domingo, 29 de mayo de 2022

ASS (30): Un nuevo actor porno exclusivo

Marcano llega a grabar su escena porno con Flavio y Enrique, a quien ya conoce de mucho tiempo atrás.

 


Marcano llega a la discoteca en la ciudad de Piura donde lo citaron para grabar su escena en la película porno que produce Enrique… con la producción asociada de Flavio. Un vigilante le da acceso junto a su vehículo. Sin necesidad de preguntarle, a leguas reconoce que este chico no es peruano como él. Al entrar, Willy está calibrando la cámara con las luces del escenario en el salón principal.

“Vengo a…”, anuncia.

“Claro”, sonríe el camarógrafo. “Te llevo”.

Si el rostro hermoso que puede ver y la anatomía perfecta que intuye lo han impresionado, el culo del chico le jala la vista mientras caminan por el pasillo hasta la oficina de la administración. Como resultado, Willy siente que su pinga comienza a ponerse dura dentro de su pantalón. Al ingresar a la oficina, Enrique está sentado viendo algo en su laptop mientras Flavio se termina de poner el short sexy que usará en la escena.

“Hola de nuevo…chamo”, sonríe Enrique. “Ya sabes cómo es el protocolo”.

Marcano le devuelve la sonrisa y comienza a desnudarse todo. Conforme va descubriendo su torso perfecto, sus piernas fuertes, su culo enorme, su gran verga y huevos, Flavio queda tan boquiabierto que olvida asegurar la trampilla del short y se le cae al suelo: su pene erecto queda al descubierto y sus mejillas enrojecen.

Esta escena será un poco diferente a las anteriores: Marcano encarna a un conserje que barre el escenario mientras el personaje de Flavio ensaya su coreografía.

“¿Un venezolano que no sabe bailar?”, pregunta el actor a Enrique mientras le ponen aceite.

“Y qué tiene, cabrón. Tú eres piurano y no sabes bailar ese… tendero, rondero, tontero, o como se llame ese baile que intentó enseñarte ese chico que te cogió en esa orgía”.

“Ah, el campeón nacional de tondero”, ríe Flavio. “El baile se llama tondero, ton-de-ro”.

Willy por su parte también coloca aceite a Marcano.

“Cuando me toque dar clases de figura humana, te contrataré como modelo”, le dice.

“¿Pagan bien?”

“No tanto como hacer porno, pero tu canon puede abrirte muchas puertas”, Willy le guiña un ojo.

Enrique grita acción, y Flavio comienza a bailar en el escenario mientras Marcano finge barrer en un costado. Entonces Flavio lo mira y lo seduce con su baile hasta conseguir llamar la atención del otro muchacho. Se le acerca, le sigue bailando, y mientras lo hace se va quitando el polo y luego el short. Entonces, toma el polo a Marcano, se lo arranca, literalmente, le baja la pantaloneta y se arrodilla a chuparle la verga.

A Flavio le cuesta trabajo lograr que esos gruesos 21 centímetros se metan todos en su boca pero la escena lo amerita.

“Chúpame el culo”, pide el bailarín.

Flavio se pone en cuatro sobre el suelo y Marcano se agacha a practicarle el beso negro. Willy aprovecha para captar la escena desde varios ángulos, como de costumbre, y de vez en cuando acomoda su erección. La forma cómo Marcano sopea a a Flavio es diferente, con más pasión, y la imagen lo capta fielmente.

Marcano se incorpora luego, disimuladamente se unta mucho lubricante en su pene erecto y lo va introduciendo en el ano ya dilatado de Flavio. Se supone que el actor debe fingir placer a través del dolor, pero esos gestos no son actuados. Bajo otras circunstancias, quizás le habría pedido a su compañero que detenga todo pero hay una cámara delante y mil soles más en su cuenta.

“Corten”, indica Enrique. “Vamos a grabar contraplanos y el fin de la escena”.

Marcano se detiene por un momento pero no saca su pene del ano de Flavio. Willy acomoda la cámara y Enrique se coloca en una puerta a espaldas de los actores. “Acción”, ordena.

Marcano vuelve a meter y sacar su verga del culo de Flavio mientras, al fondo, enrique hace el ademán de pasar y quedarse sorprendido viendo el coito en el centro del escenario. Entonces se apoya en la puerta y comienza a sobarse el paquete hasta ponerse el pene duro, sacárselo y comenzar a masturbarse mientras, supuestamente espía a los dos amantes; pero, en el proceso mueve tanto su mano que topa el escobillón que estaba arrimado al filo, hace que se caiga, y los dos chicos se asustan al ser descubiertos.

Primer plano a la cara de enrique, evidentemente excitado; corte en el mismo plano a su pinga erecta fuera de su pantalón. Tras un corte, Enrique, ya desnudo, se arrodilla delante de Flavio y le ofrece su pene para que se lo chupe mientras Marcano lo sigue haciendo sufrir al penetrarlo. Willy, como siempre, revoloteando mientras busca el mejor ángulo.

Tras cierto tiempo, Enrique cambia de lugar y se coloca detrás de Marcano. Le introduce su pene. Sabiéndose al medio del trenecito, Marcano comienza a mover su cadera tratando de estimular el ano de Flavio (sin conseguirlo) y estimulando el pene de Enrique con su ano (lográndolo por completo). Tras otro rato, Marcano y Enrique se paran dejando a Flavio al medio y arrodillado, se masturban y disparan su semen casi al mismo tiempo sobre las mejillas del modelo quien también masturba su miembro hasta eyacular sobre el suelo del proscenio. Corte y queda.

“Entonces… ustedes ya se conocían”, conecta Flavio.

“es una larga historia, cuate, como mi verga… y la suya”, se acaricia el pene Enrique.

Willy entra también desnudo y secándose con una toalla.

“El venezolano ya está listo para hacer la sesión en tu casa”, avisa a Enrique.

“Genial. Que salga, nos duchamos de inmediato y nos vamos”.

Marcano no demora mucho y aparece aún desnudo y también secándose.

“Por fin te taladré ese ojete”, sonríe el productor.

“¿¡Por qué no me metiste huevo esa vez en Maracaibo?”

“Me dio pena tu… novio. ¿Cuento contigo para la escena de mañana?”.

Marcano se sienta en una silla buscando su ropa:

“Mi ex novio. Y sobre mañana, siempre que haya dinero, cuentas conmigo”.

“Genial porque tengo una propuesta adicional: un contrato deexclusividad con ASS”.

Esa noche, Miguel masajea el cuerpo perfecto y desnudo de Marcano en el cuartito del AS.

