
sonríe Sandro pícaramente.
Los dos atletas
comparten el baño y aprovechan para pasarse el jabón por sus pechos, sus
espaldas, sus abdómenes, sus culos y al medio de ellos, sus pingas, sus bolas,
sus piernas.
“qué rico me
tocas”, susurra Sandro mientras busca la boca de Bartolo. Lo besa profundo.
Ya secos, ambos
se olvidan del masaje y se revuelcan en la cama. Bartolo le chupa ambas
tetillas, también la pinga y las bolas; le levanta las piernas y le mete lengua
en su ano liso y ancho, signo inequívoco que un pene, o varios penes, ya entró
ahí más de una lujuriosa vez.
“¿te masajeo
primero y te cacho después?”, propone Bartolo.
“Mientras me
hagas llegar al clímax, haz lo que quieras, mi vida”.
Bartolo sonríe.
Pone a Sandro boca abajo y comienza a sobarle la nuca, luego los hombros, toda
la espalda superior de arriba abajo y de los lados al centro. No olvida los
brazos, sigue con la espalda media y baja. Da algunos golpecitos con la yema de
sus dedos. Continnúa con las musculosas nalgas, de arriba abajo, de la cadera a
la raja. Con uno de sus pulgares, le soba sutilmente el ano. Luego deja que su
pene semi-erecto se pose encima de esa profunda división del culo.
Sigue con las
piernas, y luego lo pone boca arriba. Ahora es el trasero de bartolo el que se
posa encima del pene erecto de Sandro mientras le soba el pecho.
“¿Quieres que te
la meta, Bartolito?”.
“Si quieres… ¿por
qué no?”
Sandro sonríe.
Saca un condón y lubricante. Bartolo se encarga de proteger el pene y untarlo
del coloide. Luego, comienza a insertarse ese pedazo de carne, engulléndolo con
su ano. Gime y jadea. Posteriormente, comienza a rebotar sobre él.
La sensación de
placer que experimenta Sandro es indescriptible. El problema, quizás, es que no
está tan habituado a ser activo: siete u ocho minutos después, eyacula dentro
del condón.
Descansa sobre su
cama con Bartolo al lado.
“¿Y cómo va la
campaña?”,le pregunta.
“Ahí… más o
menos. Ayer estuve con el candidato regional, Pelu”.
“Ah,el que fue
futbolista o algo así”.
“Sí,ése. Rico
culo y rica verga tiene ese man”.
“¿También cachas
con él”.
“Yo quiero cachar
con todos los hombres guapos y masculinos que conozca, Bartolito, y tú eres uno
de esos privilegiados”.
Sandro se aproxima
a dar un beso a su amante de turno.
“¿Y tú qué
novedades? ¿algo interesante en el hospital?”
“nada en
especial. Los pacientes de siempre, aunque hoy me dijeron que evalúe a un pata
que se accidentó ayer temprano acá cerca de san Sebastián”.
“¿Quién es?”
“Dagoberto… algo…
no recuerdo el apellido. El caso que venía con un pasajero que había recogido,un
camión salió de sorpresa de una parcela, él perdió el control y cayó con todo y
pasajero al canal que hay al lado”.
“¿No será Dago,
un pata que hace mototaxi?”
“Ni idea, Sandro. Es
un pata gruesito, más o menos agraciado. Buenas piernas”.
“¿quién era el
pasajero?”
“Un tal Francisco,
creo que es profesor de aula. Me parece haberlo visto en el AS alguna vez. Creo
que es amigo del instructor o algo así”.
La curiosidad de Sandro
se activa.
“¿No será un tal
Paco? Es una locaza”.
“Ni idea, Sandro.
El mototaxista despertó hoy. Milagrosamente ssolo tiene contusiones, una
luxación de hombro y codo, pero ningún hueso roto”.
“¿Y Paco está
despierto?”
“No, aún no”.
“¿Y qué cuenta el
mototaxista?”
“Muy poco. Lo que
te dije. Fue a recoger a ese profe a una parcela como a las cinco de la mañana
y pasó todo lo que te dije”.
Sandro se
extraña. ¿en qué parcela podría haber estado Paco?
“Se me paró la
pinga”, avisa Bartolo. “¿Te cacho al toque?”
Sandro sonríe.
Hace que su amante se acueste sobre él.
“Claro… ¿Puedo
pedirte un favor?”
“Mientras no sea
plata…”
“No, algo más
fácil”.
Bartolo sonríe.
Se incorpora , levanta las piernas al ciclista, vuelve a hacerle un beso negro,
y, al ver que ese ano ya está bien dilatado, pide un condón, se lo pone, unta
lubricante y mete su pedazo de masculinidaden ese ccálido y gentil agujero.
Bartolo bombea gentilmente,
controlando su respiración, transmitiendo energía erótica en cada movimiento
que devuelve la excitación a Sandro, quienluego se pone en cuatro patas y deja
que el fisioterapéuta le azote las nalgas con su ingle. Bartolo prueba a tener
un orgasmo sin eyacular, y consigue tener dos. Ni una gota de leche fuera. Nno
es necesario. Sí es posible llegar al éxtasis sin desperdiciar ese precioso
fluido blanco.
Se acuesta sobre
Sandro.
“Qué rico es
cachar contigo, carajo”, le dice.
“¿Y podrás
hacerme el favor?”
“Claro… cuenta
con eso, Sandrito”.
Dos horas
después, el ciclista llega a la ssala donde Dago se recupera. El mmototaxista
se sorprende.
“Yo sé que me
conoces de vista, pero me gustaría ayudarte”. Sandro saca varios billetes y se
los deja discretamente debajo de un teléfono celular. “¿Puedes contarme
detalles del accidente?
Dago mira los
billetes, luego mira a Sandro. Está desconcertado.
“¿Por qué quiere saber
detalles?”
“Confía en mí…
¿aceptas la oferta?”
Dago se lo piensa.
Sandro espera con paciencia. Mientras tanto, en Cuidados Intensivos, Paco sigue
inconsciente.
Y para
terminar, te dejamos con un video porno gay.
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