martes, 30 de octubre de 2012

Casa De-Formación (17): Día de playa

Hunks of Piura

El auto de la Comunidad del Buen Camino ha dejado la carretera y ahora toma una especie de trocha de tierra flanqueada a la derecha por un enorme cerro.

-          Esa es la silla de Paita – El Reverendo Alexander funge de guía turístico. – Dicen que allí se aparece el demonio, o ven OVNIs.

Al Reverendo Rafael le inquieta llegar a ver al hermano mar, de quien se ha separado hace como unas cuatro semanas.

El vehículo  arriba a una tranquera rudimentaria, hecha con troncos de hualtaco, una soga y una piedra. En una caseta de adobe, un joven, con una camiseta ceñida que dice “Regimiento MGP 015 Paita”, un short negro parecido al que suele usar Jorge y sandalias, se acerca a la ventanilla del conductor.

-          Buenos días. ¿a dónde van?

-           Buenos días, ¿cómo te llamas?

-           Henry. Henry Yamunaqué.

-           Soy el Reverendo Roberto González. Venimos a la casa de los Vallellano.

-           ¿Tiene carnet?

Sin quitarle los ojos de encima, pues el mozo de piel prieta es agradable físicamente (de la cabeza a los pies), el Reverendo Roberto le alcanza el documento. Henry lo verifica, lo devuelve y eleva la tranca.

-          Pasen señores.

-           ¿Hasta qué hora trabajas?

-           De aquí hasta la una.

-           Si quieres nos vas a ver.

-           Ya señor. Gracias.

Mientras Alexander se hace el desentendido, Rafael no oculta su extrañeza.

-          ¿Y esa invitación?

-           Rafael, me extraña la pregunta. ¿Acaso Dios no hizo la playa para todos?

Rafael siente que no tiene argumentos en ese momento, pues el horizonte comienza a aparecer y la brisa corre hacia su cara. Alexander lo mira de reojo. Roberto sabe que las podía cagar en ese momento, pero no tendría otra oportunidad.

 

La casa de playa es una construcción sencilla, de adobe color blanco, edificada en lo que parece ser un pequeño promontorio sobre la playa. Hay una torrecita de hierro oxidado con un tanque de agua en su cima.

El auto se estaciona frente a la entrada. Los tres bajan, y al unísono aspiran tan profundo como pueden.

-          Bendiciones al Altísimo por la naturaleza.

 

Tras acomodar las cosas dentro de la casa (y descubrir que sólo hay dos camas), los tres deciden disfrutar de la playa. Bajan una pequeña cuesta de unos dos metros y tienen una gran porción de arena a su disposición. Ni un alma a lo que alcanza la vista, excepto ellos.

A la derecha hay una colina que se adentra en el mar, y algo que parece ser un túnel.

- Bien, Reverendos. ¡Patos al agua! – Alexander se desnuda y corre hacia el mar, llega a la primera rompiente y se clava. Tras unos segundos reaparece en una cresta y saluda a sus compañeros de comunidad.

Roberto se desnuda también e imita al superior. Rafael lamenta no haber traído ropa de baño, pero si éstos dos se han metido con las bolas al aire… ¿por qué él no?

 

Tras nadar, y acomodar grandes toallas sobre la arena, Rafael se olvida del pudor y comienza a volearse con Roberto, mientras Alexander mira la escena echado, tomando sol. A veces Rafael hace unas salvadas dignas de olimpiada que revelan un ano pito entre aquellas nalgas con pequitas. El superior debe cerrar los ojos y pensar en otra cosa para evitar una erección.

De pronto, siente que alguien le hace sombra.

-          ¿Tú no juegas?

-           No Rafael, pero se me ocurrió correr por la orilla. ¿Vienes conmigo?

-           No. Quiero descansar algo.

-           OK. ¿Y tú, Roberto?

-           Bueno. ¿Por qué no?

Los dos comienzan a trotar en dirección de la cueva. Cuando parecen estar a punto de llegar, Rafael siente que no está solo. Voltea y ve que alguien baja el desnivel. En sólo segundos, mira si hay algo contundente cerca: la cuchilla suiza de Alexander está a la mano. Se abalanza a cogerla y abrir la hoja de la navaja.

El sujeto se da la vuelta.

-          señor. Soy yo, Henry.

Rafael reconoce al portero y se tira al suelo: su trasero queda mirando al sol mientras adopta la postura de cuerpo a tierra, o, mejor dicho, a la toalla.

