sábado, 31 de diciembre de 2022

ASS (59): el ‘remember’ de Damián y Sandro

A veces, los policías obtienen información sensible de la forma más inesperada; por ejemplo, tras hacer el amor.



A las 11 de la mañana, bajo el inclemente sol de San Sebastián, Sandro llega a su pensión montado en su bicicleta. Luce un gorro, lentes de sol, camiseta, malla y zapatillas. Se le aprecia en forma. Al aproximarse a la vereda, nota a alguien que mira hacia ambos lados de la pista; su figura le es familiar.

“¡Damiancito! ¡Dichosos los ojos!”

El policía reacciona y sonríe:

“¡Hola Sandrito! ¿Llegando de entrenar?”

“Más o menos… ¡¿y qué milagro tú sin tu moto?”

“Le está fallando el carburador y tuve que dejarla en el mecánico… estoy esperando mototaxi”.

“Ah, entonces estás ocupado”.

“No mucho, ¿por qué?”

Los dos varones suben las escaleras de la pensión.

“Bienvenido a tu primer hogar en San Sebastián”, adula Sandro.

“No ha cambiado mucho, quizás la pintura”, comenta Damián de manera aparentemente despreocupada.

Ambos suben las escaleras y entran al cuarto de Sandro.

“Mucho calor, ¿cierto?”, seduce el anfitrión.

“Si pretendes que me meta a la ducha contigo… la respuesta es sí”.

Sandro sonríe. No espera mucho tiempo y comienza a desnudarse por completo.

“No te pones calzón, ¿ah, vagabunda?”, bromea Damián al ver a sandro sacarse la malla bajo la que carece de ropa interior.

“Si pudiera andar calato sintiendo el asiento en la raja de mi culo, créeme que lo haría”.

Damián también se quita la ropa y se abraza con Sandro. Ambos se besan apasionadamente.

“¿Quién te chapa mejor: ella o yo?”

“ya, Sandrito, no comiences; ¿vamos a ducharnos?”

La pasión continúa bajo el agua. Damián no deja de acariciar las nalgas duras de su amante; mete su mano entre ellas. Logra introducir su dedo medio dentro del ano del ciclista.

“Vamos rápido, mi amor”, sonríe Sandro.

“Quiero meterte mi pinga como lo hacíamos antes”.

Sobre la cama, Sandro se acuesta boca abajo y levanta el culo. Damián se pone el condón, le abre las piernas, le zampa poco a poco su pene erecto.

“Ay, bebe. Despacio”.

Damián se acuesta encima y comienza a bombearle el ano con firmeza. Ambos gimen y jadean sinparar. No cambian de posición. Comienzan a sudar copiosamente.

“Ah, mierda. Me vengo”.

“Dame tu leche, mi amor. Así, dame tu leche, papi”.

Damián se incorpora, se saca el condón:

“Voltéate”.

Sandro gira

Damián casi ahorca a Sandro con sus piernas, le pone el pene en la boca:

“Chupa, mierda”.

En realidad, Damián bombea la boca de Sandro hasta que eyacula:

“Mierda,carajo… ¡la puta!”

Sandro se traga el semen. Damián se acuesta al lado aún desnudo.

“qué rico”, reacciona Sandro.

“No importa cuánto tiempo pase, siempre es un deleite cacharte ese culo”, replica Damián.

“Pero desde que te fuiste de aquí, parece que ya no tienes tiempo para mí”.

“Ese trabajo con la Fiscalía quita tiempo; encima mi señora, mi chibolo. Ya no es igual. Hasta me estoy poniendo panzón, carajo”.

“Pero sigues siendo lindo para mí”.

Damián sonríe, se incorpora y le clava un besito en los labios a Sandro.

“Gracias… Oí por ahí que vas a postular por San Sebastián”.

“Me invitaron. No pude resistir. Si me eligen, te llamo como mi seguridad personal. O mejor, como mi jefe de Seguridad Ciudadana”.

Damián sonríe:

“Con seguir siendo tu cacherazo me conformo”.

“¿y no estás cachando con nadie más? Pensé que tú y Paco… ya sabes… “

“¿Por ese trío que hicimos contigo? Bueno. No te negaré que caché con Paco una vez más, pero me jode que sangre como mierda. Tuve que lavar toda una ropa de cama una vez que lo hicimos”.

“Igual yo. Lástima lo que le pasó. Eso de irse a cachar en el campo, encima en la parcela de ese huevón de Julio”.

“¿Cómo sabes eso?”

“Ay, Dami. No me digas que no lo sabes siendo policía”.

“No. Fue un accidente, según entiendo, pero esos detalles, ni enterado. ¿Paco te dijo algo antes de eso?”

“No… digamos que… hay fuentes, señor poli”.

Damián sonríe otra vez, gira hacia Sandro, se acuesta encima suyo y lo besa de nuevo en la boca:

“quiero cacharte de nuevo… a pelo”

“¿estás sanito?”

“Totalmente. ¿Tú?”

“No sé. No me hice la prueba”.

Damián sonríe otra vez. Lo besa de nuevo apasionadamente en la boca para luego estimular el cuello, luego las tetillas. Toma el pene semierecto de Sandro, se lo mete a la boca y comienza a chuparlo diligentemente mientras con uno de sus dedos le masajea el orificio del ano.

“Ah, ah, Damiancito. Así, chúpamela rico, papi”.

El policía sigue haciendo lo que le piden por largo rato.

“Las voy a dar”, avisa Sandro.

Damián deja de mamar el pene, lo masturba y hace que toda la leche se dispare sobre el abdomen de su amigo.

“Ambos necesitamos otra ducha, creo”, sonríe el invitado.

Tras asearse de nuevo, Damián baja solo hacia la calle otra vez, toma sucelular y marca. Le contestan:

“Tiene que ser esta noche sí o sí. Este huevón sabe más de lo que dice…”

Y para terminar, te dejamos con una porno gay.  | Tuitéanos ahora

  

miércoles, 28 de diciembre de 2022

Ser Rafael 19.3: Perdiste por fin


Llegó el momento en que no estaba seguro qué cuerpo estaba acariciando, ni qué cuerpo me estaba acariciando.

También llegó el momento en que todo mi estado de conciencia desapareció, tanto que ya no recuerdo nada más.

Lo siguiente que viene a mi memoria es el cuarto ya iluminado por la luz del sol mañanero. Estaba desnudo sobre los cojines. El bailarín descansaba sobre mi pecho, también desnudo. De Eduardo no habían señas.

Desperté al chico.

“¿Mi ropa?”, le consulté.

“Tranquilo. Está en mi cuarto. La primera puerta a la derecha. Todo está completo”.

Me acarició el pectoral.

“¿Y Eduardo?”

“No sé. Seguro está dormido en el cuarto, o en el baño; pero no te preocupes por él”. El chico se incorporó y buscó mi boca, la que no le puse a su alcance.

“Hagamos el amor de nuevo. Anoche estuviste bárbaro”.

“Quisiera, pero no. Hoy me caso. A todo esto ¿cómo te llamas?”

Sonó la puerta. Alguien la abrió.

“¿¡Eduardo”?”, llamé.

Se corrió el velo de la cortina.

“Eduardo está abajo. Por lo visto, no es bueno haciendo recados”.

Era ¿Laura?

Solté al otro muchacho, quien no se despegaba de mi hombro. Me restregué los ojos.

¡No era una visión! ¡¡No era un sueño!! ¡¡¡Circulinas y sirenas!!!

“quieres dejarnos solos?”, demandó ella al bailarín aún desnudo.

El muchacho, evidentemente atemorizado, obedeció. Yo me senté sobre los cojines y me cubrí los genitales con uno de ellos.

“Laura, yo… yo puedo explicar”.

“No es necesario. Las cosas se explican por sí solas. Claro, el señor ya no me era infiel porque había dejado de buscar mujeres. ¡Y yo de babosa, confiando en todo el mundo! ¿Sabes? Eduardo me contó sobre sus noches de pasión, sobre la vez que él me entregó tu reloj. Ahora entiendo por qué le tenías cólera. ¡Puro engaño, Rafael! ¡Puro engaño!”

Me puse de pie, ofuscado.

“sí, Laura. Soy homosexual. Me costó trabajo darme cuenta, pero eso es lo que soy. ¡eso es con quien quieres casarte”!”

Laura vino y comenzó a darme puñetes en el pecho.

“¡¿Y por qué recién me lo dices ahora?! ¡¿Por qué no fuiste lo suficientemente valiente para decírmelo antes?!”

Laura comenzó a llorar y dejó de puñetearme. Yo no me moví de donde estaba, y eso que no estaba seguro bajo ningún aspecto.

“Ya no te cases conmigo. Sería lo más honesto”.

Laura se calmó un poco.

“No, Rafael. No te voy a dar ese gusto. No le voy a dar a nadie ese gusto. Tú juraste llevarme al altar, desposarme y así será. Tenemos invitados, tenemos una fiesta, tenemos reservas… No vas a dejarme en ridículo”.“

“Voy a vestirme”.

Caminé y pasé por su costado.

“solo algo más”, me retuvo. “Josué sabía de esto?”