“¿Y aceptaste ser su actor porno exclusivo?”

“Tengo buen cuerpo, tengo buena verga, tengo buen culo, soy versátil, me pagan por lo menos un 25 por ciento más de lo que saco en un mes. ¿Tengo más opciones?”

Miguel sonríe mientras le masajea las nalgas a a lo ancho y largo, y vaya que si son anchas y largas.

“Yo también lo acepté pero seguiré con el gimnasio, los masajes, el grupo de danzas. A ver si con lo que ahorro por fin puedo dedicarme a hacer mis cuadros y mis fotos de desnudos”.

“Con lo que ahorre primero validaré mi título de ingeniero, luego pondré una empresa de servicios, y si no, me iré a Buenos Aires, o Río, o México, o Miami… o Madrid”.

Miguel termina de masajear la parte posterior de piernas y hace que Marcano se ponga boca arriba en la camilla: su pinga está casi erecta.

“Primero tendremos que sobrevivir el primer año”.

“Gracias por reconectarme con el charro”.

“Por nada”, sonríe Miguel, acaricia la verga de Marcano, y se inclina a mamarla para terminarla de poner dura. Marcano disfruta esa boca tibia y húmeda hasta que súbitamente siente que le dejan de chupar el cipote.

“Oye, ¿y qué sabes de Edú? Alejo dice que no lo ve desde hace un par de días. ¿No fue contigo?”

“No”, dice Marcano. “Tampoco sé nada de él”.

“Raro, ¿no?”

“Sí… raro”, miente Marcano. Ya empeñó su palabra en no decir nada a nadie. 

            

sábado, 28 de mayo de 2022

Proyecto Lujuria 8.5: Fernando es reclutado como actor porno


En un terminal de buses en la avenida Javier Prado Este, César espera con impaciencia viendo su reloj: son casi las diez de la mañana. Si ha preguntado quince veces en el mostrador a qué hora llega el servicio desde Piura ha sido poco. Entonces, uno de los vehículos se detiene. Trata de no perder de vista a quienes bajan, y consigue divisarlo.

“Al fin llegas, veneco”, musita.

Cuando César y Fernando salen del terminal, por el lado de la avenida Nicolás Arriola llega Evandro en el Yaris con un cargamento de ropa que va a despachar al interior. Viste como si fuese a correr al parque: calentador, gorro, anteojos de sol (a pesar de que el día está nublado). Al ver a la pareja, se da la vuelta, saca su celular y calcula el recorrido de ambos hasta que toman un auto.

Al ver el video, se encuentra con un detalle que ya le resulta familiar:

“¿Ahora qué te traes entre manos, Arnold Escalante?”

 


Ya acomodados en el Corolla blanco, César y Fernando van por Paseo de la República.

“¿Cómo así te soltó?”, sonríe el camarógrafo.

“Le dije que venía por un par de días y que regresaba”, contesta su acompañante  viendo los edificios del distrito financiero en San Isidro.

“¿Y si te quedas?”

Fernando voltea a ver a César:

“Me quedo, pues”, sonríe.

“Lo bueno que no vas a necesitar tanta ropa de esa mochila que trajiste”.

“Sí… ya me lo figuraba”.

 


Evandro llega a una cuadra de la Plaza Cáceres en Jesús María y se estaciona frente a una vivienda de tres pisos. Toca el timbre. Zaira baja las escaleras:

“Sí que te has tomado a pecho lo de la popularidad”.

“Más vale prevenir que fornicar”.

Zaira sonríe y saca un sobre manila:

“Aquí están tus dos cheques”.

Evandro abre y verifica el contenido:

“Aunque… quisiera hablar de dos temas adicionales, digo, si tienes tiempo”.

“¿Quieres subir?”

“No, gracias. Será rápido. El primero es que sí, la recontracagué ese día y necesito que me perdones”.

Zaira suspira:

“Ay, Evandro. Creo que yo me quise engañar, y bueno… déjame hacer mi proceso, pero no te sientas culpable. Si no era contigo, era con cualquiera, incluso Osmar”.

“¿Osmar?”, se extraña Evandro.

“La volada es que…”

Evandro interrumpe: “Espera, Zaira. Creo que sí tenemos que subir”.

“¿Y lo segundo?”

“Necesitamos ir a Indecopi”.

Zaira se sorprende: “¿Cuándo?”

“Subamos: me explicas lo de Osmar, te explico lo del trámite”.

Al momento que Zaira hace subir a Evandro, suena el celular de éste último. Lo saca; reconoce el número:

“¿Qué hay, campeón?”

 


Mientras tanto, en Miraflores, la cama de Escalante se ilumina un poco con la presencia desnuda de Fernando, quien recorre la espalda del director hasta llegar al medio de su culo y trata de dar un festín de placer.

“Así, Fer, qué rico lo chupas. Eso, papi. Cómetelo”.

Escalante se mete la mano bajo el pubis, se acomoda su pene erecto y comienza a masturbarse sobre las sábanas moviendo su cadera hacia arriba y hacia abajo. Fernando solo tiene que sacar la lengua y dejar que ésta roce el ano del otro hombre sin mayor esfuerzo. Es cuando entra César, totalmente calato,con un frasquito en la mano. Carraspea. Los dos amantes se detienen.

“Negativo”, dice el camarógrafo y le alarga la evidencia a Escalante.

“Perfecto”. Entonces, se dirige a Fernando: “Vas a descansar del viaje mientras preparamos todo. Esta tarde grabamos el dúo y mañana te hacemos tu sesión solo toda la mañana. Te pago tu plata, me firmas el release, y listo. Tú decides si te quedas o regresas”.

“¿Mil quinientos dólares, me dijiste?”

“Solo para comenzar… De ti dependerá cuánto quieres crecer. Espero que no seas malagradecido nada más”.

“No, pana. Ni loco. Gracias por la oportunidad más bien”.

“¿quieres leche?”

Escalante jala a César a la cama, y comienza a mamarle la verga. Cuando está bien parada, se la ofrece a Fernando, quien se la traga toda, y así se alternan hasta que el trigueño camarógrafo bota todo su semen en la boca de su benefactor.

“Concentradita, como siempre”, califica tras tragárselo y besar al recién llegado.

  

viernes, 27 de mayo de 2022

La hermandad de la luna 10.11

La carceleta del Poder Judicial en Collique no es tan fría como parece, ni tan lúgubre como la describen. Es mas bien un espacio tibio y silencioso. Tras las rejas del pequeño cubículo, Christian Esteves tiene un colchón sobre el que puede recostarse y descansar, aunque no quisiera porque la misma pesadilla se repite cada vez que cierra sus ojos. Un policía ingresa y hace sonar los fierros.