-          ah, s-s-sí. ¿Q-q-q-qué pasó?

-           Nada. Los venía a ver, como me dijo don Roberto.

-           Ah, sí. Se fue a trotar por allá.

Rafael señala hacia la cueva. En efecto, los dos religiosos desnudos se acercan hacia ellos.

-          ¡Henry, viniste! ¿Quieres trotar?

-           ¡No! ¡Mas bien quiero darme un baño!

-           Entonces, calatéate. ¡Vamos al agua!

Con una gran sonrisa, y sin hacerse de rogar, el chico se quita la camiseta, el short, un ceñido slip y corre al encuentro del Reverendo Roberto.

-          Algo me dice que las marcas de bañadores quiebran en Piura.

-           Así es, Rafael. Desafortunadamente, no hay bañadores para chalones.

-           ¿Chalones?

-           Vergones, pues.

Rafael y Alexander se ríen a carcajadas, y por fin el primero decide girar y mostrar las joyas de su familia, aparentemente, consagradas en celibato. Al fondo, Roberto y Henry salen y entran entre las olas, el segundo con mayor maestría que el religioso.

-          Nada que hacer. Ésta es gente de mar.

 

Tras el almuerzo, Henry y Roberto deciden caminar hasta la cueva, mientras los otros dos religiosos descansan un poco en la casa.

-          ¿Llevasu cámara?

-           Sí. Me has intrigado con lo que hay después de la cueva.

-           Vamos rápido antes que suba la marea.

Al bajar a la playa, los dos repiten el ritual de desnudarse, y emprender la marcha a paso ligero.

Al trasponer la oquedad, el espectáculo conmueve a Roberto: una suerte de abismo escalonado con piedras en tonos de grises a rojizos se elevan hasta donde alcanza su vista, formando una pared en forma de U, que se cierra en otra colina pétrea adentrada a la mar, y reaparece más allá a manera de islote, que las olas cubren y descubren rítmicamente. En el medio, un pedazo de tierra de unos 50 metros., que es toda la playa.

-          De la puta madre. ¿Cómo se llama aquí.

-           Aquí le decimos El Moridero, porque allá arriba vienen a morir los pelícanos, gabiotas, todas las aves de por acá.

Roberto prende la cámara y comienza a tirar fotos como desesperado.

-          ¿Sabes manejarla?

-           ¿Cómo es?

-           Miras por esta pantallita, presionas este botón, y ya.

Roberto corre a treparse cuidadosamente en una de las gradas, cuidando de no rasparse, y comienza  a posar.

-          ¿Pero así quieres las fotos?

-           ¿Cómo así?

-           Así pues. Calato.

-           ¡Como las huevas!

El moreno desnudo posa tanto como puede, y como puede. Eleva una pierna, se recuesta sobre la roca, se pone en cuclillas… el pene flácido y las bolas cuelgan en cada encuadre.

-          A ver, cómo salieron… Oye, no está mal. Tienes ojo para la fotografía.

-           Gracias.

-           ¿Te tomo fotos?

-           Pero…

-           Ah, perdón. Estás calato.

-           No, no es eso, sino cómo me las mandarás.

-           Yo te las traigo. Palabra.

-           ¿seguro?

-           Si, porque tenemos que regresar en quince días.

-           Ya pues.

-           ¿O es que te paltea posar sin ropa?

-           No, para nada. Ya lo hice antes.

-            ¿Sí? ¿Cuándo?

-           Cuando servía en la Marina, hace dos años.

-           ¿Y cómo fue?

-           Un día que salimos de descanso, nos fuimos a un bar a tomar unas chelas. Un gringo me hizo el habla, y me dijo pa’tomarme fotos calato. Fuimos a un telo y ya. Me tomó con ropa, con calzoncillo, calato, con la pinga parada, y ya. Después me pagó quinientos soles.

-           ¿Y las fotos?

-           No sé. Nunca más lo vi. Le di mi correo, pero nunca me las mandó.

-           Pero yo no puedo darte plata.

-           Normal. No te  preocupes. Yo sé que me las traerás. Mas bien, tómamelas… antes que suba la marea.

Henry toma posición y se luce como un modelo experimentado. Sabe cuándo sonreír, cuándo torcer la boca, o cuándo no hacer gesto alguno; maneja sus ángulos. Tiene pectorales, bíceps, abdomen, piernas y glúteos marcados e hinchados, sin ser un  cuerpo de culturista o algo por el estilo. Su verga, algo grande e incircuncisa, está coronada por una matita de vello púbico evidentemente recortado, y el escroto es lampiño.

