jueves, 11 de julio de 2019

En vez de seguir discutiendo con ella, me buscó para cachar

Soy un ingeniero informático que hace muchos, muchos años que salí de mi ciudad para hacer una carrera más competitiva en Lima. Sin embargo, no he perdido el contacto con mi ciudad y de vez en cuando regreso a visitar a alguna familia, ciertos amigos y ver algunos negocios de mis papás que ya no viven allá. En realidad, regreso para deshacerme de esos negocios puesto que mis papás han comenzado una nueva vida en otra parte, están lejos, y lo que menos quieren tener ahora son preocupaciones. Por éso fue que hace poco estuve allí para vender la casa donde crecimos. Hubo ofertas de compra, pero ninguna me convenció.

La última tarde que pasé allá me crucé con algunos amigos del colegio quienes me dijeron esa noche para juntarnos y tomar unas chelas. Yo les dije que sí por puro compromiso, porque, la verdad, lo que menos quería era juntarme con ellos. Ya sabía que ellos pondría las cuatro primeras, y el resto de la caja me la iban a terminar chantando, y yo, la verdad, no mantengo a nadie excepto mi familia. Por otro lado, esa noche iba a quedarme solo allí en la casa donde no había nada, solo un colchón con mi bolsa de dormir en lo que alguna vez fue mi cuarto. Encima era viernes. De que iba a aburrirme, iba a aburrirme. Podía ir a una disco pero iba a ser la misma cosa, y al día siguiente quería regresar a primera hora.

Estaba en esa reflexión, cuando al doblar la esquina me topé, casi me choqué, con Fico, el cuñado de uno de mis amigos, que ahora trabaja como profesor de Educación Física y que era un gran futbolista cuando yo vivía en la ciudad. Bueno, no sé si aún continúa siéndolo porque, a juzgar por el polo entallado y el jean pitillo que vestía, no había perdido la forma. Yo, para ser sincero, cuando salí de la universidad no tenía un cuerpo atlético lo que se dice atlético, pero me veía bien. Con los años me he descuidado un poco pero siempre me doy tiempo para salir a correr tempranito en la mañana y, digamos que estoy en condiciones aceptables. Pero volvamos con Fico.
"¡Rubén, a los años!", me dijo y me dio un cálido abrazo. "¿Cuándo llegaste?"
"Hola, Fico", le respondí, no sin extrañarme por el abrazo porque cuando vivíamos hace años apenas si nos levantábamos las cejas. "Vine hace dos días, me voy mañana".
Le expliqué la razón de mi visita y que pensaba regresarme al día siguiente.
"No jodas", me dijo. "¿Y estás solito en esa casota?"
Yo le dije que sí, que no tenía sentido quedarme en casa de nadie, que, hasta que no la venda, ésa era mi casa.
"Bueno, ojalá pueda saludarte más tarde", continuó. "Ahorita se me hace tarde porque tengo que jugar una pichanguita".
Bueno, al menos confirmamos el dato que ese cuerpo se debía a continua actividad física. Nos despedimos. Yo regresé a mi casa.

Me despertó un claxon afuera. Yo estaba desnudo en mi colchón con mi verga de 16 centímetros al palo. No tenía idea de por qué estaba con esa erección. El hecho es que vi mi celular y era como las siete de la noche o por ahí. Mis alertas de Facebook indicaban que tenía varios mensajes, entre ellos los de mis patas que querían chupar conmigo. Bueno, teniendo la casa sola y sin planes, y siendo viernes, estaba tentado a tomar la oferta, aunque terminara pagando los dos tercios de la caja. Tomé mi toalla y me levanté para ir a ducharme cuando oí que sonaba el timbre de mi casa y luego que tocaban la puerta. Pensé lo peor: o que alguien sabía que estaba solo y quería hacerme daño, o que mis patas habían decidido buscarme en casa para chupar sí o sí. Me anudé la toalla a mi cintura, bajé a atender. Sí, estaba corriendo riesgo porque simplemente podía ignorar, pero volvieron a tocar.
"¿Quién?", grité con mi voz más viril posible.
"¿Rubén?", me preguntaron desde afuera.
"¿De parte?", volví a rugir.
"Soy yo, Fico", me replicaron.
¡Aguanta! ¿Fico? Abrí. Ahí estaba el cuñado de mi amigo, vestido como qien te vas a jugar un partido de fútbol, mejor dicho, como quien llega de jugar un partido de fútbol.