“Tienes visita, doctor”.

Elga lo espera en una salita blindada; carga una bolsa plástica como las de las tiendas por departamentos, y luce bien rellena.

“¿Cómo estás?”, lo saluda.

“Decidiendo si me declaro esquizofrénico, aunque ahora eso dejó de ser atenuante; pero al menos no me mandarán con la lacra”.

“¿Por qué declinaste tener un abogado?”

Christian sonríe:

“¿Y qué diablos soy yo? ¿¿Manolo Rodríguez no me pagó toda una carrera de Derecho para que la desperdicie pidiendo otro defensor? Lástima que usaré todo mi talento para defenderme de su propio fantasma”.

Elga entrega la bolsa:

“Hay una frazada, fruta y la gaseosa que tanto te gusta… la verde sin azúcar; me costó trabajo convencer al policía para dejarla pasar”.

El abogado se extraña.

“No recuerdo haberte dicho mi sabor favorito de gaseosa”.

Elga carraspea y se pone de pie:

“Vendré en la medida en que me dejen venir. ¿Quieres que contacte a tu familia?”

“No hace falta. Gracias… No estoy loco, elga… Todo lo que vi y sentí realmente ocurrió”.

La mujer se toma unos segundos.

“Lo sé, Chris… Te creo al cien por ciento”.

“¡No estoy loco, Elga!”

Ella está a punto de dar media vuelta cuando frena en seco:

“Quizás no tengas que pelear con el fantasma de Manolo”.

Christian se desconcierta.

“¿Qué carajos quieres decir?”

Segundos de silencio apenas interrumpidos por el ruido lejano de la calle…

“No hay tal fantasma, Chris”.

Elga sale y deja al joven totalmente solo y descompuesto. En poco tiempo, el policía a cargo lo regresa a su celda. Descubre el contenido de la bolsa y se concentra en la botella plástica que contiene la verde gaseosa: una seña gráfica que él conoce de más.

“¡¡Noooo!!”, se desespera y llora. “Maldito hijo de puta”, musita.

Mira un video aquí. 

A la mañana siguiente, un paquete de preservativos cae de una máquina dispensadora. Tito la recoge y examina con cuidado. Tras él, están los cubículos con los inodoros y los urinarios; junto a él, un espejo de pared a pared encima de dos lavabos. La luz de la mañana entra blanca por una pequeña ventana al costado de un extractor de aire. El gladiador mira su imagen reflejada: no pareces tener cuarenta y cinco años, se dice mentalmente. Entonces, la puerta se abre y un joven alto, guapo y esbelto ingresa.

“Me dijeron que estabas acá”, saluda Edú.

Tito le muestra el paquete de preservativos.

“¿Sigues jurando que tú no dejaste esto en el jardín de mi casa hace una semana?”

El recién llegado se pone serio.

“Chico, ¿me llamaste para esto? ¿En qué idioma te digo que no fui yo? Si supiera guaco, te lo diría en guaco, pero te lo repito en castellano: desde aquélla vez que me echaste como un perro del AMW, no he vuelto a pisar Santa Cruz”.

Tito baja la mano y guarda el paquetito en el bolsillo de su pantalón.

“No, no te llamé para eso. ¿Sabías que existía un acuerdo entre Manolo y Saúl respecto a este lugar?”

“¿Al baño?”, ironiza Edú.

El gladiador ríe despacio.

“No, a esto que llamó GGG, JaJeJí, o como mierda sea…”

“G4G, o yi for yi, un acrónimo que viene de Gentlemen For Gentlemen o Caballeros Para Caballeros, que, sospecho, fue acuñado por el mismo que bautizó a tu gimnasio como AMW, Ancient Moon Warriors, los Antiguos Guerreros de la Luna. Lo de La Luna es creación de Manolo, definitivamente, pero esa obsesión con el inglés, chico, es creación de Christian”.

“El acuerdo entre Manolo y Saúl”, prosigue Tito, “era que Saúl podía generar todo el dinero que quisiera, pero la quinta parte de todo lo que ganara iba a la cuenta de Manolo porque resulta que nunca renunció a la propiedad de ese lugar; simplemente la hizo franca, o algo por el estilo”.

“La hizo una franquicia: dejaba que un tercero opere el negocio con los valores de marca del suyo, por lo que tenía derecho a un porcentaje de las ganancias”.

“Claro, pero en papeles, Saúl era el propietario”.

“Por eso se llama franquicia, Tito”.

“Por eso te llamé, Edú… Creo que conoces de más lo que ha pasado con Saúl, cómo terminaron encontrando su cuerpo con un balazo en la cabeza en la casa de La Santita… Pero también conoces de administración: cuando tú tenías a cargo el gimnasio, levantamos clientela como mierda”.

“¿Quieres que asuma la franquicia del G4G?”

“No sé si tus papeles te lo permiten… Pero lo que sí puedes hacer es administrarlo porque al no existir quién asuma la propiedad, digamos que… ésta revierte a su dueño anterior, o algo así me explicaron”.

“¿Saúl no tiene herederos, acaso?”

“No tienen derecho a nada porque, al igual que yo, solo ponía su nombre para el papel, pero la propiedad siempre fue de Manolo”.

“¿Ambos son, o eran, testaferros?”

“Por eso Christian jodía a Saúl hasta que lo mató, o eso parecen indicar las pruebas, y parece que eso iba a pasar conmigo, pero… Owen nos salvó”.

“A ver, chico. Es mucha información. ¿Qué hacía exactamente Christian y… quién es ese Owen?”

“Al parecer, Christian extorsionaba a Saúl a espaldas de Manolo, y Saúl murió creyendo que todos habíamos violado el acuerdo de no joderlo. Conmigo, Christian no lo hizo porque sabía con quién se metía. Y Owen… Owen es una larga historia… ¿Te interesa el negocio?”

Edú se toma unos segundos.

“¿Podemos hablarlo fuera de aquí?”

Tito asiente:

“Vamos a la salita de reuniones porque es más cómodo… además, si llegamos a un acuerdo…”

“¿Qué pasará?”, se intriga edú.

“Tenemos condones”, sonríe Tito palmeándose el bolsillo derecho delantero de su jean. 

domingo, 22 de mayo de 2022

ASS (29): El nuevo peón promete silencio

Juan consigue trabajo en la parcela de Julio, y su bienvenida incluye un trío con el Padre Alberto.

