domingo, 28 de noviembre de 2021

ASS (05): Sexo entre legionarios

Alejo y Flavio posan desnudos como luchadores y terminan cachando frente a cámara.


 

 Justo antes de las 11:00 de ese domingo por la mañana, Enrique acomoda una especie de alfombra acolchada ploma al lado de la piscina y teniendo como fondo la pared poblada de arbustos que forma una especie de segundo tapiz. En el umbral de la mampara que conecta al patio trasero, Alejo termina de acomodarse un casco de utilería, parecido al de los legionarios romanos; Flavio, a su lado, se repasa el óleo sobre su cuerpo.

“enrique la chupa rico”, le arma conversación.

“¿Qué tal la chupas tú?”

Flavio sonríe y entrega un frasquito a Alejo.

“échate el óleo”.

Flavio se coloca el casco y se calza unas sandalias de tiras hechas a propósito de la sesión.

“Ya saben en qué consiste la acción, ¿no?”, se les aproxima Willy. “Vamos a interpretar una pelea cuerpo a cuerpo. La idea no es que se agarren a golpes sino que sus rostros y sus músculos muestren una gran expresividad”.

“Yo no sé defensa personal”, aclara Flavio.

“Pero yo sí”, indica Alejo.

“Genial, entonces tú lo guías”.

Los modelos no tienen nada más sobre el cuerpo excepto los cascos y las sandalias. Están desnudos. Ambos se colocan sobre la alfombra frente a frente.

“¿Listos?”, consulta Willy.

Ambos modelos confirman. Comienzan tomándose de las manos y tratando de empujarse mutuamente poniendo el pecho como ariete. Sus brazos, espalda, culo y piernas se tensan.

Willy se quita rápidamente la ropa y se mete a la piscina totalmente desnudo con tal de tener mejores ángulos.

“Comiencen con las llaves”, indica.

Alejo se coloca tras de Flavio y le inmoviliza los brazos haciendo que éste segundo luzca mejor sus pectorales y bíceps. Es inevitable que el pubis de alejo roce las enormes y redondas (y firmes) nalgas de Flavio: su pene comienza a ponerse erecto.

Enrique graba todo con su celular desde el fondo del patio. Luego, Flavio se coloca detrás de Alejo, quien ya tiene su verga al palo.

“Sumisión”, indica Willy.

Flavio y Alejo se acuestan sobre la alfombra y se revuelcan sobre ella y uno encima del otro simulando la lucha cuerpo a cuerpo. Willy no pierde oportunidad para probar diferentes ángulos. Alejo sigue con el pene erecto y el de Flavio comienza a responder hasta ponerse duro: es cabezón, un poco como hongo, unos 15 centímetros quizás. Evidentemente, ambos chicos están excitados.

“Listo”, indica Willy. “Excelente”.

“Yo creo que falta”, se acerca enrique.

“No, ya está todo”, reitera Willy.

“Chicos, díganme la verdad: ¿están cachondos, no?”

“Yo sí”, se apura en responder Flavio.

“¿Cómo cachondos?”, duda Alejo.

“Arrechos”, aclara Willy.

“Miren, chavos”, propone enrique, “ya cada uno tiene asegurado sus mil soles por cabeza… Yo les propongo otros mil más y… cogen frente a cámara”.

Willy, que continúa calato, se sorprende.

“Yo acepto”, se apresura a decir Flavio otra vez.

Alejo se queda callado pero no de sorpresa: está haciendo matemáticas. en solo hora y media ya se ganó mil soles y sin hacer mayor esfuerzo que posar calato y con la verga parada, y encima jugar a la peleíta con Flavio. ¿Y ahora otros mil por cachar? Esos dos mil solo se los ganaría en 25 días de jornalero o en doce y medio manejando tractor… y jornada completa encima.

“Pero yo solo hago de activo”, avisa.

“Tu verga dentro de mi culo se verá mejor en las fotos que la mía dentro del tuyo”, sonríe Flavio, cuya pichula cabeza de hongo comienza a despertar otra vez.

“Y otros mil más a ti”, anuncia enrique a Willy.

en poquito más de cinco minutos, Alejo y Flavio ya se están besando en la boca. Las manos del primero bajan por la espalda hasta acariciar las nalgotas del segundo. Willy obtura y obtura.

“Date la vuelta, Flavio… bésale el cuello, Alex… no le dejes marca”, indica el fotógrafo, quien vuelve a meterse a la piscina para ganar mejor ángulo, en especial de todo el cuerpo de Flavio, quien debajo de su rasurado vello púbico, ya tiene su pene erecto. Desde el fondo, enrique graba todo con su celular: si no le sale un corto porno gay, al menos le saldrá un caliente making-off.

“Chúpasela, Flavio”.

El modelo se arrodilla sobre la alfombra y comienza a succionar los 18 centímetros de su compañero. Aunque debiera, no actúa; disfruta practicando sexo oral. Willy sigue tomando fotos, aunque en realidad el agua oculta su erección. Nada del otro mundo, unos 16 centímetros ni grueso ni delgado.

“¿Chupas culo, Alejo?”, consulta Willy.

“sí”, responde el chico con seguridad.

“Hazle un buen beso negro, entonces”.

Mientras los modelos toman posición, enrique camina a otro lado del patio para tener otro ángulo. Un enorme pene se marca bajo su bermuda.

Ya en cuatro, Alejo separa los dos enormes y firmes glúteos de Flavio y los chupa ruidosamente. El pasivo comienza a gemir:

“Así… méteme la lengua… qué rico… sigue”.

Willy sigue metido en la piscina tomando fotos. El agua fría no baja en absoluto su erección.

“¿Lo notas dilatado?”, consulta.

“Tengo lubricante”, avisa enrique acercándose del otro lado de la piscina. “¿Estás limpio, Flavio?”,

El modelo asiente con la cabeza mientras Alejo le examina el ano:

“Ya está dilatado”.

Enrique entrega el lubricante aAlejo quien se lo unta generosamente en su pene erecto y luego en el ano de Flavio. Enrique se aleja y vuelve a grabar con su celular.

