lunes, 30 de septiembre de 2013

Cuaderno de Obra (36)

Creado por N-Azz. Escrito por Hunk01 y N-Azz.

 

Dos meses después, las mañanas se hacen menos frías, por lo que es posible dormir con menos ropa o desnudo. En el departamento de Renzo y Gustavo, el despertador suena exacto a las seis.

-          Amor. Arriba.

-           Mmmm… Un ratito más… Mmmm.

-          Gustavo abraza a Renzo. Ambos duermen desnudos.

-           Levántate, perezoso. Te vas a hacer dtarde.

-           Pero recién son las seis.

-           ¿Te levantas o te levanto?

-          Gustavo comienza a mover su pelvis contra las firmes nalgas de Renzo. La erección es inevitable.

-          Lejos de abandonar la cama, Renzo para el culo, y excita más a Gustavo. Las caricias comienzan a deslizarse por los suaves cuerpos. Un gemido se escapa.

-          Gustavo se voltea, busca un condón, se lo pone y comienza a meterle LA verga despacio por el culo a su pareja. Se dan vuelta hasta que el fornido abogado queda sobre el formado ingeniero. Se abre de piernas y comienza a bombear en el culo levantado. La sábana cae al suelo. Pronto la cama comienza a crujir. El movimiento se hace más intenso, hasta que Gustavo da un profundo suspiro y deja de moverse.

-           Qué rico, Tavito. ¿Ya me puedo levantar?

-           Pendejito eres. Querías verga, ¿no? Jaja. Te amo.

 

Vinicio revisa unos papeles en el Sindicato, cuando siente que el estómago le zapatea por enésima vez. Todo el día se ha sentido raro. ¿Habrá comido algo malo?

No resiste, va al baño. “Mierda, otra vez aguado”, piensa.

Al regresar a la oficina, se encuentra con un viejo conocido.

-          Bienvenido, compañero Ezequiel. ¿Cómo le va?

-           Bien… ¿qué es lo que tienes? Te has adelgazado, andas medio demacrado. ¿Te sientes bien?

-           ¿Yo? Claro. Algo me debe haber caído mal, el estrés. Oye, supe que estabas por Piura y quería proponerte que regreses al Sindicato.

-           Hace tres meses que me fui y sobreviviste. ¿Por qué no podrías sobrevivir más tiempo?

-           Carajo, ¿qué quieres? ¿No pedirás que te ruegue? ¿Te olvidas de dónde te saqué?

-           Jajajaj, Vinicio. ¿De dónde me sacaste? ¿Sabes qué me enteré? Contigo o sin ti, igual iba a salir porque mi caso lo estaba viendo una ONG. Sólo apareciste en la foto.

-           ¿De dónde sacaste esa mierda?

-           El abogado de la ONG me lo dijo.

-          Vinicio siente que pierde los estribos, pero también siente que debe regresar al baño. Pide permiso y vuelve a ocuparse. Al salir, siente que suda frío. De pronto Ezequiel corre a atender a Vinicio, pues acaba de desmayarse.

 

La escuela está comenzando a tomar su forma final. Ya fue techada en las semanas anteriores, y ahora todo el mundo trabaja cual hormiguita poniendo los accesorios y enlucidos. Renzo supervisa la obra, aunque sin dejar de preocuparse por la calidad del material. El video que había tomado unos meses antes con Tito no prueba que la estructura representa un riesgo, o por lo menos eso le dijo Gustavo.

Al volver a su oficina, Lucas le tiene listo otro reporte. El mismo Renzo se ofrece llevarlo a la otra oficina para que Eduardo lo revise, pero no lo encuentra. Mas bien está Juan, quien ahora trabaja como asistente del ingeniero gerente, en el puesto que antes solía ser de Jonás. Casi todo el día, el tío de Tito se la pasa encerrado aquí por exigencia del propio Eduardo, con tal de no provocar a quien hace unos meses atrás mandó el video donde se le ve cachando con un obrero.

-          Yo le daré su informe al ingeniero.

-           Gracias… esteee… Don Juan, ¿qué sabe de Tito?