 


Una diligencia ha llevado al Padre Alberto muy temprano, la mañana de ese jueves, hacia Artesanos, donde había celebrado un matrimonio hace dos fines de semana. Al terminar, pasa por la casa de Juan, quien sale vestido con un polo de camuflaje, recuerdo de su paso por el servicio militar, una pantaloneta deportiva y zapatillas. el sacerdote no puede evitar solazarse con la esbeltez marcial del muchacho quien, además, lleva una mochila al hombro. Le abre la puerta de la camioneta y lo invita a subir.

“¿Listo, Juan?”

“Recontra listo, Padre”.

El vehículo emprende la marcha.

“Gracias por llevarme”, se adelanta el muchacho.

“Cuando quieras”, sonríe el cura posando su mano en el paquete aún blandito del ex soldado.

Tras veinte minutos de viaje, la camioneta de la parroquia llega hasta la parcela de Julio, quien los recibe muy contento. Les hace un recorrido por toda la propiedad. Pasan por el noque revestido que refulge con la luz del sol.

“Perfecto para encuerarse y darse un chapuzón”, comenta el Padre.

“¿Sí se baña calato en el campo?”, sonríe Julio.

“Que te cuente Juan”, guiña un ojo Alberto.

“Si fuese noche de verano, sí podríamos; ahorita de día, a veces los vecinos… usted sabe”.

“en Artesanos hay una parte de la quebrada que está bien caleta”, interviene Juan. “Ahí siempre nos bañamos calatos y nadie jode”.

“A mí no me jode bañarme calato”, aclara Julio, “es más, si les contara lo que pasaba en los camerinos y hoteles cuando íbamos a jugar fútbol, al Padre le da un infarto”.

“Si vas a decirme que hacían orgías, ya estoy curado del susto”, ríe Alberto.

“¿Incluso si le digo orgías entre patas?”, reta Julio, también sonriendo.

A Juan, la conversación ya le puso el pene más que duro… y la pantaloneta no lo disimula.

“No me escandaliza en absoluto que dos o más hombres tengan sexo”, replica el cura.

Julio sonríe y se comienza a sobar la bragueta ya sin roche: “estoy bien al palo”.

“También la tengo bien parada”, confirma Alberto sin hacer más gestos.

Ya sin roche, los tres van a la casa, entran al dormitorio principal, se quitan toda la ropa y arrodillados en la cama, comienzan a besarse en la boca al mismo tiempo que se acarician la espalda y los redondos culos (en especial el del Padre) mientras sus largos y gruesos penes erectos se rozan y humedecen gracias al líquido pre-seminal que fluye del falo del cura.

El Padre Alberto los hace ponerse de pie y comienza a chuparles la verga alternadamente mientras les acaricia las nalgas. Julio y Juan siguen besándose en la boca.

“Cógeme, Juan”, pide el cura.

Mientras Alberto se pone en cuatro patas, el ex soldado se arrodilla y se inclina a palmearle los glúteos, masajearlos, abrirlos y hundir su cara en medio de tan generoso trasero.

“Ven para seguírtela mamando”, le indica a Julio mientras tanto, y él acata ofreciendo sus jugosos 18 centímetros poniéndolos en la boca del religioso quien la succiona de inmediato.

Mientras tanto, Juan se incorpora otra vez, separa las grandes nalgas de Alberto con sus manos y comienza a meter su verga de 17 centímetros poco a poco hasta que puede pegar sus bolas  al perineo del cura. Con la claridad del cuarto, ahora sí puede ver cómo su pene entra y sale de ese ano rodeado de vellos. Julio también puede ver con mucha claridad cómo su pene erecto entra y sale de la boca del Padre Alberto aunque miles de preguntas llegan a su cabeza amenazando con romper el disfrute del momento.

Tras pasar largo rato meciéndose cada cual sin cambiar de posición, Juan hace un gesto que inequívocamente anuncia que su orgasmo se aproxima. Y lo hace con un gemido más largo que todos los que dio durante el trío: eyacula dentro del ano del cura. Julio, que ha estado más distraído que otra cosa, saca su pinga de la boca del sacerdote.

“Suficiente”, dice un poco seco.

Cuando la camioneta deja la parcela ni siquiera son las 11 de la mañana. Juan termina de ponerse su ropa de faena y va al encuentro de Julio quien está revisando las palas, siempre al lado de la puerta trasera de la casa.

“Ya estoy listo”, avisa.

Julio le sonríe algo protocolar pero no entusiasta como al inicio.

“¿Puedes decirme algo, Juan, y hablarme con la verdad?”

“Claro, don Julio. Mande usted”.

“¿Tú… es la primera vez que cachas con ese cura?”

Juan se queda frío ante la pregunta a quemarropa, pero entiende que es palabra comprometida, así que se toma solo unos segundos.

“No, señor. No es la primera vez”.

“¿Y siempre cachas sin forro?”

“Yo estoy sano, señor”.

“¿Y crees que ese cura solo cacha contigo?Dicen los rumores que cacha con otros chicos de su grupo de la parroquia”.

Juan traga ssaliva:

“Yo no sé si el Padre cacha con otros chicos de la parroquia, señor, pero conmigo ésta ha sido la segunda vez en toda mi vida”.

“¿Y no tienes miedo del SIDA, esas enfermedades? Deberías cachar con forro”.

Juan baja la cabeza y se sonroja.

“Ah… Juan, algo más… ¿también has cachado con… con mi hijo?”

Juan levanta la cabeza, se llena de fortaleza como le enseñaron en el servicio militar:

“Sí, señor. Una sola vez en mi vida, pero… sí… señor”.

“¿Y cachaste con alguien más de ese grupo parroquial?”

“La verdad, señor, solo con uno, pero… mucho antes de estar en AS”.

“Ya me imagino con quién cachaste… Mira, Juan, me tranquiliza que mi hijo y ese cura te respalden y el empleo ya es tuyo pero… ahora que también sabes de qué pie cojeo, así estés bien arrecho, ni una palabra a mi hijo… ni a nadie. ¿Quedamos?”

“Quedamos, señor”, asegura Juan. 

Y para terminar, te dejamos con un video porno.

sábado, 21 de mayo de 2022

Proyecto Lujuria 8.4: El verdadero rostro de Alejandro


“Nunca me dijiste que Cruzado entrena en el mismo gimnasio, huevón”.

Una hora después, Alejandro, vestido demasiado casual para ir al trabajo, está parado frente a Escalante, vestido solo con una bata de baño,  quien acaba de abrirle la puerta de su departamento en Miraflores.