"Tuve problemas en casa", me dijo Fico mientras lo hacía subir a mi cuarto. "Discutí con la mujer, y en lugar de meterle más gasolina al fuego, mejor salí".
"Hiciste bien", le respondí. "No es bueno dejar que las discusiones escalen hasta ponerse fuera de control".
"Por éso lo hice y, bueno, me acordé de ti y... espero no incomodarte", trató de justificarse.
"Para nada molestas", le sonreí. Y la verdad era ésa. Aunque no me parecía creíble el cuento de la mujer, tampoco me incomodaba de verdad la presencia de Fico en mi casa, especialmente con ese uniforme que, dicho sea de paso, se le pegaba al cuerpo revelando una anatomía digna de escuela de arte, en especial esas piernas musculosas y ese culo redondo y firme.
"¿Ibas a bañarte?", me preguntó.
"Sí, me desperté y justo tocaste la puerta".
"Ah, chucha, disculpa".
"No, normal".
"Oe Rubén, ¿me creerás que tampoco me he bañado todavía?"
Como supondrán, yo paré las antenas. Respiré profundo tratando de que mi erección, que ya se había bajado, no se vuelva a manifestar. De hecho, hice como que no escuché lo que dijo.
"¿Y quién ganó el partido?", le desvié el tema.
"Nosotros... 5 a 3", respondió mientras se cogía su paquete con la mano. ¡Y vaya que se notaba un considerable paquete!
"¿Me prestas tu baño un toque?", dijo. "¿O ya te vas a bañar?"
"no, entra, normal".
Le indiqué y regresé a mi cuarto. Me pareció que no había cerrado la puerta porque escuché un sonoro chorro que caía al inodoro. Recordé lo que me había dicho otro amigo, de que los pingones tienen chorros más potentes cuando orinaban. Entonces, pensé, la razón por la que Fico había llegado a mi casa era una especie de respuesta a mi negativa para salir. ¿Por qué seguir siendo frío? Me gustaba, mejor dicho, me gusta. Fico regresó.
"Así que no te has bañado aún", cambié mi tono. "¿quieres bañarte acá? Puedes usar la ducha si deseas".
Noté que Fico tragó saliva.
"No, Rubén, cómo se te ocurre, no quiero causar molestias".
¡Carajo!, pensé. ¿Y entonces por qué me lo dijo? Yo seguía allí con la toalla anudada a la cintura.
"Bueno, yo sí", le dije algo frustrado. "espérame un toque". Así que fui a la ducha.

estaba cubierto de jabón escuchando música de mi celular.
"¿Y están vendiendo la casa?", me preguntaron.
"¡Mierda! No asustes así, Fico", reaccioné.
"Perdona", me dijo casi riendo. "Es que tú dejaste la puerta abierta".
Bueno, sí, confieso que lo hice a propósito.
"Sí, la estamos vendiendo, pero la gente que la quiere comprar me está ofreciendo miserias; esta casa vale más", le dije, al fin, recuperándome.
"¿Qué jabón usas, Rubén?"
La pregunta me dio una pista: no había entrado para preguntar el valor de la casa, evidentemente.
"No sé, lo encontré acá todo duro", le respondí, acentuando lo de duro.
"Huele rico", me comentó.
"¿Sacas la marca por el olor?"
"No, quizás por el color, pero tendría que verlo".
A la mierda, dije. Abrí la cortina y... ¡Dios mío! Fico estaba calatito, desnudito, sin su uniforme. Quedé boquiabierto viendo su cuerpo marcado. Él se dio cuenta.
"Perdona, es que... como dijiste que podía bañarme acá". Ahora yo fui quien tragó saliva.
"entra a la ducha", me animé a decirle.