“Sí”.

“Ahora entiendo su negativa. Por lo menos, él sí tuvo un poquito de dignidad”.

La miré fijamente.

“También lo hice con él”.

Laura volvió a llorar con amargura.

Llegué al cuarto donde me dijeron que estaba mi ropa. La encontré doblada y con todo completo. Al ponérmela, me di cuenta que algo había debajo. Lo extendí: era el traje ajustado que había usado en el cumpleaños de Laura. Un papel pegado en él decía: “Te dije que yo iba a tener la razón. NDNPNQ. Perdiste por fin”. Lo tiré con rabia al piso, luego lo tomé.

Laura y yo bajamos del edificio. Yo aferraba ese traje en mi mano, cual bandera de una guerra que había perdido.

el sol afuera ya estaba alto. 

martes, 27 de diciembre de 2022

Ser Rafael 19.2: Despedida de soltero


A diferencia de otras ocasiones, hicimos todo el trayecto en silencio. Mi pecho chocaba contra su espalda cada vez que debía frenar.

Llegamos.

Josué me dejó en la vereda fuera de mi block. No había un alma en la calle.

Me dio la mano con fuerza.

“Rafo, no hay nada qué pensar: no seré tu testigo. No me pidas algo que me hará sufrir”.

Sentí su voz quebrarse. Yo sentí que mi corazón se encogía.

“Solo dímelo, y soy capaz de…”

“Rafo, ya lo sabes… Lo mejor será que dejemos de vernos hasta que regreses de tu viaje de bodas”.

“No me pidas eso. ¡Me necesitas!”

Josué ya estaba llorando.

“No. No lo hagas por mí. Hazlo por ti, por ti, por ti”.

Se calmó un poco.

“Josué, no me pidas que deje de verte. No tú”.

“Te amo, Rafo. Te amo con todo lo que soy y lo que tengo. Confío en ti”.

Arrancó la moto y se fue.

Comencé a llorar en plena calle. Presentía lo peor.


Toda esa semana, Josué no respondió mis llamadas, ni me contestó en redes sociales, ni fue a esperarme para ir juntos al gimnasio (se cambió de turno a la mañana, para no coincidir, según deduje).

En lo que a ese domingo correspondió, fue difícil conciliar el sueño.

El resto de la semana no tuve otra opción que respetar su decisión, aunque me doliera en el alma. Y me estaba doliendo mucho en el alma; pero, ¿por qué?.

Igual, esa semana se hizo llevadera pues Laura se encargó de mantenerme absorbido. Apenas salíamos del gimnasio, ella tenía mil pendientes para hacer, lo que me dejaba agotado y me mandaba directo a la cama.

El viernes, víspera de la boda, mis compañeros de trabajo me llevaron directamente a un local donde nos encontramos con los compañeros de trabajo de Laura, algunos amigos –menos Josué-, y… Eduardo. Quiero decir, Eduardo estuvo allí invitado por Laura. Me esforcé para no toparme con él durante toda la celebración.

Laura se las había ingeniado para que las fiestas de despedida de soltero y de soltera se hicieran en el mismo lugar, a la misma hora y con la misma gente.

Hubo los juegos de siempre, comida, trago, y como broche de fondo, un stripper y una stripper, que nos deleitaron con un espectáculo erótico convencional, esto es, se quedaron en hilo dental, se acariciaron, hicieron la finta de tener relaciones pero de pie y listo. Lo único rescatable era la espalda, los pectorales, las piernas y el trasero del bailarín. Obviamente, como la gente estaba más o menos bebida, le dio lo mismo si eran bonitos o feos.

La reunión finalizó casi a medianoche, cuando Laura, medio bebida, se me acercó con Eduardo.

“Rafo, le pedí a nuestro amigo que se asegure de que irás directo a tu camita”.

¿Nuestro amigo? Si algo tengo que reconocerle a Eduardo es su camaleónica manera de relacionarse con mi entorno, generar tamaños desbarajustes y salir ileso. Fui un tonto al no pedirle cátedra de eso.

“¿Ah sí?” Me lo quedé mirando.

“Sí, Rafito, como Eduardo no ha tomado casi nada, que te lleve en el carro”.

Al fondo salían los dos strippers.

“OK. Que me lleve a casa, entonces”.

Me retiré con Eduardo.

“Menos mal que mañana estaré casado”, le dije rezongando.

Fuimos hasta el auto. Lo abordamos. Enfrente nuestro, el chico y la chica que habían actuado para todos nosotros tomaban un taxi.

“Estuvo misio el show de los strippers, ¿cierto?”, me comentó.

“Sí, medio monse”, le respondí.

“Sé que Laura me encargó algo, pero… si deseas, puedo llevarte a un lugar donde sí tendrás una verdadera despedida de soltero”.

“¿Una disco de ambiente? No, gracias. Prefiero ir a casa”.

“Mejor que eso”.

Eduardo hizo una llamada y fuimos a un edificio cerca de unas residencias militares; subimos a un departamento.

Nos recibió un chico blanco simpático, de evidente buen cuerpo, en medio de una sala a media luz, perfumada y con una música a punta de saxo y piano.

Cruzamos una especie de cortinas hechas con velos y pasamos a un espacio donde había cojines por todos lados, botellas con algo que parecía ser vino, lámparas de luz tenue y difusa. Esperamos unos minutos. La música cesó un segundo y comenzó una melodía árabe.

El anfitrión había cambiado su camiseta y su jean por una camisa y pantalón vaporosos. Se puso a bailar rítmicamente delante nuestro, como si su cuerpo recibiera gentiles cantidades de electricidad, lo que lucía grácil pero enérgico.

Eduardo me convidó de una de las botellas. Era un licor dulce, parecido al vino.

Lo caté y encontré agradable.

El muchacho ya se había despojado de la camisa, revelando pectorales y abdominales finamente labrados. Invitó a que Eduardo se ponga de pie, y lo hizo bailar.

El chico me pidió la botella y tomó el licor directamente del envase, se acercó a la cabeza de Eduardo y lo besó con la boca bien abierta, a medida que le quitaba la camisa. Volvió a probar otro poco de trago, a repetir el beso, y a intentar sacarle los jeans.

Un cuarto de botella después, Eduardo solo vestía calcetines, y el bailarín le estaba practicando sexo oral, primero por adelante; luego hundió su cabeza entre las nalgas de quien supuestamente tenía que asegurarse de que ya estuviera en cama.

Yo, obviamente, nada de sueño; estaba más que excitado.

El bailarín se levantó, se quitó el pantalón y se quedó sin nada de ropa. Hizo que Eduardo le hiciera lo mismo que él le había practicado.

Como era de suponerse, la performance se repitió.

“Desnúdate”, me dijo el chico. “Deja toda tu ropa a ese costado”.

No esperé más. Me quedé como Dios me trajo al mundo, y puse mi ropa donde me dijo. Allí había otra botella de licor.

“Tómala”, me dijo.

La agarré, la abrí y la bebí sin usar copa ni vaso.

“Ven”, me invitó.

Eduardo nos hizo sexo oral a los dos. Luego, ambos se arrodillaron como si estuvieran adorando al dios de la fornicación; dejaron que regara licor entre sus trabajadas nalgas, y que lo probara.

El bailarín sacó unos condones de entre los cojines, y el resto de la faena consistió en penetrarlos indistintamente y en todas las posiciones que la embriaguez y la flexibilidad nos permitieran. El chico también penetró a Eduardo, y Eduardo hizo lo propio.

Nuestros jadeos y gemidos, y uno que otro gruñido, se confundían con la música árabe que parecía no cesar.

lunes, 26 de diciembre de 2022

Ser Rafael 19.1: No avalaré una farsa



Los preparativos para los dos matrimonios, tanto civil como religioso, o al revés, nos tomaron unos tres meses acelerándolo todo (es decir, pagando todo tipo de sobrecostos), pues no queríamos que se cruzara con las celebraciones de fin de año. No hay nada más incómodo que poner tu boda cerca de Navidad y Año Nuevo, al punto que los invitados no tendrían claro por qé se emborracharon.

Tampoco queríamos que se cruce con mi cumpleaños: la víspera de Navidad. Por eso mi segundo nombre, Jesús.

Lo que más nos retrasó fue buscar una iglesia relativamente céntrica y decente. Laura quería algo tan amplio como la Catedral; yo prefería algo más íntimo. Hasta una paraliturgia me vendría bien, pues solo deseaba decir ‘sí, juro’ (¿o era ‘sí, acepto’?), y listo.

Al final llegamos a un término medio en una iglesia céntrica y discreta. Claro que dejando dos noches asistíamos a las charlas prematrimoniales, donde la única entusiasta a morir era Laura; yo, la verdad, no entendía tanto simbolismo y tanta fórmula. Seamos realistas.

Fueron tres meses de abstinencia sexual también; es decir, solo lo hice con ella, pero en ocasiones tan espaciadas, que cierta vez me comentó que su mayor deseo era llegar a la noche de bodas para disfrutar a tope y sin preocupaciones… léase, sin condón.