-           Desde que viajó, nada.

-           Por favor, si llega a comunicarse con él, salúdelo.

-           Así lo haré.

-          Apenas Renzo sale de la oficina de Eduardo, cuando su celular vibra.

-           Tavo, ¿qué pasó…? ¿A Lima…? ¿Cuándo…?

 

En la municipalidad, Eduardo y Zacarías terminan de ver el video que Renzo y Tito habían grabado unos meses antes.

-          ¿Cómo lo conseguiste?

-           El nuevo asistente del residente es nuestro agente doble. ¿Ahora entiendes por qué no podía sacarlo?

-           ¿Es el original?

-           No seas pendejo. Renzo es vivo. Si sabe que tengo el original, saltará la liebre. Su pareja me está ayudando a que esto no salga más allá.

-          Jonás entra. Lleva una caja de whisky etiqueta negra, lo abre y lo sirve. El moreno musculoso viste una camisa y un pantalón de tela ceñidos, tanto que es imposible disimular su anatomía, en especial su verga.

-           Oye, ¿no usas ropa interior?

-           Inge, me conoce de años. ¿Ya no sabe?

-          De improviso, Jonás se abre la bragueta y deja que el pantalón se le caiga.

-          Puta, este negro de mierda. No lleva nada.

-          Jonás se comienza a sobar su enorme pene.

-           ¿Quieren un palote de ajonjolí pa’ acompañar el whisky?

-          Sin esperar autorización, Eduardo se aproxima a chupar el enorme trozo de carne. Luego se lo cede al alcalde. Alternan.

-          Luego, en pleno despacho de alcaldía, los tres se desnudan y comienzan a frotarse, a sobarse las pingas en las rajas, a disfrutar de más whisky… a dejar que sus leches blancas amenacen dejarlos pegados.

-          Afuera, algunos ciudadanos esperan una audiencia.

 

Justo un día después, Gustavo y Renato terminan de trabajar con un cliente. Por eso, la premura de la presencia del joven abogado en Lima.

Al fin, libres de todo trabajo, se aflojan las corbatas.

-          Por eso me gusta Piura. No tienes que andar como pingüino.

-           ¿Tenso? ¿Acaso tu ingeniero…?

-           Nada. Es el estrés de Lima.

-           Yo sé cómo quitártelo.

-          Ambos bajan hasta el auto de Renato, y llegan a un local bien caleta por Lince. Suben. Es un espacio a media luz, con un barcito, videos porno gay, muebles. Decente para ser un local de ambiente. Ambos toman unos tragos, coquetean con algunos chicos que se les acercan.

-          Entonces, se apaga la luz.

-           Tienes que ver al chico que va a calatearse.

-          Sale un muchacho musculoso que se mueve sensualmente al ritmo de la música, hasta quedarse sin nada de ropa. Cuando todo el mundo cree que el show acabó, aparece otro chico con el que comienza a bailar, mientras también se queda desnudo.

-          Gustavo abre y cierra los ojos como no dando crédito a lo que ve, pero sus ojos no lo engañan.

-           Puta madre. ¡Es el tal Tito!

 

(CONTINUARÁ)

 

© 2013 Hunks of Piura Entertainment. Esta es una obra de ficción: cualquier parecido con nombres, lugares o situaciones es pura coincidencia. Escribe a hunks.piura@gmail.com o comenta aquí.

viernes, 27 de septiembre de 2013

Cuaderno de Obra (35)

Creado por N-Azz. Escrito por Hunk01 y N-Azz.

 

A las tres de la tarde, en el terminal, Dante espera a Tito, pero no aparece. Tiene los dos pasajes a mano, con destino a Lima. Al fin, llaman por los altavoces para abordar. Nada con Tito. Dante sube al autobús asumiendo que tendrá que viajar solo.

El vehículo comienza a rodar. Dante prefiere cerrar la cortinilla. No vale la pena ver afuera. Pone música en su celular, se aísla mediante sus audífonos, cierra sus ojos.

El autobús se detiene, pues le tienen que abrir el portón del terminal. Entonces, Dante siente que alguien ocupa el asiento vacío del costado. Abre los ojos, incómodo.