Fico tomó el jabón, lo olió con los ojos cerrados, abrió la llave de la ducha, dejó que el agua recorriera su cuerpo desnudo, y me dejó ver su espalda no tan ancha, sus glúteos como burbujas, algo de vello en sus nalgas, muy fino, y esas piernas de campeonato. Giró. Pectorales no tan inflados, abdominales marcados, cintura pequeñita, y debajo de su vello púbico evidentemente afeitado hace unos días, un largo pene descansando encima de un buen par de bolas. Se untó el jabón lentamente. Mi pinga, casi sin darme cuenta, se puso al palo.
"¿Ya sabes qué marca de jabón es?", le pregunté para liberar tensiones.
"No importa", me replicó. "Huele de la puta madre".
Dejó el jabón en la jabonera de la ducha y comenzó a masajearse el cuerpo tratando de hacer espuma.
"Sóbate el jabón", me pidió. "Se te va a resecar la piel", aconsejó a continuación sonriendo.
Yo no reaccioné. Ya tenía mi verga bien parada. él sonrió, me tomó de los brazos, me puso frente a frente con él y comenzó a sobármelos, haciendo espuma.
"Sóbame", me pidió.
Yo solo atiné a acariciarle la cintura.
"Todo el cuerpo, Rubén", me sonrió, y tomó mis manos y me las pasó por sus pectorales, su cadera y la parte exterior de sus dos nalgas.
"Sin miedo, Rubén, hazlo sin miedo".
Poco a poco fui paseando mi mano por todas esas partes. Me animé a sobarle el centro de sus nalgas, lo que hizo que le acercara mi verga a la suya. La sentí semierecta. También le sobé los muslos. Él sí no se amilanó y me acarició la espalda, mis nalgas, incluso mi pene y mis huevos.
"¿Puedo jabonarte en la raja de tu culo?", me consultó.
"Sí", le permití.
""OK, también sóbame la mía".
Juntamos nuestras pingas ahora duras y usamos la yema de nuestros dedos para pasarnos el jabón por en medio de nuestras nalgas y, cuando menos nos dimos cuenta, o quizás sí, estábamos masajeando el agujero de nuestros anos. Comencé a jadear y a disfrutar.

Tras enjuagarnos y secarnos, volvimos al cuarto y caímos sobre el colchón. Fico me besó profundamente en la boca. Nuestras lenguas más que combatir, se acariciaron. Sus manos y las mías no hicieron más que acariciarnos nuestros cuerpos a todo lo que se podía mientras nos revolcábamos no solo sobre el colchón, sino que nos desbordábamos al piso frío. Me besó el cuello, dejándome gemir Me puse encima suyo y ahora a mí me tocó hacerlo gemir mientras le succionaba las tetillas.
"Rico, Rubencito, sigue", me animó. Y así lo hice.
Pasé mi lengua sobre sus abdominales y llegué a su vello púbico que me raspó la cara. Tomé su pinga de unos 18 o 19 centímetros (parece que mis amigos tenían razón con lo del tamaño y el chorro), y comencé a chuparla a lo que podía porque es gruesa.
"Así, Rubencito, oh, qué rico", me suspiraba. Bueno, mas bien gemía.
Como toda su pinga no me cabía en la boca, , usé mi lengua para lamerle el resto de su falo hasta llegar a sus huevos y succionarlos mientras le pajeaba el pájaro. Fico convulsionaba. entonces, me puso sus poderosas piernas en mi espalda.
"Lámeme el culo, Rubencito, lámemelo", me pidió.
Le levanté las piernas, él me ayudó abriendo sus nalgas con sus manos y fui a la conquista de su ano. Lo lamí, lo punteé con mi lengua. Mi nariz aspiraba el aroma del jabón que habíamos usado poco antes. Sentí cómo su agujero se comenzaba a dilatar.
"Métemela, Rubén", me rogó. Y yo no esperé mucho, me arrodillé, me puse saliva en mi cabecita y puse mi huevo a la entrada de su culo. Empujé suavemente. Qué rica sensación, carajo, sentir cómo me abría paso por ese hoyo caliente. Me tomé mi tiempo porque tiempo era lo que me sobraba. En esa pose, metía y sacaba, metía y sacaba. Fico gemía extasiado, tomando su enorme pene y pajeándose sin violencia. Cuando creí que iba a explotar, me pidió lo insospechado.
"Sácamela, Rubén".
"¿Te duele?", pregunté.
"No, solo sácamela, no seas malito".
Lo hice.