Acordamos vivir en mi casa temporalmente. De hecho, mamá renunció a su alcoba matrimonial y se pasaría a mi cuarto; yo pasaría a la suya (Laura y yo, es decir). Sí, viviríamos con ella; pero, teniendo en cuenta que Laura y doña Haydeé se llevaban de maravillas, la convivencia suegra-nuera iba a ser de lo más cordial. El que salía perjudicado era yo, pues no perdía una madre, sino que me ponía doble soga al cuello.

Sin embargo, la convivencia no fue posible durante el periodo previo a la boda; se pospuso para después de la ceremonia.

Cuando no la pasaba con Laura, estaba reunido con Josué viendo detalles y avances de su negocio, o acompañándolo por el simple hecho de acompañarlo para que continúe rumiando su condición de salud.

Me familiarizé con el cóctel de medicamentos que le obligaban a tomar: isoniacidas, ácido fólico, sulfas. También nos habituamos a comer más saludable, dejar de beber alcohol, y no abandonar el gimnasio. en realidad, la última fue decisión nuestra, pues jamás se la prescribieron.

Su ánimo fue aumentando poco a poco.

Sus padres y hermanos fueron adaptándose a la nueva realidad, aunque vivían con terror de que alguien se enterara o se contagiara.


Merchandise arrancó con el pie derecho. Abrió una tiendecita en el centro de la ciudad.

Durante la primera noche, quienes hacían bulla eran los grillos; pero ese fin de semana, hasta yo tuve que ponerme detrás del mostrador para atender a la clientela.

Al segundo mes, los pedidos por las redes sociales se hicieron significativos, por lo que Josué tuvo que reclutar a dos proveedores más, y hacer viajes cada tres días a traer mercancía.

Merchandise comenzaba a pegar, y Josué –ya poco le llamábamos el Tuco- comenzó a planear el ingreso a centros comerciales o a ampliar la tienda.

Solo faltaba una semana para la boda. Era domingo, y le estaba ayudando a cerrar el local,, tarde por la noche, luego de haberle ayudado todo el día.

“Tendrás que contratar más vendedores. Esta época de fiestas es jodida para todo negocio”.

“Tienes razón, Rafo. Mi hermana ya no se abastece sola por las tardes”.

“Oye, mi matri será el sábado que viene, el dieciséis. Laura y yo estuvimos conversando si acaso podrías…”

“No. La respuesta es no”.

Me incomodó un poquito su actitud.

“Tuco, no quisiste ser el padrino por ese rollo de que estaba cometiendo un error…”

“Y lo sigo sosteniendo, Rafo. Estás engañando a Laura, engañando a todo el mundo. No creo que te estés engañando a ti. A mí no me engañas”.

“De acuerdo. Sí, soy consciente que lo hago por tapar algo. El caso es que Laura y yo queremos que, al menos, seas el testigo del civil”.

Josué se rió levemente, tan incómodo como yo. Verificó las cámaras de seguridad en su lap-top.

“Del agua mansa me libre Dios, que del registrador civil también me libro yo”.

Me le acerqué.

“Para mí sería realmente importante que tu firma esté en esa partida de matrimonio”.

Me clavó la mirada.

“Rafo, créeme, te quiero como mierda, y tú sabes cuánto, pero no avalaré una mentira, ni ante Dios ni ante la Ley… especialmente ante la Ley. A lo mejor termino preso por mentir”.

Se rió. Me contagió esa chispa de buen humor.

“Mira, Josué: piénsalo con calma. Lo del testigo no se necesita sino hasta la misma ceremonia. Me avisas un día antes, ¡el viernes!, y listo”.

Me miró con ternura.

“Rafo, ¿y por qué no paras esta farsa? Ambos sabemos perfectamente que no serás feliz”.

Tragué saliva. O sea, Glup.

Fue la primera vez en mi vida que miraba el rostro de alguien que me generaba mariposas en el estómago, esa ansiedad de no querer separarte, esa sed inexplicable de hacer eterno el momento. ¿Qué mierda te estaba pasando en ese instante, Rafael Jesús?

Le acaricié nerviosamente su mejilla izquierda.

Él me tomó suavemente la muñeca.

Comenzamos a acercar nuestros rostros.

Treinta…

Veinte…

Diez centímetros…

¿Iba a ocurrir lo que pensábamos que iba a ocurrir?

Nueve,

Ocho.

“Las cámaras, Rafo”.

“Al diablo las cámaras”.

Cinco,

Cuatro.

Mi celular sonó.

Era Laura, preguntando cómo estaba todo en la tienda y si Josué quería más ayuda.

Cuando terminé de hablar, él tenía todo listo.

“salgamos”, me ordenó.

Activó la alarma antirrobos.

Fuimos en silencio a sacar su motocicleta de una cochera vecina.

Al llegar a donde él la tenía estacionada, la preparamos para salir a casa.

“Tuco, ésa es la razón por la que te opones, ¿cierto?”

“Rafo, tú debes tomar la decisión correcta, pero tú en función de ti, no de mí, no de Laura, no de nadie. Tú puedes hacerlo”.

“Te juro, Tuco, que ya no sé ni lo que quiero, a pesar que tengo claro lo que debo y lo que puedo”.

Josué subió a la moto, la arrancó, me indicó que abordara. 

sábado, 24 de diciembre de 2022

ASS (58): el primer facial de Julián

Mientras alejo le enseña al nadador cómo chupar bien el pene, el hombre que espiaba todo en la piscina resulta tener su nivel de arrechura.



Enrique escribe en el cheque, lo desglosa del talonario y se lo da al hombre delgado, joven, que está parado frente a él en el vestuario de la Piscina Comunitaria. El hombre, cabello negro crespo y barba en el rostro no rasurado hace un par de días,  se sorprende al leer la cifra:

“¿tanto, míster?”

“Creo que es suficiente, carnal, para que no le digas a nadie lo que estamos haciendo aquí”.

“Pero yo no pensaba contarle a nadie que están haciendo porno entre patas”, se ruboriza el hombre. “ya le dije que vine a ver mi cargador y cuando me di cuenta… pues… ese chico se estaba cachando al otro joven…”

“¡Estás seguro que no te mandaron Eliezer o José Luis?”

“No, señor, ya le dije que me olvidé mi cargador, vine y no pensé que iba a encontrarme…”

En eso entra Flavio con su escultural cuerpo cubierto por la bata de baño. El hombre delgado calla por vergüenza.

“¿ya arreglaron?”, pregunta a enrique.

“ya, aunque dice que no pensaba echar aguas”.

Flavio mira al hombre, aún aturdido; le sonríe.

“No le veo pinta de querer delatarnos”. Entonces, se dirige a Enrique: “¿Te contó Alejo que lo descubrió pajeándose mientras veía a lo lejos cómo yo cachaba con Julián?”

“Eso es lo que le conté al señor aquí”, se defiende el hombre.

“Además, Alejo me contó que parece tener un buen pene”, agrega Flavio.

Enrique sonríe:

“No pretenderás hacer lo que estoy sospechando”.

Flavio habla nuevamente con el hombre:

“¿¿me permites un momento?”

“¿Qué?”, reacciona el varón, todavía aturdido.

“Confía en mí”.

Flavio toma la camiseta del hombre y se la quita. Su cuerpo delgado es en realidad marcado de músculos con algo de vello en pecho y abdomen. Entonces, Flavio afloja el cinturón, desabotona el pantalón y baja la cremallera, y hala el pantalón hasta las rodillas.

“Lindas piernas”, comenta Flavio.

“Juego fútbol en segunda división… los fines de semana”.

”ah, eso explica tu culo redondo y durito”, comenta Flavio mientras palmea levemente el trasero del hombre, quien parece no estar incómodo. “ahora, la prueba de fuego”.

Flavio baja el bóxer medio raído, igual, hasta las rodillas, y puede ver un pene más o menos largo debajo de una abundante mata de vello púbico.

“¿¿Cuánto te mide?”

“No lo sé, joven”.

“¿Puedo?”, susurra Flavio en su clásico tono seductor.

“Claro… si desea”.

El actor y modelo porno comienza a chupar el pene al varón, quien mira el sexo oral mientras siente cómo esa lengua y esos labios le masajean la virilidad de forma magistral. La erección se produce en cuestión de un minuto.

Enrique no pierde detalle; se acomoda su pene ya duro dentro de su pantalón.

Afuera en la alberca, se supone que Julián ha desafiado a Alejo para hacer un largo de ida y vuelta.

“el perdedor mama el pene al ganador”, retó ante cámara antes de lanzarse al agua.

“Trato hecho”, le respondió a Alejo.

Adrede, Julián llega a décimas de segundo después que su contrincante.

“Puta madre… tendré que tragarme esa pija”.

“Te va a gustar mi pija”, responde Alejo, sonriendo.

Ambos salen del agua, van a la banca donde antes Julián se estaba pajeando. Willy los sigue con la cámara. Los dos talentos llegan aún en su tanga de natación, sus gorras y sus gafas para el agua.

Julián se sienta en la banca mientras Alejo permanece de pie para bajarse la tanga. Lo hace.

“Trágate  toda mi pija”, pide.