Cada pose es sensualidad pura y natural. Roberto entiende por qué aquel gringo lo llamó. No deja de tirar fotos.

-          ¿Dices que también te tomó con la pinga parada?

-           Sí.

-           ¿Y no te dio vergüenza?

-           No.

-           Pero… ¿te costó ponerte la verga dura?

-           No. Se me para al toque.

-           ¿En serio?

-           Sí. Mira.

De la nada, Henry comienza acariciarse su miembro, y éste crece evidentemente. Rafael deja de obturar, entreabriendo su boca.

-          No dejes de tomar fotos, si no se baja.

-          El moreno acata la orden. Reinicia la sesión. Entonces, Henry muestra su falo completamente erecto, al que comienza a masturbar. Lo mira, y mientras se autocomplace, mira a la cámara con un gesto arrecho, de modelo triple X.

Roberto no puede contener su erección tampoco.

En un momento determinado, Henry se reclina sobre la roca, cierra los ojos, comienza a tener espasmos.

-          Las voy a dar.

Un gran chorrro de semen se dispara hacia sus pectorales, otro hacia su abdomen, otros dos inundan su ombligo y el último se dispersa entre su mano derecha, que aferra su miembro. Todo queda registrado en las fotos.

-          También estás arrecho, ¿no?

Roberto recién es consciente de su excitación, y se avergüenza un poco.

-          Disculpa.

-           Como las huevas. Ven acá.

El religioso se aproxima y siente que la mano del exmarino se apodera de su gran pene. Lo masajea fuertemente.

-          ¿Tienes condones?

-           Aquí no.

-           ¡Qué mierda! Sóbamela en el culo.

Henry se voltea y le ofrece las nalgas a Roberto, quien encaja sus casi veinte centímetros  en medio de la raja, balancea su pelvis. En un par de minutos, ráfagas de leche se proyectan sobre la espalda de Henry. Ambos jadean.

-          Me voy a lavar.

Apenas Henry corre un trecho, cuando por la puerta del túnel aparece Alexander.

Hay unos veinte metros de distancia. El superior sonríe y vuelve tras sus pasos.

Roberto se siente desconcertado, mientras una olita rompe a sus pies. La marea ha comenzado a subir.

 

Por la noche, Henry se queda con los tres religiosos en la casa. Sus padres están en Paita, no hay nadie en su casa, y, para colmo, no le dejaron la llave.

Entre las provisiones hay jamonada, pan integral, frutas en conserva, y dos botellas de vino. En esa secuencia se fue consumiendo todo. De fondo, rock de los noventa.

La conversa es distendida, y el vino se agota entre los chistes de alexander, los relatos ‘surfer’ de Rafael y las vivencias de Henry en el servicio militar, aún vívidas a sus 22 años.

Con el último sorbo de vino, se apaga la música y todos se van a dormir.

Tal como lo decidieron más temprano, Rafael y Roberto comparten una de las camas; por lo tanto, Henry se irá con Alexander. Parece que la brisa marina se llevó por el éter el título de “Reverendo”.

Tras orar, Rafael y Roberto se van a su dormitorio. Se desnudan, se acuestan, conversan cinco minutos después de darse las buenas noches, y, sin quererlo, se quedan dormidos.

A medianoche, Rafael siente la necesidad de orinar. Va al baño sin hacer ruido. Antes de entrar, siente unos jadeos apagados. No le toma interés (“debe ser la brisa”). A tientas encuentra el inodoro, y dispara su chorro.

Al regresar a su cama, y acostarse, sus manos se topan con el trasero de Roberto. Es suave al tacto. Lo que no es suave es cómo su pene se llena de sangre y se agranda hasta sus dimensiones colosales.

Rápidamente le da la espalda a su compañero de lecho, de cuarto, de comunidad, y recuerda vagamente que la castidad no aplica para su mano.

No puede ver dónde eyacula en medio de la oscuridad, pero tiene fe que el piso de barro apisonado, absorba su masculino fluído.

Por fin, puede dormir.

En el otro dormitorio, Alexander y Henry no dejan de batallar sobre el colchón que han bajado al suelo. Como consecuencia de la refriega, ambos pierden además de sudor, aquel líquido blanco pegajoso, cuya salida viene precedida de un intenso cosquilleo en el bajo vientre y una gran, enorme sensación de bienestar.

