sábado, 30 de abril de 2022

Proyecto Lujuria 8.1: Un voto de confianza a Osmar


A las siete y media de la noche, Evandro llega a la residencial. Tras estacionar su auto, baja, toma el ascensor y sube hasta el último piso. Abre la puerta de la azotea, trepa las escaleras. Al lado del tanque de agua, en el cuarto de servicio que solía ser el dormitorio de Osmar, encuentra a su amigo soplándose y sobándose las manos.

“¿Cuáles son las malas noticias, Os?”

Evandro abre la puerta del cuarto de servicio y entra; Osmar lo sigue y la cierra bien.

“Escalante quiere tomar control sobre la obra”.

Evandro se sonríe y menea la cabeza:

“ah… era eso”.

“¿Te parece poco?”

“No, ddefinitivamente no. Me extrañaba que se estuviera demorando tanto”.

“Evan, ¿por qué no le dices…?”

Evandro se acerca a Osmar y lo calla con su mano mientras le arrima todo su cuerpo:

“Los muertos no hablan, Os… Pero antes, necesito que me expliques en qué andas con Alejandro Albújar”.

En la oscuridad, el interpelado se sorprende con la pregunta.

 


En lo que resta de la semana, Osmar –y por arrastre, Alexis y Evandro—salen en dos periódicos más aunque sin mostrar tanta carne. La sonrisa y la simpatía del actor roban el interés de las lentes, la curiosidad del público, la atención de otros productores. Giaccomo Viteri ha sido un actor adolescente que se ha especializado en dirección de cine. Al término de la función del sábado se presenta ante Zaira Banquells, quien no puede creerlo:

“¿Cuándo regresaste de Francia, Gia?”

“No estuve allá sino en Los Ángeles”.

Giaccomo es algo alto, delgado formado, hermosos ojos verdes, cabello castaño un poco largo y revuelto, acogedora voz.

Cuando los actores de la obra aún se están vistiendo, Zaira entra con él. Evandro y Alexis se quedan boquiabiertos.

“Estás en casi todos los medios”, Giaccomo da la mano a Osmar.

“Gracias”, dice el actor desconcertado, no por lo rutilante de la visita sino porque no tiene la menor idea de quién se trata.

 


“Giaccomo Viteri solía participar en novelas hasta que descubrió que el sistema era una mierda, así que en lugar de invertir su sueldo en ropa o fiestas o cualquier huevada, se largó a estudiar en el extranjero, a especializarse,” explica Evandro mientras conduce el Yaris, que va siguiendo a un taxi. “Cuando viene al Perú, casi siempre trae nuevas ideas, nuevos proyectos y proyectos taquilleros, encima… Voto fue revisado y asesorado por él”.

Osmar, quien va en el asiento de copiloto, se sorprende. Evandro lo mira y sonríe:

“Te juro que no sé nada”.

“¿Tu crees que fue la cobertura?”, curiosea Alexis.

“Espero que sí”, augura Evandro.

Los dos vehículos llegan hasta un edificio de departamentos en Barranco.

 


Dentro de la casa hay escocés para todos menos Zaira quien prefiere tomar pisco con limón, y tampoco para Evandro:

“Tengo que conducir de regreso”.

“Así que ahora eres el amigo elegido”, bromea Keith Branson, alto, delgado formado, extremadamente guapo, voz de locutor. “Cómo cambian los tiempos”.

“Ese Toyota me costó… un ojo de la cara, y lo sigo pagando”.

“¿No fue otro ojo?”, sigue bromeando Keith, quien se sienta junto a Giaccomo dándole un beso en la boca.

“Ay, qué pendejo”, sonríe evandro sarcásticamente.

Keith guiña un ojo al actor.

“entonces fue lo que salió en medios”, interviene Zaira.

Giaccomo da un sorbo a su vaso:

“Escalante hizo un buen trabajo de advocacy, pero yo no confío en sus intenciones”.

“Creo que nadie confía en sus intenciones aquí”, agrega Evandro.

“¿Tampoco tú, Zaira?”, interpela el anfitrión.

La directora de escena duda qué decir.