Julián, en realidad,  traga un poco de saliva, abre la boca y se dispone a pagar el reto. Jamás en su vida ha chupado pinga. Le dijeron que eso no se hace porque ‘eso no es de hombres’; pero hay algo en la verga de este hombre que le hace imposible dejar de succionar y succionar hasta que consigue hacerla crecer hasta sus 18 centímetros.

Para Julián es raro y nuevo el sabor del líquido pre-seminal, algo salado pero tampoco desagradable. Dicho sea de paso que alejo aprendió con esto de hacer porno lo importante que es tener la pinga y los huevos bien perfumados y limpios.

“Trágate toda mi pija”, insiste Alejo muy cariñosamente, mientras acaricia la cabeza a Julián, pero el novato mamapenes apenas si consigue meterse la tercera parte del falo erecto.

“No es fácil”, sonríe algo frustrado.

Alejo entiende que esto puede estropear la toma, así que hace algo que no debería estar en el guión… aparte que no hay un guión concreto.

“Ponte de pie… yo te enseño”.

Julián se sorprende un poco pero acepta; toma el lugar de Alejo quien ahora le baja la tanga:

“Se hace así”.

Alejo, por primera vez ante cámara, abre su boca y mama el pene del nadador con una maestría que deja a Willy como estúpido por lo que aprecia en el viewfinder de la cámara.

Los 16 centímetros de Julián ya están duros, entrando y saliendo de la boca de Alejo, quien la mama por algunos minutos más hasta que se detiene:

“¿ya sabes cómo hacerlo?”, se pone de pie. “Ahora es tu turno”.

Julián se arrodilla y trata de imitar la lección. Lo consigue en parte. Tácitamente, los talentos y el camarógrafo entienden que esa escena será un toma y dame.

“Así, Julián, la mamas rico”, dice alejo excitado, aunque en realidad su compañero sexual aún tiene problemas para embocarse todo su miembro. “¿Te la vuelvo a chupar?”, le consulta luego de unos minutos.

Julián acepta y vuelve a ponerse de pie; Alejo se la vuelve a chupar mientras le acaricia el redondo y firme culo.

“También quisiera mamarte el orto”, le dice al nadador.

“Claro”, susurra su compañero girando y agachándose sobre la banca.

Alejo le separa las nalgas y descubre el ano cerradito y rosado a Julián. Besa cada cachete, los lame; al fin se lanza a la conquista del agujero rectal.

Al experimentar esas placenteras cosquillas, Julián se siente en la gloria, tanto que comienza a pajearse.

Willy hace verdaderos malabares para lograr una toma perfecta porque la acción se da por ambos lados.

“Las voy a dar, las voy a dar, carajo”, susurra Julián muy excitado. “¡Ohhh!”

Ráfagas de su semen caen sobre la mayólica especial de la alberca.

“Arrodíllate”, pide Alejo.

Julián lo hace.

Alejo pone su pene a la altura de la boca de Julián, se masturba tan fuerte como puede. El nadador no sabe si abrir o cerrar los labios.

Tras unos minutos, Alejo eyacula sobre  el rostro de Julián dando un suspiro fuerte y viril.

Hace que el nadador se ponga de pie y comienza a lamerle el rostro limpiando su propia leche. Julián trata de disimular su desconcierto.

“Gracias”, le dice alejo, sonriendo en voz baja cuando termina de limpiarle la cara de su propio semen. Sella todo con un besito en la boca.

Willy corta la grabación.

“De la puta madre”, califica asombrado.

Adentro en el vestuario, Flavio también recibe el semen del hombre que estaba espiando toda la escena; se lo traga.

“Rico; yo creo que sí califica”, dice a Enrique.

El hombre está sudando del puro orgasmo; también mira a Enrique:

“¿ya me puedo ir?”

Enrique sonríe:

“¿y si te propongo otro trato?”

    

martes, 20 de diciembre de 2022

Ser Rafael 18.2: Tu peor error


Lloré. Escuché que él también lloró.

Las lágrimas corrían profusamente sobre mi rostro.

Era como si el dique que las había contenido todo ese día se rompiera irremediablemente. Lo curioso del asunto es que era una suerte de desastre necesario. Algún sentido debía tener todo ese dolor.

“Rafo, ¿en serio nunca me abandonarás?”

“No, mierda. Me corto un huevo antes de dejarte. Eres mi hermano, huevón. Aunque todo el mundo te deje, yo nunca, mierda. ¿Me oíste? ¡Nunca!”

No dejé de llorar. En mucho tiempo no lo había hecho por considerarlo tiempo perdido. Obviamente, ese momento no calificaba como tal.


A la mañana siguiente, Laura me llamó. Le dije que esa noche teníamos que hablar de algo importante.

“Nos vemos en el gimnasio, entonces”, me recordó.

“OK”, respondí.

Llamé a Josué. Me costó trabajo convencerlo de que vaya al gimnasio también.

Ese día, almorcé rápidamente y busqué una joyería.

Estaba pagando, cuando volví a tener la impresión de ser observado. Miré a todos los costados, pero no encontré a nadie.

Apenas dejé el negocio, me choqué con Eduardo.

“¿Me estás espiando?”, le di a quemarropa. “Hace tiempo me estás espiando, ¿no?”

“¿Por qué piensas eso, Rafo?”

“Rafael para ti. Eres una mierda. ¿Cómo te jugaste con algo tan jodido como… como esa enfermedad?”, bajé un poco la voz.

“¿Cuál enfermedad? ¿De qué hablas?”

“Ya. No te hagas el cojudo que ya lo sé todo: estoy sano y eso es lo que importa”.

Eduardo se rió.

“Ay, Rafo. Perdón, Rafael. En ningún momento te dije que yo estaba enfermo”.

“Dijiste que perdiste. Siempre que te he encontrado borracho salías con eso, y no me vengas que no te acuerdas”.

“Perdí porque cuando te conocí, pensé que podíamos tener algo”.

“¿Ser pareja?”, sonreí burlonamente.

“Sí. Porque me gustas mucho, porque eres un experto en la cama, porque yo te puedo dar todo el placer y la dedicación que tú quieres. No creo que Laura me supere”.

NO resistí la risa.

“¿Sabes qué, Eduardo? Nunca haría pareja contigo. Solo fue sexo. Recuerda dónde te conocí, recuerda dónde te encontré. Estás mal de la cabeza”.

Comencé a caminar.

“Al menos, yo sé quién soy”, me dijo en voz alta.

“Deja de espiarme”, advertí.

Seguí mi camino.


Más tarde, Josué y yo llegamos al gimnasio juntos. No es que el Tuco anduviera con el ánimo a tope, pero tenía fe que una hora y media de esfuerzo físico le activara las endorfinas, la serotonina o la oxitocina, y eso podría arreglar el asunto mientras tanto.

Nos pusimos la ropa de deportes y salimos a hacer nuestra rutina, pero antes me desvié a la sala de aeróbicos para buscar a Laura.

La encontré conversando con dos chicas.

“¿Amor?”, la llamé.

“¡Rafo, mi vida, te extrañé!”

Se me acercó y me besó.

“Oye, te tengo una mala y una buena noticia”.

Laura cambió su semblante alegre.

“Ay, Rafo. No empecemos otra vez, y menos aquí”.

“¿Cuál quieres primero?”

“La mala”.

“Bueno… La mala es que…. Ya no seremos enamorados”.

Laura comenzó a enfurecerse.

“¡Y déjame adivinar la buena: te revolcarás con alguna perra de esas que siempre solías buscar!”

Sonreí abiertamente.

“Yo no diría eso, Laura”.

“¡Y encima eres un cínico, Rafael!”

Comenzó a darme manazos en mi pecho.

Sorpresivamente, saqué una cajita negra forrada en terciopelo.

Laura se quedó helada. Enrojeció de vergüenza.

“La buena”, dije tranquilamente, “es que delante de todos, te pido que dejemos de ser enamorados para comenzar a ser esposos”.

Abrí la cajita, y el anillo de compromiso brilló ante sus ojos… y los de toda la gente que curioseaba con poco disimulo, alrededor.

Laura se quedó muda, empezó a respirar más rápido.

Se desmayó.

Mientras la reanimábamos con ayuda de sus amigas, la gente allí adentro comenzó a aplaudir.

Laura y sus amigas no hicieron la clase, y se quedaron contemplando la joya. Yo sí comencé mi rutina.

Cuando estaba acercándome a la primera máquina, se me cruzó Jaime.

“¡Hipócrita!”, me regañó.

No le hice caso.

En la máquina del costado estaba Josué, jalando las poleas con una fuerza inusitada, como si la furia pasara a ser su combustible. Creí entenderlo. Tras todo lo que se enteró, y el hecho de que tenía que asumir una lucha de por vida, su actitud era justificada. O al menos creí eso.

Comencé a hacer barras.

Tras finalizar la rutina de ese día, fuimos a tomar un baño, como era costumbre.

Cuando terminé, me asomé a la otra ducha. Josué tenía el cuerpo untado en jabón.

“¿Te parece si mañana seguimos lo del negocio? Esta noche quiero pasarlo con Laura”.

No me dirigió la mirada.

“Normal. Como quieras. Mañana lo seguimos”.