Mañana, antes que los otros dos lo descubran, Henry se deshará de los pedazos de papel

 

higiénico y de los tres condones que Alexander usó para penetrarlo por el culo.

 

(CONTINUARÁ…)

 

Escrito por N-Ass. ©2012 Hunks of Piura Entertainment. Esta es una obra de ficción: cualquier parecido con nombres, lugares o situaciones es pura coincidencia. Escribe al autor: hunks.piura@gmail.com o deja tu comentario aquí.

domingo, 28 de octubre de 2012

"El Vigilante",nuestra nueva novela

Hunks of Piura

No tiene que ver nada con la serie de TV, pero también tiene a un guardia particular como protagonista. Se trata de la nueva novela que publicaremos en este blog.

El Vigilante cuenta la historia de Marcos, un joven campesino, quien se acaba de licenciar del ejército, y tiene que defenderse en la vida.

Tras una decepción con su primera pareja gay, decide dejar el campo y comenzar una nueva vida en la ciudad, y en su esfuerzo por ganarse el pan, comenzará una serie de aventuras con diferentes patas que lo emplean o están relacionados con sus empleadores.

Debido a su experiencia y su apariencia, la única chamba que consigue es la de vigilante, aunque su sueño es convertirse en un destacado deportista de las pesas, pero le falta dinero.

¿Y qué sentido tiene todo eso? Bueno, tendrás que seguir la historia, que se comenzará a publicar desde esta semana aquí.

La novela, fruto de la más completa ficción, está escrita por Hunk01, el mismo de La Parcela.

Como siempre, tus aportes en la historia son claves. Déjalos en hunks.piura@gmail.com, o en nuestra cuenta en Facebook, buscando con ese correo electrónico, o comentando aquí.

jueves, 25 de octubre de 2012

La Parcela (24 - final): Mi parte de la herencia

Hunks of Piura

En una vieja moto, José y Pancho no dejaron de preguntar a lo largo del camino por la camioneta de Jano.

Debido a la hora de la mañana, muy pocas personas pudieron dar referencias, ya que el vehículo había pasado a velocidad, hasta que estuvieron a pocos kilómetros de un control policial.

-          ¿Nando habrá sido tan avezado que passó en las narices de la Policía?

-           Si supieras, José. Ese huevón se acostó con jueces, fiscales, policías… una vez nos contó que lo contrataron para una orgía.

-           Sí, ya sé cómo es eso.

-          Una señora apareció por un costado del camino, maldiciendo. Pancho y José se miraron extrañados.

-           ¿qué pasó, madre?

-           Un blanquiñoso desgracia’u pasó a la carrera, y casi se lleva mis ovejitas.

-           ¿En una camioneta negra?

-           Sí, por ahí se jueron.

-          La mujer señalaba un desvío de tierra. José arrancó la moto y se acercó.

-           Es la huella, huevón. ¡Se fueron por aquí!

-           Señora. Avise a la ronda, a la policía. ¡están secuestrando a una persona!

-           A ver, ¿cómo es eso?

-           Señora, no pierda tiempo. Que sigan el rastro de la camioneta.

 

En otro automóbil, Jerry y Raúl, desesperados, llevaban a César mal herido y casi inconsciente.

-          Resista, doctor. Ya casi llegamos al hospital.

-           ¿Jerry, ¿viste a Pancho y José?

-           No, no me di cuenta.

-          El control policial detuvo la carrera del auto.

-           ¿Por qué el apuro, maestro?

-           Jefe, llevo un herido.

-          El atlético policía se acercó. Era el mismo que semanas antes había parado a Jano, para pedirle documentos. Se aproximó a la ventanilla.

-           ¡Doctor! ¡Mierda!

 

en un desvío imperceptible, cubierto de algarrobos, Nando, quien punzaba con una navaja el costado de Jano, ordenó detenerse.

Se quedaron inmóviles y callados por largos minutos. Nando temblaba, y Jano estaba cargado de una inusual tranquilidad, teniendo en cuenta que el filo punzocortante podría rasgarle la ropa y la piel en cualquier instante.

-          ¿Y ahora qué, Nando? ¿Me matarás? ¿Repetirás la historia de tu padre?

-           ¡Calla, mierda! ¡No tienes ni la más puta idea de quién fue mi padre!

-           Ya no es un secreto. Por lo menos, no en la parcela.

