viernes, 31 de diciembre de 2021

Proyecto Lujuria 2.3: Un trío por tu cumple


A la noche siguiente, mejor dicho al filo de que el sábado se transforme en domingo, el auto de Evandro se estaciona en un condominio de cuatro pisos que más tiene facha de clínica aunque pintada de rojo ladrillo, no muy lejos del edificio donde suele aparcar.

“¿Y por qué no buscas cuarto alrededor de la residencial?”, pregunta mientras se saca el cinturón de seguridad.

“La verdad no he visto, aunque dicen que los domingos salen buenas ofertas en los clasificados”, contesta Osmar.

“Sí, en especial una que dice: vaquero, policía, bombero, marino o beisbolista… secciónrelax

Osmar sonríe y se desabrocha el cinturón de seguridad:

“Por cierto, deberías arreglar el de marino que tiene un hilito suelto que no me da confianza”.

“Si te va bien con ese contrato y haces lo que te aconsejé, quizás ya no debas preocuparte por esos disfraces”.

Evandro abre la puerta y sale del auto; Osmar hace lo mismo. El conductor se da la vuelta y se acerca a su amigo hasta palmearle el hombro.

“¿qué harás con esos disfraces si me va bien con… Lust?”, pregunta Osmar sarcásticamente.

“Alexis ya no es mi opción porque Zaira lo marca bien, así que entraré en modo Escalante: full casting”.

“¿Sabes, Evan? Me encantaría alquilar algo como el depa donde vives, donde haya todo ese espacio como para dar shows sin sobresalto, con mucha privacidad, dormir más abrigado, recibir a los amigos cuando me dé la gana, ofrecer un café, una limonada, un trago”.

Osmar siente el brazo de su amigo y compañero alrededor del cuello:

“Te ayudaré a buscar y mudarte; ahora, vamos donde…”

Evandro vuelve a juntar su índice y su pulgar izquierdos y los hace latir. Osmar se ríe.

Al llegar al tablero de timbres, el primero mira al cuarto piso mientras el segundo busca la dirección en su celular para asegurarse de presionar el botón correcto.

“Demasiado silencio para ser una fiesta”, observa Evandro.

“Quizás sean las reglas del condominio”, supone Osmar mientras presiona el cuatro cero tres. Suena una campanilla electrónica.

“Ya sabes: llegamos, cumplimos, departimos y nos regresamos al toque a la residencial”, recuerda Evandro.

“No me digas que este coño y sus amigos se fueron a una disco”.

“¿Te dejó algún mensaje?”

“Nada”.

Osmar vuelve a presionar el botón y de nuevo suena el ding-dong-dang electrónico.

“Vamos pa’ la casa mejor”, se desanima Evandro.

“Bueno… llegamos, cumplimos, nos vamos”.

No acaban de dar media vuelta el par de galanes cuando se oye una voz como aletargada en el intercomunicador. Ambos se miran. Osmar se acerca:

“¿Gi… brán?”

“¿quién es?”, responden por el pequeño altavoz.

“Evandro y Osmar”.

“Un toque”, responden.

Evandro topa la firme cintura de su amigo:

“Este huevón ya está avanzadito; mejor nos vamos”.

La cerradura electrónica de la puerta suena. Osmar vuelve a mirar a su amigo:

“Entremos a averiguar”, propone. “Si no hay nada, nos vamos”.

En dos minutos, o menos, los dos chicos ya están en el pasillo del cuarto piso y frente al cuatro cero tres. Osmar toca la puerta. Ésta se abre. La cabeza de Gibrán se asoma; su hombro está desnudo:

“Chicos, vinieron”, sonríe el anfitrión.

 


Gibrán sirve un vaso de cola negra a Evandro (sin trago, tengo que conducir) y un cuba libre a Osmar. Viste un bóxer opaco de adelante, transparente en la otra mitad. Mientras está de espaldas preparando el trago, Evandro vuelve a hacer a Osmar la seña con sus índice y pulgar izquierdos.

“Después de la chamba, mis amigos me llevaron a comer cebiche a Chorrillos, y chela como mierda”, explica Gibrán. “Solo recuerdo que llegué a casa de noche, me duché y me eché a dormir”.

Se prepara un segundo vaso de cuba, se sienta junto a sus dos invitados y brinda.

“Por tu cumple”, anuncia Evandro. “Y yo que venía a bailar”.

“Puedes bailar si quieres”, sonríe Gibrán, “aunque sin pareja o…”

“¿O como qué?”

“¿Es cierto que tienes un negocio de strippers?”

Osmar tose atorándose con el sorbo que acaba de dar; Evandro se lo toma como si nada.

“Sí, es cierto, pero el negocio ha decaído un poco estas semanas”, explica el aludido.

“Deben ser muy caros”, continúa Gibrán”.

“Somos exclusivos más bien”, sonríe Evandro.

“¿De cuánto hablamos?”

“Treinta y cinco dólares por veinte minutos por mitra”.

Osmar solo carraspea en silencio mientras degusta su trago.

“¿En qué terminan: hilo, bóxer, o… calatos”.

“Hilo son cuarenta; calatos, cincuenta más diez minutos extra”, sigue haciendo negocios Evandro. “Eso sí: no fotos, no video; ahí el precio se dobla”.

“¿Alguna vez se han dejado grabar o fotografiar?”

“Cuando lo intentan y no pagan, paramos el show: business are business”.

“¿Y qué pasa si alguien quiere un strip-show completo de los dos? ¿Setenta dólares?”

“No, pues. Te dejamos a sesenta”.

“¿Y alguna vez han hecho un show con final feliz?”

“Alguna vez me lo pidieron: cobré diez dólares más y lo hice”.

“¿Tú también has hecho algún show con final feliz, Osmar?”

El susodicho va casi por la mitad de su trago:

“Aún no”, sonríe desmotivadamente y mirando el líquido oscuro en su vaso sobre el que flota un gajito de limón.

“Interesante, chicos”, comenta Gibrán sorbiendo otro poco de su cuba.

Evandro apura su cola negra y deja el vaso en la mesa de centro:

“Bueno, perdona por levantarte de tu sueño, nos alegramos que hayas pasado un cumpleaños divertido y… nos vemos en el gym, ¿no, Os?”

Osmar entiende el mensaje, deja su vaso sin concluir sobre la mesa de centro, carraspea:

“Si, nos vemos el…”

“¿Cuánto me cobran ambos por un show al rojo vivo… pero bien al rojo vivo?

Osmar mira algo alarmado a Evandro, quien no está sorprendido; está haciendo aritmética.

 


En menos de diez minutos, los tres varones están a luz de lámpara de mesa en el dormitorio de Gibrán bailando pegados al ritmo de un reggaetón lento, sensual más bien. Aunque el anfitrión tiene músculos marcados, no posee el volumen de sus dos visitantes: Evandro lo abraza desde atrás y con las manos sobre las filudas caderas; Osmar delante con las manos de su alumno rodeándole la estrecha cintura en tanto las suyas acarician los dorsales, o la evidencia de que allí podrían estar.