 


Casi todos se retiran a eso de la una de la mañana. Cuando Evandro arranca, mira al otro lado de la calle: hay un Corolla estacionado. Disimuladamente, topa el muslo a Osmar y le señala con los ojos:

“Te dije, huevón”.

Osmar simula no haber visto nada. Solo simula.

 


Tras almorzar juntos, decide pasarse toda la tarde con Alejandro, desnudos, acariciándose en la cama.

“Se te ha puesto más duro el culo”, alaba el fotógrafo mientras acaricia las nalgas y lame el ano del actor.

“Lo ejercito especialmente para ti”.

Alejandro recorre toda la espalda de su amante, llega a la nuca y la besa mientras encaja su pene grueso y largo entre los dos glúteos y trata de meterlo en el esfínter.

“Te extrañé hoy en la playa”, seduce Alejandro.

“¿Me hubieses hecho el amor en la playa?”

“Te haría el amor donde tú quieras”.

Osmar separa un poco sus nalgas, Alejandro intenta la penetración pero le cuesta trabajo.

“¿Te echo vaselina?”

“¿No sería mejor un condón y lubricante?”

Alejandro se levanta, abre el cajón de su mesa de noche, saca un forro y se lo extiende en todo su pene, luego saca un pomito, se unta su miembro con un coloide transparente y luego unta el ano del actor. Mete un poco su dedo índice y lo estimula logrando dilatarlo ligeramente. Se acuesta encima otra vez, aunque su pene pierde un poco de rigidez. Se mueve.

“Soy el peruano más privilegiado”.

Osmar trata de contraer su esfínter impidiendo la penetración.

“Bésame el culo, Alejo”.

El fotógrafo obedece y su lengua termina saboreando el lubricante. Osmar lanza pequeños jadeos y gemidos.

  

viernes, 29 de abril de 2022

La hermandad de la luna 10.6

Mientras tanto en Collique, tras coquetear con un tablista en las salas de entrenamiento y coincidir con él en las duchas, Christian regresa al vestidor del Strong Body Gym & Spa y saca su mochila del casillero, se quita la toalla quedándose desnudo, lo que es aprovechado por su nueva conquista para meterle la mano justo en medio de las nalgas.

“Estás acelerado”, le sonríe el abogado.

“Lo tienes como me lo recetó el doctor”, le dice el otro atleta.

Christian prende su celular para revisar mensajes y se encuentra con el alerta. Rápidamente, presiona en el enlace y reconoce la casa de Tito, a Adán, a Juan y a Alvin.

“Así que ésa era tu diligencia”, reacciona.

“¿La quieres bien tiesa?”, se arrima el tablista por detrás también desnudo.

Christian sonríe pero no pierde el ojo de la transmisión web.

 Mira un video aquí.

En otro lado de Collique, Nava y los médicos de una clínica privada, y mucho más Chiquito, tratan de descifrar cómo una herida de bala se ha cerrado hasta prácticamente cicatrizar en tres horas. El celular del ingeniero suena; lo contesta aparte.

“¿Qué pasó, Castro?”

“Tenía razón: se salió de control. La gente prepara una marcha y viene a tomar la comisaría”.

“Capitán Castro, ése no es mi problema”.

Nava corta la llamada. Regresa donde Chiquito y le urge regresar a la oficina. Su empleado no cuestiona; obedece. El ingeniero se acerca a El Carnes, quien sigue descansando en la cama de la clínica.

“Me parece increíble que ese negro te haya sanado… espero que sigas mejorando… Suerte”.

Nava sale de la habitación siempre secundado por Chiquito, mientras el fortachón convaleciente trata de interpretar el mensaje.

“Él dijo adiós”, se escucha una voz afable en la habitación.

“¿Quién anda ahí?”, se pone nervioso El Carnes.

La puerta del cuarto se cierra como si el viento la empujara, y desde detrás de un biombo, Owen sale completamente desnudo con sus brazaletes dorados en las muñecas. Se acerca caminando a la cama. El paciente se aterra.

“¿q-q-qué vas a hacer, negro?”

“Yo no hacerte daño”.