-           Mira, huevón. Bueno fuera que Zacarías hubiera sido mi padre, pero él sólo me firmó.

-           Entonces, ¿por qué haces todo ésto?

-           Porque también soy dueño de esa parcela.

-           ¡Por favor, Nando! Fuimos pareja, pero eso…

-           ¡Calla, imbécil! Se nota que no sabes nada. María, mi madre, la que tu vieja botó como una perra, cometió el error de meterse con tu viejo.

-           ¿qué dices?

-           Cuando tu vieja la botó, mi mamá estaba embarazada de mi.

-           No. No puede ser. ¿quieres decir que tú… y yo… somos… ¿

-           Así es… hermanito. Tu familia nunca nos quiso dar nuestro lugar, y mi vieja sufrió lo que no sabes para sacarnos  adelante, para conseguirme una carrera. ¿Crees que lavando ropa vas a tener una vida digna? ¿Crees eso, carajo?

-           Pero Nando, pudiste haberlo hecho de otra forma.

-           Si tu vieja no nos dejaba, mierda. Cuando te conocí en esa disco de ambiente, y supe quién eras, prometí que recuperaría lo mío. Y hoy es el día.

-          Nando volvió a poner la navaja en el cuello de Jano.

-           Adiós, hermanito.

-          Un trueno, seguido de un cristal hecho trizas se oyó. Nando sonrió pendejamente… y se desvaneció en el asiento. En el vidrio, un gran salpicón de sangre se imponía sobre el fondo verde del bosque seco, húmedo por la lluvia.

-          Jano también se desvaneció.

 

O0o0o0o

 

En su cuarto, los besos apasionados entre Pancho y Raúl no cesaban. Las caricias eran interminables. Apenas había amanecido, y ambos salían de la ducha, apenas cubiertos por la cintura, en una toalla.

Pancho deshizo el nudo de la de  Raúl, y la tiró sobre la cama. El pene del chico estaba creciendo poco a poco. Nuevos besos y caricias. Raúl aprovechó para repetir el gesto con Pancho.

Así, totalmente desnudos, con una erección en progreso, se echaron sobre la cama. El cuerpo musculoso de Pancho descansaba sobre el físico marcado de Raúl. Su pelvis comenzó a masajear la del chico bajo su piel. En cuestión de un minuto más, ambas vergas estaban durísimas y secretando fluído pre-seminal.

Pancho rodó, dando la oportunidad de que Raúl ocupe su lugar y el turno para que frotara su pelvis. Raúl besó el cuello de su enamorado, y un gemido se escapó. Las piernas de Pancho se elevaron hasta aprisionar la espalda de Raúl.

-          Métemela por el culo.

-          Raúl sacó un condón de su mesa de noche, y comenzó la lenta penetración. Pancho jadeaba, de tal manera que la introducción de los 17 centímetros de su amante, amigo y todo lo que él quería, fueran más placenteras.

-          Cuando Raúl concretó la penetración, comenzó a moverse con más fuerza y a gemir. Sus manos se paseaban por las inmensas nalgas de Pancho, por su pecho, pellizcaba cariñosamente sus tetillas hasta verlas erectarse. Pancho no se quedó atrás: acariciaba todo lo que tenía al alcance de su mano.

-          De pronto, vio un gesto conocido en el rostro de Raúl.

-           ¿Las vas a dar?

-           Sí, mi amor.

-           Aguanta.

-          Pancho hizo que Raúl retirara su pene, tomó otro condón, se masturbó un poco y se lo puso hasta que su pinga se puso dura como roca.

-           Siéntate, amorcito.

-          Raúl colocó el glande de Pancho en su ano, y poco a poco fue bajando hasta que desapareció toda la pija dentro de su culo.

-           Así, mi amor. Cómetela toda.

-          Raúl estuvo brincando y dándose un masaje con los 19 centímetros de gruesa carne.

-           Pancho, me gustas tanto, amor. Te amo, carajo. ¡Te amo!

-          Pancho acariciaba a Raúl con pasión, hasta que sintió la inminencia del orgasmo.

-           Me vengo, me vengo.

-          Raúl levantó su culo y se sentó sobre los voluminosos muslos de su chico. Ambos se la corrieron hasta casi eyacular al mismo tiempo sobre el pecho y el abdomen de Pancho.

-          Raúl se agachó para besarlo profundamente en la boca, hasta que escucharon un claxon conocido.