“Puedes comenzar cuando quieras”, susurra Evandro al tiempo que muerde muy despacio el lóbulo de la oreja derecha de Gibrán.

El chico toma la camiseta alicrada de Osmar y comienza a sacársela entre lento y rápido. El torso de dios griego no solo aparece ante sus ojos sino que lo puede acariciar a voluntad. Prueba a masajear las dos tetillas del hombre y los pezones se ponen duros. Afloja el cinturón, desabotona el jean, trata de bajarlo con cierta dificultad. Se arrodilla para concretar la tarea, y Osmar gentilmente flexiona las piernas para dejar que cada manga se despegue de sus poderosas piernas (previamente, ya se había quedado descalzo). Así, arrodillado, Gibrán le baja el bóxer: el pene flácido y los grandes cojones bajo el rasurado vello púbico de su instructor están frente a su cara. Los acaricia. Son suaves al tacto. No reaccionan. Entonces, toca ambas caderas y luego el enorme culo.

Gibrán sonríe, se pone de pie, da media vuelta y pega sus pequeñas pero firmes nalgas a la entrepierna de Osmar, la que parece seguir sin reacción; toma la camisa de Evandro y la desabotona de arriba abajo; la saca del todo y la tira al suelo. Afloja el cinturón, desabotona el jean, corre la cremallera, lo comienza a bajar y repite la operación de arrodillarse para que la prenda se libere de las extremidades inferiores del artista. Finalmente, baja la tanga blanca de angostas tiras y ante su cara, salta un pene que bajo la tela hacía un gran bulto, pero que ahora se extiende de frente, aparentemente erecto. Una gotita de líquido preseminal se queda en la mejilla de Gibrán conforme el glande la golpea.

“¿Puedo?, consulta a Evandro con timidez hipócrita.

“Claro”, le sonríe el varón.

Gibrán abre la boca y deja que el falo entre en ella y lo comienza a succionar con cierto chasquido. Logra tragárselo hasta que su nariz perfecta toca el recortado vello púbico

Y su mentón puede palpar el gran escroto donde parecen guardarse dos poderosos testículos. Aunque desde su perspectiva, Osmar no puede distinguir muy bien la acción, pues la cabeza de Gibrán lo tapa, inexplicablemente también siente que su pene comienza a ponerse erecto en menos de un minuto. Y bien erecto, aunque sin la lubricación que ostenta su amigo.

“Así chúpame la pinga”, seduce Evandro, quien mira a Osmar en la semipenumbra y le sonríe. “Chúpasela a Os también”.

Gibrán gira, y antes de meterse la pinga de su instructor a la boca, nota que es cabezona, medio incircuncisa, y con la base más delgada, quizás no tan larga y recta como la del otro muchacho; más bien, una del tipo hongo.

Osmar siente la humedad caliente y cierra los ojos intentando hallar disfrute en el sexo oral pero no lo consigue; de hecho, su erección va desvaneciéndose.

“¿No te gusta cómo lo hago?”, susurra Gibrán separando sus labios de la pija por un momento.

“Chupas el huevo como los dioses”, miente Osmar; pero la verdad es que su pene está semierecto otra vez.

“Chúpamela de nuevo”, sugiere Evandro (cuyo miembro se ha puesto semiflácido), y cuando Gibrán gira sobre el suelo para practicar la fellatio, Osmar vuelve a sentir que su erección retorna. Prefiere no razonarlo en ese momento.

Poco después, Evandro mete su pinga en el ano del cumpleañero, previamente protegido por un condón, él arrodillado sobre la cama, el chico boca arriba y con las manos del activo presionando sus piernas contra su abdomen y pecho. Al mismo tiempo, Gibrán mama el miembro de Osmar, arrodillado en la cabecera y con el rostro de su alumno prácticamente bajo su perineo, quien ni siquiera mira lo que hacen con su órgano sexual sino que no pierde detalle de lo que pasa justo frente a sus narices: la penetración anal en todo su esplendor.

A la una de la mañana, los tres comparten la ducha. Gibrán insiste en extraer el semen de la verga de Evandro y lo consigue. Sabe neutra, simple. Prueba entonces con la de Osmar, que a mantenido masturbada y dura, pero al metérsela a la boca, otra vez pierde rigidez.

“Perdona, estoy algo cansado”, se justifica el instructor.

Gibrán lo entiende y prefiere masturbarse sobre el piso de mayólica. Las ráfagas de semen caen a los pies de Osmar.

  

domingo, 26 de diciembre de 2021

ASS (9): ¿El cachero se contradice?

Edú intenta comportarse ante Pedro como un macho que se respeta.



 Pedro está en el segundo piso de su casa trabajando en su laptop ya sobre las once de la noche.

“¿Hola?”

El chico salta en su asiento.

“Soy yo”, lo tranquiliza Edú abrazándolo por detrás y arrimándole su bulto a la espalda debajo de un short delgado y sin polo; evidentemente no lleva ropa interior.

“No te juegues así, huevón”.

“Pensé que te estabas pajeando con una porno y que por eso no ibas a dormir”.

“Nada… Estaba acabando un trabajo de la universidad”.

“Entonces demorarás, ¿no?”

Pedro sonríe:

“Solo añado un número y me voy a dormir”.

Diez minutos después, el muchacho entra al dormitorio que está justo a espaldas de la silla donde estaba trabajando, se calatea por completo y se mete a la cama. No termina de acomodarse cuando siente que Edú –no podría ser otro—jala la cobija y se mete también a su lado, completamente desnudo.

“Como en los viejos tiempos, campeón”, le susurra al oído para luego besarlo, mientras pega todo su cuerpo a su espalda, y en especial su gran bulto a sus nalgas. Pedro gira, abraza a Edú y le da un beso en la boca haciendo que se acueste encima suyo; abre las piernas.

“¿Haremos el amor y luego dormiremos juntos toda la noche?”

“¿Tienes otro plan, campeón?”

Pedro sonríe en la oscuridad y besa en la boca a Edú. Las pingas de ambos comienzan a ponerse duras. El que está encima comienza a besar el cuello, las ttetillas, baja por el abdomen. Para sorpresa de quien está debajo, le besa su verga erecta y le lame las bolas hasta que le levanta las piernas y le comienza a sopear el ano sin censura. Pedro goza, se deja humedecer el agujero mientras se pajea un poco sus 15 centímetros gruesos. Eventualmente con esa misma mano, acaricia los cabellos de su compañero sexual.

Edú se incorpora un poco, y manteniendo la misma postura, coloca sus 18 centímetros en todo el orto de Pedro y comienza a meterlos despacio, con cuidado, con mucho cariño. ¡Qué placentera sensación para quien penetra y para quien se deja penetrar!

“¿Te gusta cómo te cacho?”

“Tú sabes que cachas rico, edú”.

Y efectivamente, se trata de un coito gentil y sin pausa, lleno de mucha ternura,tanta que hasta el activo se deja acariciar sus nalgas firmes y lampiñas.

