martes, 11 de junio de 2019

La gente que pide ser violada habla huevadas

Soy un pata de 26 años y hace un par que me asumí como gay. Me costó trabajo, ya saben, por la huevada de cómo va a reaccionar tu familia, la sociedad, esas cosas. Al final entendí que la decisión es solo mía y que el resto no debe importarme. Con mi aceptación también dejé de incursionar en el mundo gay con recelo, y poco a poco he ido socializando con otros patas, e incluso haciendo citas con algunos de ellos. En general la he pasado bien. No podría decir si soy activo o pasivo o no sé. Finalmente más que el rol, lo que yo siempre cuido es que ambos disfrutemos. Por ahí me han dicho para hacer tríos pero aún no me animo.

Como decía, en estos últimos dos años he socializado con mayor naturalidad. Obvio que éso significa que navego en las redes sociales y contacto a ciertos chicos que dejan mensajes, y leo de todo. Y en ese proceso en que leo de todo, me encuentro con ciertos avisos a los que miro con cierto temor. "Quiero que me violen", "Busco un macho que me viole", "Busco un pingón que me dé duro hasta sangrar".

Les juro que cuando leo esos avisos primero siento escalofríos, luego comienzo a sentir asco, y luego se me viene un mismo episodio a la cabeza, algo que, a pesar que he ido a terapia, todavía no puedo superar del todo.

Cuando estudiaba en el colegio, llegó en el cuarto de secundaria un chico de otra parte a estudiar con nosotros y en el corto tiempo, se me hizo pataza. Nos reuníamos para hacer las tareas, los trabajos, las expos. Era hijo de unos comerciantes y el menor de tres hermanos. Como a veces tenía que ir a su casa para hacer los trabajos porque solían dejarlo solo, ya que sus viejos solían estar de viaje y sus hermanos estudiaban en otra parte, y hacían pensión, llegó un momento en que jodiéndonos y jugándonos, terminábamos morboseándonos.

La primera vez fue en el sofá de su casa. Según nosotros, jugábamos a la lucha libre, y llaves van, llaves vienen, él terminó acostándose sobre mí. A pesar que estábamos con polo y bermuda, era evidente sentir nuestras pingas al palo. La segunda vez fue la misma rutina, jugar a la lucha libre, y cuando menos me di cuenta, terminamos en el suelo, él encima mío, pegando bien su paquete duro a mis nalgas. Como practicaba atletismo en el cole, tenía todo mi cuerpo bien trabajado y mi culo bien formado.

La tercera vez ya no guardamos tanto disimulo. Estábamos terminando de tipear un trabajo cuando se estiró en la silla y se tocó el bulto. "Estoy arrecho, huevón", me dijo.
Yo le sonreí.
"¿Y te arrechas de la nada?", le pregunté.
"Tu culo me pone arrecho", me dijo.
Le volví a sonreír.
"Ven", me dijo.
Nos pusimos de pie y nos fuimos a su cuarto. Comenzamos a acariciarnos, besarnos apasionadamente, nos calateamos mutuamente, y nos tiramos a la cama. Nos revolcamos hasta que yo quedé encima suyo y le fui besando el cuello suavemente, para no dejarle marca.
"Chúpamela", me pidió.
Yo me palteé porque jamás la había chupado, aparte que su pinga siempre estaba lubricada, entonces me daba cierto asquito probar ese líquido.
"Ahí nomás", le susurré.
"Ya, pe, no seas malito. Chúpamela", me repitió.
Hice el intento. Bajé hasta su miembro, lo tomé en mis manos, lo pajeé un poco y más líquido salía. Mi pinga se bajó.
"Ahí nomás, loco", le dije, y me bajé de la cama.
él me tomó de una de las muñecas.
"No me dejes así pues", me pidió.
"No quiero chuparla", le expliqué.
"entonces, cabálgala", dijo.
Hizo que me sentara sobre su pinga y comencé a rebotar. Hablamos de un falo de unos 16 centímetros, considerando que para entonces ya tenía 16 años. Cabezona, por cierto. Mientras lo cabalgaba, él agarraba su pene, y yo sentía que su intención era metérmela en mi ano, que para entonces, jamás había sido penetrado. Y ésa era una nota que yo evadía. Una cosa es la arrechura, estar calatos, pero nunca me gustó que me metieran la pinga y hasta ahora no me gusta que me metan la pinga ni yo meter la pinga. el caso es que él terminó pajeándose y llenándome la raja del culo con su semen.