“Métesela despacio”, instruye Willy.

Alejo comienza a introducir su pinga como le dicen. Flavio se queja de dolor pero respira hondo y ccorto y relaja su esfínter. En pocos segundos, la verga ya está metida dentro del agujero.

“Muévete despacio… no quiero que salga borroso”, pide Willy.

Alejo ccomienza a ccachar a Flavio de manera más pausada, y eso le recuerda la forma cómo cacha al Padre Alberto o a Pedro, y eso lo excita mucho.

Willy se deja de recatos, sale de la piscina a conseguir mejores ángulos para fotografiar la penetración y revela su pene al palo. Enrique también lo graba.

“Piernas al hombro, pero las piernas bien abiertas para verlo en la cámara”,pide el fotógrafo. “Pajéate, Flavio; quiero ver tu pene erecto”.

Continúan en la nueva pose. Alejo ha resultado ser una revelación porque hasta ese momento, ni señas de querer eyacular, algo que no pasa con su compañero de escena:

“No aguanto… me vengo”.

“Solo un par de minutos más”, pide Willy.

“Me vengo, ¡Me vengo!”

Flavio suelta todo su semen por su abdomen perfecto. Una ráfaga va hasta su pecho. Mientras tanto, su recto estrangula la pinga que tiene dentro.

“Pajéate, Alejo”, pide Willy.

El otro modelo saca su pene, lo masajea con cierta firmeza, se concentra en las sesiones de sexo de San Sebastián, las del cuartel, donde además de instrucción militar recibió instrucción sexual y suelta su leche sobre el cuerpo de Flavio.

El sol de casi mediodía comienza a enrojecer la piel de todos.

“Nos damos un regaderazo, chicos?”, invita Enrique…

Y para terminar,te dejamos con una porno.

sábado, 27 de noviembre de 2021

La hermandad de la luna 7.4

En la caseta de vigilancia, cuatro varones entre maravillados, excitados (Tito le ha estado sobando el trasero a Adán) y desconcertados miran atentos la pantalla de la laptop.

“Ése es mi plan”, sonríe el gladiador. “Y todos participaremos”.

“¿Te refieres a…?”, trata de intuir Adán.

“Primero conversaré con ella”, insiste Carlos.

“Si tus conversaciones fallan, aplicamos mi plan”, ordena Tito.

“¿Y si tu plan falla?”, le encara Adán.

“Trabajaremos hasta el final”, responde el gladiador, muy autosuficiente.

Mira un video 

Cuando Christian reabre la puerta del despacho, ya está correctamente vestido.

“Entonces, ¿te tomarás dos días?”

“Sí”, responde Elga. “Mientras reviso papeles, me familiarizo con cosas. Si vamos a vender esto, al menos debo saber detalles”.

“¿Quieres atrapar algún ingeniero, acaso?”

Elga sonríe:

“No hables estupideces”.

Christian sonríe también:

“Entonces, vengo a verte el miércoles”.

“No, el jueves mejor; no me apresures. Una cosa es la casa de playa que tiene ciento ochenta metros cuadrados; otra es esto que tiene diez hectáreas”.

Christian entiende la diferencia.

“Entonces el jueves”, cede el abogado, , “pero si estos hijos de su madre, si existe, te comienzan a joder…”

“Presionaré el botón rojo, pero no será necesario. Ya te dije que yo los conozco mejor que tú”.

Christian deja el despacho y camina hasta la caseta de vigilancia, donde Carlos ordena unos papeles.

“¿Dónde está Adán?”

El capataz mira al abogado con mucha seriedad:

“Volteando un terreno con el tractor. Si lo necesitas, tendrás que esperar”.

Al abogado ese tono le da mala espina:

“Por favor, Charlie, ¿ya comenzamos con el ambiente hostil de trabajo?”

“¿Cuál ambiente hostil, Christian? Espera a que acabe de trabajar en el tractor porque si lo para, el volteado de la tierra se joderá”.

El joven galán entiende que no es el mejor momento para desplegar poder. No por ahora.

“Ábreme el portón mejor”.

“Con mucho gusto se lo abro, doctor Esteves”, sonríe Carlos irónicamente.

El abogado se molesta ante la respuesta pero se la traga. Tiene algo más importante que hacer, o al menos eso piensa.

Mira otro video 

En efecto, Christian no regresa a Collique sino sigue camino a Santa Cruz. Se estaciona frente al AMW, cuya puerta encuentra aún abierta, y baja. Se topa con un par de alumnos de buen cuerpo quienes salen tras completar su sesión de entrenamiento. En el centro de la sala, Owen acomoda unas pesas antes de cerrar, y desde esa distancia hace contacto visual con el recién llegado. El abogado no avanza más y trata de darle una expresión seductora a su hermoso rostro trigueño.

“I knew you were coming here,” se adelanta el instructor luciendo toda su escultural figura que la ropa de deporte disimula mal.

“How do you know that?”

I brought you to the paradise.”

“And I want to know how. Even you made to bleed my ass with that huge cock.”

“You’re a lawya’,” sonríe Owen.  “You can file me alleging rape.”

“No, I won’t do it because I don’t have any fucking proof, unless you show me again how you made it.”

“I’d love to, but Flor’s gonna come here to audit me.”

Y justo en ese momento, la chica abre la puerta que conecta el gimnasio con la casa de Tito.

“Doctor Christian, no sabía que estaba acá”, luce extrañada.

“He came to ask for schedules and promos,” justifica Owen.

“yo ya me iba”, reacciona el abogado, avergonzado, y sale del local. En menos de un minuto arranca la camioneta y abandona Santa Cruz.

“Do you know who he is, Owen?”

“More than perfect, Flor, and I distrust like you.”

“So?”

“So nothing. Take it easy.”

Owen, siempre sonriente, se apresta a sellar el gimnasio; Flor se queda perpleja.

  

viernes, 26 de noviembre de 2021

Proyecto Lujuria 1.1: Casting en la ducha


En el baño, César  resiste un poco más la sensación de usar el retrete para orinar. Delante suyo hay un trípode pequeño sobre la que está engarzada una cámara pequeña de televisión.