Edú gira y hace que Pedro permanezca sentado encima de su pene metido en su culo, lo motiva a cabalgar con cuidado de no hacer crujir la cama. Edú le acaricia su ahora atlético cuerpo y en especial sus nalgas y piernas masivas y duras mientras Pedro  le estimula las tetillas aprisionándolas entre sus dedos de la mano.

“Hagamos perrito”, pide el activo.

Para no hacer bulla, Pedro se arrodilla sobre el tapete que hay a los pies de su cama, se pone en cuatro patas y deja que Edú le vuelva a meter su pija. De pronto siente que su cachero se apoya sobre su espalda y que una de sus manos comienza a masajearle su miembro. Pedro le vuelve a acariciar una de las nalgas.

“¿Me vengo  dentro de tu culo?”

“Sí. Dámela adentro”.

Edú preña a Pedro por segunda vez ese día mientras lo sigue pajeando hasta que la leche del pasivo se dispara sobre el falso piso de la habitación. Una de las nalgas de edú sigue aprisionada por la mano de Pedro.

Minutos después, ambos vuelven a meterse bajo la cobija de la misma cama; Edú lo abraza otra vez por la espalda.

“No sabes cuánto extrañaba tu culo”.

“¿Desde esta mañana?”

“Desde que me fui a Chile”.

“¿Por qué entonces no te quedaste y te fuiste con Pierina?”

“Ya te conté qué pasaba y, bueno, fui un reverendo huevón, ¿me entiendes? Y tienes toda la razón: debí quedarme y ser más valiente”.

“Bueno, ya pasó. Lo importante es que estás aquí”.

“¿Quieres decir que podemos ser nuevamente…”

“No necesariamente; lo que digo es que ya lo que hiciste en el pasado, ya pasó; que ahora importa el presente”.

“¿Cachaste con alguien más todo este tiempo?”

“Lógico, edú. No me iba a estar aguantando seis años”.

“¿Con cuántos?”

“Tampoco soy puto, edú. Si abré probado cuatro o cinco pingas aparte de la tuya, exagero”.

“¿Te has protegido?”

“Sí”, contesta Pedro con mucha seguridad.

“Conmigo no te estás cuidando y yo también he cachd…”

“¿Te has cuidado, Edú?”

“Lógico… Con esto del bicho, tú sabes”.

“Pero  como dices, no hemos usado condón”.

“¿Tú recoges la basura de la casa?”

“A veces. Mi vieja es la que mayormente recoge…”

“¿Te imaginas si ella o tu viejo hallan el condón en la basura?”

“¿Y por eso lo hicimos sin condón estas dos veces?”

“Ya, tranquilízate: estoy limpio. Más bien, cuando ahorre algo, me dejo de huevadas, me alquilo algo y puedes ir cuando quieras”.

“¿Solo por un condón?”, Pedro ríe despacio.

“Ya, campeón. Te dije que estoy limpio. Oye, cambiando de tema, ¿quién era ese chico de la parroquia con quien jugamos hoy? Está… fuerte”.

“Debe ser Miguel si te refieres al que te presenté. El otro puede ser el Padre Alberto”.

“¿Ese Miguel le entra?”

“Sí… y cacha riquísimo… cacha y deja que lo cachen”.

“¿en serio le has metido pinga?”

“Sí”, contesta Pedro muy suelto de huesos.

“¿Cachan mejor o peor que yo?”

“Ay, edú, por favor… Eso no viene al caso. Cachamos y ya”.

“Bueno, al menos se comieron el culo más rico de San Sebastián”.

“Y yo también me comí su culo… Y… me gustaría comerme el tuyo”.

“Estás huevón, Pedro. Tú sabes perfectamente que yo solo soy activo”.

“Pero me acabas de besar la pinga y los huevos”.

“Es… como si besara el clítoris y la chucha de una hembra. Es arrechura”.

“¿Me ves como una hembra, edú?”

“No… Digo que es como si…”

“¿No te estarás acordando de esa Pierina cuando cachas conmihgo?”

“No. Estás huevón. Ya deja a Pierina en paz; tú dijiste que lo pasado, pisado”.

“Increíble qcómo te descubrió”.

“Sí, pues. La hue’ona me encontró porno gay en el celular y se armó el despelote”.

Pedro recuerda en fracciones de segundo la conversación de más temprano con Miguel.

“¿No fue que te encontró en la cama con un cabro?”

Edú se pone en alerta:

“¿”¿De dónde sacaste eso, campeón?”

“Me lo contaste hoy temprano”.

Edú se queda largo rato en silencio hasta que por fin despega sus labios:

“O sea… me encontró unos videos en el celular donde yocachaba con un cabro”.

“Ah”, responde Pedro en tono incrédulo. “¿Los tienes aún?”

“De ese celular no queda nada ahora. Lo tiró a un río que pasaba por nuestro barrio y… ya no pude rescatarlo”.

“Lástima… Me hubiese gustado verte cachando con ese… cabro”.

“Mejor durmamos, campeón. Ya es tarde y mañana tu viejo me va a necesitar desde las cuatro”.

Edú se acurruca en la espalda de Pedro, quien se queda pensativo hasta que lo gana el sueño, pero con una última idea por esa noche: hasta qué punto todas las explicaciones de su cachero son verdaderas? ¿Será que las sospechas de Miguel son ciertas?

La medianoche cae sobre San Sebastián.

 

Y para terminar, te dejamos con una porno. 

viernes, 24 de diciembre de 2021

Proyecto Lujuria 2.2: Escalante busca sementales


A la mañana siguiente, viernes, cuando Evandro acaba su sesión de entrenamiento, el chico que lo había felicitado la mañana anterior mientras se duchaba se le acerca.

“Qué hay, campeón”, saluda el actor.

“No pude ir al teatro; quería ver la obra de nuevo”

Osmar se acerca a ambos.

“No te preocupes”, sigue sonriendo Evandro. “La temporada fácil que sigue hasta fin de mes, así que puedes ir cuando quieras”.

“¿Listo, Gibrán?”, al fin saluda el instructor. “Hoy toca piernas”.

“Chicos”, carraspea el muchacho, “ya que están aquí,quería invitarlos a una reu en mi casa mañana por la noche… ¿no tienen que hacer nada el domingo temprano o sí?”

Evandro y Osmar se miran.

“Dormir hasta tarde”, responde el primero.

“Bueno… quería invitarlos a ver si pueden ir”.

“¿es algún tipo de celebración en especial?”

“Mi cumpleaños”, se sonroja Gibrán.

Evandro y Osmar se miran otra vez.

“Bueno… me dejas la dirección con el grandote éste y nos damos una vuelta mañana”.

“¿en serio podrían?”, se alegra Gibrán.

“Sí”, confirma Osmar. “Pero primero vamos a trabajar tus muslos, pantorrillas y trasero, ¿te parece?”

“¡Genial!”, se alegra el oferente, quien se retira al vestidor.