-          Disculpa. Mamá me tenía loco dándome recomendaciones.

-          El compañero de viaje es Tito.

 

Al finalizar la jornada de ese lunes, Ya la estructura de la escuela está lista para el techado. Para Juan, ahora sí parece un laberinto completo. Pero, ¿dónde estará escondido el minotauro?

Como es su costumbre, con la poca agua que hay en los tanques, se da un baño, como que evita ocupar el de su casa innecesariamente para no molestar a su mujer. Se desnuda por comppleto, y se deja refrescar por un grueso chorro del líquido.

-          Don Juan.

-          El aludido se voltea. Robin, el obrero joven, está en la puerta. Tiene su camiseta al hombro y sólo viste su short, revelando su esbelto y trigueño cuerpo.

-           ¿Qué hubo?

-           Ya aseguré todo como me lo ordenó… ¿puedo bañarme aquí?

-          Juan duda.

-           ¿Hay alguien por ahí?

-           No. Todos se fueron ya. Estamos… solos.

-          Juan le hace ademán. Robin se quita toda la ropa, y se ubica a pocos centímetros, de quien ahora se echa el jabón.

-           Don Juan, quería agradecerle por haberme aceptado en su cuadrilla.

-           De nada. Trabajas bien. Gracias a ti mas bien.

-           ¿Sabe algo? Hoy será mi último día aquí.

-          Juan se voltea a ver al muchacho, quien ya tiene el cuerpo húmedo, y busca su propio jabón.

-           ¿Pasó algo?

-           Es que se llevan a mi viejita a Lima, porque está mal, y alguien debe cuidarla.

-           Entiendo. ¿Ya hablaste con los ingenieros?

-           Sí, ya arreglaron mi liquidación. ¿sabe? Nunca olvidaré lo que aprendí acá. Tampoco lo olvidaré a usted.

-           Gracias. Me alagas. ¿Y qué aprendiste?

-           Mucho… especialmente esto.

-          Robin se acerca a Juan y lo besa en la boca.

-          El dirigente no sabe cómo reaccionar, se queda estático. Robin no espera y lo vuelve a besar. Juan lo rodea por la cintura. Ahora sí, nada impide que sus cuerpos se estrechen. Sus penes no tardan en ponerse duros y largos.

-          Tiernamente, Robin acaricia la verga de Juan, y besándole las tetillas, se pone en cuclillas. La fellatio es inminente. Juan siente cómo la boca del muchacho le cosquillea su miembro.

-          Robin también le lame las bolas y pasea sus manos por la espalda baja, las nalgas y las piernas de su amante. Entonces se pone en pie, va a buscar algo en su ropa, regresa.

-           Métamela por el culo.

-          Robin le deja un paquetito metálico en la mano a Juan, y de inmediato se apoya en el tanque, parando su culo. Juan está a mil…

 

Lucas entrega los reportes que Renzo espera. Los revisa.

-          Vaya. Todo está en orden. Felicitaciones.

-           Gracias, ingeniero.

-          Lucas sonríe ampliamente, habla con afabilidad. En eso entra Gustavo. Renzo le sonríe, le presenta a su nuevo asistente.

-           Él es Gustavo, mi pareja.

-           Mucho gusto.

 

En el interior de la escuela en construcción, Juan por fin le mete sus 19 centímetros de verga protegida por el condón dentro del culo de Robin. Lo hace poco a poco, dejando que se dilate. Le interesa que su amante goce tanto como él. Logra entrar toda.

Juan se aferra de las caderas de Robin y comienza a cimbrarse. Ambos gimen. Ambos se dicen cosas sucias.

-          Qué rico se mueve… ábrame bien el culito… ahhh…

-           Eso, qué rico… ¿te gusta mi pinga?

-          Varios minutos después, El semen de Juan se esparce por una de las nalgas de Robin, pues le pidió que las dé fuera.

-          Ambos se enjuagan.

-           Jamás lo olvidaré. Cuidese.

-          Robin vuelve a besar a Juan, se viste. Se va.