“Tuco, solo será por esta noche. No creas que voy a dejarte ir solo por lo que sabemos”.

Por fin me miró.

“No es eso,Rafo”.

“¿Entonces?”

“Tú sabes muy bien que estás cometiendo el peor de tus errores, y la estás arrastrando en esto”.

Me quedé mirándolo sin responder.

El Tuco tenía razón.

Mientras tanto, el agua revelaba de nuevo el cuerpo trigueño de mi amigo, en el que por fuera todo parecía normal, pero donde más de una procesión circulaba por dentro. 

“¿Qué debo hacer, entonces? ¿Dar marcha atrás?”, lo cuestioné humilde.

“Piensa en ti, por favor, Rafo. Solo piensa en ti. No jodas tu vida por quedar bien con el mundo entero. Solo piensa en ti”.

El rostro de Josué tenía un gesto de súplica.

“Ya tomé una decisión. Voy a afrontarla, Tuco”.

Mi amigo se quedó en silencio por algún ratito mientras el agua de la ducha no dejaba de tapizarlo de un brillo opaco e indiferente.

“Caballero. Te apoyaré… pero no estoy de acuerdo contigo”.

Bajé la mirada.

Nos quedamos en silencio por casi un minuto o dos.

El agua se desvanecía por el sumidero.

¿Qué más se estaba desvaneciendo en mi vida?

lunes, 19 de diciembre de 2022

Ser Rafael 18.1: No quiero que te mueras


En la pantalla SE VEÍA…

¡Por Dios, ya no recuerdo qué se veía en la pantalla!

ese domingo ESTUVO repleto de sentimientos encontrados. Por un lado, alegría y satisfacción porque yo no; pero tristeza e incertidumbre porque mi mejor amigo sí.

Tras conocer la inesperada noticia, me pasé toda la jornada con Josué, acompañándolo, dándole mi apoyo, mostrándole que si habíamos estado en las malas, no dejaría de estar en las peores. Y ésta fue la peor de todas, hasta ese momento.

Lo realmente jodido fue sentarnos ante sus padres y revelarles que, además de ser homosexual, era…

La oscuridad que tenía alrededor ayudó a disimular mi llanto silencioso.

¿Por qué él?


Estaba en la función de siete y cuarto de la noche en el cine triple X, y apenas habían corrido cinco o seis minutos de la cinta.

Mientras el actor y la actriz se quitaban la ropa en la pantalla, yo no sabía qué hacer con mi espíritu: si blindarlo y vestirlo contra el frío, o quitarle todo y arriesgarme a rasguñarlo más.

Un hombre se sentó a mi derecha. Encendió un cigarro. No me importó que me viera o me reconociera.

“Hola”, me dijo. “¿Recién comenzó?”

“Sí”, respondí con levedad.

Está buena, ¿no?”

“Sí, parece que sí”.

“¿Siempre vienes?”

“Hace siete meses que no vengo”.

“¿Cómo te llamas?”

“Rafael”.

“Bonito nombre… ¿pero no es el verídico, no?”

“Es mi nombre”.

El hombre dio una pitada. En pocos segundos, el olor a tabaco se imponía a la humedad del recinto.

“¿qué buscas?”, me preguntó.

“Respuestas. Hace tiempo que busco respuestas”. Suspiré largamente. “La vida parece haberme dado una segunda oportunidad. El caso es que en mi vida he estado con un pie en dos hemisferios distintos, entre tirar con mujeres o tirar con hombres. Tiro con mujeres para conservar ciertas apariencias, pero la verdad es que me gusta tirar con hombres”.

El hombre dio otra pitada.

“Me parece que ya tienes las cosas claras. ¿Qué respuestas buscas, entonces?”

“La gente no acepta que dos hombres hagan una vida juntos, aunque te mueras de amor por uno de ellos. En cambio, no hay joda si se trata de hombre y mujer, aunque luego se pasen años de años como perro y gato… gata quiero decir”.

El hombre suspiró.

“¿Tienes enamorada, al menos?”

“Claro. Casi cuatro años de relación, dando tumbos, pero ahí vamos”.

“Cásate, entonces”.

Volteé a mirarlo y noté cómo la combustión del tabaco iluminaba sutilmente su grueso rostro.

“¿estás loco?”

“No…. ¿Rafael dijiste? Casarte lo resuelve todo. Cuidas tu imagen pública, y puedes hacer tus cochinadas por allí. Además te protege de los otros chicos: cuando estás soltero, están allí encima como moscas, alucinando que pueden tener algo contigo; en cambio, cuando te casas, te miran con respeto, no te acosan y puedes darte el lujo de elegir, usar y botar. Casarte te da caché”.

“¿Cómo sabes todo eso?”

El hombre volvió a pitar. Botó la colilla y la pisó con su zapato.

“Hace catorce años que estoy casado. Desde los 24 años. Tengo treinta y ocho. Tengo mi mujer, dos hijos, y cuando quiero acción, vengo acá, consigo cualquier pasivita y me olvido del asunto. Satisfago a todas las partes, especialmente a mí, y nadie me dice nada”.

Me quedé pensando. Lo que había escuchado parecía tener sentido.

Súbitamente, percibí su mano sobre mi muslo. Me lo apretó. La tomé y la retiré.

“Gracias por el consejo. Tengo que irme”.

“¿Volveremos a vernos, Rafael? Tienes buenas piernas”.

“Quién sabe”.

Me levanté, previa escala en el baño. Tenía necesidad de orinar.

Mientras acababa, oí unos gemidos que venían de uno de los cubículos al costado. Sigilosamente avancé, y lo hallé con la puerta abierta: un chico estaba agachado, con el pantalón y la ropa interior por las rodillas mientras otro hombre, como de treinta y cinco, lo penetraba casi apoyado en una de las paredes, en tanto que enfrente de ambos, pegado a la otra pared, otro hombre, de unos veintiocho, estaba también con un pantalón deportivo bajado a la altura del muslo, con su miembro rígido al aire libre, tratando de que la boca del pasivo pudiera complacerlo. El de treinta y cinco me vio, mientras se

movía con cierta dificultad; hizo con su cabeza el ademán de que me acercara. No le acepté y me fui.

Apenas era las ocho de la noche, cuando llegué a la casa de Laura. Toqué el timbre varias veces, pero no me respondieron. Llamé a su celular. Parecía estar apagado.

Regresé a mi casa.

Mamá estaba con cara de pocos amigos.

“¡Se te olvida llamar para avisar dónde estás o a qué hora regresarás!”

“Estaba ayudando al Tuco, mamá. Se presentó un problema, y tenía que acompañarlo”.

“¿Qué problema?”

“Nada. Un proceso del negocio. Nada más”.

“¿Quieres decirme en que líos te estás…”

“Mamá, trátame como adulto, por favor. Déjame tomar mis decisiones, ¿quieres?”

Mi madre guardó silencio mientras me observaba con asombro. Fui a mi dormitorio.

Me bañé y me acosté desnudo en mi cama.

Llamé a Eduardo. Su broma pesada debía tener una explicación, y esta vez no aceptaría un ¿estuve borracho, no me acuerdo’ como excusa.

Nada, mierda.

Llamé a Josué.

“¿Cómo sigues?”

“Ahí”, me contestó lloroso. “Pensando”.

“¿Irás al hospital, como te dijeron?”

“No sé, huevón. Justo ahora que comenzamos el negocio”.

“Pero si te enfermas más, ya no podrás manejar el negocio”.

Josué se quedó callado un rato.

“¿Y si cancelo todo, Rafo?”

“No debes. ¡es tu proyecto! No puedes. Hay gente que depende de ti. Y sé que, en el fondo, no quieres. Has luchado tanto por esto. Podría ser una prueba”.

“Una prueba para conseguir ¿qué, Rafo?”

“No lo sé, la verdad. Solo sé que tienes que luchar y que jamás te dejaré de lado”.

“¿Por qué?”

No pude más. Comencé a sollozar.

“Porque te quiero, carajo. Porque no quiero que te mueras”. 

sábado, 17 de diciembre de 2022

ASS (57): ¿No crees que es…. Pecado?

Santos es enviado a recoger unas cosas en el cuarto de Marcano, donde tendrá la oportunidad sde ver y probar su enorme taladro.



A eso de las nueve menos cuarto, el guapo Santos está revisando unas listas que el Padre David le encargó. En el Centro de Acogida a Migrantes, también conocido como CAMI, no solo se los registra; también se trata de conocer sus historias y se busca darles un techo dónde guarecerse, servicios higiénicos decentes y tres comidas básicas. Para santos esto no es nuevo. Antes de iniciar su noviciado, trabajó largo tiempo como voluntario en las organizaciones de acogida de migrantes que llegaban a España por cuanto medio fuese posible. Allí creyó sentir su vocación religiosa.

“Hola”.

Santos se sobresalta, levanta la mirada. ¡qué tal sorpresa! Un chico trigueño moreno, fornido, vestido en mono o mameluco azul y con un pequeño maletín metálico aparece en la puerta de la recepción. La cara le es familiar.