Owen mete su mano derecha por debajo de la bata de El Carnes, quien siente algún calor en la zona de la herida que había sufrido más temprano y un enorme sopor. La última imagen que ven sus ojos es a la musculosa aparición sonriéndole compasivo. Luego, el letargo más absoluto en medio de un raro resplandor blanco.

  

domingo, 24 de abril de 2022

ASS (26): El verdadero secreto sexual del cura

Padre Alberto cacha de lo mejor con Miguel cuando recibe una noticia que podría joder sus planes.

 


Nada mejor para el Padre Alberto que terminar un domingo junto a Miguel, desnudándose mientras se besan en el dormitorio del AS. Ambos se echan sobre la cama, uno encima del otro.

“Entonces no te dio pena coger con Alejo frente a una cámara”, concluye el sacerdote.

“Si aún viviera en mi casa, creo que sí tendría un poco de roche; pero ya sabes que a ellos les importé una mierda”.

“Ya, cuate. ¿Hasta cuándo vas a seguirles teniendo ese resentimiento?”

Alberto besa otra vez en la boca a Miguel.

“ojalá a la gente le guste mi culo velludo”, comenta el artista.

“?Por qué no les podría gustar? Yo ya lo estaba extrañando… igual que tu verga”.

Ambos se dan un nuevo beso; entonces Miguel se incorpora un poco, gira respecto a la posición de Alberto y le coloca su pene en la boca mientras él se agacha a chupar el del cura.

La pose del 69 es perfecta no solo para que ambos se mamen mutuamente sus pingas, también para que se succionen sus bolas y, aprovechando la flexibilidad de ambos, a que se abran sus nalgas por igual y se practiquen el beso negro al mismo tiempo. Los penes erectos descansan cada  uno sobre la hendidura entre los pectorales del otro.

Giran sobre la cama. Ahora que el Padre Alberto está encima, aprovecha para incorporarse, avanzar hasta el culo velludo de Miguel, levantárselo más, golpear su pinga dura sobre el propio agujero y, en cuclillas, irla metiendo poco a poco. Miguel, desde su ángulo, puede ver las dos grandes nalgas del cura bien abiertas, el agujero del ano rodeado por una matita de vellos, cómo un pene grueso de 18 centímetros taladra sus entrañas, y cómo su cachero, para tener más estabilidad, se apoya en la cabecera de la cama y comienza a bombearlo. Él comienza a pajearse.

“Qué rico la metes, Betito”.

“¿Te gusta cómo te cojo, morrito?”

“Me encanta”, susurra Miguel.

Alberto saca su pene, gira, se pone ssaliva en todo el ojete y toma el falo erecto de Miguel, lo calibra y se sienta sobre él engulléndolo con su recto. Cuando lo consigue, comienza a rebotar mientras el otro chico mueve también su cadera. Ahora es el sacerdote quien se pajea.

“Dame verga, así, rico”.

“Adoro ese culazo que tienes”.

Alberto se vuelve a zafar, hace que Miguel gire sobre sí mismo y luego lo pone en cuatro patas. Vuelve a meter su pinga y no se ahorra el chasquido de su ingle al chocar con esos velludos glúteos. Luego le cede el turno a Miguel quien la tiene fácil porque las nalgas del cura son lampiñas y suenan más.

Como el Padre sabe que Miguel no dura mucho, repite el 69, pero ambos de costado sobre la cama. Cada uno toma el glande del pene del otro y lo asegura bien en su boca mientras masajea el resto del miembro. Alberto es el primero en saborear el semen del chico mientras Miguel espera más tiempo hasta que lo consigue.

“¿Qué tales están mis mecos?”, cachondea Alberto renunciando a vestirse de nuevo.

“Ricos y nutritivos, y hasta deben venir benditos”, ríe Miguel.

“Ven acá, pendejo”. El cura atrae su cabeza a la del más joven y lo vuelve a besar en la boca. Justo entonces suena el celular del cura. Se levanta de la cama, mira la pantalla y hace un gesto de silencio a Miguel.

“Bueno, ¡Padre Provincial?”

“Padre Alberto”, le responde otro hombre por el aparato. “Te estuve llamando a la casa parroquial pero nada”.

