El equipo completo de
Sparking Advertising, mejor dicho del
anunciante que ha contratado a la agencia de publicidad, compuesto por casi dos
docenas de personas, llega a Playa Norte alrededor de la una de la tarde del
martes, justo a la hora del almuerzo. Leandro ya había salido en ocasiones
anteriores de la gran ciudad, pero eso de ir a un balneario y alojarse en un
búngalo es una experiencia absolutamente nueva. Le asignan como compañero a
otro de los modelos, Gerson, un joven muy blanco, atlético, ojos verdes,
cabello pelirrojo, un acento que lo había escuchado a algunos jugadores de
fútbol.
“Eu sempre foi uma bestia para os
esportes em equipe; a duras penas si pratiqei nata-nata-nata-ción”, le confía a
Leandro mientras entran a la cabaña que será su hogar por un día y medio, una
construcción con madera y palmeras, muy al estilo surfista.
“También nado pero como cardio,
no a nivel competitivo”, señala el futbolista.
Ambos dejan sus equipajes, se
rifan las camas y van a almorzar. El resto de la tarde todo el equipo artístico y de producción se la pasa
trabajando sus marcas, las coreografías, dispone la ubicación de los equipos,
ajusta todo lo que haya que ajustar. El trabajo finaliza cuando el sol se
oculta en el horizonte dando un espectáculo que parece incendiar el cielo.
“Si te vuelve a buscar, dile que
yo lo llamaré para conversar cuando regrese”,
habla Leandro con su madre mediante el teléfono. Está desnudo sobre su
cama. “Sí, má, todo aquí es hermoso y algún día te voy a traer para que
conozcas”.
Gerson sale del baño tras
ducharse, totalmente descubierto. Leandro aprecia el físico donde destaca un
par de pectorales bien pronunciados y la ausencia de vello corporal, algo que
le recuerda a Darío, aunque con más testosterona encima.
“¿Vamos cenar, Leo?”
“Claro”, le sonríe el futbolista.
“Me visto y ya”.
“¿Con quién estás hijito, estás
sin ropa otra vez?”, se alarma Adela a mil doscientos kilómetros de distancia.
“Tranquila, má; todo está bien.
Te hablo más tarde”.
La producción cuida que la comida
sea lo más ligera pero nutritiva posible. Las instrucciones del señor Madero
son no aumentar un gramo más y tenerlo todo marcado para la jornada del
miércoles.
“¿Cómo te sientes?”, se acerca a
Leandro cuando acaba la reunión de esa noche.
“Bien chévere, gracias por la
oportunidad”.
“Vete a dormir porque mañana será
pesado”, instruye Madero.
Leandro mira el reloj: ni
siquiera son las nueve. Mira alrededor y ve que solo queda el equipo de
producción, la mayor parte hablando en un idioma que no entiende.
“Hasta mañana”, asiente el
muchacho. Total, ¿para qué contradecir a tu jefe apenas entrando a un nuevo
trabajo?
Al llegar al búngalo y entrar al
cuarto, lo encuentra apenas iluminado por la lámpara de noche. Sobre su cama,
Gerson, otra vez totalmente desnudo, lee un libro cuyo título parece estar
escrito en castellano pero no es castellano. Leandro también se quita toda la
ropa y se echa en su cama a ver sus redes sociales en el celular. ¿Será bueno
compartir o no las fotografías que se tomó esa tarde teniendo en cuenta que
Darío va a verlas? ¿Sería capaz de tomar un avión y llegar a hacerle otra
escena muy a su estilo?
“Vocé gosta ísto?”
Leandro mira a su derecha: Gerson
ha cerrado su libro y lo ha puesto sobre la mesa de noche, además ha girado
hasta ponerse de lado.
“¿esto?”, el futbolista lo mira
de pies a cabeza.
“A Praia, el hotel, as garotas…
¿cómo vocé dize em español?”
“¿Las chicas?”
“¡Isso! ¡Las chicas! Vocé será
meu profesor de español”.
Leandro ríe, mira al techo:
“Todo es hermoso”, suspira. “Y
por fin, lo conseguí yo” mismo.
“Ísso é bon”.
“Y claro que seré tu profesor de
español, si me enseñas inglés”.
“É fácil… Por qué vocé dize que
vocé consigueu tudo ísto por vocé mesmo?”
“Es una larga historia. Dependía
mucho de alguien y me estaba absorbiendo prácticamente”.
“¿Um produtor?”
“Algo así”.
“Eu sé cómo é isso. Desde menino
meu problema foi meu look. Muitas
pessoas oferecéron-me riqueza, dinero, fama. Mais, o precio era alto. Nao
aceité. Perdí muitas oportunidades. Nao me arrepento. Incluso, iba a
representar meu país nas Olimpiadas, mais primeiro mina pica, logo o dinero”.
“¿Mina pica?”, no comprende
Leandro.
Gerson sonríe y se toca su
miembro, sacudiéndolo. Leandro celebra el gesto, mira al techo de nuevo. ¿qué
trata de decirle su compañero de cuarto? Quizás es tiempo de hacer las cosas de
otra forma, se repite mentalmente.
Cuando Leandro despierta, la
claridad está en el momento que vira de celeste a blanco. Observa a su derecha.
Gerson duerme plácidamente sin cobija que lo cubra. Su
pica está rígida y lubricando; la suya también. Trata de levantarse
con cuidado y se va al armario, Se agacha para buscar su ropa.