-          Juan se queda allí, solo, en medio del laberinto sin minotauro… o quizás sí.

 

Dos días después, Eduardo manda a llamar a Juan.

-          Ingeniero, ¿para qué soy bueno?

-           Bueeeno…. Creo que para más de lo que sospechaba. Mire esto.

-          Eduardo coloca un disco en su lap-top, gira la pantalla, cierra la puerta de su oficina.

-          Juan se queda de una pieza. Es él cachando con Robin. Mira al ingeniero, quien está sereno. Cuando al fin se cruzan miradas, le entrega un papel.

-           Llegó con esto.

-          Juan lo lee: “Dígale a su obrero que no se haga el héroe. A mucha gente le gustará ver este video en Internet”.

-           ¿Y esto, ingeniero?

-           Es una amenaza. Y para mí está claro lo que le piden.

-           ¿Qué?

-           Renuncie de inmediato a su puesto en la obra para que esto no se publique.

 

(CONTINUARÁ)

 

© 2013 Hunks of Piura Entertainment. Esta es una obra de ficción: cualquier parecido con nombres, lugares o situaciones es pura coincidencia. Escribe a hunks.piura@gmail.com o comenta aquí.

 

jueves, 26 de septiembre de 2013

Cuaderno de Obra (34)

Creado por N-azz. Escrito por Hunk01 y N-Azz.

 

Casi a la una de la mañana, Renzo llega al departamento que comparte con Gustavo.

-          ¿Dónde estabas? Me tenías preocupado. Dejaste tu celular.

-          Renzo se asusta. Al fin puede tomar una bocanada de aire.

-           Perdóname. Se me fue el tiempo.

-           No pude dormir pensando en lo que decidirías.

-           No hay nada que decidir. Voy a seguir contigo. Cuando comenzamos decidimos ser incondicionales. Lo seguiremos siendo.

-          Gustavo, quien sólo viste una bata de dormir, se pone de pie, se acerca a Renzo, lo abraza y lo besa cálida y tiernamente en la boca. Entre caricia y caricia, logra desatarse el nudo de la bata y deja que caiga al suelo: se queda completamente desnudo.

-           Te amo, Renzo.

-          Minutos después, los dos, desnudos se acuestan sobre la cama. En realidad, Gustavo lo hace sobre Renzo. Al contacto de ambas pieles, sus penes ya están erectos.

-          Se revuelcan suavemente, se acarician toda parte del cuerpo que tienen a su alcance, se siguen besando e intercambiando saliva.

-          Gustavo mueve sus caderas, frotando su miembro duro contra el de su pareja. La velocidad se incrementa. Los jadeos de ambos se hacen más intensos. Entonces, ambos sienten cómo una cálida y pegajosa humedad se apodera de sus pelvis y bajos vientres.

-           Te viniste.

-           No podía resistirlo más.

-          Ambos se besan, se duchan juntos.

-          Cansados, se acuestan desnudos y se abrigan bien. Lo que resta de la madrugada, Renzo duerme sobre el pecho de Gustavo.

 

Apenas amanece, Eduardo recibe una visita inusual en su apartamento.

-          Pasa, Vinicio.

-          Ambos se sientan.

-           ¿Cómo es eso de que están metiendo las narices en el negocio, Jáuregui?

-           Nada. El imbécil del guardián que pusiste de noche no tuvo cuidado de hacer un doble registro del material, y el kárdex real llegó a manos del residente.

-           El culoncito limeñito. Es un sobrado de mierda. Típico burguesito.

-           Ya déjate de esas huevadas socialistas. Aquí no hay socialismo de mierda que valga. Vamos a cambiar la estrategia de trabajo, pero quiero ponerme de acuerdo contigo antes. Por eso te mandé llamar.

-           Bueno, despide al residente.

-           Ni cagando. Eso nos va a poner la lupa encima. Mas bien pasó algo mejor: se quedó sin asistente.

-          Eduardo guiña un ojjo a Vinicio.

 

En casa de Juan, el día comienza en silencio. Cuando regresa de bañarse y se alista para ir a la obra –ha mudado toda su ropa al cuarto de Miguel-, su hijo lo mira mientras se viste.