“Ehh… estaba… duchándome, Padre Provincial. ¿En qué puedo servir?”

“Pues, te llamo para informarte que el próximo domingo, junto con el Padre David, estoy enviando a un novicio para que te ayude en tu apostolado”.

Alberto se queda frío:

“¿Qué… dice… Padre Provincial?”

A la mañana siguiente, el sacerdote se trata de tranquilizar con un whisky en el minidepartamento que Flavio alquila cerca del Puente Cáceres, en Castilla. El modelo viste una pijama de franela y babuchas, se sienta al costado y pone su gruesa mano en el ancho muslo del visitante.

“¿En serio crees que lo hacen para joderte, Beto?”

“Me las ingenié para que por dos años no me mandaran a nadie y evitar… bueno… tú sabes. Pero si viene, solo basta un error insignificante para que todo se vaya a la chingada”.

Flavio acaricia la cabeza de Alberto, se le acerca y lo besa en la boca.

“Necesitas relajarte. Vamos”.

“No sé si tenga ganas, Flavio”.

“Pero yo sí… hace semanas que no cachamos”.

Flavio vuelve a besar a Alberto en la boca. Logra que éste deje su vaso de escocés en una mesita de centro y sin mucho esfuerzo se lo lleva al dormitorio. Allí, ambos se siguen besando y desnudando por completo hasta acostarse en la cama. El modelo se queda bajo el sacerdote, abierto de piernas, rozando su pene cabezón erecto contra el largo falo del visitante. Flavio abre más sus piernas hasta levantarlas y hacer que el pene de Alberto resbale hasta la propia entrada de su ano.

“Me encanta cómo lubrican Alejo y tú, pero más me encanta cómo me cachan”.

“Lástima que ese recluta no está aquí, ¿no?”

“No importa, Beto. Alejo y tú son solo el inicio”.

Mientras ambos se besan en la boca, el pene de Alberto va ingresando dentro del ano de Flavio hasta que los testículos del sacerdote chocan contra las nalgas del modelo. Ambos comienzan a moverse y el placer comienza a elevarse. Definitivamente, el culo de Flavio es insaciable. Tiempo después, Alberto cacha al modelo en perrito. Ambos gimen y jadean fuerte, sin miedo. Estando en el último piso del edificio, nadie los escucha.

Luego Alberto se acuesta a lo ancho de la cama. Flavio se sienta encima de su pinga, dándole la espalda, se la mete por el culo y comienza a rebotar. Entonces, el celular del muchacho suena: él reconoce el tono.

“Ya llegó”, se detiene, se saca el pene erecto con mucho cuidado, se limpia la raja del culo con un pedazo de papel higiénico, se pone su pijama y sus babuchas.

Alberto se queda calato sobre la cama dudando si vestirse o no. Mejor opta por quedarse así, en pelotas. Cinco minutos después, escucha que se abre la puerta y que dos personas entran conversando. Luego un poco de silencio, algo que parecen ser unos besos y luego unos pasos que se aproximan.

“Qué hubo, Beto”, escucha en la puerta.

Al voltear la cara, Enrique entra luciendo su glorioso cuerpo musculoso al desnudo…

Y para terminar,te dejamos con una porno. 

sábado, 23 de abril de 2022

Proyecto Lujuria 7.3: La trampa erótica de Escalante


El miércoles sale el segundo material, que se produjo con los tres chicos en el teatro. Esta vez, los tres iluminan la portada de la revista con los torsos desnudos, sugiriendo el desnudo completo que está en unas discretas pero coloridas páginas interiores en las que se anuncia que desde ese fin de semana comenzarán las funciones dobles. Mientras va en un taxi, Osmar revisa el contenido y el reportaje en tanto habla por los audífonos con Alejandro:

“Las fotos son buenas, pero yo las hubiera hecho más osadas”.

“Cómo así, vale”.

“Desnudo frontal completo”.

Osmar casi se carcajea:

“La censurarían”.

“Ya te dije: este país de mierda alaba a las jermas calatas pero se agarra a chicotazos cuando ven una pinga y un buen par de huevos”.

El taxi desacelera:

“Joven, ya llegamos”, avisa el taxista.