Disimuladamente, Evandro junta sus índice y pulgar izquierdos y los hace palpitar mirando a Osmar, quien mueve la cabeza y sonríe mientras avanza su camino.

“Vete a duchar”, avisa antes a su alumno.

 


El turno de trabajo de Osmar en el Steel Fit Gym comienza oficialmente a las seis de la mañana, aunque en realidad llega media hora antes (la mayor parte con Evandro tras trotar desde el edificio donde viven) para limpiar un poco y estar listo para recibir a los primeros alumnos. Justo antes de las seis aprovecha para probar la primera parte de su desayuno; luego se da maña para probar la siguiente porción alrededor de las nueve o diez cuando la carga de alumnos ha decaído un poco. Si le quedan dos o tres alumnos, aprovecha para entrenar hasta antes de mediodía cuando se ducha y almuerza otra porción en la minicocina del gimnasio. Si no, tendrá que esperar a que acabe su turno a las dos, aprovechando que llega el otro instructor, para hacer su rutina, ducharse y recién probar bocado a las cuatro.

Ese viernes es uno de esos días cuando luego de las nueve tiene seis alumnos nuevos, así que no puede descuidarse y tiene que monitorearlos sí o sí. Por lo mismo, no tiene más remedio que entrenar a las dos de la tarde.

Mientras se ducha en el gimnasio, piensa en dos cosas: primero, que desde su llegada al Perú, placeres que en su país inicialmente podía disfrutar en su casa como el baño, ahora tenía que hacerlo en un espacio público; y, segundo, que tras comer su cuarta porción del día, tenía que regresar al edificio a ordenar un poco su cuarto para comer su quinta porción a las seis y media, y luego la última ya en el teatro a donde llegaba a las nueve, tres cuartos de hora antes de que el telón se abriera.

A las cuatro de la tarde recién comienza a llegar gente al establecimiento, así que es imposible no chocarse con dos o tres alumnos en el vestidor con quien Osmar se saluda cordialmente y se quita la toalla. No le importa si lo ven como Dios generosamente lo trajo al mundo. De hecho, había aprendido que el pudor es un concepto muy focalizado, que solo se debe respetar y promover en los espacios públicos; pero en lo privado, o en el teatro o frente a una cámara, la desnudez es lo más natural. Incluso cuando está encerrado en su cuarto, prefiere andar en pelotas.

El hecho es que, tras salir de la ducha y vestirse, prende su celular y un montón de notificaciones comienzan a llegar: un mismo número trata de comunicarse con él. Devuelve la llamada.

“¡Osmar! Te estoy tratando de localizar”, le dicen en el auricular.

“Si, señor Escalante, es que… estaba entrenando, estaba en la ducha y…”

“No importa, hermano. Vente a mi oficina apenas puedas porque necesito conversar contigo”.

¿Será que Evandro acertó con su pronóstico?, piensa.

 


“Bueno, Osmar, mi primer comentario es que para los treinta y tres años que tienes, pareces de veinticinco o menos, y ese factor genético nos convenció”, prologa Escalante. “queremos que seas el rostro y el cuerpo para la campaña de Lust, una línea de productos de belleza masculina. Las piezas son un comercial en video para la tele y las redes, y una fotografía para banners, revistas, e incluso se pensó en un calendario. Solo hay dos detalles que quiero consultar contigo. Aparecerás desnudo en las piezas y el pago es mil dólares por el video y quinientos dólares por la foto. Sé que no son los precios de mercado, pero la marca rec…”

Para Osmar, la matemática no es tan complicada de hacer: ese trabajo le permitiría recibir cinco sueldos básicos que le pagan en el gimnasio o tres salarios que gana en el teatro.

“Acepto”, interrumpe.

“Osmar, a ver, quiero que no te enfoques en el dinero: vas a aparecer desnudo”.

“Señor Escalante, usted sabe que a los actores y modelos nos preparan para esto, y yo le dije que solía hacer desnudos en mi país; vio mis fotos y…”

“Claro, Osmar, pero una cosa son veinte segundos en una novela, o posar en una revista  de circulación local. Aquí la campaña es nacional, te van a ver diez veces al día, no sé”.

“¿Qué voy a mostrar en el desnudo?”

“Todo menos tus genitales”.

“Como le digo, acepto”

“Que conste”, sonríe Escalante acomodándose en su sofá ya que su oficina es, en realidad, la sala de su departamento.

 


“¿Mil quinientos por mostrar tu culo?”, sonríe Evandro, las manos sobre el volante, conduciendo en plena hora punta en algún lugar en la avenida José Pardo  de Miraflores. “¿Y tienes que viajar de éste al otro domingo para grabar?”

“”¿Cuánto crees que debí cobrar?”

“Solo el video no te baja de los dos mil; si esos huevones de culturistas a los que nadie conocía se calatearon y se pajearon por dos mil quinientos por video, Osmar. ¡Por video! O sea, que cada uno se armó, fácil, con sus siete mil o diez mil de un solo keko”.

“Pero tu sabes que un fisicoculturista solo en comida y suplementación no baja de trescientos cincuenta dólares al mes y tú mismo me contaste que no les daban patrocinio; al menos yo tengo entradas: el gimnasio, el teatro, esos shows que me consigues”.

“No cuentes los shows como ingreso fijo”.

“Bueno, ya firmé, vale. Ya le dije a Escalante que debemos ir y regresar el mismo día, y…”

“Mil quinientos por mostrar tu culazo”, insiste Evandro.

“en Venezuela, el mínimo es cuarenta dólares. ¿Puedes ponerlo en perspectiva? ¿Te conté que en mi casa son mis papás y tres hermanos? ¿Sabes cuánto gastan al mes? La mitad de lo que gano se va para Venezuela. ¡Es más de lo que ganan mis dos viejos trabajando! Y Lima no es barato: ¿tú solito sobrevives acá con cuatrocientos cincuenta dólares al mes?”

“Osmar, yo no voy por el costo de vida, yo voy porque rregateaste mucho, hermano”.

“Si no aceptaba, perdía ese contrato”.

Evandro cierra la boca al escuchar tal argumento.

“Escalante es un reconchasumadre”.

“No es eso, Evan. Me contó que su cliente recién está lanzando los productos y no tenía mayor dinero para publicidad. O sea, también ponte en el lugar del señor Escalante, ¿no?”

“¿Y vamos a pelearnos por ese cabro?”, sonríe Evandro viendo a Osmar.

“Yo no quiero pelearme contigo… has sido mi primer amigo de verdad en Perú y….”

“¿Y qué?”

“Ahorro un dineral en pasajes cuando me llevas en tu auto”.

Osmar se carcajea amistosamente y Evandro le saca la lengua mientras llegan al teatro.

  

domingo, 19 de diciembre de 2021

ASS (8): ¿Debería volverme moderno?

Miguel estrena el culo de Alejo.