“Buenos días, guapo, ¿no? Tampoco lo sabía”

Alejandro sonríe dudando:

“¿Tampoco sabías que el marido de Zaira Banquells y Osmar duermen en cuartos separados? Hoy conocí de casualidad al cabro que se cacha Alexis Rodríguez”

“Ah, ese urgido de verga”.

“¡Todos se encuentran en el mismo sitio, huevón!”

“No entiendo a qué viene el reclamo, Alejo. Te recuerdo que…”

“Te recuerdo que tú urdiste este plan de mierda, que no sé qué finalidad tiene y en qué chongo me vas a meter, huevón”.

“Me bajas el tono. Te recuerdo que te juegas un contrato de mil dólares con una revista brasileña para fotografiar a esos tres perdedores, en especial el zombie de Evandro Cruzado”.

Alejandro mira fijamente a Escalante y le vuelve a sonreír a manera de desafío:

ése es el meollo del asunto, Arnie. ¡ése es el puto meollo del asunto! ¿No has superado que ese huevón haya dejado de cacharte? ¿Acaso no hay otras pingas en Lima o en Perú?”

“Hablas huevadas, Alejo. La marihuana ya te quemó la mitra, de no ser porque yo te rescaté de ese raro mundo rasta y recomendarte en un medio relativamente serio”.

Alejandro sonríe otra vez solo para no caer en las provocaciones: “ése es tu estilo”. De pronto, mira hacia el pasadizo: “¡¡oe, César, ya puedes salir!! ¡¡Ya sé que estás ahí grabando!!”

“César no vino esta mañana”. Escalante se desata la bata de baño y casi la deja caer a sus pies, quedando desnudo completamente. “Estoy solito”. Deshaciéndose de una manga, se acerca y le toca el bulto al fotógrafo. “¿Ya lograste metérsela a Rivero o quieres un culito de verdad?”

“Si no fueses como eres, te juro que la pinga se me pararía y te cacharía sin parar, como cuando fui tu macho”.

“Podrías volver a serlo, Alejo, y dejar ese nido de ratas donde vives ahora”.

“Me das asco, Arnold. Me das asco”.

“César podrá hacer esa sesión para los cariocas… Tú… estás fuer…”

“Métete tu sesión porno por el culo, Arnold! Conmigo ya no cuentas, hijo de puta”.

Alejandro abre la puerta:

“Abres la boca”, advierte Escalante, “y automáticamente acompañarás a Evandro Cruzado en el noveno círculo de Dante”.

El fotógrafo intenta no reírse:

“¿Me estás amenazando, so reconcha tu madre?”

“Solo te recuerdo quién tiene poder”.

“Pues, métete tu poder, tus intrigas, tus machos, tus huevadas al puto y maloliente ojete que tienes, ¿me entendiste?”

Alejandro sale y se va azotando el madero. Escalante se queda allí en su puerta, desnudo, con la bata de baño a sus pies, contrariado.

“Nadie me desafía así, Alejandro Albújar”, se dice. “Y tú lo sabes muy bien”.

  

viernes, 20 de mayo de 2022

La hermandad de la luna 10.10

Casi al mismo tiempo, tocan insistentemente la puerta principal de la casa de Tito. Pablo Chira, quien duerme en el sofá, se despierta y se sienta. Frank sale de la habitación más próxima a la sala completamente desnudo.

“Ocúltate en el baño del gimnasio”, le susurra  al visitante acercándosele.

“Tranquilo”, le replica Chira, dándole leves palmaditas en la redonda, velluda y dura nalga. “Ya estoy recagado con ellos”.

El más joven –de la casa de Tito—sonríe. Sigue su camino y asoma su torso por la puerta.

“Perdone, caballero”, le indica un policía. “Orden de detención al señor Owen… Mo-Mo-Mo-gam-bo”.

“No hay nadie con ese nombre acá”, sonríe Frank.

“Señor, no nos haga…”

Frank abre la puerta de par en par (protegiéndose tras ella):

“Pase y verifique”.

El policía duda por un instante, pero decide que es mejor verificar. Su primera sorpresa es encontrar a Chira en la sala.

“Buenos días, Guerrero”.

“Buenos días”, le responde el policía, desconcertado.

“¿Quiere registrar los cuartos? Lo hago pasar al gimnasio”, ofrece Frank.

Al fondo del pasillo, Tito abre la puerta de su dormitorio, ya vestido, y abre la puerta que conecta al AMW.

“Pase, suboficial, porque estamos a punto de abrir”.

Guerrero avanza temiendo por su vida, pero avanza. Desenfunda su arma y la rastrilla para ingresar al salón de máquinas. Le encienden las luces. No hay nadie. Tito lo guía hasta el baño del gimnasio. Entran. Tampoco hay nadie. Le abren la puerta que conecta a la lavandería. Ni allí ni en los pasillos donde están estacionadas las dos bicicletas y la moto de Frank hay nadie. Aunque se extraña de que esos vehículos no estuvieran unas horas antes, prefiere no hacer preguntas.

“Disculpe, don Tito”.

“Pero le falta mi cuarto, la cocina, el baño de la casa y… el cuarto de mi hija”.

“Mejor fírmeme el cargo”, pide Guerrero.

Mira un video aquí.

Hacia las seis y veinte de la mañana, Cristian llega en un taxi al edificio donde vive, en Collique Sur. Lo primero que le llama la atención  es el carro de la Policía estacionado justo en la puerta, y personas con cámaras y celulares hablando y tomando el lugar. Ingresa y se encuentra al portero algo asustado.

“¿Qué pasó?”, le pregunta haciendo una mueca en dirección a la calle.

“Están en el departamento del señor Manolo”.

“¡¿Qué?!”

Christian llega al último piso y se encuentra a un policía resguardando la puerta y a un par de vecinos curioseando. Le muestra su carnet del Colegio de Abogados.

“Soy el doctor Christian Esteves y represento el legado del señor Rodríguez. ¿Qué ha pasado?”

“Orden de allanamiento, doctor. Adentro está el fiscal”.

Christian se congela, entra en pánico, se agita y gira sobre sus pasos rumbo al ascensor. Casi atropellando al portero, sale rápidamente hacia la camioneta, cuya llave siempre estuvo resguardada en el bolsillo del pantalón que viste desde el día anterior. Enciende el vehículo, y por defecto, la radio sintoniza una estación de noticias.