“Tengo que bajar, Ale. Te cuento cómo me fue al salir”.

“Listo, Osmy. Un beso”.

Osmar cuelga la llamada, paga la carrera y el taxista se lo queda viendo por el retrovisor:

“¿Tú eres el veneco que posó calato en esas revistas?”.

Osmar se pone serio:

“Sí, señor, soy venezolano, y sí posé en esas revistas”.

“No crees que esas fotos son inmorales? Piensen en los niños, los adolescentes. Con esa cosa de la ideología de género, los van a trastornar”.

Osmar trata de controlarse:

“Gracias por su opinión, señor, pero respete mi trabajo como yo respeto el suyo”. Abre la puerta. “Y respete mi país como yo respeto el suyo”.

“¡Respeta a Dios, hermano! ¡Lee la Biblia! ¡No promuevas el pecado!”

Osmar cierra la puerta con cuidado y mejor se concentra en tocar el timbre del departamento donde vive Escalante. Le dan acceso. Sube.

 


“Te llamé porque tengo tres buenas noticias”, dice el director de reparto aún vestido en pijama a las seis de la tarde. “La primera es que hay una revista brasileña que quiere producir una sesión con los tres. Quinientos dólares por cabeza, desnudo total y frontal, erótico. La segunda es que van a crear un personaje en una serie de horario estelar en una cadena y creen que el papel está perfecto para ti: el enamorado de una de las antagonistas. Dos mil dólares por quince días. Y la tercera es que hay un estudio en España y otro en Estados Unidos interesados en hacer la versión cine de Voto de Castidad, y Alexis y tú están en el reparto”.

“¿Y Evandro?”, se extraña Osmar.

“Rivero, cuántas veces debo decirte que él es un cadáver en la industria. Simplemente no va”.

“El cast somos los tres: no puedes excluir a Evandro”.

“Osmar, déjame recordarte que estás construyendo carrera y que en la medida en que vayas por la vía correcta, llegarás lejos. ¿No quieres ir a Miami, acaso?”

Escalante sonríe, lentamente se pone de pie y se desnuda por completo, gira, separa las piernas y se agacha mostrando todo el agujero del culo y parte de sus grandes bolas. Osmar lo mira sin gesto, también lentamente se pone de pie, se baja el pantalón y el bóxer, le acerca su bulto flácido al medio de las nalgas, se lo comienza a sobar.

“Qué rico”, se excita Escalante.

“Pero no se me para, vale… yo no soy gay”.

Osmar se separa, se sube el bóxer y el pantalón y se dirige a la puerta.

“Antes que te vayas”, Escalante se sube la pijama y se da vuelta (su pinga está al palo), “ten cuidado con lo que hagas y por quién abogas: si no fuese por mí, no serías la sensación que comienzas a ser”.

Osmar se voltea, le sonríe, abre la puerta y se va. Escalante se queda tranquilo, respirando hondo; entonces, mira a una de las puertas.

César sale completamente desnudo portando una handycam pequeña. Se la da al director de reparto.

“Yo sé qué va a hacer ese conchasumadre”.

“No te confíes, Arnold”, aconseja César mientras se masajea su pinga dura.

“No, César… que él no se confíe”.

La imagen congelada de Osmar sobando su paquete en medio del culo de Escalante llena toda la pantalla de la handycam.


  

viernes, 22 de abril de 2022

La hermandad de la luna 10.5

En la finca, Elga y Carlos cenan algo ligero.

“entonces, te quedas más tranquila”.

“Puede decirse que sí”.

El celular de la mujer suena. Ella hace un gesto de incomodidad pero contesta.

“Dime, Crhis”.

“Ya compré los pasajes: salimos mañana a mediodía a la capital y por la noche a Miami, luego haremos conexión a Madrid. Alista tu equipaje o dime qué te empaco acá”.

“Pero, Christian. ¿Tan rápido?”

“¡No me contradigas! Mañana te paso viendo”.

“¿Y… la venta?”

“No te preocupes; mañana te paso viendo”.

El abogado corta la llamada y Elga se queda algo pasmada.

“¿Malas noticias?”, averigua el capataz.