-          ¿Y volviste a ver a ese chico?

-           Trabaja en mi cuadrilla. Pero no ha vuelto a pasar nada, si a eso te refieres.

-           ¿Y qué decidiste? ¿Heterosexual, bisexual, homosexual?

-           ¿Cómo?

-           ¿Cuál será tu… opción?

-           Miguel, mi opción es sacarme la mugre por tu mamá y por ti, y no hacerles daño. ¿De acuerdo?

 

en un hermoso bosque, lleno de trinos melodiosos, Renzo avanza completamente desnudo. Se complace con el frresco ambiente, hasta que una luz le llama la atención. Entre dos árboles la encuentra y sale hacia a ella. Para su sorpresa, lo que se extiende es un infinito y gris desierto bajo un cielo encapotado. Cuando voltea a refugiarse en el bosque, éste ya no está. El desierto lo rodea a donde quiera que mire.

Entonces, lo impensable: Renzo comienza a hundirse en la arena. Se desespera, busca de qué aferrarse. No halla nada.

Cuando está a punto de ser engullido por la tierra… despierta.

Está solo en su cama.

-          ¡Tavo! ¡Tavo!

-          Así desnudo, se levanta.

-           Amor, por fin.

-          Gustavo está en la cocina con un gracioso delantal haciendo desayuno. No viste nada más.

-           Me parece que cierto ingeniero se hizo tarde para trabajar.

-          Ambos sonríen. Gustabo se acerca a besar a Renzo.

-           Vamos a bañarnos. Hoy comienza una etapa distinta.

 

Pasa el domingo… llega otro lunes. El movimiento en la obra es frenético, a primera hora de la mañana.

La escuelita ya va tomando forma. Varios de sus muros ya están en pie, y una vez que esa estructura esté lista se comenzará el techado, quizás en un par de semanas más.

Cuerpos masculinos trigueños y morenos, de músculos marcados, se preparan para otra semana de esfuerzo.

Gustavo deja a Renzo en la puerta de la oficina en el salón comunal. A hurtadillas, lo despide con un beso en la boca, aunque con poco éxito. Algunos obreros se ganan con el pase, pero no joden al joven ingeniero, quien ha demostrado justicia y firmeza en el trato que les da, sin perderles el respeto y sin dejarse perder el respeto. Cosa rara, pues a diferencia de muchos de sus colegas, Renzo es el empleado más popular y querido de la obra.

Al entrar a su oficina, encuentra todo como lo dejó Tito. Suspira. Sonríe solo.

Antes de que la melancolía lo invada, prende su computadora y revisa los pendientes del día.

Entonces, Eduardo ingresa acompañado de un chico simpático, delgado, formado.

-          Inge, buenos días. ¿Listo para la semana?

-           Sí. Ahora comienza lo bueno, Eduardo. Ese techado me tiene ansioso.

-           Es por eso que te tengo a este tigre, que te ayudará a reducir tus niveles de ansiedad. Él será tu nuevo asistente.

-          El muchacho se acerca, y estrecha la mano de un extrañado Renzo.

-           Mucho gusto, ingeniero. Soy Lucas.

 

(CONTINUARÁ)

 

© 2013 Hunks of Piura Entertainment. Esta es una obra de ficción: cualquier parecido con nombres, lugares o situaciones es pura coincidencia. Escribe a hunks.piura@gmail.com o comenta aquí.

 

 

A las tres de la tarde, en el terminal, Dante espera a Tito, pero no aparece. Tiene los dos pasajes a mano, con destino a Lima. Al fin, llaman por los altavoces para abordar. Nada con Tito. Dante sube al autobús asumiendo que tendrá que viajar solo.

El vehículo comienza a rodar. Dante prefiere cerrar la cortinilla. No vale la pena ver afuera. Pone música en su celular, se aísla mediante sus audífonos, cierra sus ojos.

El autobús se detiene, pues le tienen que abrir el portón del terminal. Entonces, Dante siente que alguien ocupa el asiento vacío del costado. Abre los ojos, incómodo.