“¡Hola!”, reacciona el novicio. “Anoche te vi…”

“Cuando salía de ducharme en el AS”, contesta el joven muy sonriente. “Vine porque el Padre David me mandó llamar”.

“Ah, cierto. Tú eres el electricista, ¿no?”

“Handy-man, más bien”, guiña un ojo. “Me llamo Marcano”.

El chico da la mano y guapo rubio se la corresponde:

“Santos, mucho gusto. Ahora lo busco y…”

“¡Marcano! Llegaste, che”, se oye desde el pasadizo. “Vení a ver la conexión”.

“Permiso”, pide Marcano a Santos, quien se queda medio ensoñado. Ese mameluco cubre demasiado el hermoso cuerpo bien esculpido que vio la noche anterior. Lo que no recuerda si llegó a ver sus genitales. Quizás sí, pero en medio del desconcierto es complicado tener memoria clara. Al menos, sí nota que lo ancho de la prenda no disimula su enorme culo.

En poco tiempo, el Padre David regresa a la oficina:

“Che, necesito que vos vayás con Marcano a recoger unas cosas para la instalación que falta”.

“¿Yo, Padre?”

“Sí, vos. Creo que hay cosas pesadas y tú eres algo fornido. Andá con él”.

A Santos le parece un sueño estar sentado en la misma motocicleta tras el portentoso cuerpo de Marcano recorriendo las soleadas calles de San Sebastián. Queriendo y no queriendo, choca sus grandes pectorales contra la amplia espalda del Handy-man.

“¿Así que vienes de España?”

“De Barcelona”, responde Santos.

“Interesante”.

Ambos llegan a la pensión y suben al cuarto de Marcano donde tiene un mini almacén con accesorios eléctricos: alambre, interruptores, tomacorrientes. El venezolano se baja la cremallera y se quita la mitad superior del mameluco; debajo tiene una camiseta ceñida al cuerpo que no deja mucho a la imaginación. Voltea a ver a Santos y se ssonríe al notar su cara de asombro:

“Perdona, vale. Suelo estar solo aquí, así que cuando hago mis cosas, incluso me quedo desnudo”.

“No tienes que disculparte. Yo también estoy en pelotas cuando me encierro en mi recámara”.

“¡en serio? Si tuviera más confianza contigo, me quedaría en pelotas, como dices”.

“yo no tendría problemas… de hecho, anoche… te vi en pelotas”.

Marcano se detiene, recuerda en segundos y cae en la cuenta:

“¡Naguará, chamo! ¿Tienes toda la razón!”

Santos se sonríe ya menos tenso. Entonces, Marcano se detiene en su búsqueda:

“¿Te incomoda si me desnudo?”

“ya te dije: no. Si te apetece, yo también puedo desnudarme”.

“No suena mala idea”.

Marcano se quita los zapatos y los calcetines, se baja el mameluco, luego se retira la camiseta (con cierta dificultad), y está a punto de quitarse el bóxer:

“Tú también, pana”.

Santos, siempre sonriendo entre nervioso y excitado, se quita la camisa, los zapatos, los calcetines, el jean y también se queda en un colorido bóxer.

Marcano le sonríe:

“¿Desnudos del todo?”

“Desnudos del todo”, responde Santos.

“A la cuenta de tres… uno, dos, tres”.

Ambos se retiran la ropa interior y se quedan en pelotas.

“La tienes parada”, le observa Marcano señalando la entrepierna de Santos con la mirada.

El novicio se pone rojo de vergüenza.

“Perdona”, susurra.

“No… no hay nada que perdonar”.

Marcano gira un poco y muestra su largo pene aún dormido:

“Tu polla parece grande”, comenta Santos.

“y eso que está dormida aún”.

“¿Quieres decir que cuando te empalmas…?”

Marcano se sonríe más con cariño que con picardía como leyendo los narvios del otro mancebo:

“¿Me lo pongo duro, me lo pones duro? ¿Cómo prefieres?”

Santos se sorprende ante el ofrecimiento.

“Estamos solos tú y yo, agrega Marcano. “Nadie va a enterarse, vale”.

“Pero… sería… pecado”.

“Si me dices que es pecado hacer el amor… ¿no estás contradiciendo tu fe?”

Santos se queda ahí, inmóvil, con su pene erecto bajo su abundante vello púbico rubio. Los 23 ccentímetros de masculinidad de Marcano también comienzan a erguirse y engrosarse.

Entonces, Santos se olvida de todo. Se acerca a Marcano, le toca el pene semi-erecto con una mano mientras la otra es posada en uno de los grandes pectorales; le acerca su cara y lo besa en la boca. Marcano lo toca de la cadera y luego lleva sus manos hacia las velludas nalgas para acariciárselas. Se separan.

“¿La puedo chupar?”, consulta tímidamente.

“Todo lo que quieras”, le responde Marcano igual.

Santos se arrodilla, mira el falo, lo masajea un poco, se lo mete a la boca. Comienza a succionarlo. Poco a poco sus labios, su lengua y su paladar se van adaptando a la gruesa forma y sabor de ese pene caribeño.

Entonces, suena un celular.

    


 

miércoles, 14 de diciembre de 2022

Ser Rafael 17.3: Te apoyaré sin condiciones


Después de desayunar (que casi ni probé bocado), fui a encontrarme con el Tuco, para que me acompañara al laboratorio.

No se despegó de mí para nada. Hasta tuvo que aguantarse la insinuación del encargado a la hora de la consejería, pues pensaba que éramos pareja.

“Hacerse la prueba es la verdadera prueba de amor que puede haber entre dos personas que se quieren”, dijo clavándonos sus malditos ojos.

Lo que pasa es que no quise entrar solo, y como él me tenía abrazado, por ahí salió el comentario medio estúpido.

OK, completamente estúpido.

“¿Cuándo fue la última vez que tuvo relaciones sin protección?”, me preguntó el médico.

“si… siete meses… siete meses y medio quizás”.

“Entonces, es altamente probable que si tienes el virus, lo detectemos”.

“¿Y si no hay virus?”

“Aunque es bien difícil, quizás siga en periodo de ventana, o, lo que es mejor: estás sano. Si hacemos otra prueba dentro de seis meses, podríamos verificarlo”.

Miré asustado al Tuco. Miré al médico.

“¿Solo será un pinchazo, cierto?”

“Sí. Solo eso. ¿está listo?”

Dudé.

“¡A la miércoles, Rafo! Yo también me haré la prueba. Hermanos siempre, hermanos ahora. ¿qué tengo que hacer doctor?”

Pues, lo que tuvimos que hacer fue poner nuestro brazo, dejar que nos saquen sangre, doblar… y esperar…


El resto del día, Josué se la pasó conmigo tratando de que me meta en el proyecto, viendo sus cosas. No se despegó por nada.

Vino a mi casa y se quedó hasta tan tarde, que mamá le pidió que durmiera con nosotros. Él aceptó sin dudar.

En la oscuridad de mi cuarto, seguía angustiado por el resultado.

Josué me abrazó por detrás, afirmando todo su cuerpo contra el mío, pero en un plan más fraternal, no morboso, o al menos eso asumí.

“Sea cual fuere el resultado, Rafo, yo te apoyaré sin condiciones”.

“Gracias”.

Fue él quien engañó a mamá durante el desayuno, pues no supe qué razón darle por mi semblante.

Él bromeó diciendo que yo extrañaba mucho a Laura. Mamá sonrió pero no creo que lo haya dado por rrazonable. Igual no insistió en ese punto.

Fuimos al laboratorio, aprovechando que también atiende los domingos.

Nos dieron nuestros sobres.

“A la cuenta de tres”, dijo El Tuco. “Una… dos… tres…”

Rompimos el papel…

Se lo mostré al encargado.

Di negativo.

A Josué…

A Josué no le fue igual que a mí.

  

martes, 13 de diciembre de 2022

Ser Rafael 17.2: Tenemos lo que estás sospechando


el proyecto nos tomó tres semanas más, hasta que lo dejamos implementado limpiamente, de tal modo que el Tuco se emocionó hasta las lágrimas cuando lo operó: aparte de los formatos electrónicos para la administración de todo, tenía control de sus propias redes sociales y hasta un sitio web simple-pero-atractivo (con carrito de compras incluído).

Al final bautizamos al proyecto: Natural Merchandise of Piura, o Merchandise a secas. Sí, Laura no se cansaba de poner nombres en inglés a todo.

Ese viernes, quedamos para salir a celebrar por la noche, pero Laura no pudo venir porque viajó con su familia a una actividad relacionada con la muerte de su abuela.

Como a las once de la noche, Josué y yo terminamos tomando unas cervezas en el Port au Prince.

“Ya tengo los primeros pedidos, ya aseguré lo del transporte, y los proveedores que tenemos ya se familiarizaron con las alertas por celular. Este negocio será un éxito… y todo gracias a ti”.

“No solo gracias a mí, Tuco. Laura también tiene mucho que ver”.

“¿Siempre viajamos con ella la próxima semana?”

“Por mí no hay problema; pero dudo que se suba a una moto lineal”.

Nos reímos y chocamos nuestras botellas. Entonces vi que mi amigo puso su cara de alerta. Volteé.

