Tras su jornada
de prácticas, Pedro descansa totalmente desnudo en el dormitorio de la casa que
ocupa Eliezer en Castilla. Tocan su puerta. Despierta y lo primero que nota es
que su pene está duro como piedra.
No siente roche
de taparse la erección así que se levanta y abre la puerta; total, allí solo
viven Eliezer y él…
¿qué tal susto!
“Bu-bu-bue…”,
dice un chico fornido cubierto por un un uniforme de sereno.
Pedro se queda
congelado allí, con la puerta abierta, y el pene duro.
“Su-su-su… don
Eliezer me mandó para ver si necesita ir a alguna parte”.
Pedro lleva una
de sus manos hacia su miembro erecto para cubrirlo, sin mucho éxito.
“No”, responde tragando saliva y aliviándose del susto. “Me quedaré aquí”.
“Ah, entonces…
puedo retirarme, si gusta”.
“¿Qué hora es?”,
se pregunta Pedro, ya con su pene semi-erecto. Voltea hacia la mesa de noche.
El sereno le mira
las nalgas lampiñas y redondas, firmes y bien formadas. Ahora su pene es el que
comienza a ponerse duro.
“Va a ser las
cinco”, reacciona Pedro, ensimismado.
“entonces, me
regreso a la base, si usted no tiene problemas”.
Pedro se pasa la
mano por la cara. Su pene ya no está erecto ahora, pero una gota de líquido
preseminal rueda por su muslo derecho, producto de la lubricación interna de su
miembro.
“¿qué harás en la
base?”
“Aburrirme
esperando órdenes”, responde el sereno, con una ligera sonrisa.
“Ah, perdona que
esté calato y…”
“No, joven, no se
preocupe… es normal… somos hombres”.
“Pero estaba con
la… con el… ufff”.
“Seguro estaba
durmiendo rico, digo, profundo, y a lo mejor estaba soñando algo… ya sabe”.
Pedro sonríe:
“Mejor entra y
cierra la puerta; no quiero que llegue mi tío y crea que tú y yo hemos…”
“¿Tenido
relaciones?”
Pedro vuelve a
sonreír:
“No es mi
intención ofenderte”.
El sereno entra
al cuarto y cierra la puerta tras de sí.
“No se preocupe,
joven”, tranquiliza. ”yo sé que si entrara y sospechara eso, usted lo negaría
totalmente”.
“¿Por qué estás
tan seguro de eso…? ¿Me dijiste tu nombre?”
“Huamán. Todos me
dicen Huamán en el serenazgo”.
Pedro se sonríe
otra vez:
“¿Por qué estás
tan seguro de que yo negaría que tú y yo tuvimos relaciones sexuales, Huamán?”
“Porque se nota
que usted es legal, joven…”
“Pedro… Mi nombre
es Pedro”.
“Usted es legal,
joven Pedro… y… si hubiese sido verdad, yo no me avergonzaría… Por lo menos me
culparían de haber tenido relaciones con un joven tan legal y… guapo, como
usted, y no con alguno de esos choros y gente de mal vivir que capturamos”.
“Debería tomarlo
como un piropo, ¿no?”
“Usted vea, joven
Pedro”.
Entonces el
sereno le mira la entrepierna. Pedro se da cuenta y baja su mirada también: su
pene está erecto otra vez. A continuación, mira de nuevo a Huamán.
“Mejor voy a
ducharme”, avisa Pedro con una media sonrisa.
“yo lo espero,
joven. Con su permiso, me retiro”.
“Hazme
conversación al menos… mientras me ducho… si mi tío llega, le diré la verdad”.
“¿También le dirá
que lo vi con la pinga al palo?”, Huamán baja un poco el tono de su voz.
“A la mierda con
eso… Tú estás en ventaja: estás vestido”.
“¿Quiere verme
calato, joven?”, se arriesga Huamán.
Pedro lo piensa
unos segundos.
“No sería mala
idea”, responde.
El sereno sonríe
y, sin esperar confirmación, se saca el polo entallado, revelando un pecho
fuerte y masivo, quizás no con un abdomen definido pero sí plano, sin
llantitas. Se desabrocha la correa de tela y se inclina a sacarse las botas.
Entonces, se desabrocha el pantalón, se baja la cremallera. Al bajarse el
pantalón, un coqueto micro-bóxer cachetero color blanco contrasta con la piel cobriza del muchacho. Y esas piernas, son simplemente dos troncos de árbol
añejo, fuertes, anchos, velludos.
Aunque lo que
llama la atención de Pedro es lo que aparenta ser un pequeño tronco que se
marca en la tela blanca de la ropa interior.
Huamán se saca
las medias, por fin.
“¿¡Sigo, joven
Pedro?”
“Somos hombres…
¿no?”, sonríe el aludido.
Huamán se baja el
micro-bóxer: efectivamente su pene está erecto… y no es tan pequeño como
parecía. Mas bien es gordito y parece lubricar mucho a juzgar por el brillo del glande. Quizás necesita un poco de recorte en el vello púbico. Quizás no.
“ya estamos
calatos los dos”, anuncia el sereno con una sonrisa cachonda.
“y con el pene
erecto”, agrega Pedro.
“Somos hombres”,
reitera Huamán.
El joven
anfitrión vuelve a sonreír:
“Solo falta que
tengamos relaciones sexuales”.
Huamán sonríe
también:
“No me jodería”.
Ambos jóvenes se
miran fijamente a los ojos. Entonces, Pedro ya no puede más con la excitación.
Se acerca a Huamán, pega su cuerpo y lo acaricia:
“Tienes la piel
suave”, le susurra.
“Tú también”.
Pedro, entonces,
aproxima su cara a la de Huamán. Lo besa en la boca. Mientras las lenguas de
ambos combaten golosamente, sus manos
recorren las espaldas y los culos mientras sus penes erectos se refriegan uno
contra el otro.
Huamán, entonces,
toma la iniciativa y empuja a Pedro a la cama logrando acostarlo boca arriba.
Luego, descansa toda su humanidad encima de ese terso cuerpo. Pedro abre sus piernas y está dispuesto a
sentir cómo la masculinidad del sereno se puede hundir en su culo, cuando…
“¡ya vine!”, se
oye desde el pasadizo.
Pedro y Huamán se
dejan de besar y se miran sudorosos y estupefactos.
Y para
terminar, te dejamos con un video porno gay.
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