“Lo que sabemos a esta hora”, narra una mujer, “es que también se están allanando dos propiedades en una zona exclusiva del balneario La Santita, provincia de Collique. Uno de ellos había sido comprado recientemente por la corporación Cruz Dorada, y el otro, como les venimos informando desde el inicio de este noticiero, perteneció al recientemente asesinado Manuel Rod…”

Los latidos y la respiración de Christian se hacen más fuertes, al punto que puede oírlos más que cualquier otro sonido alrededor. Se paraliza. Entonces, suena su celular. El abogado regresa en sí y contesta.

“¿Doctora Salvavera? Buenos días”.

“Buenos días, doctor Esteves. Verá: estamos ejecutando una orden de allanamiento en la propiedad de quien fuera su patrocinado”.

“Sí, me acabo de enterar”, interrumpe muy nervioso, temiendo escuchar algo peor.

“Bueno, sí, se filtró. ¿Podría venir, por favor? Queremos verificar cierto hallazgo con usted”.

“Sí… ahora mismo voy”.

Christian corta la llamada, y trata de tomar aire. Los planes que había diseñado tendrán que modificarse radicalmente. Pero tiene que pensar rápido porque algunos pisos arriba, la Policía puede darse cuenta de muchas cosas.

 “Así es, se trata de un cuadernillo de documentos en los que se registran operaciones de compra-venta de bienes raíces, ejecutada por la Corporación Cruz Dorada, y que se habrían ejecutado de forma aparentemente fraudulenta –repetimos, aparentemente fraudulenta—en gran parte del valle de Colliq…”

“¿De qué documentos hablan?”, se pregunta Christian.

Busca rápidamente en su celular. Pasea y pasea sus dedos hasta que lo encuentra, y comienza a hiperventilarse.

“¡No, mierda ¡La carpeta!!”, Christian comienza a llorar. “¡Manolo reconchatumadre!”

Al fin decide acelerar el vehículo y hacer el camino hacia la finca en doce minutos. Lo mismo: un carro de la policía en toda la entrada, un par de policías a ambos lados de la puerta. Christian nota que no hay nadie más, así que decide pisar el acelerador a fondo y seguir de largo hasta Santa Cruz. Se estaciona frente al portón del AMW, que ya está abierto al público, abre la guantera, saca la pistola y se la acomoda en el cinto disimulándola bajo su chaqueta. Toma aire y baja. Su primera sorpresa al ingresar es que Frank y Adán están atendiendo a la concurrencia. El segundo, al percatarse de su presencia, se le aproxima y lo saluda.

“No vengo a verte a ti sino al negro”, le espeta Christian.

“No sé a cuál negro te refieres”, replica el cuerpo de luchador con un cinismo muy mesurado.

Christian repliega levemente su chaqueta y deja ver el arma por unos segundos.

“Dime dónde está, o esto no va a terminar bien”.

Adán se da cuenta del riesgo y clava la mirada fijamente en el abogado.

“Salgamos de aquí y te diré dónde está”

“No, Adán, ese truco no va a funcionar ahora”.

Al fondo, Frank presiente que la situación no es buena pero prefiere no hacer nada para evitar la alarma entre los alumnos que ya están entrenando esa mañana, y quienes tampoco aspiran tranquilidad en el ambiente. Mientras tanto, Adán insiste en concentrar la atención de Christian en sus ojos caramelo.

“No me iré de aquí hasta que me entreguen al negro”, insiste el abogado.

Entonces, un raro prodigio sucede ante los ojos del muchacho: la piel clara y pecosa de Adán comienza a oscurecerse en tanto que su masa muscular aumenta y se marca más; el marrón claro de los ojos se hace amarillo, y la estatura se eleva un poco más. La ropa invernal desaparece del cuerpo. Christian comienza a jadear e hiperventilarse otra vez, pero intenta conservar la calma, o quizás perderla más: saca el arma del cinto y la pone a quemarropa, o a flor de piel, en todo el medio del masivo pecho masculino enfrente suyo.

“What did you do to me?,” el joven comienza a sollozar.

El hombre transformado no le responde; solo le insinúa una sonrisa. De pronto, siente que alguien se aproxima por su espalda.  Christian hace un giro rápido y se topa con Owen , quien entra al gimnasio. Le apunta con el arma.

“End game”, le sentencia el recién llegado.

Y antes de que el abogado dispare, , un agudo dolor siente súbitamente por el medio de su espina, obligándolo a arquearse y baleando una planta de sábila colgada justo sobre el portón, la que comienza a manar un líquido rojo. Una violenta torsión de su muñeca derecha lo obliga a soltar el arma, y prácticamente con el antebrazo derecho roto, tiene que someterse a alguien que lo inmoviliza desde atrás, girando hasta tumbarlo sobre el suelo, sometiéndolo.

“Qué rico culo tienes”, le susurra Adán en su oído. “Lástima que se lo van a cachar los presos”.

Por ambos accesos a la casa, entran Tito y Pablo, quienes atan las manos y los pies de Christian con cuerdas para evitar su escape.

“Ojalá la Policía no tarde en llegar”, comenta el gladiador.

“Testaferro… Solo has sido un puto testaferro”, rezonga Christian en el suelo.

“Ya está en camino”, avisa Pablo.

“Y tú, mi puto cómplice. ¿Ya les dijiste, suboficial Chira, que tú mataste a Manolo Rodríguez?”, sigue espetando el abogado.

“Tienes derecho a guardar silencio”, le recita el joven policía.

Minutos después, la patrulla se lleva a Christian hasta la comisaría de Santa Cruz, donde el capitán Castro lo recibe junto a otros policías. Tiene el brazo entablillado.

“Usted no va a quedar limpio, comisario: ¿ya le dijo a su personal en qué está involucrado?”

“Llévenlo al calabozo”, ordena el oficial.

“”Usted planificó la muerte de Manolo Rodríguez, capitán!”, grita como enajenado el abogado.

Castro, sí, prefiere guardar silencio; mas bien se soba su propio pecho y regresa a su despacho. Allí sentado con su soledad, por primera vez en muchos meses siente que ya no hay camino hacia adelante, excepto a ser compañero de celda de quién sabe qué maleante. Revisa su celular: su nombre aparece en los papeles que ahora son de dominio público, que lo involucran con Cruz Dorada. En la puerta de la comisaría, se trata de regresar a la normalidad. Un vehículo llega y baja una mujer en traje sastre con una medalla colgada al pecho. Se presenta como una fiscal provincial y requiere hablar con el comisario cuando un disparo se oye. Todo el mundo se asusta, algunos se cubren. Solo uno rastrea el sonido y va comisaría adentro.