 


Terminando esa noche de domingo, Alejo se acuesta  totalmente calato luego de darse una ducha junto a Miguel. Ambos comparten la misma cobija en el cuarto de lacasa acondicionada como gimnasio.

“entonces te trataron bien”, le dice el pintor y bailarín, también calato ya bajo las cobijas.

“Enrique me pagó mil en efectivo y los otros en cheque. Tengo 30 días pa’ cobrarlo. Mi vieja no podía creer cuando me vio llegar con los víveres hoy”.

“¿te preguntó de dónde sacaste la plata?”

“Jornales, le dije. Tendré que ver a dónde me quito para que no sospeche de dónde me salió tanta plata junta: es más fácil justificar cien lucas… total, cachar a un huevón pasa como un jornal”.

Miguel acaricia la pinga flácida y los huevos de Alejo por debajo de la sábana y la colcha.

“Yo pensé que ya no venías, que ya habías decidido dejarnos”, se burla.

“Hablas huevadas, Miguel. Las fotos que me hiciste estuvieron de la puta madre… Willy dice que deberías trabajar con él”.

Alejo gira, abraza  y besa en la boca a Miguel.

“Willy es un buen maestro”, sonríe el artista.

Alejo abraza más fuerte a Miguel, le da otro beso en la boca, esta vez con lengua.

“¿Y cómo es eso que regresó el cachero de Pedro?”

Hoy pichangueó con nosotros. Buen delantero y buena delantera, aunque tiene cara de pendejazo… no me inspira confianza”.

“¿Pedro siente que ese pata le mueve el piso?”

Esa es la huevada, Alejo: tenemos que cachar bien con Pedro o va a desertar de AS y, honestamente, su presencia es clave”.

Alejo termina de girar y se acuesta encima de Miguel, lo besa en la boca otra vez y comienza a lamerle el cuello. Miguel no evita gemir.

“¿Quieres que lo cachemos así?”

“Sí, papi. Así”.

Alejo besa suavemente las tetillas de Miguel y baja por su abdomen velludo. Se salta su gran pinga ya al palo y sus huevos enormes, le levanta las piernas y comienza a hacerle un beso negro.

“Así, Ale, así. Chúpame bien el culo, papi”.

Alejo logra meter su lengua en medio del esfínter de su amigo, rodeado de vellos. La mete y saca como si fuese un minitaladro.

“Así, papi. Me vuelves loco”.

Alejo se incorpora, coloca su pene ya lubricado en la entrada del ano y lo va metiendo despacio hasta que sus 18 centímetros se pierden entre esas dos nalgas velludas.

“¿Quieres que lo cachemos así?”

“Sí”, suspira Miguel. “Justo así”.

En una maniobra casi acrobática, Alejo consigue ponerse bajo el cuerpo de Miguel pero siempre con su pinga metida dentro del culo de su amigo.

“Cabalga como te gusta”.

Miguel alucina que va por un camino tortuoso y rebota encima de la ingle de Alejo sintiendo cómo su culo se dilata más y más con la barra de carne  que aprissiona dentro, mientras que su verga dura y sus huevazos azotan el bajo vientre de Alejo.

“Ponte en cuatro”.

Los dos chicos ahora cachan en pose de perrito. Como nadie más los escucha, Alejo hace sonar su pelvis contra las nalgas de Miguel, quien gime y se queja conforme la velocidad del bombeo aumenta.

“Pollito tomando agua”, pide Alejo.

Miguel apoya su pecho sobre el colchón y abre más sus velludas nalgas haciendo que Alejo quiera meterle hasta las bolas.

“Las voy a dar… chúpamela”.

Rápidamente, Miguel se desconecta y gira poniendo su boca a la altura del falo que Alejo ya está pajeando hasta que su semen cae en la lengua golosa.

Minutos después, ambos vuelven a taparse, esta vez Miguel descansando en el pecho de Alejo.

“¿Crees que Pedro y su macho ya estén cachando ahorita?”

“Quién sabe, pero de que se maneja buen bulto, sí, se lo maneja”.

Por cierto, a ese tal Flavio también le gustó mi pieza. Quería que se la clavara de nuevo. Incluso me ofreció mejores contratos si me lo cacho”.

“¿Aceptaste?”

“Le conté a Willy. Me dijo que si me cacho a Flavio pero no me hago su pareja, podría irme bien. Que trate de hacer una carrera independiente”.

“Si Willy te dijo eso, hazle caso. Estoy tratando de recordar a Flavio. ¿Dices que tiene un culo enorme?”

“Grandote, huevón, y musculoso. Dice que solo le gustan aventajados. Deberías probarlo”.

“Sí, creo que fue modelo en una de nuestras clases”.

“También me dijo que podría ganar más dinero si fuese moderno. No sé, le dije. No me veo recibiendo verga”.

“¿Nunca has probado siquiera que te hagan un beso negro?”

“No sé… No me animo”. ¿Duele cuando te la meten?”

“Al inicio, pero luego tu culo se habitúa lo más posible, aunque, claro, depende de quién te cache, pero el beso negro no duele”.

Alejo se la piensa.

“Chúpame el culo, Miguel”.

Su amigo se sorprende.

“¿Así, de pronto?”

Alejo se destapa y flexiona sus musculosas piernas. Miguel se arrodilla y las levanta. Primero comienza besándole las nalgas.

“Tú dime hasta dónde”, le advierte.

“Comienza”, le pide Alejo.

Miguel va poco a poco hacia el centro de la raja y comienza a estimular la orilla del ano”.

“Sigue”, pide Alejo.

Entonces, Miguel pone su lengua como cuña y la trata de meter al centro del esfínter cerradito. Alejo comienza a sentir cosquilleos en su bajo vientre.

“Sigue”.

Miguel logra dilatar un poquito el ano de Alejo y prueba el siguiente nivel: se incorpora de nuevo y toma un frasquito que hay en la mesita al lado de su cama; aplica un líquido viscoso y transparente sobre sus 18 centímetros y se lo esparce bien. Luego toma otro poco y lo unta en el agujero dilatado de Alejo.

Miguel coloca su glande en la entrada del ano sin tratar de meter su verga; solo la puntea. Alejo sigue sintiendo que también atrás es posible lograr placer.

“Sigue”.

Miguel empuja un poco, muy despacio, y su glande logra encajar en el inicio del esfínter, pero técnicamente no ha ingresado a ún.

“Sigue”.

Miguel mete la mitad de su glande. Alejo comienza a sentir un poco de dolor.

“Respira hondo y corto; relájate”.

Ahora Miguel logra enterrar todo su glande y un poquito del cuello de la pinga.

“¡¡¡Auuu, mierda!!!”

 

Y para terminar,te dejamos con una porno. 

sábado, 18 de diciembre de 2021

La hermandad de la luna 7.7

Poco después, Elga apoya sus pies en el suelo y sus antebrazos en la banca. Frank la penetra y hace sonar su piel al embestir la de ella.

“Sí, Frank, así dame”.

“¿Así te gusta?”