“Ya estoy listo”, dice por el intercomunicador sujeto a su cabeza.

“Dame un segundo”, le responde Escalante en su oreja. “Estoy tomando datos”.

César sabe que llenar la ficha tomará unos minutos más, así que aprovecha, avanza con cuidado de no tumbar el trípode, se baja la cremallera, saca su trigueña picha, apunta y dispara. ¡Qué alivio! Entonces, la puerta se abre y César se asusta.

Un joven alto, atlético sin ser tan musculado, guapo, cabello negro lacio con un raro ensortijado como copete, ojos marrón claro, pectorales, axilas y abdomen sin un solo pelo, todo en un tono blanco pálido lo mira a los ojos primero y luego mira su miembro en plena micción.

“Disculpa, pensé…”, le dice con un acento caribeño.

César no puede articular palabra.

“el modelo ya está contigo”, le avisan por el auricular.

César termina de orinar, carraspea.

El chico se saca la toalla, la cuelga y se mete a la ducha que en lugar de cortina tiene una mampara transparente.

A su vista queda un culo redondo, como si debajo de la piel se hubieran inflado un par de globos que están a punto de reventar, unas piernas mejor formadas que las de futbolista, lampiñas, y al girar un poco, el pene dormido sobre un par de grandes testículos.

César, avergonzado, sacude su picha y la mete de inmediato, casi choca con el lavabo.

“¿Ya estás listo?”, le insisten por el intercomunicador.

“Sí, dame un toque”, responde el camarógrafo mientras se lava y seca las manos y las lleva a la cámara. “¿Cuál es tu nombre?”, le pregunta al fin al chico desnudo bajo la ducha aún sin abrir.

“Osmar… Osmar Rivero”.

“Soy… César… ¿ya te dijo Escalante en qué consiste la escena?”

“Sí”, sonríe Osmar.

“Espera mi señal”.

César enfoca la cámara, hace un acercamiento a los abdominales de tabla de lavar en medio de una delgadísima cintura y luego mueve el anillo de zoom hasta tener un plano general del modelo.

“Listo”, dice por el intercomunicador.

“Dale acción”, le confirma Escalante.

César levanta la mano y hace cuenta regresiva con sus dedos. Al formar puño la baja y pone el ojo al visor de la cámara.

Osmar abre la ducha y deja que el agua moje todo su cuerpo, menos la cara y el cabello; toma la pastilla de jabón que ya estaba allí, recién abierta, y comienza a pasárselo suavemente, mirando sensualmente a la cámara, por sus pectorales, sus abdominales, sus axilas levantando los brazos y a lo largo de éstos, una de sus nalgas y a lo largo de su enorme muslo. Y su rostro con esa expresión de quien disfruta como ningún otro momento del día ese tiempo que uno le dedica a la higiene personal.

Luego, Osmar se pone de espaldas a César y se unta los dos grandes glúteos, en medio de ellos, voltea al otro costado y repite la operación del inicio. A continuación, se pone en frontal y asea sus genitales brevemente, siempre sonriendo a la cámara. Abre la llave de la ducha de nuevo, se enjuaga por completo con la misma sensualidad como se enjabonó todo el cuerpo, se seca y sale.

“¿qué tal lo hice?”, pregunta.

“ehhh… bien… creo”.

El camarógrafo sonríe mientras dentro de su cremallera, su picha está como roca y su calzoncillo mojadito de líquido preseminal.

Cuando Osmar regresa a la habitación contigua, que en realidad es un dormitorio matrimonial y busca su ropa para vestirse, Escalante está revisando unos apuntes en su tableta. Voltea a ver al modelo.

“¿Cómo te sentiste?”

“Bien. Ya te dije que el desnudo es natural para mí”.

Escalante sonríe.

“De todos modos, espera mi llamada, solo mi llamada, y si eres seleccionado, negociamos… ¿me dijiste que tienes tu permiso temporal en regla, no?”

“expira en dos meses, pero sí”.

“Listo”, vuelve a sonreír Escalante, un hombre de rostro agradable ya en sus cuarenta.

Osmar se termina de poner la ropa, se arregla la bufanda, agradece y se despide. Escalante lo acompaña hasta la puerta y la cierra, luego camina al baño.

En la ducha, ahora es César quien se refresca: cuerpo más o menos trabajado, lampiño, rico culo, verga semierecta bajo un vello púbico algo crecido.

“A ti no te haré casting”, sonríe Escalante.

“Ese venezolano que entró último me puso a mil, huevón”, confiesa el camarógrafo.

“¿Y a mí qué crees?”

Escalante se desnuda por completo, tira su ropa a la alfombra del dormitorio y se mete a la ducha con su compañero.

“Yo me inclino por el venezolano”, dice César cogiendo la cintura del otro hombre, delgado formado, blanco, lampiño, vello púbico recortado, a quien se aproxima y da un beso en la boca.

“Yo también”, dice Escalante. “Pero veamos qué dice el cliente”.

“Tengo ganas de ccacharte”.

“Vamos a la cama”.

Escalante se arrodilla, toma la picha de César y la mama con fruición hasta ponerla completamente dura mientras sus manos se afirman en las dos redondas nalgas de su compañero, luego se unta jabón en todo el ojo del culo, coge el cipote del camarógrafo y se lo mete como si nada. César jadea.

“qué rico tu ano calentito”.

“Dame pinga”, ruega el director de talento.

César logra meter sus diecisiete centímetros y bombea como condenado. Al mismo tiempo, Escalante masajea sus dieciocho centímetros que ya se pusieron duros. César no resiste más y dispara toda su leche dentro del recto de su jefe mientras éste dispara la suya  en la blanca mayólica de la ducha. César siente cómo el esfínter anal estrangula su aún dura picha.

“Rico”, suspira. “Mejor que mi mujer”.

  

domingo, 21 de noviembre de 2021

ASS (04): Muéstrame tu pinga erecta

Alejo posa en una sesión de fotos al desnudo y al palo.