“Hola, Rafael. ¿Me presentas a tu amigo, o me cambiaste por él?”

Era Eduardo. Estaba evidentemente ebrio.

“Mejor te vas a molestar a otra parte, ¿no?”, dijo Josué visiblemente mortificado.

“uuuuy. Tu nueva pareja no quiere sombra”, rió Eduardo. Sí, definitivamente estaba borracho.

Josué comenzaba a perder la paciencia. Me levanté.

“Eduardo, ya pues, pórtate bonito. ¿Te embarcamos a tu casa?”

“No quiero que me embarques a ninguna parte. No quiero nada”.

“Pero nos estás incomodando, Eduardo. Mejor te embarcamos”.

Traté de conducirlo a otro lado tomándolo de sus hombros.

“¡Déjame! Déjame. No me toques. Ya sé que perdí. Hace mucho que perdí. Pero no soy el único, Rafael, Rafo, Paúl o como te llames. Tú… tú también perdiste”.

Un tenebroso espasmo eléctrico me recorrió el cuerpo.

“¿Qué quieres decir, Eduardo?”

El borracho dio una media sonrisa, cínica. Miró a Josué, luego a mí.

“Yo perdí. Tú perdiste. Lo tengo. Tú también lo tienes”.

Me indigné tanto. Me arrebaté.

Empujé a Eduardo contra el suelo. Cayó.

Fui sobre él y lo agarré del cuello de la camisa.

“¡me vas a decir ahora mismo qué significa éso!”

Josué trató de separarme. Eduardo no borraba su sonrisa cínica, psicópata.

“es eso que estás sospechando, Rafo”.

Quedé aterrorizado.

Le solté el cuello de la camisa y me senté sobre el suelo. La gente se había arremolinado alrededor nuestro.

Unos serenos llegaron y nos sacaron del bar.


Apenas pasaba la medianoche, cuando Josué y yo estábamos en el parquecito cerca de mi casa, sentados sobre una banca. Yo me sentía desesperado.

“Rafo, el pata estaba borracho. No sabía lo que decía”.

“Imposible, Tuco. A ese conchesumadre se le suelta la lengua cuando está borracho. Ya me lo gané antes”.

“Pero no parece estar enfermo”.

“¡Bah! Los síntomas de esa enfermedad no se ven. Ahora la huevada es… si estoy infectado… la cagada, huevón”. Comencé a llorar. “Laura, huevón”.

Josué me abrazó. Dejó que me desahogara un poco.

“Rafo, nada sacas angustiándote. ¿Hay algún modo de saber si la tienes?”

“Prueba de sangre. Tengo que ir a un laboratorio”.

“Entonces, tendrás que hacer eso. Mientras tanto, nada ganas angustiándote con las huevadas de un borracho. Ahora cálmate: si tu mamá te ve así, será peor”.

Volteé a mirar a Josué.

“¿Me acompañarías?”

“Claro, hermano. ¿Cómo piensas que voy a dejarte solo?”

esa noche fue imposible dormir. Maldije el momento en que se me dio por irme a la cama con Eduardo, y sin usar protección. Maldije mi vida. Maldije todo. 

lunes, 12 de diciembre de 2022

Ser Rafael 17.1: Perdón al desnudo


el lunes, justo un día después de regresar del viaje relámpago a la sierra, salí del trabajo poco después de las cinco de la tarde, como era mi costumbre.

Apenas llegué a la calle, lo encontré allí parado como si nada.

“¿Listo, Rafo?”

Me alegré de verlo.

“Claro, Tuco. Pensé… pensé que no ibas a venir”.

No me respondió. Me palmeó en el hombro y caminamos hasta el gimnasio.

No hablamos más que de los planes del negocio y de las cosas del trabajo. No se mencionó más que eso ni al entrenar, ni cuando nos bañamos, y menos cuando regresamos a casa con Laura. Bueno, la razón es obvia.

Esa noche, los tres pusimos en blanco y negro todos los pasos que tomaríamos para que la creación de Josué se fuera concretando.

“Hoy me vieron la taleguita en el trabajo, y por lo menos dos patas se acercaron a preguntarme dónde la había comprado”, relaté.

“Hablas huevadas”, desconfió el Tuco.

“¡Verídico, hermano! Les dije que les podía conseguir, si deseaban”.

“Ay, claro. Ustedes viajan, compran cosas y a mí no me consiguen nada”, reclamó Laura.

Me levanté de la mesa, fui a mi cuarto y regresé con el tapete multicolor. Laura abrió la boca de asombro y se acercó para colgarse de mi cuello y darme muchos besos.

Josué siguió viendo los papeles que había llevado en tanto que mamá salió con tazas de café que trajimos de la sierra. El aroma era deliciosamente penetrante.

Mi madre también se sentó con nosotros, miraba cómo trabajábamos y de vez en cuando nos lanzaba ideas. Buenísimas, por cierto.

Terminamos casi a medianoche.


el resto de esos días, tras el gimnasio, Laura y yo regresábamos a mi casa y nos poníamos a trabajar en el proyecto de automatización del negocio. Decidimos tomarnos, incluso, los fines de semana. Era una curiosa manera de pasarnos el tiempo juntos, sin necesidad de terminar en sexo.

Precisamente, no recuerdo si fue viernes o sábado, cuando estábamos programando en silencio y Laura se levantó, caminó varias veces por la sala. Vio el tapete que mamá puso sobre el sofá, probó algo de café, y me quedó mirando fijamente.

“Piura’s Switzerland”

“¿qué?”

“La suiza piurana, Rafo. ¡el nombre del negocio! ¿Te imaginas? Todos los productos de la sierra de Piura en su hogar, no importa el lugar del mundo dónde esté”.

Realmente mi enamorada estaba inspirada. Llamamos al Tuco, le contamos la idea pero no sonaba muy convencido.

Aún así, seguimos trabajando.

Ese domingo fuimos a jugar pelota en uno de esos recreos campestres con piscina, cerca de la ciudad.

Estaba a punto de meter un gol, cuando nuevamente tuve esa sensación de ser observado por alguien desde algún punto. Me desconcentré, miré a los lados, y recibí un empujón de otro muchacho que jugaba.

“estás boca abierta, Rafo”, me pasó la voz.

Yo sonreí.

Esa noche, mientras estaba en redes sociales, se abrió una ventana de chat. Era al.

“Tus fotos ser muy bonitas”, escribió.

Comencé a explicarle del proyecto que estaba trabajando, y pareció muy interesado.

Al día siguiente, cuando Josué y yo íbamos al gimnasio, se lo conté.

“Al dice que puede ser nuestro concesionario en la Florida”, le anuncié.

“Suena bien. ¿Y qué le gustó más?”

“Los tejidos. Parece que la artesanía podría ser lo máximo allá afuera”.

“Excelente”.

Fuera de eso, aquel día el Tuco estaba mayormente callado.

Tras entrenar, nos duchamos. Justo acababa de cerrar la llave, cuando Josué se puso a la entrada de mi cubículo, e ingresó. Ambos estábamos mojados y desnudos.

“Rafo, sobre lo que pasó esa vez en el viaje, quería pedirte perdón. No debí hacerlo porque somos amigos, porque nos queremos, nos respetamos y porque no me parece, considerando que Laura es tu enamorada, y mi amiga”.

Quedé confundido.

“Pero, no creo que fue culpa tuya solamente. Yo te correspondí, Tuco”.

“Como sea. No debió pasar y no debe pasar de nuevo”.

“¿Crees que pueda pasar de nuevo?”

“Tenemos que evitar que pase, Rafo. Sí podemos”.

“¿quieres decir que?”

“No quiero decir nada, Rafo. Solo quiero que me perdones, y que jamás pasará de nuevo”.

¡Vaya! Un nuevo enfoque para esa rara trilogía –deber, poder, querer- que me pareció lógica, aunque no me dejó del todo satisfecho, ni convencido por lo menos.

“Tuco, no quiero perder tu amistad. ¡eres mi mejor amigo! No quiero que esa huevada nos aleje. Quiero que me trates como siempre lo has hecho”.

“Sí. Perdona. Pero estaba incómodo. Yo sé que me quieres, y precisamente por eso, vamos a hacer las cosas bien”.

“De acuerdo”.

Nos dimos un cordial abrazo, donde fue imposible evitar el contacto de las pieles. Aunque, honestamente, eso fue lo último que me preocupó, pues no quería escatimar mi afecto a esta persona. No es bueno escatimar el afecto. No es bueno guardarse nada especialmente si es verdadero y puro, como la amistad.

Cuando nos separamos, Jaime estaba en el estrecho pasillo entre las dos duchas, mirándonos con rabia.

“Ahora entiendo todo”, espetó con ridículo despecho.

El Tuco y yo lo miramos y nos carcajeamos. Jaime salió muy molesto. 

domingo, 11 de diciembre de 2022

ASS (56): A pro hot swimmer

Julián sorprende durante su primer día como actor porno gay.


“hello – This is Julian. I’m a pro swimmer who won international titles. But trusting in wrong people put me in trouble. I have no title anymore, but I have all what I learned of swimming. So, I’m gonna meet some buddies to know how they swim, teach ’em how to improve, and make something hot… and you’re invited too.”