“Sí… sí… “

Mira un video 

Ajena a todo, aunque preocupada, Flor ingresa al campus y toma la vereda rumbo a su facultad. Al pasar una rotonda, se da cuenta de que alguien conocido sale de uno de los edificios. Felinamente, ella se esconde y lo sigue con la mirada, e intenta algo con el celular: grabar un video.

“El comisario de Santa Cruz, hoy, en mi universidad tras salir de la Escuela de Idiomas”, narra.

Mira otro video 

En las duchas de La Luna, Frank sigue acometiendo la vagina de Elga.

“Por la colita, mi amor. Por la colita, rey”.

“¿Segura?”

“Sí”.

Frank saca su pene de la vulva y comienza a sobarlo en el ano de la mujer tratando de aprovechar la lubricación. Introduce lentamente. Elga trata de controlar el dolor. Frank suda a chorros.

Mira un video más 

Tito espera en un parque cercano a la universidad. Ciertos recuerdos de hace veintisiete años regresan cuando usaba sus días de descanso en el cuartel para ganarse una propina extra satisfaciendo los deseos de potentados y discretos varones, quienes solían llevarlo a sus casas, departamentos, algunos hoteles de mala muerte, y excepcionalmente sus moradas de playa, especialmente cuando no era temporada. En esa época, solía usar ciertos colores y posturas para revelar sin palabras a la discreta y potencial clientela quién era realmente y cómo podría comportarse en la cama; ahora solo basta poner un ojo al celular y otro a la realidad. El vehículo que espera se acerca, y le da alcance para abordarlo velozmente, al estilo comando. Al conseguirlo, se coloca el cinturón de seguridad.

“¿Tienes la dirección exacta?”, le pregunta el fiscal García.

“Sí”, responde el gladiador.

“Zona Industrial de Collique, allá vamos”, anuncia el conductor.

Mira un video adicional. 

En la finca, Frank sigue bombeando el recto de elga, quien se masturba el clítoris con una de sus manos sin acallar sus gemidos.

“Préñame, Frank. Préñame”.

El chico se mueve más rápido, jadea más rápido, todo transcurre más rápido, ruge y expulsa su semen dentro de la jefa.

Quince minutos después, Elga sale del baño de trabajadores y nota que varios metros adelante, Adán parece limpiar una compuerta, aunque en realidad él finge hacerlo. Camina hasta él.

“Lo tenías todo preparado, ¿cierto?”, ella lo encara.

Él no sabe qué decir.

Ella retoma el camino a la casa grande.

“Te acompaño”, intenta Adán.

“Tranquilo: conozco el camino de regreso. Gracias”.

Adán no sabe cómo interpretar la situación; en todo caso, vuelve  al baño.

Frank sale de la ducha.

“¿Cómo salió todo?”, averigua el cuerpo de luchador.

“De la puta madre”, responde muy serio el más joven.

“¿Y esa cara, entonces?”

“Que me siento una completa mierda”, Frank comienza a llorar.


  

viernes, 17 de diciembre de 2021

Proyecto Lujuria 2.1: ¡Qué rico culo hay en el gym!


A las seis menos diez de la mañana, Evandro pedalea en la bicicleta estacionaria con el culo levantado en el aire. Sus pantorrillas y muslos comienzan a quemar mientras siente una gota de sudor en su cara aunque no puede distinguirla en el gran espejo delante suyo. Osmar aparece de alguna parte con una escoba y un recogedor, se aproxima al tacómetro electrónico del aparato.

“Cuatro minutos más y pasas a sentadillas”.

Por un instante, pone su vista en el medio de la licra que forma las dos nalgas de su compañero y, evidentemente alumno.

“¿Te gusta mi culo?”, sonríe Evandro por el espejo.

“No, vale, miro tono muscular”.

Aunque inexplicablemente, el instructor siente que su pene está erectando, pero se recrimina a sí mismo en silencio. Qué va, si todos los días ve culos incluso mejores que ése.

A las siete y cuarto, Evandro está bajo la ducha en los vestidores del Steel Fit Gym.

“¿Lucas?”

El actor se asusta y da media vuelta. Un chico evidentemente veinteañero está vestido para iniciar una mañana de entrenamiento.

“Hola”, sonríe Evandro.

“¿Tú haces de Lucas en esa obra?”

“¿Voto de Castidad?”

“Sí”, sonríe el muchacho. “Ésa”.

“¿eres católico fundamentalista y vienes a asesinarme?”

El interlocutor ríe.

“No, para nada, al contrario; te quería felicitar. Excelente obra”.

“¿Has ido a verla? La obra… quiero decir”.

“Anoche. Te reconocí. Igual al que hace de Mateo”.

“Ah, Osmar… Y si esperas a eso de las diez o diez y media, puede que te choques con el que hace de Juan”.

“Osmar me habló de la obra, me dijo que estabas aquí y, bueno… quería… tú sabes”.

“Gracias”, sonríe Evandro. “De veras lo aprecio”.

“Era eso… Nos vemos”.

El chico se va y Evandro no sabe si sonreírse o pensar el modo en que asesinará a Osmar cuando salga del vestidor.

 


“eso me lo preguntó el lunes”, explica el instructor, ahora alistándose frente al espejo para encarnar a Mateo.

“¿Y tanto esperó tres días para reaccionar?”, se extraña Evandro a su lado. “Bueno, ya me vio calato, parece que eso quería hacer”.

Alexis se sienta desnudo en la otra silla a limpiarse la cara.

“Agradece que ése fue educado; a mí me tocó uno que de la nada me metió la mano al culo en el gym”, confiesa el velludo.

“Sí recuerdo”, agrega Osmar.

“Mientras vengan y paguen su entrada, por mí que me toquen hasta el bulto, carajo”, interviene Evandro.

Zaira ingresa:

“Tercera llamada, chicos. A sus puestos”.

 


Cuando Juan y Mateo entran al dormitorio iluminado con una luz amarillenta casi tirando para ocre y hacer el ademán de ver las cuatro paredes, Osmar cree reconocer a alguien en la platea gracias al resplandor. Carraspea y regresa de inmediato a su personaje:

“¡Es hermosa!”, exclama Juan. “Fresca y cómoda, además”.

“Qué bueno que te guste porque será tu habitación durante todo el tiempo que permanezcas aquí”.

Juan se aproxima a la ventana y mira hacia fuera.

“Hermoso ocaso”.

Comienza a desnudarse.

“¿qué haces, hermano Juan?”, se extraña Mateo.

“Dicen que el agua de aquí es fresca: me daré un duchazo”, reacciona muy alegre.

“Me retiro, entonces”. Mateo abre la puerta y sale del cuarto. Al caminar a la tramoya, donde Evandro espera su turno para entrar como Lucas, Osmar, ya fuera de personaje, se le acerca:

“Me parece haber visto…”

“No importa, no me desconcentres”.

Evandro avanza hasta la puerta y espera su línea para ingresar. Osmar respira hondo y cree que tampoco debe dejarse desconcentrar.