“¡Traigan una ambulancia urgente!”, comienza a gritar. “¡El capitán está herido!” 

domingo, 15 de mayo de 2022

ASS (28): Nalgas que se van, nalgas que se quedan

¿Qué pasaría si Alejo se vuelve moderno? O mejor dicho, ¿qué le pasó a Alejo cuando hizo el servicio militar? Y… volverá a ver el culo de Edú?

 



Ya distendido, Pedro toma una ducha en el AS luego de su diaria jornada nocturna de entrenamiento físico. Este martes ha tocado pecho y hombros. Bajo la espuma de jabón, sus manos recorren también su abdomen plano, sus nalgas firmes y redondas y sus piernas que ya comienzan a parecerse a las de un futbolista. De pronto, la puerta se abre, y al girar, Alejo va a su encuentro totalmente desnudo.

“¿qué tal está el agua?, dice el musculoso entrenador abrazando el cuerpo húmedo de su amigo y besándolo en la boca.

“Rica como… pues, como tu… lengua”.

Alejo sonríe:

“Pensé que ibas a decir: rica como mi pinga”.

Ambos sonríen y se besan de nuevo en la boca, se acarician y comparten el baño. Las manos de ambos se exploran la espalda, el pecho, el culo, las vergass: los 18 centímetros de Alejo y los 15 de Pedro se ponen duros. Los dos chicos deciden rozarlos primero en una guerra de espadas y luego estrujándolos mientras se acarician los traseros sin dejar de besarse en la boca.

“Oye”, reacciona alejo. “¿Duele mucho cuando te meto mi huevo?”

“Al inicio”, responde Pedro. “La cosa es que desde que ustedes usan esa técnica que les enseñó el Padre Alberto, sí se siente que mi ano se expande, pero ya no hay ese dolor del inicio… aparte que tu pene bota mucho líquido preseminal y resbala más fácil”.

“¿Ttienes ganas de que te la meta ahorita?”

Pedro sonríe, besa a Alejo y gira:

“Chúpame el culo”.

Alejo se arrodilla sobre la mayólica mientras Pedro se apoya en la pared. El primero separa los glúteos y comienza a lamer el ano aromatizado por la espuma del jabón de tocador. Pedro disfruta esa lengua, y se excita más cuando siente la mano de su amigo sobándole el pene.

Poco después, Alejo se pone de pie, coloca su glande en la entrada del ano de Pedro y comienza a empujar despacio. “el truco”, les dijo ya hacía varios meses atrás el Padre Alberto, “es que ambos estén bien calientes, pero bien calientes y que estimulen bien el ojete, así se dilata, sus vergas se ponen bien al palo, y el resto es no desesperarse, es irla metiendo despacito, y todas las veces hacerlo como si fuese la primera vez, yendo de menos a más hasta donde aguanten”.

Alejo siempre lo tiene presente ya sea cachando con sus amigos, cachando con sus clientes, o cachando frente a cámaras como le está pasando recientemente. Bombea rítmicamente a la vez que sigue masajeando el pene de Pedro.

“Deja de pajearme que se me viene la leche”, pide el chico.

“Eso quiero, que se te venga la leche”, seduce Alejo.

Pedro no resiste más y dispara chorros de su semen sobre las baldosas de la ducha.

Minutos después, ambos están en la cama del dormitorio, aún desnudos.

“Qué novedad que ahora me has pajeado”, comenta Pedro.

“¡Te jode que te pajee mientras te cacho?”, sonríe Alejo.

“Para nada; me parece más excitante aún… Pero… ¿por qué me preguntabas si me duele cuando me la metes? O sea, siempre me la metes y…”

“Ah… Por nada”, sonríe Alejo. “nada. Curiosidad”.

“¿Nunca te la han metido, Alejo?”

El musculoso carraspea:

“No. Recién que me dejé chupar el culo y… bueno, es rico, pero, que me la metan… no sé”.

“Y… ¿me chuparías la pinga?”

“¿A ti, Pedro? No sé. Creo… que…no”.

Pedro sonríe y prefiere no ahondar las dudas de su amigo, se levanta y busca su ropa limpia.

“¿Qué pasaría si me vuelvo moderno?”, al fin lanza alejo.

“Nada. Para mí, no pasa nada. Sería una forma mucho más rica de gozar contigo. O sea, con Miguel me la mete y se la meto, el Padre Alberto mayormente me la mete pero también se la deja meter, y bueno, de moderno se goza más, pienso yo. ¿por qué?”

“No, nada, curiosidad. ¡Y ese edú es moderno contigo?”

“No, edú es activo, o al menos conmigo es activo. ¿Por qué? ¿Se la quieres meter?”

“edú tiene rico culo a pesar de ser delgado”.

 “Ha sido futbolista, acuérdate , aunque es delgado marcado, tampoco es huesudo”.

Alejo sonríe. Pedro ya está totalmente vestido. La puerta se abre y entra Miguel.

“¿Y qué novedades, angelitos?”

“Aquí Alejo que quiere meterle su pene al culo de Edú”.

“Tiene rico culo”, comenta Miguel mientras se quita la ropa. alejo carraspea.

“Sí”, reitera Pedro. “Tiene bonitas nalgas. Bueno, chicos, me voy a casa. Nos vemos mañana. Y, Alejo, ten cuidado al registrar esos dos alumnos que te dije”.

“Tranquilo”, sonríe el musculoso.

Pedro se va del AS. Cuando se escucha que se ha cerrado la puerta de la calle, Alejo se levanta y se acerca a Miguel, ya calato del todo, y le da un manazo en las nalgas.

“¡au, huevón! ¿Y eso?”

“Casi la cagas: casi se te suelta decir que te cachaste a Edú”.

“Ay, Alejo. ¿Y qué tiene? A Pedro ya le llega al pincho la opción sexual”.

Alejo se tranquiliza:

“¿Tú crees, Miguel, que si me vuelvo moderno, le dará lo mismo?”

“No es para darle gusto ni darme gusto, Alejo. Es para que te sientas más a gusto contigo mismo. Y para ver si, por fin, te reconcilias con eso que te pasó cuando hiciste el servicio militar”.

Miguel agarra su toalla y se va a la ducha. Alejo vuelve a sentarse y el recuerdo de aquella primera semana en la cuadra de Cerritos llega a su cabeza. Quizás no sea tan cierto que el tiempo lo cura todo, como le dijeron aquella vez. Mejor se mete bien bajo las cobijas e intenta dormir.