Julián se queda sonriendo a la cámara mientras ha terminado de hacer una especie de strip-tease que comenzó con un abrigador calentador de dos piezas, casaca y pantaloneta, y ahora lo deja en una tanga de baño turquesa que hace lindo juego con el blanco de su bien esculpida piel.

“y… corten”, dice Willy. “Vamos a las tomas en el podio”.

Él y Julián van hasta la marca mientras en un lado cerca de la piscina olímpica, enrique y Flavio, cubierto con una bata de baño,  miran la escena.

“No entiendo por qué este video va a ser en inglés cuando los otros chicos apenas hablan castellano”.

“Ay, carnal”, sonríe Enrique. “Son exigencias de Los ángeles”. ¿estás listo para tus tomas?”

“Sí”, asiente Flavio. “Todo tiene que parecer como una de esas series documentales del cable, ¿estoy en lo cierto?”

“Solo que al final, él te cogerá ese culote y te lo va a preñar con sus mecos”.

“Agradece que sé tu dialecto mexicano”, sonríe Flavio.

Mientras tanto, Julián se ha nadado un largo completo enseñando el estilo mariposa y ahora se dispone a mostrar cómo se hace el estilo espalda. El agua sobre su piel le define cada músculo. Willy lo sigue desde un lado de la piscina con la cámara cargada sobre un estabilizador, el nuevo juguete comprado para producir porno gay.

“¿y lo del estanozolol?”, pregunta Flavio en voz baja.

Enrique hace un gesto en el rostro que puede interpretarse como que no importa o como que no es relevante. Flavio voltea a ver a la piscina y se sorprende de ver que Julián ya está haciendo el largo de espalda, pero de regreso.

“Ese conchasumadre es un torpedo en el agua”, murmura.

Cuando Julián ha terminado de demostrar los tres estilos, va a una esquina de la piscina  donde hay una banca protegida por dos tabiques de madera en ambos lados; la cámara lo sigue. Se sienta y toma una toalla mientras se saca el gorro y se sacude el cabello, además de sacarse los lentes subacuáticos. Se sienta sobre la banca.

“After that, I got a little tired… and wet.”

Julián se saca lentamente la tanga, le escurre el agua y la deja a un lado. Así, desnudo, mira seductoramente a la cámara.

“And now, I’m becoming hot.”

Julián comienza a masajearse el pene y los testículos: la erección se da en cuestión de segundos. Su miembro tiene unos 16 centímetros más o menos; es cabezón, venudo. Se masturba un rato mientras jadea y lo disfruta.

Willy no escatima encuadres de la cara arrecha, el sexo crecido, y, como el nadador ha levantado una pierna y la ha apoyado sobre la banca, por ratos puede ver el ano cerradito y rosado.

Julián jadea cada vez más fuerte y comienza a gemir, hasta que su cara revela que llega al éxtasis:

“I’m cumming. Oh, shit. I’m cumming now!”

Ráfagas de su semen se comienzan a disparar salpicando de blanco su vientre como tabla de lavar. Cuando termina de  eyacular, soba su aún duro pene contra su abdomen y pubis totalmente depilados.

“I need a shower.”

Julián sonríe a la cámara. Su rostro agradable convierte una escena tensa en una secuencia realmente cachonda. Willy deja de grabar:

“y… corten. Vamos a la ducha”.

La indicación es el aviso que Flavio espera para iniciar su secuencia. En ese momento, vibra el celular de Enrique; mira la pantalla, responde:

“Claro, carnal. Ahora voy a abrirte”.

Dentro del vestidor, mientras Julián se ducha, llega Flavio ya listo con su tanga roja:

“Good morning, coach. I’m ready for my class.”

“Oh, how are you doing, Flavio?”

“Very well. Beautiful body, you have.”

“So do you… Let’s go to the class!”

Y todo queda registrado por la cámara.

Tras grabar la presentación de Flavio, él y Julián escenifican una clase privada de natación. En un lado de la piscina enrique supervisa todo; a su lado, Alejo aún está vestido con su ropa de calle: polo, jean ceñido, zapatillas.

“Sí lo vi de pasada en el consultorio. ¡él es el que salió en las noticias?”

“él mismo, pero eso aquí no se comenta.

“Oye, Enrique… yo quería preguntarte algo… ¿qué pasaría si yo…. Si yo… también la hago de pasivo?”

Enrique voltea a ver a Alejo sin ocultar sorpresa.

En la piscina, la fingida clase de Julián a Flavio ha terminado, y el primero se ha lanzado al agua para felicitarlo. Nadan hasta la parte poco profunda, cerca de los podios, y en una esquina comienzan a abrazarse:

“you really did it good, Flavio.”

“you’re the best and most handsome coach.”

Julián y Flavio comienzan a besarse y acariciarse con la mitad de sus cuerpos fuera del agua. Los dos se quitan las tangas, y así desnudos continúan el juego sexual previo.

Julián sube un poco por la escalerilla en uno de los costados y se sienta en uno de los pasos:

“Now, suck my cock.”

Flavio comienza a chuparle el pene, el que se pone duro de forma casi inmediata.

Alejo decide entrar al vestidor. Se desnuda por completo y abre el casillero que le indicaron: encuentra una bata, sandalias y la tanga de baño que debe usar, de color blanco. Se sonríe.

Cuando sale del vestidor y se asoma por un costado de la piscina, Alejo nota que ahora Flavio está apoyado en el borde con las piernas abiertas dentro del agua; Julián  aprovecha para practicarle un beso negro. Sabe que el siguiente paso es el sexo anal; pero, ¿dónde lo harán considerando que el espacio es demasiado abierto?

La respuesta no tarda en llegar: sobre una toalla al borde de la piscina, Flavio se pone en cuatro y Julián, quien en el entretiempo ya se ha untado su pene con lubricante, lo mete y saca del ano del experimentado modelo y actor porno.

“Oh, coach, fuck me. Fuck that hot ass, coach.”

“yeah. I’m fucking your tight ass, bro.”

Aunque, desde la respetable distancia que ocupa para evitar aparecer en el encuadre, a Alejo le sorprende ver que Julián, para ser un completo novato en el porno, y más aún el porno gay, tiene un dominio escénico bárbaro. Se mueve rápido y sensual, su cara demuestra que se está gozando el sexo, su cuerpo atlético brilla de manera divina.

“you like my dick, Flavio?”

“yeah, coach. I love your hard dick in my ass.”

La imagen de Santos viene a la cabeza de Alejo, y por un momento cree que sería el compañero de escena sexual perfecto para Julián.

“Oh, God. What a tasty ass you have, bro.”

El nadador está llegando al orgasmo por segunda vez en menos de una hora:

“I’m Cumming. Shit. I’m Cumming!”

“Breed my ass, coach!”

Julián al fin eyacula dando un par de sordos jadeos. Se deja de mover progresivamente, saca su pene aún duro. Flavio trata de dilatar su contraído ano para convencer a la cámara que dentro de su recto está el semen caliente de su ‘entrenador’.

Entonces Alejo se voltea pues siente que alguien más está mirando la escena. No es enrique. En una esquina tras una puerta, descubre a a un extraño, quizás un empleado municipal, que parece haber visto todo. Cuando éste se da cuenta que Alejo ya lo descubrió, se asusta, y mucho más cuando el actor y modelo porno le mira la entrepierna: por la cremallera se asoma un pene largo y moreno. Evidentemente, el empleado municipal se ha estado pajeando .

    Y para terminar, tedejamos con una #porno gay.



sábado, 10 de diciembre de 2022

Ser Rafael 16.3: Anoche no pasó nada


Cuando desperté, estaba desnudo, y afuera el día parecía soleado.

Josué ya no estaba a mi lado.

Era casi las nueve de la mañana.

Me duché y salí a la puerta. El Tuco ya había sacado la moto.

“Cuando estés listo, nos vamos”.

“¿Está todo bien, Tuco?”.

“Sí. Todo bien”, me dijo secamente.

Mientras arreglaba mis cosas, vino a mi cabeza lo que elena me dijo en casa, pero me resistí a considerar esa posibilidad. El Tuco y yo éramos amigos, y probablemente lo que había pasado la noche anterior fue producto del licor, alguna confusión, algo que debía aclararse tranquilamente y prometer que jamás pasaría de nuevo. Además, él ya me había confesado que se había acostado con otros hombres; yo, en cambio, no tenía claro ese aspecto aún.

Salí con mi mochila para acomodarla.

“Tuco, lo que pasó anoche”.

“Rafo, anoche no pasó nada. Solo bebimos. ¿De acuerdo?”

Me miró serio.

“De acuerdo”, repliqué.

Fuimos a desayunar.

Hablamos casi nada en todo el trayecto.

Llegué a casa para la hora de almuerzo.

Todo ese día, no nos llamamos. Tampoco quise salir ni ver a Laura, menos chatear.

A las nueve de la noche, ya estaba encerrado en mi cuarto, durmiendo.

Tenía fe que el día siguiente… sería otro día. Pero, ¿qué tipo de día sería?