La función de esa noche termina en otra ovación. Mientras los tres actores se quitan las batas de baño y se disponen a ponerse su ropa real, entra Zaira en el vestuario:

“Ochenta y uno por ciento de ocupación, primer aviso”.

“¿Y el segundo?”, curiosea Alexis mientras se vuelve a limpiar entre las nalgas.

“O se ponen las batas o se visten en cinco segundos que Arnold Escalante viene a saludarlos”.

Osmar mira a Evandro, mientras Alexis queda indiferente. Zaira sale un instante.

“Es lo que trataba de decirte, Evan”.

“¿Y qué tiene, Os? Ya te dije cuál es la clave con él”.

Zaira entra con Escalante, muy entusiasmado:

“¡Bárbaro, muchachos!”

El director de audiciones da la mano y abraza a cada uno de los talentos.

“¿Y a qué debemos la visita de su bajeza real?”, bromea Evandro.

“Digamos que un pajarito puso esta referencia en su ficha de casting y… decidí darme una vuelta”.

“Debe ser un palomo caraqueño, ¿no?”, sigue ironizando Evandro mientras mira a Osmar.

“No te pongas celoso, Cruzado”.

“No”, replica Evandro. “me alegra que más gente venga a ver el montaje y te lo agradezco de verdad… y creo que hablo por todos”.

Los otros dos actores y Zaira asienten.

 


“¡Fue a ver a los sementales, te digo!”, casi se exalta Evandro en su Yaris azul con un pop de fondo, quizás Backstreet Boys.

“¿Y qué si ése fue el caso,vale?”, le sonríe Osmar. “Ni siquiera nos vio desnudos en el camerino”.

“Claro, pe, huevón, porque ya se había hganado con todo durante la función. Te apuesto que sí te dan el trabajo”.

“Coño, prefiero no hacerme ilusiones”.

“Yo conozco a Escalante, Osmar, es su modus operandi”.

“Bajo esa teoría, entonces fue a verme a mí, ¿no crees?”

“Cáchatelo, huevón… ¡Cáchatelo! Es la única forma que salgas de pobre”.

Osmar prefiere sonreír. 

domingo, 12 de diciembre de 2021

ASS (7): Sexo en la ducha

Los consejos de Miguel incluyen cachar con él.


 

Los Ángeles de San Sebastián (AS en su forma corta) es un apostolado creado por el Padre Alberto para acoger a los y las jóvenes de la parroquia mediante el deporte y el arte, y así evitar que caigan en pandillaje, delincuencia o drogadicción. Sus principales actividades son una academia de danzas que funciona los sábados por las tardes y noches, partidos de fulbito y vóley mixto y un pequeño gimnasio habilitado en una casa abandonada atrás del local parroquial en todo el centro de la ciudad.

El coordinador es Miguel, un recién graduado de la Escuela de Bellas Artes quien además es el profesor de danzas. De más está decir que se trata de un chico de 25 años, alto, atlético, velludo, guapo. Las chicas se derriten por él, pero él no por ellas aunque siempre les caiga muy simpático.

“Me acuerdo vagamente de edú”, dice a Pedro resoplando. “Sí corría el rumor que tú y él cachaban pero solo entre las pasivas de San Sebastián”.

“Edú me dio a entender que era un rumor generalizado”.

“La verdad no… Si se lo oí a dos o tres que me caché, exagero”.

Pedro ayuda a Miguel limpiando un poco las máquinas y aparatos del gimnasio donde se lucen hermosas pinturas de ángeles desnudos en una especie de cielos de colores y al fondo un San Sebastián semidesnudo y musculado pero herido por saetas: puro surrealismo. A Pedro no le interesaba ir de museo ese domingo; necesitaba conversar con alguien, y esa conversación lo ha dejado perplejo.

“Y yo que me pasé seis años culpándome de que Edú se fue con Pierina por los rumores”.

“Bah, Pedro. En este pueblo de mierda murmuran de todos nosotros. Qué no dirán de mí porque pinto desnudos masculinos, pero me llega a la punta del mazo. Ya ni te digo por el hecho de enseñar danzas o peor de estar aquí en el gym”.

“Sí, pero tú ya no vives con tus viejos y ellos no te pagan los estudios, es distinto”.

“No, huevón. Todo es actitud. Si la gente habla que cachas con ese tal Edú, que hable, mierda. Tú sigue con la frente en alto, carajo. ¿Acaso crees que no rumoran sobre AS? Más bien, invita al tal Edú a la pichanga luego de la reu esta tarde”.

“¿quieres conocerlo?”

“¿Dices que se maneja una pinga grande como la mía?” Miguel sonríe.

“Digo que cachar con él me confunde”.

“¿Y qué tiene de especial cachar con él? ¿Acaso con nosotros no cachas bien y también te sientes especial?”

Pedro calla.

“Además, piensa que si los rumores decían que cachabas con él, ¿cómo es que tu viejo lo dejó entrar a tu casa y encima lo hace dormir contigo? No sé, huevón. Algo no encaja en esa historia”.

“¿Qué quieres decir, Miguel?”

“Sentido común, Pedro: si mi hijo cacha con su macho, ¿dejo dormir al macho con mi hijo? O tu viejo ahora es super mente abierta, o esos rumores simplemente nunca llegaron a sus oídos”.

Pedro se queda pensativo otra vez.

“Mejor vamos a ducharnos al toque”, invita Miguel sonriendo. “Ya deben estar por servir el almuerzo y quiero ahorrarme la cara de suegro del Padre David”.

En el baño de la casa, ambos chicos juntan sus cuerpos desnudos. El de Miguel, como ya se dijo, es digno de las pinturas que produce, un homenaje a su patrono artístico, Bounarotti. Pareciera la estatua desnuda del David pero de carne y hueso (y de vellos en pecho, culo, piernas y el del pubis debidamente recortado a juego), no de mármol, o quizás de mármol canela. A su lado, Pedro también es otro dios griego (pero lampiño).

Ambos se besan en la boca mientras sus manos se acarician sus anchas espaldas y sus bien trabajados culos untados en jabón.

“Chúpamela, Pedro”.

Miguel mira cómo su amigo se arrodilla en la ducha, toma el miembro bajo su recortado vello púbico y se lo mete a la boca con los ojos cerrados.

“Así, Pedrito. Así, pónmela dura”.

La erección no tarda en ocurrir: 18 centímetros de verga venuda y gruesa son succionados y lamidos.

“Los huevos, Pedro”.

Miguel siente que las manos de su amigo le acarician su culo peludo mientras siente también que una lengua cálida se pasea por sus rasurados testículos. Miguel no tiene palta en que las manos de Pedro se metan en toda la raja y que le masajeen el propio ano.

“Hazme beso negro”, pide.

Gira y pone su par de nalgas velludas en toda la cara del otro ‘ángel’, quien las abre y comienza a besar hasta chupar ese agujero de placer. Miguel gime.

“Así, Pedrito, chúpame bien mi orto”.

