A veces, los
policías obtienen información sensible de la forma más inesperada; por ejemplo,
tras hacer el amor.
A las 11 de la
mañana, bajo el inclemente sol de San Sebastián, Sandro llega a su pensión
montado en su bicicleta. Luce un gorro, lentes de sol, camiseta, malla y
zapatillas. Se le aprecia en forma. Al aproximarse a la vereda, nota a alguien
que mira hacia ambos lados de la pista; su figura le es familiar.
“¡Damiancito!
¡Dichosos los ojos!”
El policía
reacciona y sonríe:
“¡Hola Sandrito!
¿Llegando de entrenar?”
“Más o menos… ¡¿y
qué milagro tú sin tu moto?”
“Le está fallando
el carburador y tuve que dejarla en el mecánico… estoy esperando mototaxi”.
“Ah, entonces
estás ocupado”.
“No mucho, ¿por
qué?”
Los dos varones
suben las escaleras de la pensión.
“Bienvenido a tu
primer hogar en San Sebastián”, adula Sandro.
“No ha cambiado
mucho, quizás la pintura”, comenta Damián de manera aparentemente
despreocupada.
Ambos suben las
escaleras y entran al cuarto de Sandro.
“Mucho calor,
¿cierto?”, seduce el anfitrión.
“Si pretendes que
me meta a la ducha contigo… la respuesta es sí”.
Sandro sonríe. No
espera mucho tiempo y comienza a desnudarse por completo.
“No te pones
calzón, ¿ah, vagabunda?”, bromea Damián al ver a sandro sacarse la malla
bajo la que carece de ropa interior.
“Si pudiera andar
calato sintiendo el asiento en la raja de mi culo, créeme que lo haría”.
Damián también se
quita la ropa y se abraza con Sandro. Ambos se besan apasionadamente.
“¿Quién te chapa
mejor: ella o yo?”
“ya, Sandrito, no
comiences; ¿vamos a ducharnos?”
La pasión
continúa bajo el agua. Damián no deja de acariciar las nalgas duras de su
amante; mete su mano entre ellas. Logra introducir su dedo medio dentro del ano
del ciclista.
“Vamos rápido, mi
amor”, sonríe Sandro.
“Quiero meterte
mi pinga como lo hacíamos antes”.
Sobre la cama,
Sandro se acuesta boca abajo y levanta el culo. Damián se pone el condón, le
abre las piernas, le zampa poco a poco su pene erecto.
“Ay, bebe.
Despacio”.
Damián se acuesta
encima y comienza a bombearle el ano con firmeza. Ambos gimen y jadean
sinparar. No cambian de posición. Comienzan a sudar copiosamente.
“Ah, mierda. Me
vengo”.
“Dame tu leche,
mi amor. Así, dame tu leche, papi”.
Damián se
incorpora, se saca el condón:
“Voltéate”.
Sandro gira
Damián casi
ahorca a Sandro con sus piernas, le pone el pene en la boca:
“Chupa, mierda”.
En realidad,
Damián bombea la boca de Sandro hasta que eyacula:
“Mierda,carajo…
¡la puta!”
Sandro se traga
el semen. Damián se acuesta al lado aún desnudo.
“qué rico”,
reacciona Sandro.
“No importa
cuánto tiempo pase, siempre es un deleite cacharte ese culo”, replica Damián.
“Pero desde que
te fuiste de aquí, parece que ya no tienes tiempo para mí”.
“Ese trabajo con
la Fiscalía quita tiempo; encima mi señora, mi chibolo. Ya no es igual. Hasta
me estoy poniendo panzón, carajo”.
“Pero sigues
siendo lindo para mí”.
Damián sonríe, se
incorpora y le clava un besito en los labios a Sandro.
“Gracias… Oí por
ahí que vas a postular por San Sebastián”.
“Me invitaron. No
pude resistir. Si me eligen, te llamo como mi seguridad personal. O mejor, como
mi jefe de Seguridad Ciudadana”.
Damián sonríe:
“Con seguir
siendo tu cacherazo me conformo”.
“¿y no estás
cachando con nadie más? Pensé que tú y Paco… ya sabes… “
“¿Por ese trío
que hicimos contigo? Bueno. No te negaré que caché con Paco una vez más, pero
me jode que sangre como mierda. Tuve que lavar toda una ropa de cama una vez
que lo hicimos”.
“Igual yo.
Lástima lo que le pasó. Eso de irse a cachar en el campo, encima en la parcela
de ese huevón de Julio”.
“¿Cómo sabes
eso?”
“Ay, Dami. No me
digas que no lo sabes siendo policía”.
“No. Fue un
accidente, según entiendo, pero esos detalles, ni enterado. ¿Paco te dijo algo
antes de eso?”
“No… digamos que…
hay fuentes, señor poli”.
Damián sonríe
otra vez, gira hacia Sandro, se acuesta encima suyo y lo besa de nuevo en la
boca:
“quiero cacharte
de nuevo… a pelo”
“¿estás sanito?”
“Totalmente.
¿Tú?”
“No sé. No me
hice la prueba”.
Damián sonríe
otra vez. Lo besa de nuevo apasionadamente en la boca para luego estimular el
cuello, luego las tetillas. Toma el pene semierecto de Sandro, se lo mete a la
boca y comienza a chuparlo diligentemente mientras con uno de sus dedos le
masajea el orificio del ano.
“Ah, ah,
Damiancito. Así, chúpamela rico, papi”.
El policía sigue
haciendo lo que le piden por largo rato.
“Las voy a dar”,
avisa Sandro.
Damián deja de
mamar el pene, lo masturba y hace que toda la leche se dispare sobre el abdomen
de su amigo.
“Ambos
necesitamos otra ducha, creo”, sonríe el invitado.
Tras asearse de
nuevo, Damián baja solo hacia la calle otra vez, toma sucelular y marca. Le
contestan:
“Tiene que ser
esta noche sí o sí. Este huevón sabe más de lo que dice…”
Y
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