“Pésimas”, responde la mujer.

Se escucha el timbre del portón. Carlos abre y entra Tito en su bicicleta.

“¿Crees que sea posible habilitar el cuarto que ocupaba Flor?”

“¿Qué pasó?”, se alarma Carlos.

“¿Dónde está elga?”, replica el gladiador.

El capataz luce desconcertado.

Mira un video aquí. 

Casi hora y media después, la camioneta de Juan se estaciona a un costado de la puerta del AMW. A su lado está Alvin, quien carga su mochila. Ambos bajan e ingresan. Al biólogo le llama la vista las tres fotos que están al fondo del salón, además del cuerpo armonioso de Owen, quien lo saluda sonriendo a la distancia. Adán los recibe y los hace pasar a la sala, donde están Frank y Flor, algo tensos. El cuerpo de luchador entrega  la bolsa plástica a Alvin, quien la guarda en otra más gruesa con cierre hermético de plástico. Introduce todo el contenido en la mochila.

“Si la muestra coincide, el resto será presionar a Cruz Dorada para que nos revele su identidad, y denunciarlo por acoso junto al otro sujeto”, adelanta Juan.

“Luis Alfonso Valdivia Serrano”, recita Adán.

“¿Qué cosa?, se asombra el fiscal.

“El nombre del baleado”.

“¿Cómo lo conseguiste”.

“Tendrías que ser un comando de estirpe para entenderlo”, guiña un ojo el cuerpo de luchador.

“¿Y dices que Owen le paró el sangrado?”, averigua Alvin.

“No sé cómo lo hizo, pero lo hizo”, responde Adán.

Y a propósito de Owen… ¿será que… podemos tomar una clase con él?”, consulta Juan.

Adán y Frank se miran desconcertados.

“Sabemos lo que piensan, pero Juan tiene un plan”, tranquiliza Alvin.

Frank y Adán, y encima Flor, se miran más desconcertados aún.

“¿Trajeron ropa para entrenar?”

Juan y Alvin asienten con la cabeza, sonriendo.

“Pero antes conversemos”, propone el fiscal. “Vamos a pagar por nuestra clase”.

“Y comenzaremos diciendo que de no ser por tu foto, Frank, no tendríamos más que pistas sueltas”, dice Alvin.

“Y no fue lo único bueno que hizo”, añade Flor besándolo en la mejilla.

“Mejor aún”, califica Juan. “Así que hemos pensado lo siguiente…”

Tres cuartos de hora después, un carro de la Policía se estaciona en toda la esquina donde está la casa de Tito; seis efectivos bajan. Adán está en el gimnasio preparándose para cerrar aunque aún hay tres alumnos; en el sofá de la sala, Frank y Flor tienen tiempo para besarse y desnudarse por completo a pesar de la tensión. Tocan la puerta principal.

“No temas”, le dice el enamorado. “Anda al cuarto”.

Flor le hace caso, y cuando está oculta, Frank se asoma a la puerta.

 “Soy el fiscal Leonardo Vargas, de la Fiscalía Distrital Mixta de Santa Cruz, y vengo a detener al ciudadano sudafricano Owen Mgombo”.

Un sujeto con chaleco del Ministerio Público encima de su ropa sport le muestra un papel. Detrás del funcionario hay tres policías.

“Déjenos pasar”, el fiscal exhorta al joven de bello torso que lo atiende.

“¿Me permite su orden, por favor?”, pide Frank respetuosamente.

La luz eléctrica parece oscilar.

 “Te conozco”, le responde Vargas. “Tú no eres abogado ni eres el dueño de esta casa”.

“¿Me permite su orden, por favor?”, insiste Frank más pausadamente. “Tengo derecho a revisarla”.

Uno de los policías saca su celular e intenta llamar. El aparato está muerto.

“Vete a la otra puerta”, le dice a uno de sus compañeros. “Se va a escapar por allá”.

Frank devuelve la orden y abre la puerta protegiéndose tras ella. La luz eléctrica continúa oscilando con levedad.

“Pase, por favor”.

El fiscal y los dos policías ingresan a la sala y lo primero que les sorprende es ver en pelotas al más joven. Uno de ellos lleva una cámara goPro asegurada a la cabeza.

