sábado, 26 de diciembre de 2020

Máximo bebe la proteína de un deportista

"No puedes promover la condonación de su préstamo", recordó Sofiano.

"¿Por qué no?", preguntó Máximo casi desafiante.

"Porque ése es un negocio entre privados y ahí no tenemos mucho que hacer, salvo que tú te ofrezcas a pagarle las cuotas".

"Se las pagaré", confirmó el consejero. "Mientras tanto, podríamos hacer algo contra los intereses".

"No podemos, y aunque lo hagamos, no será retroactivo. ¿Y cómo es eso que le pagarás las cuotas?".

"Bueno, Sofiano, tú estudiaste leyes así que tú buscarás alguna solución porque son votos en juego".

Máximo se levantó de su cómoda silla y tomó unos papeles.

"Tres de cada diez votos vienen del campo, y de esos tres dos podrían ser nuestros... uno en cinco... ¿No es demasiado riesgo para tan poco rédito, eh, Max?"

El consejero se acercó a su asesor, le palmeó su firme y redonda nalga y le dio un besito en los labios.

"Esa pinga valió la pena", sonrió Máximo.




Esa tarde, Máximo buscó una forma saludable de distraerse. Fue hasta el club para entrenar un rato. Casi no había alumnos, pero pudo reconocer tres máquinas más allá a un rostro, un porte y un cuerpo que ya había visto antes en la televisión y los diarios. El otro hombre estaba en lo suyo, o parecía estarlo.

"¿Ése no es el que juega en primera división?", le preguntó a su musculoso instructor, quien, como siempre, vestía un bibidí y una trusa que le marcaba todo, en especial el culo y el paquete.

"Sí, ése mismo es. ¿Te lo presento, Max?"

"No", desvió el consejero.

De pronto, el deportista pareció desvanecerse. Máximo prefirió restarle importancia.



Al terminar su rutina, Máximo se fue directo al vestuario. Aunque evitaba hacerlo, la agenda de pendientes una vez que saliera del club se le agolpaban en la cabeza: reuniones, revisiones, plenarias, declaraciones. Había luchado varios años por tener esta posición así que no podía quejarse. Pasó a la ducha, se quitó la toalla, se metió al espacio con baldosas blancas y dejó que el agua recorriera su cuerpo. Entonces sintió que alguien pasaba detrás.

"Buenas tardes", le saludaron. Era el deportista, marcado de pies a cabeza, desnudo, lampiño, vello púbico rasurado, pinga y huevos largos y relajados.

"Hola", contestó Máximo, sonriendo.

Ambos se asearon en silencio. Máximo estaba cerrando la ducha y tomando la toalla cuando escuchó que le hablaban.

"¿Tú eres el consejero, no?"

"Sí", respondió Máximo. "Y tú... bueno, ya sabes".

El deportista sonrió:

"¿Van a sacar ya el Código del Deporte?".

"Entiendo que están en éso, tú sabes que eso se ve en comisiones y yo no estoy en ella".

"Ah", replicó el deportista mientras se echaba jabón en sus nalgas tipo burbuja.

Máximo estaba dejando las duchas cuando un rayo de luz iluminó su cerebro.

"¿quieres que se incluya algo?", preguntó al deportista, quien metía su mano llena de jabón en medio de la raja de su trasero.

"¿No sabes qué han incluído?"



Media hora después, Máximo terminaba una llamada en su celular. Estaba en un cuarto pequeño y fresco del mismo club, totalmente desnudo, en un ambiente privado que él desconocía. Dejó el aparato en una repisita. En una camilla de descanso estaba el deportista aún desnudo. Máximo se volteó a verlo.

"Ya escuchaste", le dijo.

"Parece que no le falta nada", dijo el deportista. "Solo que lo aprueben porque ya tienen como un año discutiendo y nada".

"Priorizar el dictamen", repuso Máximo.

"¿Puedes hacerlo?", averiguó el deportista mientras una de sus manos acariciaba su pene, el que lentamente comenzó a ganar más longitud y grosor.

"Podría". el consejero se quedó concentrado viendo cómo se concretaba la erección.

"¿Solo... podrías?"

"Puedo", susurró Máximo.

El pene del deportista ya estaba duro.

"Hazlo, por favor".

Máximo se recostó con la cara a la altura del falo y comenzó a chuparlo- Trató de tragárselo todo pero fue complicado. Lamió el glande, el tronco venudo, el rasurado vello púbico, las bolas y hasta debajo de ellas.

"Chúpalo", pidió el deportista.

Máximo volvió a meterse la verga en su boca mientras lo masturbaba con una de sus manos.

"¿La quieres en tu culo?", preguntó el chico de lindo cuerpo.

"No tengo forros... a menos que tú..."

"Tampoco tengo, pero estoy sano", aclaró el deportista.

Máximo siguió chupándola. No quiso correr el riesgo.

"¿quieres mi proteína, no?"

Máximo sintió cómo la boca se le inundaba de semen. Se lo bebió.



Al día siguiente, Sofiano estaba más sorprendido que antes.

"¿Código del Deporte? No es tu comisión".

"Solo hazlo. Que aceleren el dictamen".