 


A las 9:30 de ese domingo por la mañana, el atlético Alejo llega a una de las casas de Los Ejidos. Toca el timbre. Viste un polo, short y unas zapatillas de tela. El polo y el short disimulan mal el simétrico trabajo que las pesas han forjado en su cuerpo: espalda ancha, pectorales y brazos hinchados y formados, cintura estrechita, buen par de nalgas y buen paquete, grandes y formados muslos y ni qué hablar de sus pantorrillas. Hermoso ejemplar de varón en sus 22 años, quien además tiene un rostro muy agradable y un cabello negro ensortijado algo desordenado. Saca su celular del bolsillo delantero y comienza a escribir un mensaje cuando la puerta se abre y un hombre en sus 30 le sonríe.

“Pensé que ya no ibas a venir, cabrón”.

“Hay poca movilidad”.

Enrique le da la mano y lo invita a entrar. Tiene rostro agradable, ojos algo claros, un poco alto, y ese polo y esa bermuda que se puso esa mañana también disimula mal un físico típico de gimnasio. Cruzan el jardín que rodea una casa de dos pisos. 

Al ingresar a la amplia sala, en la escalera un hermoso y atlético chico, totalmente desnudo, lo ve llegar. Avanza un poco más y al pie de las gradas, un pata aparentemente flaco y formado, vestido con polo y buzola, manipula una cámara fotográfica profesional.

“Te presento a Willy”, le indica Enrique.

“Mucho gusto”, intercambian ambos.

“Y ese cuate allá arriba es el gran Flavio”.

Alejo le lanza un tímido hola que el modelo le responde con una amplia y seductora sonrisa.

“Acompáñame”, indica el anfitrión hastallevarlo a unos modulares donde hay unos papeles. “Tómalos y fírmalos con tu nombre y DNI. Uno es el contrato y el otro es la autorización de uso. ¿Sí tienes claro qqué vamos a hacer hoy, no?”

“Posar desnudo”, responde Alejo con mucha seguridad.

“Y mostrando la verga erecta”, agrega enrique.

“Sí, normal. ¿Tienes lapicero?”

“¿No vas a leerlo antes?”

“No vas a ratearte, ¿o sí? Ya me dijiste que las fotos son para México, ¡no?”

“Sí. Para una revista que publica desnudo masculino erótico”.

“Normal”, reitera Alejo, y firma.

“encuérate que voy a ponerte el óleo. Apenas Willy termine de trabajar con Flavio, comienza a trabajar contigo; luego con ambos”.

Alejo se quita el polo y las zapatillas. Ya descalzo, se para sobre la alfombra de la sala y se quita el sshort. Queda calato.

“Uff. Te ves más mamey que en las fotos que me mandaste, cabrón”, le comenta enrique.

El muchacho sonríe.

Enrique toma un frasco de un aceite oscuro y comienza a pasárselo por todo el cuerpo, desde la cara, luego el cuello, los pectorales, los brazos, los costados, el abdomen, la cintura.

“Voltéate. ¿entrenas duro, no?”

“Eso y el trabajo en la chacra”.

“Sí, me contaste”, menciona enrique, quien está untando toda la espalda y se arrodilla para hacer lo mismo con las nalgas. Entre ellas, asoma uno que otro vello.

“Me estás metiendo la mano al culo”, sonríe alejo medio en son de reclamo.

“Tranquilo, cabrón. No quiero que salgan zonas claras”.

Continúa con las piernas y pantorrillas.

“Voltéate”, pide.

Alejo gira, y ahora enrique le pasa el aceite por el pubis y la ingle incluyendo el pene y los testículos. El pene comienza a reaccionar y crecer.

“Te pones erecto de plano”.

Alejo sonríe.

Enrique termina de untarlo.

“Que se absorba un poco y te traigo el vestuario… debiste podarte un poco el arbusto”.

“No tengo tijera para los pendejos”.

“Ahora traigo una”, sonríe enrique.

“Necesito ayuda con el pene de Flavio”, llama Willy desde la escalera.

“Voy”, responde Enrique. “Ya vengo”, le dice a Alejo.

El anfitrión va hasta donde está el otro modelo, se arrodilla en una grada y evidentemente comienza a chuparle la pinga a Flavio, quien mira la escena, igual que Alejo, pero a la distancia. Su pinga también se pone dura y recta: 18 centímetros, gruesa, botando líquido preseminal ya en la punta.

Enrique saca un frasquito de su bolsillo y echa un líquido transparente, como gel, sobre el miembro de Flavio.

“espárcelo”.

Flavio distribuye el lubricante por su pene y reanuda la sesión de fotos. Enrique regresa donde Alejo, y se percata de su pene erecto.

“Chinga tu madre, cabrón. Qué buena verga tienes”.

Alejo sonríe y distribuye su líquido preseminal por toda su pieza a manera de lubricante.

Cuando Willy acaba la sesión con Flavio, el aceite ya se ha absorbido sobre la piel de Alejo dándole un tono bronceado uniforme y natural y Enrique ya le ha recortado el vello púbico para que se luzca mucho más su pinga y sus grandes bolas.

“Contigo vamos a trabajar en la columna que está en el jardín”, indica el fotógrafo, a la vez que apunta el dedo a una rara y solitaria decoración de mármol blanco de contorno acanalado.

Alejo camina y coloca en su marca; no se pone nervioso frente a la cámara. Ejecuta todas las poses que le piden. Su cuerpo hermoso no solo se luce bien en las fotos que aparecen chiquitas en el visor. También llama la atención de Enrique, y especialmente de Flavio.

”¿De dónde sacaste a ese churro?”

“De un rancho”.

“Qué rico”.

“enrique, ya sabes qué hacer”, pide Willy, quien está arrodillado sobre el piso del jardín al lado de la piscina y con la cámara en ristre.

“Si quieres lo hago yo”, murmura Flavio.

”Ya tendrás tu turno”, sonríe el anfitrión. “No me asustes al morro”.

Enrique va hasta donde Alejo se arrodilla y comienza a mamarle la verga hasta ponérsela dura. Repite la aplicación del lubricante. Con eso, Alejo tiene lo necesario para seguir haciendo la sesión con el pene erecto.