Después de limpiarnos, me dijo que me vaya porque tenía que hacer otras cosas y no quería que su vieja se enoje con él. Luego de éso, cuando teníamos que hacer trabajos en equipo, él evitaba que nos toque juntos. Yo asumí que era porque no se la quise chupar, así que no le di importancia y seguí haciendo mi vida normal. Después de éso, ya no tuve nada con otro pata, hasta me confesé con mucho miedo y preferí estar tranquilo por el resto del año.

Llegó diciembre y con ello la fiesta de promoción. Cuando ésta acabó y una vez que dejamos a las parejas, nos reunimos en casa de uno de los chicos para seguirla. Eran como las seis de la mañana y ya estábamos bien borrachos. Como la gente se fue yendo de donde nos habíamos reunido, me pasaron la voz unos compañeros para seguirla en otra casa. Mi sorpresa fue grande cuando me dijeron que se trataba de la casa de mi amigo con quien hacía los trabajos. Ojo que estaba borracho, así que ya se imaginarán. Yo le busqué la mirada como esperando su aprobación. Se me acercó.
"Vamos, huevón. No seas monse", alcanzó a decirme, y lo primero que me llamó la atención es que parecía estar bien sobrio.
"¿Y tus viejos?", alcancé a articular.
"No están", me guiñó un ojo.
Yo seguí al grupo. eran como cinco compañeros, incluyéndolo.
Llegamos a su casa y seguimos chupando. Para las siete y media de la mañana tres de los seis ya estaban jatos en el mueble de la sala. A mí me dieron náuseas y fui al baño a vomitar. Como que se me pasó algo la borrachera. Me lavé la cara, me enjuagué bien la boca y me dije que ya estaba bueno, que era hora de regresar a casa y dormir todo el día. Ni siquiera aparecería al corte. Apenas salí del baño, mi amigo estaba en la puerta.
"Ven al cuarto", me dijo.
"Ya me voy", le informé.
"No jodas. Ven al cuarto".
"Es que ya me voy, ya no doy".
Mi amigo llamó a otro compañero, más alto y fornido, quien salió del cuarto completamente calato y con su gran verga aún dormida.
"¿Qué pasa?", le preguntó ese compañero.
"Que ya se quiere ir", le dijo mi amigo.
"¿Sin celebrar con nosotros?"
No entendí. Cuando menos me di cuenta, mi amigo y mi compañero casi me arrastraron al cuarto a pesar de mi negativa. Adentro estaba prendido el telebisor de mi amigo con lo que parecía ser una porno. Prácticamente me empujaron sobre la cama y caí tendido.
"No vas a terminar el cole sin haber sido nuestro", me dijo mi amigo.
Yo traté de levantarme, pero ambos no me dejaron. el otro compañero se me acostó encima y me anuló.
"así que te mueves rico, ¿no perrita?"
La poca borrachera que me quedaba se desvaneció, pero también estaba rendido por toda esa noche tomando. El compañero trató de besarme y traté de esquivarlo. Al mismo tiempo movía su cadera contra la mía y usaba sus poderosas piernas para abrir las mías, lo que consiguió. Mientras tanto, mi amigo se estaba quitando toda la ropa y se acostó a mi lado. Se besó en la boca con mi compañero. Se miraron y se sonrieron pendéjamente. Pude sentir que mi compañero ya estaba al palo y lo comprobé apenas se arrodilló, atenazando mis canillas con las suyas: ¡era un pene enorme, como de 19 centímetros! Al mismo tiempo, mi amigo me abría la camisa, a lo que traté de oponerme. Me dio un puñetazo en la mejilla que casi me soñó. Me sentí impotente y poca cosa, comencé a rogar al cielo que éso se acabara, pero parecía que nadie me oía allá arriba. Sentí que me bajaban el pantalón a la fuerza y luego mi bóxer. Sentí que el cuerpo de mi compañero fornido se acostaba sobre mi cuerpo ya desnudo y que me sobaba su pinga dura contra la mía, que no se paraba por nada del mundo. Sentí el cuerpo de mi amigo pugnando por  por acostarse encima. sentí mis lágrimas rodar. Sení que me levantaban las piernas y que un pene húmedo se colocaba en todo mi ano. Sentí dolor, un gran dolor cuando comenzaban a metérmelo. Sentí una gran mano tapándome la boca para evitar que gritara. Sentí dolor, mucho dolor en mi culo. Sentí que no podía hacer nada.