-           Son ellos. Lavémonos y vamos.

 

En el estacionamiento principal de la parcela, José y Jerry recibiían a Jano y David.

-          ¿Qué tal el viaje, Jano?

-           Ahí, como siempre, José. ¿Todo en orden?

-          Casi atropellándose, Pancho y Raúl aparecieron a saludar. Como venían vistiéndose en el camino, Raúl terminó con el polo al revés. Todos se rieron.

-           ¿Cómo está Wilfredo, Jano?

-           Bien, Raúl. Mucho mejor. La vaina es que su juicio saldrá en un par de meses más.

-           Mierda. Y recién lleva dos mesesadentro. ¿Crees que lo condenen?

-           Tuvo relaciones con un chibolo de 16. todo lo incrimina, Pancho. La buena noticia es que como aceptó su culpa, puede que le reduzcan la pena.

-          Pancho se disculpó y fue a ver su mochila para ir a la ciudad. Hacía un mes que sus clases comenzaron de nuevo. Raúl lo ayudó.

-           Todo estará bien, mi amor. ¿Nos vemos esta tarde?

-           Claro. Te amo, Pancho.

-          Ambos se besaron en la boca. El moreno musculoso y culón salió a tomar su carro. Raúl, Jerry y David se fueron a la cocina. Sólo quedaron José y Jano. El capataz vestía su clásico polo ceñido y un jean que, aunque suelto, le marcaba la musculatura; el dueño de la parcela con sus clásicos polos de Looney Tunes, y sus bermudas playeras.

-           Qué lindo que Pancho y Raúl se entienden.

-           Sí, José. Chambearon duro todo el verano.

-           Bueno, sí, me consta. Todas las noches los oía follar como locos.

-           Jajaja, José. Fue una de las pocas cosas buenas que hizo Nando.

-           Puede ser. ¿Cómo quedó Gabo?

-           Hoy comienza a estudiar Cocina. Espero que no le serruche el puesto a Jerry, jajajaj. Además, acompañará a mi vieja.

-           Jano, ¿y qué dijo ella de tu decisión de modificar el testamento de tu viejo?

-           No lo acepta, pero le hice entender que es lo legal. La vieja de Nando tiene todo el derecho del mundo a recibir una parte de la parcela. Yo hablé con la señora, y le dije que todos los meses iba a recibir la parte proporcional de las ganancias.

-           ¡Qué mierda! O sea, se salió con la suya ese huevón de Nando.

-           Aunque no nos guste, es lo justo. Además, existe el parentesco.

-           Aunque Nando nunca se comportó como tu hermano. Aprovechó su pinta de modelo, culturista y actor porno para seducirte y estafarte.

-           A mi, a David, a Jerry, a Raúl, a Pancho, hasta el pobre de Gabo. ¿sabes que Gabo se siente pésimo por ser quien delató a Wilfredo?

-           Cuando Wilfredo me dio las llaves, me dio mala espina. Pero cuando Gabo me lo contó todo, en la ducha, no me quedaron dudas. Supe que estabas en peligro, Jano. Temí perderte otra vez.

-           Y siempre te lo agradeceré, José. Sin tu astucia, tu garra y… bueno, y el cariño que me tienes, quizás no estuviera aquí para contarlo. Te debo la vida.

-           No fue nada, Jano. Te lo prometí. ¿Y cierto que trasladaron a Zacarías?

-           Sí, aunque la novedad es que quiso escaparse del otro penal… y lo mataron.

- ¡Mierda! De veras, ¿Nando se recuperará?

-           Los doctores dicen que no. La pedrada fue tal que casi pierde la visión, pero se quedó mudo… y cuadrapléjico. Aunque va a pasar rehabilitación, los doctores creen que el resto de su vida… pucha, pobre Nando. Si lo vieras, está adelgazando. Peor ahora que sabe que César lo ha denunciado, encima está mi denuncia. Pobre, se jodió la vida.

-           Qué tal puntería la de ese rondero. Al menos la familia de Nando podría invertir la parte de sus ganancias en la rehabilitación. Dicen que es cara.

-           Eso espero, porque su primo no me da confianza.

-           Pero, tú tranquilo. Todos aquí somos de tu confianza, Jano.

-           Hace un momento insinuaste que no debía confiar en los fortachones, cuerpo de culturista, stripper y actor porno… entonces, ¿qué hago contigo, José?

-           Puta. Nos vamos a las patadas.