Apenas le saqué mi pinga a Fico, cerró sus piernas y se arrodilló frente a mí para besarme en la boca otra vez.
"Acuéstate boca abajo, Rubencito", me pidió.
Le obedecí. Lo siguiente fue sentir su lengua en mi nuca, luego a lo largo de toda mi espina y finalmente haciendo circulitos en mis nalgas.
"Tienes rico culo", me dijo Fico.
"¿Te gusta?"
"¡Me encanta!"
Entonces me hizo el beso negro. Tampoco me contuve y gemí. Qué mierda. La casa eestaba vacía. Quién podía joder. Nadie. Así que gemía y jadeaba. Estuvo largo rato ahí. Hizo que levantara mis nalgas, casi poniéndome en perrito, y me colocó su cabeza en mi ano. Me la fue metiendo de a pocos. Aunque yo estaba recontraexcitado, me dolió un poco cuando me la metió, pero me acordé de respirar hondo, de relajarme, y el pene de Fico me penetró con facilidad. Se movió con gentileza, como entendiendo que cualquier movimiento brusco podría generarme mucho dolor, me acariciaba con mucha seguridad.
"Hace tiempo que quería cacharte", repetía. "Por fin eres mío".
"Cáchame, Fico".
De pronto me la sacó.
"¿Pasó algo?", quise saber.
"Está a punto de pasar", me dijo.
Me puso boca arriba y se acostó sobre mi. Comenzó a mover su cadera mientras yo le habría las piernas. Nos besamos y aproveché para agarrarle las nalgas con fuerza. Entonces sentí una humedad caliente en mi vientre.
"Las di", me confirmó Fico.
Se arrodilló, tomó mi pene con su mano y comenzó a masturbarme. En cuestión de minutos, disparé todo mi semen sobre mi abdomen y mi pecho.
"Vamos a lavarnos", me dijo.

Tras secarnos, vi mi celular. Eran casi las ocho y cuarenta y estaba cargado de mensajes de mis patas. Fico se echó sobre el colchón, aún desnudo.
"Ojalá que mi mujer ya no esté asada", comentó.
"No creo", le observé. "Aunque quizás es muy pronto".
"Sí, pero a lo mejor tú quieres salir: es viernes por la noche".
"No, prefiero quedarme aquí".
"¿En serio?"
"Sí, Fico; prefiero quedarme aquí".
Se mantuvo en silencio buen rato.
"¿Puedo quedarme aquí contigo?", me pidió.
"Claro", le sonreí.
"Ven", me tomó del brazo e hizo que me acostara encima suyo. Nos besamos en la boca de nuevo.
"¿Cómo es éso que hace tiempo querías cacharme?", le pregunté cuando nos separamos.
"Es una larga historia, desde que mi cuñado nos presentó".
"¿Una larga historia como tu pinga?"
"¿Te gusta mi pinga?"
"Me gustas, Fico".
"Tú también, Rubén".
Nos volvimos a besar.
El cuñado de mi amigo y yo nos quedamos a pasar esa noche y cachamos dos veces más. ¿Mis patas? Bueno, se cansaron de mandarme mensajes para chelear. Que sigan mandando. Que no nos jodan.

domingo, 7 de julio de 2019

La celebración que jamás esperé

Juego fútbol en un equipo de segundo división. Mi posición no importa por razones obvias. Hace poco recibimos un refuerzo. Se trata de un chico que vino de un equipo de fuera. Desde la primera práctica nos dimos cuenta que realmente había sido un buen fichaje. Y aunque le dimos una bienvenida acogedora, el chico era mas bien algo retraído. Yo no me hacía tanto problema. Total, cuando estás en un equipo, no todos se tienen que portar de la misma manera. Por último, nos interesa el rendimiento.

Durante el primer partido que nos tocó jugar, quedamos satisfechos. El chico realmente sabía jugarla, sabía insertarse en el equipo, tiene técnica y lo más importante: tiene hambre de gol. Su rendimiento fue el mismo en los partidos siguientes. Los comentarios de la hinchada y la prensa eran buenísimos. Recuerdo que hace un mes, al término de uno de los encuentros, comencé a sentir mucha admiración por él, me le acerqué y lo felicité con mucho entusiasmo. Él se alegró y me respondió con una sonrisa. La cosa no pasó más allá.