Cuando creí que la tortura se acababa, sentí un pene más grande taladrándome y otra mano en mi boca evitando que gritara. Sentí que mi amigo decía: "Con cuidado, huevón, vas a hacerlo sangrar". Sentí que era la mierda más mierda del mundo.

No recuerdo bien cómo acabó todo porque me desvanecí. Cuando desperté, mi amigo y mi compañero estaban bien dormidos flanqueándome, los tres sin ropa. Tuve miedo. Cuando me levanté, desperté a mi compañero, me miró, se dio la vuelta y se volvió a dormir. Ni siquiera me llamó la atención su enorme culo. Busqué mi ropa, salí del cuarto, de la casa. Ya era casi mediodía, y mi celular tenía varias llamadas perdidas de mi viejo que no oí porque lo había dejado en vibrador. Cuando llegué a mi casa, ni quise almorzar. Al llegar a mi cuarto, me asusté cuando vi mi bóxer manchado de mierda y sangre, mucha sangre. Me asusté mucho. Fui a bañarme como casi por una hora sobándome bien entre mis nalgas, puse mi ropa en la canasta de ropa ssucia, puse el bóxer en una bolsa plástica y lo escondí, esperando el momento de botarlo o quemarlo sin que mis viejos se dieran cuenta. Me eché a llorar y a dormir por casi dos días. Casi ni comía. "Es la pena", le decía a mi mamá.

No quise hablar con nadie del colegio y traté toda esa semana de olvidar el tema, de concentrarme en que tenía que ingresar a la universidad ese mismo verano. Cuando creía que las cosas estaban algo tranquilas, algo horroroso pasó... Mi mamá había descubierto la bolsa con el bóxer. Se sentó conmigo a conversar y a preguntarme. Me bloqueé. Cuando al fin pude hablar, le conté todo a mi mamá, quien lloró mucho. Mi papá reaccionó distinto. Denunció a mi amigo y a mi compañero y me llevó a la comisaría a que lo cuente todo. Me moría de la vergüenza, especialmente porque el policía me miraba más con cara de arrecho que de efectivo del orden. Hubo un lío bien feo. en su defensa, mi amigo dijo que no fue violación, que yo era gay y que ya lo habíamos hecho antes. Yo lo negué. Todo quedó en nada. Por último, la Policía terminó llevándose el bóxer y nunca supe qué destino le dieron.

Ingresé a la universidad y me alejé por completo de mi entorno escolar. Traté de comenzar de nuevo. Sin embargo, el nuevo entorno me fui abriendo más los ojos sobre mí mismo, sobre mi sexualidad. Me dio mucho miedo. Hablé con un psicólogo y me comenzó a tratar. Yo ya tendría como 19 años. A pesar que en las terapias me convencí que esa violación no fue mi culpa, porque no fue mi culpa, y que mi aparente homosexualidad no fue causada por esa violación, entré en modo negación. No quise saber nada con nadie. Cuando quise tener enamorada, la relación no duraba ni dos meses y siempre la cortaba. El psicólogo me dijo que no forzara las cosas, que hiciera mi proceso.

Cuando tuve 24 años, recién pude ir conciliando las cosas, acepté que soy gay, se lo conté a mi familia, me apoyan a medias porque me dijeron que no esperan verme con pareja, cosa que tampoco me interesa por ahora, aunque sí he tenido varios choques y fugas pero muy light. Llegué a aprender karate, y cuando sentía que, a pesar de que había convenido no tener penetración en algunas de mis citas, y la otra persona quería pasarse de lista, recordaba lo que pasó después de mi fiesta de promoción, y reaccionaba con un golpe o una patada.

Dos años después, me estoy tomando las cosas con más calma, aunque con el mismo cuidado. Trato de ser más firme y amable, aunque advierto que si alguien quiere propasarse, no va a irle bien. Sigo practicando karate como afición, como reencuentro conmigo mismo, aunque el sensei (instructor) me insiste que concurse. Lo que hasta ahora no he podido conciliar es cuando alguien pide que lo violen. Incluso cuando les digo que la tengo de 18 y gruesa, me lo piden y los mando a la recondchasumadre. Quizás sepas quién soy si me lo pedistealguna vez por chat y luego terminaste bloqueado. Sí, soy yo, y te digo ahora en público lo que te dije en privado: no sabes lo que estás pidiendo, no sabes lo que ser violado significa, no eres más que un pobre y triste huevón que no se quiere en absoluto y que es capaz de morir en manos de otro pobre y triste huevón por el puro hecho de sentirse sometido. Huevadas, nada más que huevadas que yo no comparto y que no creo que llegue a compartir.