-           ¡es broma, cojudito! Espero que algún día pueda corresponderte tanto como tú me aprecias.

-           No te aprecio, Jano. Te quiero con toda mi alma. Pero… tienes razón. Esperaremos.

-          Jano tomó la mano de José y la apretó.

-           Las cosas serán mejores para todos. Ya lo verás, José.

-          Ambos se miraron fijamente. Los ojos de José comenzaron a llenarse de lágrimas. Jano lo miró con una nueva expresión. ¿Acaso era hora de voltear la página… o repasarla?

-           Yo también te quiero, José.

 

FIN.

 

Escrito por Hunk01. ©2012 Hunks of Piura Entertainment. Esta es una obra de ficción: cualquier parecido con nombres, lugares o situaciones es pura coincidencia. Escribe al autor: hunks.piura@gmail.com o deja tu comentario aquí. Si quieres repasar toda la serie, haz click en la etiqueta “la parcela”, o busca en Google como “hunks Piura la parcela”.

martes, 23 de octubre de 2012

Casa De-Formación (16): Un casting

Hunks of Piura

Casi automáticamente, Rafael se despertó a las seis de la mañana. Estaba orientado a la ventana, como vigilando la llegada del día. Justo enfrente, Roberto, desnudo y empalmado. Rafael también lo está (siempre al despertarse lo está). Los dos compañeros de cuarto se han acostumbrado a dormir sin cobertor alguno, y a descubrir que algunos reflejos involuntarios de su cuerpo –eso esperaba Rafael- se tomen de la manera más natural posible.

La verga de Roberto es grande y gruesa. Una gota de fluído transparente asoma en la punta.

Rafael, sin advertirlo, lleva su mano al suyo.

Sin necesidad de compararlo uno contra el otro, el suyo supera el trozazo que se yergue enfrente.

Cuando Roberto abre los ojos, Rafael hace una maniobra súbita y se queda boca abajo, ocultando su falo.

-          Buenos días. ¿Listo?

-           Sí… ¡listo!

 

El desayuno del sábado está inundado por el entusiasmo de las horas restantes para quedarse libres.

-          Bueno chicos – dice el Reverendo alexander -, quedan a cargo de Jorge. Ya saben, nos vemos mañana. Bendiciones.

En menos de quince  minutos, los tres religiosos de la casa liberan el estacionamiento, y son los primeros en comenzar el fin de semana.

Jorge agrupa a los cuatro formandos y los divide en parejas: Jonatan y Manuel se encargarán de ordenar el patio que se usa como lavandería y el balcón interno del segundo piso; en tanto, Pedro y Darwin, el acceso de la puerta a la sala y la cochera.

 

En la azotea no hay mayor novedad. Entre conversación y conversación, Jonatan y Manuel ordenan las pilas de papeles y terminan ahorrando espacio que todos podrán usar para colgar la ropa, lavar, o tomar el sol. Toda la papelería queda clasificada.

-          Recuerdo que en la tienda donde trabajaba, la dueña se lo vendía a un reciclador. A lo mejor podemos conseguir algo de dinero para la casa –, observa el cuerpo griego, a lo que Manuel sonríe, asiente y colabora.

-          En el primer piso, los otros dos muchachos no se quedan atrás: le descubren a la cochera más espacio del que el auto ausente ha dejado libre.

De pronto, entra Jorge. Trae algo en su mano izquierda.

-          ¿Quién quiere probar suerte en el mundo del porno?

Pedro y Darwin se miran. Jorge les enseña, por fin, lo que lleva: una cámara fotográfica, y lo sella con esa sonrisa inexpresiva que dice más de lo que cualquiera podría pensar.

-          Pedro, disimuladamente, anda al baño del Reverendo Alexander. Dúchate, y… ni una palabra de esto.

El culturista le alcanza la llave, y el chico, raudamente, obedece.

-          ¿Estás seguro de lo que estás haciendo?

-           ¿Qué pasa Darwin? ¿Arrugas? Es sólo una prueba. Si funciona bien. Si no, ya sabemos que no.

-           ¿Le tendré que lamer el culo?

-           Si quieres, pero no te preocupes que ese huevón se baña a fondo.

Diez minutos después, Darwin releva a Pedro. Parece que la casa está sola, pero le inquieta saber si sus otros dos compañeros siquiera sospechan lo que está a punto de pasar. ¿Y si el Reverendo se entera? ¿No se supone que fue a consagrarse en el celibato… o eso era sólo con las mujeres?