Hace quince días nos tocó jugar de visitantes y tuvimos que viajar. Cuando nos distribuyeron las habitaciones en el hotel, me tocó compartir cuarto con él. Ya había escuchado de otros compañeros que el pata era de lo más pacífico. Casi no conversaba y cuando ponía su cabeza en la almohada, se quedaba jato y listo. Mi plan al respecto era simple: que la convivencia sea de lo más agradable, ni yo meterme con él, ni él que se meta conmigo. Si hablábamos bien; si no, no. Y así pasó. Apenas si cruzamos palabra, algo que se reducía a un "¿todo bien?" o un "ya está listo el baño" o un "buenas noches". Dicho ésto, el pata se calateó y así se durmió hasta el día siguiente. Físicamente, nada del otro mundo: el típico cuerpo de futbolista: marcado, buenos abdominales, espalda no muy ancha, piernas musculosas, culo bien redondo y parado, huevos grandes, pinga normal, lampiño, y me di cuenta que se rapaba los pendejos.

La mañana del partido me di cuenta que se despertó distinto. Estaba contento. Me miró y me dijo "¿listo para hoy?". Le respondí con un "de todas maneras". Al levantarse me di cuenta que tenía su pinga al palo. No pude ver bien, pero de que era enorme, era enorme. Jugamos el partido y ganamos. Cuando regresamos a recoger nuestras cosas al hotel, nos dieron la noticia que el bus se había malogrado y que nos iban a cambiar por otro, pero el cambio recién vendría temprano al día siguiente. Tuvimos que quedarnos esa noche. Todos los chicos salieron a conocer. La verdad, yo no tenía ganas. El otro pata tampoco, así que nos quedamos en el cuarto. Como ya había metido todas mis cosas en la maleta, también me quedé calato y me metí en mi cama. Lo mismo el otro pata. Estábamos conversando del partido con la luz apagada (para que no nos jodan los otros patas) cuando me dijo: "Yo sabía que íbamos a golear". Yo me quedé pasmado.
"¿Cómo sabías?", le pregunté.
"Es que anoche tuve un sueño bien raro", me respondió.
"¿qué sueño?", quise saber.
Se rió. "No sé si deba contártelo... mejor no", me dijo.
"Ya, cuenta", insistí.
"Es que es bien maricón".
Por alguna razón,mi verga comenzó a llenarse de sangre y crecer. "No importa", le dije. "A la mierda si es bien maricón; cuenta igual".
El pata se tomó su tiempo y la soltó: "¿Conoces al chico moreno del otro equipo, el de los rayitos? Ya. Anoche soñé que le metía pinga por el culo".
"No jodas", le dije. "¿Por éso amaneciste bien armado hoy?"
Hizo silencio. Las cagué, pensé. Después de un tiempo me preguntó: "¿Te diste cuenta?"
"De casualidad", le respondí.
"Ah, menos mal... porque otra vez estoy al palo, huevón", me confesó.
"Hablas".
"Sí, la firme".
"Pues... yo igual", le confesé.



En solo segundos, me destapé. en solo segundos, el pata se vino a mi cama. en solo segundos me la tocó y comenzó a pajearme. Ahí mismo lo abrazé, y comencé a besarlo. Cuando menos nos dimos cuenta, él estaba encima mío, calato, y yo calato. Nos besamos, luego me recorrió el pecho, mi abdomen, llegó a mi pinga, me la chupó. Me succionó los huevos también. Y yo estaba tan arrecho que comencé a levanatr las piernas y en solo segundos sentí su lengua en mi ano. No sé cómo, él me la terminó metiendo toda. Pensaba que me iba a doler, pero el huevón la tenía tan lubricacada que resbaló. Ya ni recuerdo cuánto duró. Solo sé que se vino dentro de mi agujero. Luego me la chupó fuerte y le di todo mi semen en su boca. Se lo tragó.

Al día siguiente, despertamos en la misma cama, con la verga al palo. Queríamos más. Ya estábamos besuqueándonos cuando nos pasaron la voz. Mientras nos bañábamos al toque, aprovechamos para pajearnos mutuamente. Las dimos. Viajamos juntos. Comenzamos a awazapearnos. Esta semana nos toca de locales, pero me dijo que la próxima que jugamos de visita, pedirá cuarto juntos.



Como en mi jato hay un cuarto libre, estoy hablando para ver si se lo alquilamos... aunque no sé. Mi única palta es que la cosa crezca, especialmente porque yo tengo jerma. Si la cosa va en serio, ¿cómo haríamos? ¿qué me sugieres tú?