-          Disculpa. Mamá me tenía loco dándome recomendaciones.

-          El compañero de viaje es Tito.

 

miércoles, 25 de septiembre de 2013

Cuaderno de Obra (33)

Creado por N-Azz. Escrito por Hunk01 y N-Azz.

 

A pesar de la tibiedad de la noche piurana, Tito se queda helado.

- ¿Có-cómo me encontraste, Renzo?

- No te encontré. Coincidimos.

- ¿Y tu…?

Tito se calla temiendo que el resto lo escuche.

-          Se quedó en casa. Salí a aclarar ideas… ¿Te gusta la ensalada de frutas?

-          Tito siente que el No está en la punta de su lengua, mas ¿acaso no es cierto que la presencia de Renzo le da paz?

-           ¿Has probado el café serrano de Piura, Renzo?

 

-          Hermano, ¿no estás arrastrando tu dignidad por ese muchacho?

-          Gustabo y su hermana conversan por teléfono. Desde que asumió que es gay, ella fue su confidente, consejera y la que le encubrió varias inexplicables ausencias.

-           Lo quiero mucho. Sólo que ese chiquillo lo confunde.

-           ¿Y por qué no le das espacio? Deja que aclare sus dudas.

-           Lo perderé si hago eso.

-           ¿No sería lo mejor?

-           ¿Y quedarme solo? Hermana, ¿sabes lo que significa sentirse amado por alguien?

-           Ay, Tavo, pero se realista: si él está ilusionado por ese otro chico, ¿realmente te ama?

-           Tú lo dijiste: es una ilusión. Ya se le pasará.

-           ¿Y tu herida?

-           Ya está cicatrizando. Quedará una marquita.

-           ¿Y… ya le dijiste a Renzo que no estás infectado?

-           ¿Decirle eso? Jamás. Ni loco. Eso es lo único que me aferra a él.

-           ¿Y cuando él se dé cuenta? ¿Cuando descubra que lo engañas? ¿No será peor?

 

La madre de Tito es una mujer algo tímida, pero servicial, con una hermosa sonrisa. De hecho, toda ella es hermosa, delgada, con el cabello recogido en un moño sobrio.

-          ¿Le gustó el café, ingeniero?

-           Riquísimo. Nunca había probado algo igual. Gracias.

-          Tito sonríe al ver la satisfacción inocultable de Renzo.

-           ¿Ya ves? ¿Qué te dije? Cafecito de Canchaque.

-           Esta casa es hermosa. No sé. Como que el aire antiguo le da su toque.

-           Es lo único que pudimos rescatar de mi viejo. Casi nos deja en la calle. Al fondo tiene un patiecito chévere, aunque mejor se ve de día.

-           No lo dudo.

-          Tito se queda en silencio.

-           Si quieres, podemos ir al patio.

-          Amvos salen de la sala, caminan por un estrecho y alto pasillo, y llegan a un cobertizo con unas sillas de paja algo raídas. Tito prende la luz, y sólo se ven algunas plantas creando más sombra en la oscuridad. Tito ingresa al jardín, y pide a Renzo que lo acompañe hasta un espacio no determinado.

-           Huele.

-          Renzo aspira.

-           Qué rico. Rosas.

-           ¿Has oído esa canción de Christian Domínguez? ¿Esa de “la rosa lo sabe”?

-           Sí, más o menos. Tiene ricos brazos ese pata. ¿Pero, qué tiene esa canción?

-          Tito carraspea. Trata de entonar.

-           “Eres tú. Nadie más, a quien quiero… yo amar”…

-          Renzo se turba.

-          Ambos se quedan en silencio.

-          Entonces, ambos se juntan con una dulce violencia. Se besan en la boca. Se acarician. Suspiran.

-           Y una rosa lo sabe…

-          Renzo sonríe al escuchar el último verso cantado por Tito.

-           Tienes mejores brazos que Christian Domínguez. Mejor pecho, mil veces mejor culo y mejores piernas. Eres mejor que él.