Cuando Darwin retorna, Pedro está algo más coqueto que cuando lo conoció. Jorge le alarga un vaso de vidrio con un líquido rojizo.

-          ¿Qué es?

-           Normal. Confía en mi. Es vino.

Darwin lo cata. Efectivamente, lo es. Conforme lo ingiere, siente que se relaja, y entiende la soltura de su compañero de cuarto.

Entonces, Jorge cierra la puerta de la cocina y enciende el fluorescente, prepara la cámara y comienza a tomar posición.

-          Bien… abrázense… eso… acarícialo… así… beso superficial… eeeso… así… hagan que se me pare el huevo…

Los dos improvisados modelos se recuestan sobre una pared mientras sus bocas se exploran mutuamente.

-          quítale el polo… no muy rápido… eso, así… bésale el cuello… bien… ahora las tetillas… cara de arrecho, Pedro, cara de arrecho… bien… ahora quítale el polo a Darwin… normal, tíralo en el suelo… lento… bien… bésalo en el cuello también… arréchate Darwin… ¡no mires a la cámara!... arréchate., haz de cuenta que no estoy aquí… bien, Pedro, bájale el short… ¡exacto! Lento, lento, lento. ¡Mierda, ya estás armado!... bájale el calzoncillo… mastúrbasela… lento, lento… eso… chúpasela… así…. Despacio… contrólate Darwin… disfruta… los huevos, Pedro, chupa los huevos…

Jorge no deja de obturar, y moverse alrededor de su talento.

-          A la pared Pedro… agáchate… así…. Párame el culo…. Eso… lámele el culo, Darwin.

El aludido mira a Jorge. Duda.

-          Normal. Te enseño.

El fortachón se arrodilla y comienza a practicar sexo oral anal, mientras Pedro se retuerce y gime de gusto.

-          ¿Viste? Es fácil.

-           A ver.

Darwin acerca su cara al trasero de Pedro, traga saliva, saca tímidamente la lengua. Con cierto asco, se acerca al esfínter.

-          ¡No pues! Abre la boca, saca toda la lengua, si no, no se verá nada.

Darwin obedece y al primer lengüetazo, comienza a sentir náuseas.

-          aggg. Qué asco.

-           Oye, pero si me lo he lavado.

-          Jorge siente que Darwin se ha desconcentrado, así que prefiere obviar ese paso; saca un cojincito de su bolsillo, lo abre y se lo da a Darwin.

-           Sóbatelo en tu pinga.

Darwin lo hace.

-          soba tu pinga en la raja de Pedro.

Darwin siente que de nuevo recupera bríos, acerca su pelvis a las nalgas de su partner, y comienza a estimular su miembro que ha perdido rigidez durante el frustrado beso negro. Jorge prepara la cámara de nuevo.

-          Ahora escúchame bien: se la vas a meter, y cuando sientas que la vas a dar, la sacas y te vienes en su espalda. ¿Entendido?

Darwin asiente. ¿así de pesadas son las fotos que miraba en Internet a hurtadillas, cuando pedía una quina para ir a las cabinas de la esquina de su casa?

Finalmente, su pene adquiere dureza. Jorge le da un condón.

-          despacio… poco a poco… así… ya… ya casi entra todo… ¡despacio Darwin!... no te atolondres… así… eso…. Muévete despacio… eso… Arrecho, Pedro… perfecto… sigan…

Darwin continúa meciéndose por unos diez minutos más, hasta que siente un orgasmo en progreso. Intenta contenerse, pero no puede. Saca su pene, le quita el preservativo, y deja que su blanca leche chispee sobre la espalda baja de Pedro.

-          Voltéate Pedro… bésalo… perfecto… queda… Están excelentes los dos… ¿Quieren ver las fotos?

 

A la hora del almuerzo, todos conversan, menos Jonatan, quien luce serio.

Terminan, lavan los platos, bajan sus cosas para partir. Jorge los despide muy amablemente.

-          Chau Jon.

-           Chau.

Jorge tiene una mala espina respecto a Jonatan. ¿Los habrá visto? ¡qué mierda! Como si fuera tan santitto como quiere aparentar…

Escrito por N-Ass. ©2012 HHunks of Piura Entertainment. Esta es una obra de ficción: cualquier parecido con nombres, lugares o situaciones es pura coincidencia. Escribe al autor: hunks.piura@gmail.com o deja tu comentario aquí.