“Grande cú”, oye a sus espaldas y
se asusta.
Gerson se ha despertado muy
sonriente y parece no incomodarle ocultar nada. Leandro le sonríe también.
Ambos muchachos deciden correr a
lo largo de la orilla del mar. El sol se comienza a levantar tiñendo el cielo
en un degradado de ocre a celeste pálido. Cuando regresan al hotel, un par de
técnicos están armando un riel sobre la arena.
Tras desayunar algo ligero, todo
el equipo ya está en la playa a las ocho menos cuarto. La idea es aprovechar al
máximo el día despejado. Maquillaje, rebotadores, cables, dummies, gente,
movimiento. Para Leandro, todo parece un sueño. Se coloca en fila para la
escena del baile, ensaya, coordina, da ideas, disfruta. A diez metros de él,
tras todo el alboroto, Alberto Madero supervisa todas las operaciones; se
acerca al camarógrafo:
“Is everything ready?”
“Absolutely”, le responde un
hombre tras un armatoste negro cargado con una gran lente.
What about the new model?”
“The soccer player? Check him out by yourself.”
El camarógrafo se hace a un lado
y Madero acerca su ojo al visor. Se felicita por la buena elección, que ahora
luce una bermuda blanca de tela y conversa con una modelo en un vestido corto
blanco y escotado además de ceñido. Más allá, Gerson hace buenas migas con otra
de las modelos, una rubia de ojos azules, esculpida cual muñeca.
El equipo descansa solo media
hora para almorzar. Algo ligero, por cierto. La filmación continúa hasta las
cinco de la tarde cuando la luz solar comienza a declinar. Todo el equipo
aplaude. Solo para no quedarse con las ganas, Leandro corre al búngalo y se
pone su ropa de baño para probar un poquito de esa mar que, le habían contado,
no es tan esmeralda ni tan densa como la del sur y tiende a ser algo más
cálida; pero en esta época del año, cuando el invierno aún no acaba, ni lo uno
ni lo otro sino todo lo contrario.
Esa noche, técnicos, productores
y modelos confraternizan alrededor de una fogata. Leandro llega y se sienta en
cualquier lado. Gerson está más allá coqueteando con la misma modelo, el resto
de personal del otro lado hablando animadamente. Él solo se concentra en
disfrutar el calor de la llama, la brisa fría y su buena suerte. “Fue mejor de
lo que esperaba”, le había dicho a su madre solo minutos antes en el teléfono.
“¿Todo bien?”, alguien le topa el
hombro.
El futbolista se asusta y se
voltea. Sonríe.
“Sí, señor Madero; todo bien,
gracias”.
“Regreso”, le dice su nuevo jefe,
quien camina hasta donde está sentado el director hablando con el camarógrafo.
“Checking your soccer boy?”, le
sonríe el hombre de unos cuarenta y cinco años, delgado, algo de barba, cabello
medio canoso largo recogido en una especie de cola de caballo.
“Yeah”, confirma Madero.
“He’s really hot. What are your plans about
him?”
“Rather, what are his plans about us”?,
responde Madero mientras se abre una lata de cerveza.
“He got naked in front of you, didn’t he?”
“Yes. But he did it because he needed the job.
He’s got a talent. Let’s see where he wants to reach with it”.
“A big
talent, as I could see,” agrega el camarógrafo.
Leandro siente que se aburre
soberanamente y se sacude las manos dispuesto a regresar al búngalo. El vuelo
está previsto para las nueve de la mañana y tiene que ordenar su equipaje aún.
Cuando está a punto de levantarse, Gerson llega con la modelo rubia.
“Olá, cara. Afligido?”
“No, cansado. Hemos trabajado todo el día”.
Gerson resopla.
“He was great,” comenta la
modelo.
Leandro no tiene ni la más remota
idea de lo que ella dijo.
“Yes, he was,” contesta Gerson. “Ela
dice que vocé istuvo genial”.
“¿en serio? Ella también”.
“He says you too,” traduce Gerson.
“Oh! Thank you Laondro.”
“¿Cómo se dice “de nada” en
inglés?”, le consulta a Gerson.
“Welcome”, le responde el otro
modelo.
Los tres se sientan y comparten
un vodka que ya tenían provisto. Del otro lado de la fogata, Madero mira con
interés a esos jóvenes mientras prueba su cerveza. De pronto, su mirada y la de
Gerson conectan. Le hace un gesto levantando las cejas y el número tres con los
dedos, de forma algo disimulada. El modelo le sonríe y le guiña el ojo
izquierdo. Madero habla algo al oído con el camarógrafo, entonces.
“A-re-na”, vocaliza Leandro a la
modelo.
“Are-nah”, responde ella.
“¡Sí! ¡Arena!”, sonríe el
muchacho.
“Yes, amigo!,” ella choca los cinco con el futvbolista.
“Would you like to spend here for a wile?,”
Gerson le consulta a ella.
“Yes, for a while, why?”
We can go for something more private. Would you
like to go?”
“What about Laondro?”
“Let me see. Leandro, ¿vocé gostaría assistir
a uma festa mais privada?”
“¿Con quiénes? ¿Dónde? No tengo
ropa para la fiesta”.
“Vocé nao precisará de ropa”.
Leandro mira sorprendido a
Gerson, quien le guiña el ojo izquierdo.