-           No quiero ser Christian Domínguez. Quiero ser mejor Tito. Pero no sé…

-           Te entiendo. Oye, sé que no es el momento, y sé que soy responsable…

-           No digas eso. Lo que nos pasó en la chamba era parte del riesgo.

-           ¿Te hicieron daño esa noche?

-           Renzo, no quiero hablar de eso ahora.

-           Perdona… Tito, por favor, regresa a la obra. Te necesito allí.

-           Renzo, es que… El problema no es la obra. El problema soy yo.

-           ¿Qué quieres decir?

-           Renzo, creo que me enamoré de ti. Y el problema es que seguiríamos trabajando juntos.

-           Tito, pero hemos sabido separar las cosas.

-           Bueno, sí. En realidad, lo que me jode es que no estás solo. Que ya eres de otro.

-          Renzo se pasma. Ahora él es quien se pone frío en la tibiedad de la noche piurana. Entonces, suelta a Tito.

-           Perdóname. No debimos habernos besado. Tienes razón: debo fidelidad a Gustavo.

-           ¿Ahora entiendes? Siempre sería doloroso verte y saber que no eres totalmente mío.

-          Renzo siente una creciente emoción. Vuelve a tomar los antebrazos de Tito.

-           Regresa, por favor. No será lo mismo todo sin ti.

-           No puedo. Tomé una decisión. Me iré lejos.

-           ¿Qué?

-           Prométeme que serás feliz, Renzo. ¿Me lo prometes…?

-          Tito vuelve a estrecharse con Renzo. Le da un dulce y profundo beso en la boca.

-           ¿Me lo prometes?

 

(CONTINUARÁ)

 

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martes, 24 de septiembre de 2013

Cuaderno de Obra (32)

Creado por N-Azz. Escrito por Hunk01 y N-Azz.

 

Miguel llega a su casa. Encuentra a su madre, Irene, sentada en el sofá de su sala, totalmente desencajada. Al verla, se le acerca. Entonces, su madre lo abraza y rompe a llorar.

Tras varios minutos de consolarla, la lleva a su cuarto y la deja dormida.

Miguel se dirige al suyo: en la cama donde solía dormir Tito, está su padre, mirando al techo, con la luz apagada.

-          Soy una mierda, Miguel. Los tuve engañados todo este tiempo. Soy una mierda.

-           No digas eso porque no lo creo. Nunca me faltaste como padre. Siempre te sacrificaste.

-           ¿Para qué, hijo? Le jodí la vida a tu mamá.

-          Miguel se sienta en su cama.

-           Quizás ahora es tu turno.

-           ¿Qué quieres decir, Miguel?

-           Hiciste tanto por nosotros, que ahora es tiempo de que hagas algo por ti.

 

Por más que Renzo trata de llamar a Tito, el celular suena apagado. Gustavo sale con dos copas de vino. Le ofrece una a su pareja.

-          Tavo… gracias, pero sabes que soy cabeza de pollo.

-           No vamos a emborracharnos. Es sólo para conversar.

-           Podemos conversar sin alcohol; además, no puedes tomar esto por… bueno, tú sabes, el virus.

-           Gracias por preocuparte, pero tú me preocupas más. Te pusiste nervioso cuando viste a ese chico.

-          Renzo siente un sobresalto. ¿Acaso Gustavo ha notado algo?

-           Anoche lo atacaron por mi culpa. No sé qué le pasó, pero sé que fue por mi culpa.

-           Pudieron haverte atacado a ti. Eso de ir solo a espiar es peligroso. ¿Te pusiste a pensar en mí, si te hubiera pasado algo?

-           Perdóname. De nada sirve haber descubierto todo lo que sé, si una persona está sufriendo.

-           ¿Qué te preocupa realmente? ¿Su sufrimiento, o él?

-          Renzo mira fijamente a Gustavo. ¡Conoce la respuesta! Pero, ¿será capaz de confesarla? ¿Realmente sólo sigue con Gustavo por compasión, para no dejarlo solo ahora que sabe que supuestamente es seropositivo?

 

Tito y Dante se besan profundamente. Ambos están en el cuarto del segundo chico. De pronto las manos de Dante, comienzan a acariciar todo el cuerpo del más joven hasta agarrarle el paquete. Tito se separa, asustado.