“No vayas a eyacular”, pide Willy.

“Demoro mucho”, presume Alejo.

“Qué bueno, peoncito”, susurra Flavio a la distancia, cuya pinga vuelve a ponerse al palo.

Y para terminar,te dejamos con una porno. 

sábado, 20 de noviembre de 2021

La hermandad de la luna 7.3

            “Esto es traición”, Tito comenta con furia. “Nosotros podemos administrar esta finca solos y hacerla tan productiva como si Manolo estuviese aquí”.

Los peones improvisan una reunión de emergencia en la caseta de vigilancia.

“Podríamos, pero no somos los dueños”, recuerda Carlos.

“¿Y tú, mierda, ¿de qué lado estás, carajo?”

Si el ambiente dentro del despacho era tenso, acá el aire no se percibe más fresco.

“Ya, Tito”, interviene Adán, abrazándolo. “Carlos tiene razón: aunque quisiésemos, mientras ella sea la dueña, solo nos queda seguir chambeando o dejarla al garete”.

“No renunciaremos, primo; estás cojudo si renunciamos: ¡sería dejarle todo servido en bandeja a Christian! ¡Sería dejar todo en bandeja a Cruz Dorada!”

“Tito, no sabemos todavía si esos documentos son reales. Pregúntate cómo fueron a dar a manos de Edú. ¿Lo sabes ya?”

El gladiador respira profundo, muy profundo, y, por primera vez en toda esa semana, se acurruca al cuerpo de Adán y comienza a llorar con amargura, por todo lo que no lloró desde que Carlos le había informado sobre el asesinato, y quien ahora se acerca y abraza por la espalda a su amigo.

“Que se vaya Christian y te prometo que hablaré con ella, para hacerla entrar en razón”.

“No lo hará, Carlos”, arguye Tito en medio del llanto. “No lo hará porque ya tomó una decisión”.

“Yo… sospecho que no es su decisión sino la de Christian”, agrega Adán haciendo caso de un consejo que oyó más temprano esa mañana.

Frank, por su parte, se considera un reverendo inútil ante tal situación.

“Creo que yo sí renunciaré”, informa. “Ustedes tienen más por qué pelear que yo”.

“Al menos cumple tu mes, sobrino”, orienta Carlos. “Si sales ahora, no tendrás tantos beneficios”.

Mira un video 

A menos de cincuenta metros, en el despacho de la finca, Elga ya está sentada sobre el escritorio en suave ropa interior, con las piernas abiertas, abrazando y besando a Christian, quien la ddespoja magistralmente de su sostén. Con los senos como toronjas, al muchacho solo le queda imitar a un lactante, y succiona los pezones femeninos con tal dulzura que Elga no censura sus gemidos. También le pone la otra mama para que repita la caricia oral. Christian va descendiendo por el delgado y firme vientre de la mujer, convenciéndola sin palabras que debe acostarse sobre el tablero de madera, donde, por fortuna, no hay más que un portaplumas, un calendario en forma de tadeco con publicidad de la propia finca, y el cuaderno del abogado. En esa nueva posición, quitarle la braga es algo más sencillo que lanzarle un hueso a cualquier perro. Christian pasea su lengua  por la vulva de elga y se ayuda  de su índice izquierdo para estimularle el clítoris. Ella cierra los ojos para recrear el océano de sombras cuando el reloj marca las diez y algo de la mañana.

Mira otro video 

Tito decide darse un duchazo en los baños de la finca. El agua fría, piensa, puede ayudarle a refrescar sus ideas. La deja correr sin hacer nada más. Cierra la llave, toma una toalla y se seca. Tras vestirse, sale. En la puerta lo espera Carlos, quien no ha dejado de pensar soluciones.

“¿Adán y Frank?”

“Regresaron a ver lo del tractor”.

Tito entrega la toalla húmeda a Carlos y juntos caminan hacia la caseta de vigilancia.

“Déjame conversar con Elga; nada se pierde con intentarlo”, insiste el capataz.

El gladiador prefiere no responder nada; cree que eso no será eficaz, pero tampoco quiere echar sal a la idea de su amigo desde hace veintisiete años. No demoran más que cinco minutos en llegar.

“Sé que no tengo la más mínima autoridad para tratar de puta a esa mujer, pero lo que esta mañana hizo Elga es el mayor acto de traición, como cuando el perro… bueno, la perra muerde la mano de quien te dio de comer”, Tito al fin despega los labios.

“Ya te dije qué tengo en mente”, repite Carlos.

“Y si fallas, ¿qué haremos?”

“Ya se nos ocurrirá algo”.

El capataz reactiva la laptop que se había quedado en modo de hibernación.

“Gracias por la toalla”, trata de sonreír Tito y contempla la casa grande desde el dintel del puesto de vigilancia.

“Mierda”, escucha a sus espaldas.

“¿Qué pasó?”, curiosea el gladiador girando y acercándose. Ve a Carlos boquiabierto, y luego ve el monitor de la computadora. Abre mucho más sus ojos claros, como para estar seguro que no es una visión. Cierra fuerte sus párpados: ¡no es una visión! Y aunque tampoco puede evitar quedarse boquiabierto, intenta sobreponerse.

“Quizás haya un plan B, ai apaec”, dice en voz baja, palmeándole la espalda.

Mira un video más 

En el despacho de la casa grande, Christian tiene su pantalón y bóxer arremangado hasta los tobillos, descalzo sobre el suelo alfombrado, y arrodillada, Elga mamándolesus diecinueve centímetros de grueso pene al que aprieta desde la base  con su mano derecha mientras con la izquierda le acaricia la nalga derecha tratando de llegar hasta el ano para estimulárselo. Christian disfruta por unos minutos hasta que decide es suficiente, cesa la succión, la pone en pie, retira los adornos del escritorio, acuesta a Elga sobre el tablero, se libera de su ropa, y trepa para acostarse encima de la mujer y meterle su falo dentro de la vagina. El abogado se mueve frenético y los gemidos de la jefa no se hacen esperar. Ella trata de aprisionar la cintura masculina con sus poderosas piernas; el hace lo que mejor sabe hacer: mover bien su pelvis y durar tanto como le sea posible. Besos por aquí, caricias más allá, gemidos en toda la pieza hasta que elga está a punto de gritar.