Cuando Pedro llega a su cuarto, le llama la atención que la cama de Edú esté perfectamente tendida y vacía. A lo mejor se fue para la parcela, piensa. Se desnuda y se duerme plácidamente hasta que amanece el miércoles. Entonces, descubre que la maleta de Edú tampoco está, menos su ropa. Cuando Julio, su padre, regresa de la parcela, prefiere no preguntar lo que le parece obvio hasta que le palmea el hombro.

“¿Edú se despidió de ti?”

Pedro se extraña:

“¿A dónde se fue?”

“Se fue, hijo. Parece que le salió chamba en otro lado”.

Pedro se extraña aún más.

“¿Alguno de tus amigos no querrá chambear como peón?”, consulta Julio. 

Y para terminar, te dejamos con un video porno.

sábado, 14 de mayo de 2022

Proyecto Lujuria 8.3: ¿Alejandro es tan confiable como su verga y culo?


Cuando acaba la función de ese domingo, Evandro y Alexis ya están vestidos para dejar el teatro mientras Osmar recién está en bata de baño tras demorarse atendiendo a algunos espectadores que le pidieron fotos.

“¿Te esperamos o te vas con tu… fotógrafo?”, ironiza Evandro.

“Avancen, chicos. Termino esa cosa hoy”.

“Ten mucho cuidado, Os. Ya sabes qué sospecho”.

“Tranquilo, Evan”, sonríe Osmar. “Ya sé qué pasa si meto los dedos al tomacorriente”.

Alexis y Evandro salen del vestuario. En menos de veinte segundos entra Zaira. Cierra la puerta.

“¿Lleno total?”, sonríe Osmar.

“Sí… seguimos con gente comprando entradas para mañana y pasado mañana”.

“Son buenas noticias, ¿no?”

“Para todos, creo… aunque…”

Osmar recién se percata de que Zaira lo mira con mucha seriedad.

“Lo que tengas que decirme, dilo, Zai”.

La directora se tira su cabello tras los hombros, busca una silla, se sienta:

“Osmar… ¿es cierto que Alex y tú… ahora son… amantes?”

El actor deja de limpiarse la cara y la mira desconcertado.

 


“Ah, esas bolas son frecuentes en este mundo”, tranquiliza Alejandro mientras Abraza a Osmar en la cama.

Tras la función en el teatro, el fotógrafo ha recogido al actor y han vuelto al condominio.

“¿en serio no te importa?”, pregunta Osmar.

“Desgraciadamente en esta industria, el chisme es parte del negocio. O lo aceptas y lidias con él, o te cagas en un vaso con agua. Tienes que bañarte en aceite, no distraerte, agarrar tu ola y surfear. Además, si fuese cierto, ¿por qué me traerías justo aquí? Encima, ya sé que tu supuesto ‘amante’ en realidad cacha con el otro chico”.

“Lo estás trivializando, Ale”.

“Y tú le estás dando mucha importancia. Por último, si fuese cierto, ¿qué tiene que meterse Zaira banquells en tu vida? Todos son adultos, ¿no?”

Osmar guarda silencio, como procesando toda la información.

“Antes de conocerte, se rumoraba que tú eras amante de Evandro Cruzado, pero ya te das cuenta que es falso”.

Osmar mira a los ojos de Alejandro:

“¿Dónde escuchaste ese rumor?”

Alejandro duda, se traba:

“Por… por ahí”.

“¿Por ahí, Alejandro…? ¿Por ahí…? Evan está casado, tiene dos hijos…”

“Alexis Rodríguez igual, y se separó y está rehaciendo su vida. Y también vas a oír de mí que anduve con fulana, con zutano, qué se yo. El que esté libre de pecado, que tire la primera piedra, Osmar”.

Alejandro le da un beso en la boca.

“¿Tienes ganas de hacer el amor…? Traje la vaselina”.

Osmar se queda pensativo varios segundos:

“Mejor durmamos… Mañana tengo que madrugar al gym”.

Ambos se desnudan y se meten bajo las cobijas. Alejandro abraza a Osmar por la espalda:

“Mañana será mi primer día de re-entrenamiento, sonríe mientras da un beso en el cuello a su amante.

Osmar sigue procesando toda la información. Casi ni se percata que una pinga dura se acomoda en medio de sus dos enormes nalgas.

 


A las cinco y media de la mañana, el instructor llega, como de costumbre, al Steel Fit Gym. Lo acompaña Alejandro. Evandro llega unos minutos después tras trotar desde la residencial.

“No me digas que por fin te mudaste a Jesús María”, celebra el actor.

“Podría ser”, sonríe el fotógrafo. “¿Conocerás de un minidepa, con un cuarto, su cocina, acá cerca?”

“Pensé que estabas más cómodo en Lince por eso de irte lateando al diario”.

“Por acá me sale más cerca porque la redacción está tirando más a Santa Beatriz”.

“Prueba por san Felipe, Olavegoya; aquí en el mismo Salaverry hay pero deben estar carísimos”.

Ambos continúan su entrenamiento y el instructor no pierde de vista la forma cómo ambos interactúan.

La rutina de Alejandro acaba a un cuarto para las siete, tras la que se va a la ducha. Osmar se da un salto y lo alcanza. Para su buena suerte, no hay nadie más cerca.

“No me contaste que te conoces con Evandro, vale”.

“Ah”, duda un poco el fotógrafo. “¿Nunca te conté?”

El agua fría y el jabón dan un brillo especial a su marcada piel trigueña desnuda.

“No. No me has contado”.

“Lo conozco de años… de… de las comisiones… él trabajó en novelas… de ahí… ¿Por qué?

“Por nada, chamo. Curiosidad”.

Osmar da media vuelta:

“Oye, ¿te recojo esta… noche?”

Osmar vuelve a girar sobre sus talones:

“Yo te aviso, vale”.

El instructor regresa a la sala de máquinas mientras Alejandro resopla bajo el agua de la ducha, y no de frío. Entonces, se percata que no está solo.

“Hola”, dice sorprendido.

Gibrán está contemplándolo en el pasadizo de las duchas:

“Así que tú eres la nueva conquista de Osmar”.

Alejandro se enjuaga bien, cierra la ducha, se seca y sale:

“Permiso”.

Gibrán se queda salivando viéndole el cuerpo marcado y el culo redondito, mucho, mucho, mucho más que el suyo. La pinga se le para bajo el short.

Cuando regresa al vestidor, Gibrán se encuentra con el fotógrafo poniéndose la ropa; pasa de largo lanzándole una sonrisa coqueta. Alejandro prefiere darle la espalda.

“Cabro de mierda”, susurra el surfista, quien en ese momento decide que llegó la hora de una reunión de emergencia.