A la mañana siguiente, en el dos cero uno del Condominio Las Flores, el futbolista sale de ducharse cuando Cintia entra muy nerviosa al cuarto, blandiendo un celular en la mano. Leandro se alarma y toma el aparato… Comienza a sudar frío. En la pantalla, fotos de Rico y Pepe bajo el titular “Darío Echenique nos abrió y cerró puertas”.
“¿Sabías que Rico tiene una
productora porno?”, reclama Cintia.
“¿Yo?”, disimula mal Leandro.
“no, para nada”.
“¡Ay, Leo! Son amigos íntimos.
¿Me vas a decir que no sabías esto?”
“No, te lo juro”, responde el
muchacho con todo el cinismo de que es capaz.
“¿Sabes? Creo que mientes, pero
tranquilo que no le diré nada a Adela. Solo algo más: ¿también es mentira el
rumor que Darío y tú fueron pareja?”
“Ay, Cintia. Ahora me inventarán
que hice videos porno”.
“¿Y por qué no darlo por cierto,
Leo, ah?”
Cintia se va del dormitorio,
indignada. Sin duda que uno de los chicos en las fotos es Rico; pero, ¿en que
momento se le ocurrió sacar esto por los medios? Y, ¿quién es ese otro
muchacho, cuya cara le es familiar?
“Claro, el moreno con uniforme de
mantenimiento en la Torre Echenique”, se dice a sí mismo.
Busca su celular, topa algo en la
pantalla y se lo lleva a la oreja:
“¿Houston? Tenemos problemas”.
De pronto escucha la alarma de
llamada entrante:
“Espera un momento. No te vayas”.
Da paso a la siguiente llamada:
“¿Aló?”
Esa noche, Darío está devastado,
llorando en el penthouse, y, para variar, embriagado en vodka. Roberth está a
su lado.
“¿Por qué lo hicieron?”, se
repite una y otra vez entre lágrimas.
“No tengo ni la más remota idea
de quién les dijo que hagan este disparate”, le contesta firme el fotógrafo.
“Ha sido Madero, que no termina
de perdonarme lo de Elías. ¡Siempre me la tuvo jurada!”
“Darío, eso pasó hace tres años.
No creo que la capacidad de rencor de Beto sea tan tóxica”.
“Por eso no le voy a dar más el
gusto, Rob: voy a salir del armario. Ya tengo la exclusiva vendida a Época Semanal y tú vas a hacer las
fotos”.
“¿Que vas a hacer qué? ¿Te has
puesto a pensar en las consecuencias?”
“Sí, confirmaré lo que es un
rumor. Ahora sí nadie tendrá argumento para hablar a mis espaldas”.
“¿Y has pensado por un momento en
Leandro,Darío?”
“¿Y quién crees que será el
próximo en hablar? ¿Te has dado cuenta que los están buscando uno a uno? ¿Quién
falta? Leandro. ¿Con quién trabaja Leandro? Con Alberto Madero”.
“El propio Leandro me llamó y me
dijo que no va a declarar, que sí lo llamaron para hacerlo pero que no va a
hacer ningún comentario”.
“Ay, Roberth. Como ahora es
popular, a lo mejor no acordaron pagar lo que él les pidió por abrir la boca”.
“¡Te equivocas, Darío! Leandro no
va a hablar porque te tiene respeto aún”.
“¿Y por qué no viene a decírmelo
en mi cara, Rob?”
“¡Porque también te tiene miedo,
Darío! Porque te has convertido en una persona insoportable de la que no se
sabe qué esperar. De hecho, nadie quiere hacer tratos contigo porque todo lo
ves ese bendito trago”.
Roberth hace una maniobra veloz y
le quita la botella al supermodelo y la lanza a una de las paredes. El vidrio
se hace añicos al estamparse contra uno de los cuadros de flores, cuyo lienzo
se rompe y despinta un poco. Darío llora con mayor amargura.
“¿No te das cuenta, Rob? Todo es
un plan de Beto. Él buscó a Leo, y lo contrató para vengarse de mí, porque no
me perdona, ¡no me perdona!”
“No sé si Beto quiso vengarse de
ti con Leandro, pero no es tan exacto que él lo buscó, como tampoco es exacto
que Leandro será el próximo en hablar. Él no quiere hacerte daño, pero con tu
decisión, sí se lo vas a hacer. Vas a dañar a quien no te hace daño, Darío”.
“¿Por qué dices que Madero no
buscó a Leandro?”
“Porque no fue así. Madero no
sabía de la existencia de Leandro hasta que él le mandó su book y luego vio el
catálogo de Lawrence’s”.
“¿Te das cuenta? Él lo buscó, Rob. ¿él lo buscó!”
“¡Porque yo le di el contacto!,
Darío!” Yo los puse en contacto”.
“¿Qué?”, se desencaja el
supermodelo.
“Leandro estaba harto de que lo
absorbas y me pidió ayuda. Le di contactos, y uno de ellos respondió: Beto”.
“¿Estaba harto de mí?”
“Y ojo que en ese momento estabas
bueno y sano y no entendías razones. Menos vas a entenderlas ahora que andas
drogado”.
Darío deja de llorar y comienza a
enfurecerse.
“Qué irónica es la vida. Mi mejor
amigo propició el contacto entre mi peor enemigo y el amor de mi vida. ¡Qué
irónico, por Dios!”.
Darío explota en llanto otra vez,
y se va a la cocina.
“¡Darío!”
“¡Voy a prepararme un puto jugo
de naranjas!
Pero al llegar a la puerta de la
cocina, un brillo a las tres llama la atención del supermodelo. Lo mira por
unos segundos. Mira a Roberth, quien se ha sentado sobre el sofá, inclinado
hacia adelante con el rostro entre sus brazos acodados sobre sus muslos. Darío
mueve la hoja de la puerta para que haga bulla, rápidamente se pone en
cuclillas, coge algo y corre a toda velocidad hacia el fotógrafo, quien siente
agudos dolores en su espalda y un líquido caliente inundándola, a la vez que su
vista se torna borrosa primero, y oscura poco a poco…
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