“¡Sí! ¡Así, Chris!”

“Te gusta, ¿no?”, se excita él. “¿Te gusta que te coja así, no?”

Tras varios minutos de danza, el muchacho juzga que lo mejor será no seguirse conteniendo, así que cierra los ojos.

“Me vengo. ¡Me vengo!”

“Dámela toda, Chris”, Elga está extasiada.

Christian eyacula dentro de ella.

  

domingo, 14 de noviembre de 2021

ASS (03): El regreso del cachero

Pedro regresa a casa y se encuentra con Edú, su primer marido, en su propio cuarto.

 


A quince minutos para las nueve de la mañana, Pedro entra a su casa. Hace solo unos segundos, la camioneta de la parroquia lo ha dejado en su propia puerta.

“Pedrito, te esperábamos para ir al mercado”, avisa su mamá llevando una bolsa de pajarrafia en la mano.

“Ya regresamos, hijo”, le dice su papá, y ya con la mano en la chapa de la puerta: “Por si acaso ha llegado Edú; por ahora lo hemos dejado en tu cuarto hasta ver qué decide tu hermana”.

Pedro, quien está a punto de subir la escalera al segundo piso, se queda helado.

Mientras sus papás salen, el chico, nervioso, se acerca a su dormitorio. Al abrir la puerta, en una de las dos camas que hay en la habitación, un hombre delgado, marcado, trigueño oscuro, parece despertarse debajo de las sábanas. Tiene el torso y las pantorrillas desnudas. Quizá esté en ropa interior, piensa Pedro.

“¿Campeón!”

Edú se levanta de la cama; no tiene ropa interior: está calato. Abraza a Pedro, quien sigue desconcertado.

“Te extrañé”, susurra el visitante. “¿Tus viejos?”

“Al… mercado”, alcanza a responder Pedro.

Edú se adelanta un poco y cierra la puerta que estaba entreabierta. Regresa a abrazar a Pedro, lo mira con cariño.

“Por fin, después de seis años”, le dice con ternura y de inmediato lo besa en la boca, y un beso profundo, con lengua. Pedro corresponde. “quítate la ropa”.

“Pero…”

“Aprovechemos que tus viejos no están… estoy aguantadazo”.

Edú no espera que Pedro se desnude,así que lo hace él. El chico ni se opone ni colabora.

Cuando edú logra echar a Pedro sobre la cama ya tiene su pinga parada, y Pedro sigue en bóxer viendo el pene de 19 o 20 centímetros, grueso, que late enfrente suyo.

“¿No lo has olvidado, ¿o sí?”

Edú quita el bóxer al chico y se acuesta sobre él. Pedro también tiene su pene erecto. Edú vuelve a besar en la boca al chico.

“¿Ya te olvidaste cómo cachábamos, campeón?”

Pedro sigue sin responder. Aparentemente nunca responde. Edú sonríe y, sin perder el tiempo, se incorpora, levanta las piernas y las medio eleva. En poco rato, edú hunde su cara entre las dos nalgas de Pedro, le chupa el ano. Pedro vuelve a experimentar las mismas sensaciones placenteras que aquella primera vez hace seis años, y que la noche anterior, allá arriba en Artesanos.

“Chúpamela, campeón, como te enseñé”, pide edú, quien se para sobre el tapete a los pies de ambas camas. Pedro se sienta, abre de piernas, toma a edú por las nalgas y se aproxima a su pene. Comienza a succionarlo suavemente. “Así, campeón, saboréalo”.

El pene duro de Edú se vuelve más duro aún dentro de la boca de Pedro.

“Ponte en cuatro”.

Pedro obedece y edú vuelve a humedecer el ano del muchacho. Coloca su glande en la entrada del orto y empuja poco a poco.

“Así, campeón, qué rico está tu culo”.

Pedro siente que edú se mueve con firmeza y gentileza. Después de seis años, siente de nuevo esa pingaza deslizándose en su interior. Ya no es asunto de creer sino de disfrutar.

Edú hace chocar su pelvis, acelera, jadea, gime.

“Ponte piernas al hombro”.

Pedro obedece y deja que Edú coloque su peso liviano sobre él. El bombeo de la penetración se combina con los besos que ambos se dan en la boca. Casi involuntariamente, Pedro contrae los músculos de su recto, agregando una sensación placentera al miembro de su cachero.

“Voy a acabar”, avisa edú.

Súbitamente, se arrodilla sobre el colchón y hace que Pedro se ponga en cuatro patas pero mirándolo.

“Saca la lengua, campeón… como te enseñé”.

Edú se masturba y cinco potentes ráfagas de semen se disparan dentro de la boca de Pedro.

“Trágatela, campeón. Es proteína pura”.

Pedro prueba el sabor neutro con un sutil toquecito ácido del semen, y se lo pasa. Edú vuelve a besarle en la boca (llegando a probar los residuos de su propia leche) y se acuesta en la cama; jala a Pedro para que se acueste en su pecho.

“¿Y de dónde me sacaste ese físico, campeón? Cuando me fui a Chile, eras un palo de escoba”.

“Entreno pesas”, por fin reacciona Pedro. “¡Cuándo regresaste?”

“Anoche. Vine directo acá y tu viejo me dijo que saliste por un tema de parroquia. Entonces, me instaló acá”.

Pedro se incorpora un poco para ver a los ojos de Edú.

“Me dejaste por Pierina”.

Edú se siente cuestionado, pero no le incomoda.

“Era un huevón. Tuve miedo. Algunos patas comenzaron a sospechar que tú y yo cachábamos, y… recién terminabas la secundaria”.

“Fue el qué dirán, entonces. ¿Por qué regresaste ahora a San Sebastián?”

Edú respira un poco.

“Oye, ¿te imaginas si tus viejos descubrían que cachábamos?”

“Pudiste esperarme a que cumpliera 18, pero te fuiste con Pierina”.