-          Guarda, huevón. Tus viejos pueden venir.

-           Olvídate de ellos. Nunca se meten conmigo. Te quiero tan…

-           Espera, espera. Creo que estás confundiendo las cosas. Yo… O sea, me caes bien, pero… no siento nada más por ti. No quiero que te hagas ilusiones.

-          Dante se contiene un poco, pero no deja de acariciar a Tito.

-           ¿Sientes algo por ese Renzo, verdad? No soy cojudo. Me di cuenta cómo reaccionaron los dos. Me di cuenta cómo reaccionó su macho.

-           Quizás sea mala idea ir para Lima.

-          Tito se pone de pie, pero Dante lo abraza con fuerza. Lo besa de nuevo.

-           Oye, no digas eso. No vamos a tirar por la borda todo un proyectazo.

-           Dante, soy joven y deportista, por eso soy arrecho. Siempre lo fui.

-           Y eso es lo que me gusta de ti.

-          Dante comienza a desvestir a Tito. Él hace lo mismo. Ambos se echan en la cama, y continúan las caricias y los besos. Se revuelcan todo lo que pueden.

-          Dante está a mil. Su pinga está durísima. Poco a poco se voltea para que Tito le bese la espalda, las nalgas, le haga ese beso negro que lo alocó la otra vez. Gime al sentir la lengua de su amante estimulándole el ano.

-           Métemela, Tito.

-          Tito se incorpora y comienza a sobar su pene en la raja del culo de Dante, pero algo raro pasa: no puede erectar. Por más que se mueve, no consigue engrosar su pene. Entonces, la imagen de los dos matones viene a su cabeza.

-           ¡No!

 

En el apartamento de Eduardo, nuevamente Zacarías recibe en su culo los penes de Jonás y de su anfitrión. El ano del alcalde parece de elástico, pues si bien gime, no presenta más incomodidad. Súbitamente, la autoridad eyacula. Como Jonás está bajo él, todo su semen le inunda el abdomen AL moreno musculoso.

-          Mierda. Si no la tenía parada.

-           Ay, sáquenmela. Me duele.

-          El alcalde va al baño. Eduardo se acuesta al costado de Jonás.

-           Menos mal. Ya me estaba cansando.

-           Está tenso, ingeniero. ¿Qué tiene?

-           Parece que Renzo lo ha descubierto todo.

-          Zacarías sale, y se acuesta entre ambos.

-           Perdonen, chicos. Mucha tensión acumulada.

-          El alcalde besa a cada uno en la boca.

-           ¿Por qué tan callados?

-           Que el residente parECE que se dio cuenta del negocio.

-           Negro de mierda. Cuándo no jodiendo las cosas.

-          Zacarías se pone alerta.

-           ¿eso es cierto, Jáuregui? ¡Debes despedirlo, entonces!

-           No. ÉsE sería el peor de los errores. Haríamos luz. Adentro de la obra nos es más útil, especialmente ahora que se quedó solo.

-           ¿Cómo así?

-           Su asistente renunció.

-          Jonás sonríe: ha logrado uno de sus objetivos. Ahora debe deshacerse de Gustavo.

 

Tito camina sin rumbo por el centro de Piura. Tras su reacción con Dante, se vistió rápidamente, apenas se despidió y salió. Se rehusó a ser acompañado. En su camino, algunas miradas insinuantes de hombres y mujeres en la avenida Grau lo tienen sin cuidado. Dobla por Libertad. Ya, si le pasa algo por esa calle semioscura ¿qué mas da?

Al llegar a la Plazuela Merino, se distrae viendo las artesanías de los hippies y observa a unos punks conversando.

Entonces, una mano en su bíceps derecho lo hace girar rápidamente.

-          ¿Por qué me estás evitando?

-          Es Renzo.

 

(CONTINUARÁ)

 

© Hunks of Piura Entertainment. Esta es una obra de ficción: cualquier parecido con nombres, lugares o situaciones es pura coincidencia. Escribe a hunks.piura@gmail.com o comenta aquí.