Al mismo tiempo, Miguel se pajea.

Pedro se pone de pie.

“Quiero cacharte ahora”.

“Métemela, papi”, pide el pintor y bailarín.

Pedro termina de poner dura su pinga y la va metiendo de a pocos.

“Así,papi. Así, hazme tuyo,mierda”.

Pedro comienza a moverse con dulzura, al punto que se prende de la espalda de Miguel y comienza a besarla, cosa que al pasivo le transmite una electricidad que pone más dura su verga.

“Las voy a dar,las voy a dar”.

“Lléname el culo con tu leche”.

Pedro suspira y eyacula gimiendo. Todo su blanco fluido se pierde en las entrañas de su amigo, quien sigue pajeándose.

“Sácalo despacio”, pide Miguel.

Pedro lo hace hasta desconectarse: su miembro sale semiflácido, medio magullado.

“Arrodíllate, quiero darte mi leche”.

Pedro obedece, Miguel pone su glande en la punta de la lengua que ya le ofrecen, se pajea duro, y en un par de minutos, dispara su esperma dentro de la boca de su amigo.

“Trágatela”.

Pedro siente este semen más agradable que el bebido más temprano en su casa.

“¿Viste, Pedrito? No hay razón para sentirte confundido”.

Cuando ambos salen del baño, se quedan de una pieza. El padre David, un tipo delgado (pero marcado), los mira… con cara de suegro:

“Solo venía a avisar a Miguel que lo estamos esperando para almorzar”.

 

Y para terminar,te dejamos con una porno. 

sábado, 11 de diciembre de 2021

La hermandad de la luna 7.6

En su casa, Tito reflexiona con preocupación sobre lo que Flor y Owen le han contado.

“No termino de entender qué quiere contigo ese infeliz”.

“Hacer conexión, yo suponer”, estima el instructor.

“Y pienso que a tus espaldas, papá, porque cuando yo entré, el doctor prácticamente fugó”.

“Termina de arreglarte que de aquí salimos para Collique”.

“¿Y por qué no vino Frank?”, se levanta la chica.

“Ya te conté sobre la nueva ideota de Elga Chávez, así que estamos aplicando un plan para seguir trabajando allá”.

“¿Qué plan?”, se intriga la chica.

“Un plan de retención”, sonríe su padre.

Flor se mete a su dormitorio.

“Él querer mi polla”, confiesa Owen en voz baja.

“Lo sé”, refrenda Tito. “Lo que quiero saber es si eso nos permite confirmar la sospecha y evitar la estupidez que decidieron con la viuda de Manolo”.

“¿Tú querer yo seducir Christian?”

El gladiador carraspea: le han leído la mente.

“Es… solo una idea, Owen”.

“él tendría venir atrás aquí”.

“Y si viene… ¿tú cacharías con él?”

Mira un video

En la puerta de los baños para el personal de La Luna, Adán espera. Adentro, se escucha que alguien utiliza una de las regaderas. Entonces, Frank, todavía desnudo de la cintura para arriba, llega con una toalla seca, limpia y doblada.

“Entra y dásela”, pide el cuerpo de luchador en voz baja.

“¿Por qué yo?”, quiere reclamar el más joven.

“¿No viste que casi se saca la mierda por los paltos?”

“Pero ya les dije que yo…”

“Puta madre”, Adán quita la toalla a Frank. “Gracias”, le dice incómodo.

Frank lo topa de la cintura.

“Ya, yo lo hago; pero…”

“¿Pero qué?”

“Pero si ella…”

“Mira, tú avanza lo que puedas”.

Adentro, Elga está bajo la ducha terminando de disfrutar el agua fría. ¿Será cierto que puede adormecer el deseo de la carne? Hace la prueba.

“¡Ya terminé!”

Se escuchan unos pasos, el juego de sombras anticipa una silueta; alguien se para frente a ella.

“La toalla que pidió, señora”.

Ella se queda de una pieza y a  Frank le tiemblan las manos. Elga no sabe si molestarse o considerarse dichosa.

“Y… Adán?, se cubre los pezones con la mano izquierda y el vello púbico recortado con la derecha.

“Tuvo que ver algo del tractor”, responde el chico con voz algo temblorosa.

Mira otro video 

Cuando el minibús pasa por el portón de la finca, Flor se lo queda mirando.

“¿Frank está bien, ¿no, papá?”

“Claro que sí. Es solo… trabajo extra que apareció por la idiotez de  la viuda”.

Mira un video más 

Elga recibe la toalla y la despliega.

“Me da un permiso, señora”.

“¡Espera!”

Frank ni siquiera ha girado para salir.

“Dígame, señora”.

“¿Adán demorará en revisar el tractor?”

“Fácil que sí. ¿Quiere que le dé un recado de su parte?”

“No. No sé si es mucho pedir que… adelantes… la hora de tu baño”.

Frank traga saliva… y considera que lo mejor es entrar en personaje.

“No, para nada”.

El muchacho desabrocha el botón de su jean, baja su cremallera, se quita las botas y los calcetines, se deshace del pantalón y se queda en un ceñido bikini, donde es imposible disimular su excitación.

“Voy por mi toalla”.

Elga cuelga la suya y abre de nuevo la llave: ¿está soñando otra vez?

Tenemos un video adicional

Oculto en los limoneros, Adán intenta adivinar qué está pasando en los baños.

“¿Novedades?”, pregunta Carlos por el radio.

“Si logran quedarse diez minutos como mínimo, nos anotamos un gol”.

Y ahora, otro video más 

Frank regresa a la zona de duchas con la toalla envolviéndole la cintura. Elga sigue bajo el chorro de agua. En silencio, el muchacho le descubre algo que su fantasía nunca previó: su pene cabezón la apunta sin pudor alguno. Frank, sin pedir permiso, ocupa la misma ducha, toma un jabón de tocador y se lo da a la mujer.

“¿Quiere tener la amabilidad, señora?”

Elga comienza a respirar entrecortado. Soba la pastilla sobre el recio y velludo cuerpo enfrente suyo y genera espuma. Procura que ésta alcance cada lugar de la anatomía masculina, especialmente ése que le sigue apuntando. En retribución, Frank hace lo mismo con las formas de la mujer. Tras removerse el jabón y cerrar la llave, ambos van al vestidor. El chico se acuesta sobre la banca de madera y deja que ella se solace sentada sobre su desnudez. Él también se solaza, y esas caricias activan millones de terminales erógenas en ese cuerpo de diosa, tan perfecto, tan suave, tan vivo. Lentamente, el pene de Frank comienza a apuntar hacia las cálidas y lubricadas entrañas de Elga hasta insertarse en ellas sin ninguna dificultad. La mujer rebota gimiendo cada vez más y más intenso, hasta que los gemidos reverberan en ese espacio cerrado, e incluso trascienden.

¿Quieres ver otro video? 

“Funcionó”, informa Adán por el radio, a la vez que baja su cremallera y libera su miembro para masajearlo con lentitud y delicadeza.

Un último video