Edú se toma su tiempo. Sostiene el contacto visual con Pedro mientras le acaricia su cadera y su nalga izquierda.

“Dos volcanes estallaron en mi vida y se vino mi mundo a la mierda”.

“¿Dos volcanes? No me digas que vivías en ese lugar…”

“Sí, la Araucanía. Hubo un culo de temblores hasta que un buen día la tierra se abrió y… todo lo que construí se lo tragó… ya ni quiero acordarme”.

“Pero ese fue un volcán… ¿Dónde apareció el otro?”

Edú se toma su tiempo, traga saliva.

“Pierina me… me encontró con otro cabro en la cama”.

Y para terminar,te dejamos con una porno. 

The Lust Project 2.7

In les than 10 minutes, the three males are table lamp light in Gibran’s bedroom dancing sticked to the rhythm of a slow reggaeton, rather sensual. Although the host has ripped muscles, he doesn’t own the mass of his two visitors. Evandro hugs him from back and with the hands on the sharpy hips, Osmar forward with his pupil’s hands rounding the narrow waist, as well as his caresses the sides, or the evidence they could be there.

“You can start when you want,” Evandro whispers at the time he bites very weak the Gibran’s right ear lobe.

The boy takes the Osmar’s lycra t-shirt aand begins to set it off between slow and fast. Greek God’s torso appears before his eyes as well as he can caress it random. He tries to rub the man’s two pecs  and the nipples get hard.

He looses the belt, unbuttons the jean, tries to take it down some difficult, fells on his knees to fulfill the task, and Osmar gently flexes the legs to let each sleeve unsticks out his powerful thighs (he previously already has stood without shoes). So, on his knees, Gibran takes him down the boxer. The relaxed penis and the big balls under the shaved pubic hair of his trainer are in front of his face. He caresses them – they’re soft when touched. They don’t react. Then, he touches both hips so the huge ass.

Gibran smiles, stands up, turn and put his small but firm buttocks to Osmar’s croach, what seems to follow without reaction. He takes the Evandro’s shirt and unbottons it up tto down. He takes it fully and throws it to the floor, unfastens the belt, unbutton the jean, unsips the fly, begins to take it down, and repeats the operation of falling on his knees for the cloth releases from the artist’s lower extremes. He finally takes down the thin-stripped white briefs and a penis jumps out to his face that under the cloth made a big bulge, but that now extends to the ffront, apparently erect. A tiny pre-cum drop leaves on the Gibran’s chick as the glans strokes it.

“May I?,” he consults Evandro, hypocritically shy.

“Sure,” the male smiles at him.

Gibran opens his mouth and let the thick enters it, and he starts to suck certain scratching. He gets swallowing it until his perfect nose touches the cut pubic hair and his chin can feels the big escrotus where two powerful testicles seem to keep. Although from his perspective, Osmar can’t get the actionn, because Gibran’s head covers him, he unexplainabely feels his penis begins to get erected in less than a minute, and well erected, although without the lubrication his friend shows up.

“Suck me the cock so,” Evandro seduces seeing Osmar in the partial darkness and ssmiles at him. “Suck it to Osmar too.”

Gibran turns and before getting in his trainer’s cock, he notices it is big head, almost uncut, and the base thinner, maybe not longer and rect like the another guy’s, rather a mushroom-type one.

Osmar feels the hot moisture and closes his eyes trying to find enjoyment in the oral sex but he doesn’t get it. In fact, his erection goes vanishing.

“Don’t you like how I do it?,” Gibran whispers separating his lips out the dick for a moment.

“You suck the cock like gods,” Gibran lies, but the truth is his penis is semi-erected again.

“Suck it to me again,” evandro suggests (which organ has become some flaccid), and when Gibran spins on the floor to do the fellatio, Osmar feels again hiserection comes back. He prefers not to mind it in that moment.

Watch a video 

Just later, evandro inserts his cock in the birthday owner’s annus, previously protected by a condom, he kneeling on the bed, the boy upside, and the top’s hands pressing his legs against his abs and pecs. At the same time, Gibran sucks Osmar’s organ, kneeling at the bed head,and with his pupil’s face practically underneath his croach,who neither sees what he does what his sexual organ but he doesn’t miss detail of what happens just in front of his nose – the anal penetration in all its splendor.

At one in the morning, the three share the shower. Gibran insists in extracting the Evandro cock’s semen and he gets it. It tastes neutral, unflavored. Then, he tries with Osmar’s, that he has held masturbated and hard, but when he takes it into his mouth, it loses rigidness again.

“Forgive me, I’m some tired,” the trainer justifies.

Gibran understands it and prefers to masturbate on the tile floor. The semen shots fall to Osmar’s feet.

  

sábado, 13 de noviembre de 2021

La hermandad de la luna 7.2

En La Luna ya se inició el trabajo. Carlos ayuda a Tito a extender las mantas de tela sobre el suelo y a asegurarlas con piedras.

“¿Te has dado cuenta que al tamarindo le están saliendo nuevas flores?”, observa el gladiador.

“Parece que sí”, responde Carlos tras hacer una inspección a perspectiva de zorro, aunque jamás le dirá que podría estar ligado a la ceremonia de fertilidad que había realizado con Adán unos días antes. “Y eso que el frío ha sido fuerte”.

Unos cincuenta metros finca adentro, el propio Adán junto a Frank abren compuertas para humedecer el terreno que estaban arando la semana pasada.

“¿Y te dijo Owen a dónde había salido?”

“No; me parece que se tomó una señora siesta toda la tarde”.

“Mierda”, reacciona Frank.

“¿Por qué? ¿Has estado aprovechándote de mi sobrina?”, ríe el cuerpo de luchador.

“No, pues, no seas así”.

Adán sigue riendo.

“Normal, Frank. Solo recuerda lo que tu suegro te recomendó: usa forro o Owen te la mete en pose de perrito y sin vaselina”.

“Ni en sueños”, sonríe el muchacho, recordando cómo sentía el paquete del instructor entre sus nalgas mientras lo transportaba hacia la finca, la víspera.

El timbre suena, Carlos verifica en el circuito cerrado y acude a abrir. La camioneta entra, se estaciona y sus dos pasajeros descienden. Tito se acerca a saludar.

“Después de meses”, le sonríe Elga.

“el diésel para el tractor está en la parte de atrás; descárguenlo”, interrumpe Christian “Ah, y bajen la maleta del asiento trasero”.

Carlos y Tito se miran.

“¿Maleta?”, murmura el primero.

“Súbela al cuarto principal”, ordena el abogado.

Mira un video 

Se convoca a una reunión urgente en el despacho. Elga ocupa el escritorio que alguna vez perteneció a Manolo. Christian apoya sus redondas nalgas en uno de los filos laterales del mueble. Luce camisa blanca ancha, que magnifica su torso, jean desteñido y ceñido, que magnifica sus musculosas piernas, y mocasines negros deportivos que magnifican el polvo de la finca.

“Como saben, luego de lo ocurrido la semana pasada, la señora Elga Chávez viuda de Rodríguez ha asumido la propiedad de La Luna, así que también es su patrona…”

“Jefa mas bien”, interrumpe Elga.

“Bueno, jefa; y espero que le brinden la misma lealtad y esfuerzo que al señor Manuel cuando estuvo vivo”.

Carlos da un paso adelante y carraspea:

“A nombre de los trabajadores de La Luna, te damos la bienvenid…”

Le damos, Carlos”.

“Por favor, Christian”, interrumpe Elga otra vez. “Carlos, Tito, Adán y yo somos como familia. Bueno, espero que también… ehh…”

“Frank”, recuerda el más joven.

“Que también tú te consideres parte de nuestra familia. Todos, y recalco: todos, sabemos que si estamos aquí es gracias a que Manolo nos dio su mano en algún momento de nuestras vidas. Así que gracias, Carlos, por la bienvenida. Aunque… la razón por la que los reunimos aquí no es para un acto protocolar solamente, sino para informarles ciertos cambios que tendremos en la finca y que van a afectarnos a todos”.

Adán, Tito y Carlos se miran de reojo.

“Como saben”, prosigue Elga, “la muerte de Manolo nos tomó a todos por sorpresa y eso nos ha llevado a pensar el destino de sus propiedades. Ésta es la única que conservamos él y yo luego de casarnos. Y, por cierto, creo que Manolo siempre te va a estar agradecido, Tito, porque confiaste en su palabra, y él confió en la tuya”.

“Y donde quiera que esté, Manolo sigue confiando en mí”, agrega el gladiador.

“Y de eso se trata lo que vengo a decirles hoy: de confianza. Todos y yo sabemos que La Luna es uno de esos ejemplos extraordinarios de emprendimiento porque con sus diez hectáreas hace negocios que ni siquiera los agricultores asociados han conseguido. Las alianzas que hizo Manolo logran que llenemos contenedores, nos aprecien la calidad, nos paguen buen precio; en fin, somos una de las fincas más rentables de todo el valle de Collique. Y ustedes son los artífices de ese logro, chicos. Todos, sin excepción”.

Y los peones, como era de suponerse, comienzan a inflarse cual pavos reales.

“El asunto, chicos, es que yo tengo que reconocer algo: ésa ha sido la era de Manolo Rodríguez, un hombre que, como sabemos, lo mejor que pudo hacer fue dejar el ejército y lanzarse como empresario. No voy a repasar los negocios porque ustedes los conocen mejor que nadie”, elga les guiña un ojo y les sonríe coquetamente. “Pero si me preguntan a mí cómo continuar, mi respuesta es no sé”.

Ahora todos vuelven a verse preocupados, ya sin disimulo. Todos, menos Christian.

“Entonces, por más buena voluntad que yo tenga en sacar adelante este negocio, y por más capacidad que ustedes han demostrado todos estos años, yo siento que no llegaremos siquiera a tocar la valla que nos dejó Manolo”.

“Podríamos si trabajamos en equipo, Elga”, añade Carlos.

“Un podríamos no basta; un vamos dicho con mucha seguridad sí lo sería todo”.

“Vamos a hacerlo, entonces”, participa Tito.

“Hasta donde podamos, chicos”.

“¿Qué… quieres decir?”, Carlos ssuda frío.

“Que La Luna se pondrá en venta”, suelta Christian.

Como si una cascada de agua congelada se hubiese precipitado, así se quedan los peones. Elga mira al abogado como llamándole la atención.

“No era la voluntad de Manolo”, sentencia Carlos.

“Manolo ya murió; las cosas han cambiado”, acota el abogado.

“Tenemos contratos hasta fin de año”, recuerda Tito.

Elga y Christian se miran.

“Mira”, intenta hilvanar la nueva patrona. “Intentaremos negociar rreenganche laboral”.

“¿Y si no aceptan?”, dispara Tito.

“Les pagaremos beneficios como manda la ley”, indica Christian.

Hay un silencio en el despacho por varios segundos.

“Trabajaremos hasta el final, como a Manolo le hubiese gustado que lo hagamos”, participa Carlos y se va. Los otros tres caminan tras él y dejan el despacho.

Elga y Christian se quedan mirando.

“´Presentarán su renuncia”, carraspea el abogado. “Ya verás”.

“Cómo se nota que no los conoces, doctor Esteves”.

Christian camina y cierra la puerta del despacho con seguro, regresa donde elga, la toma en sus brazos y la besa en la boca.

“Ellos renunciarán. ¿Apostamos?”

Vuelve a besarla en la boca.

“Christian, la cámara”.

“Esa cámara solo se ve en tu laptop y en el celular de Manolo. Tú manejas la laptop, y el celular de Manolo… ahora es plástico quemado”.

Ambos continúan besándose. Christian comienza a pasear sus labios en el cuello de Elga y ésta lo abraza más y más fuerte. El ambiente comienza a hacerse más cálido. Elga regresa sus manos hacia el pecho de Christian y le desabotona la camisa hasta sacársela. Ella también le besa el cuello y poco a poco acaricia las tetillas del chico con la lengua. Él, por su parte, le saca la chaqueta de cuero e intenta hacer lo mismo con la blusa.