“¿Podría vestirse, por favor?”, pide el hombre con una medalla que consiste en una estrella dorada de seis puntas sujeta al cuello por un listón celeste.

“Así suelo estar en casa”, replica Frank.

“ésta no es tu casa sino la de José Alberto Carrillo”, espeta el fiscal a cargo.

Uno de los policías ingresa a la cocina y luego al baño; el otro abre la habitación de Tito y parece estar revolviendo cosas.

“¿Y esa puerta?”, inquiere impaciente el fiscal

“¿Quiere que se la abra?”, pregunta Frank.

“¡Me respetas, muchacho!”

“¿Y yo qué hice ahora? ¿Se la dejo o no se la dejo abierta?”

Vargas comienza a molestarse.

“Ábrela, so malcriado”.

Frank sonríe y jala la puerta del pasadizo. El fiscal ingresa y se topa con la bicicleta de Adán; avanza hasta la lavandería y no encuentra a nadie.

“¡Abran esta puerta!”, grita al hallar otra que está cerrada por dentro.

Frank, aún totalmente desnudo, va por el pasillo cuando ambos escuchan a Flor dando un grito desgarrador.  El primero da media vuelta.

“¡Tombo so reconchatumadre!”

“Mierda”, masculla el fiscal y va corriendo también.

Cuando llegan al pasadizo de la casa, el policía con la cámara sale pidiendo disculpas, y Frank se le abalanza dándole un puñetazo en la cara.

“¡Me quiso manosear!”, llora a voces Flor desde dentro del dormitorio.

El otro policía intenta que Frank no vuelva a agredirlo, pero el más joven se zafa e ingresa al dormitorio. Flor está desnuda sobre la cama apenas cubierta por una sábana.

“¡Ese policía me quiso manosear! ¡Me quiso manosear!”, grita llorando.

Adán entra de golpe por el pasillo y se queda en la puerta. Frank sale del dormitorio. Los dos tienen encorchetados al fiscal y los dos policías quienes los miran asustados. Por si fuera poco, en la puerta de acceso al gimnasio se suman Juan y Alvin, mientras el tercer alumno rompe el cerco del portón y comienza a alborotar al vecindario.

“Usted no sale de acá, doctor, hasta que ese policía se vaya preso por abusador sexual”, le dice Adán con firmeza y furia, en estricto tono militar.

Juan se adelanta y saca de su short su identificación en alto.

“Ministerio Público. Segunda Fiscalía Provincial Corporativa de Collique. Usted, señor fiscal y estos dos efectivos se van detenidos mientras se aclara este altercado”.

“Pe-pe-pero, colega, vinimos a detener a un prófugo”.

“¿Señor fiscal, guarde silencio, por favor”, insta Juan.

“Pero, García, el instructor acá es sudafricano y está de ilegal”.

“¿Cuál sudafricano?”, Adán mete su cuchara. “Nuestro instructor no es sudafricano y tenemos sus papeles para probarlo”.

“Todos guarden silencio, he dicho”, interviene Juan García.

Vargas entiende que ha caído en una celada, mientras Flor sigue llorando a voces desde dentro de su dormitorio. Una multitud de gente comienza a formarse alrededor de la casa de Tito y el gimnasio.

“el policía la quiso forzar”, comienza a expandirse el rumor.

Los otros cuatro efectivos en el portón del AMW se ven perdidos cuando la gente comienza a bloquear uno de los carriles de la avenida. Alvin sale a requerir a tres de ellos para ejecutar la detención por flagrancia.

“¡Que se lleven preso al policía violador!”, grita la vecina de Tito.

 “¡Sí! ¡Que se lo lleven preso!”

El policía que queda solitario junto al portón solo atina a pedir orden a la multitud, mientras, milagrosamente se reactiva la señal de los celulares y la luz eléctrica parece estabilizarse. Veinte minutos después, Tito llega en su bicicleta (abriéndose paso a gritos entre la gente que lo rodea) e ingresa por el portón del gimnasio, mientras que por la otra, un magullado comisario Castro llega en otro vehículo e intenta extraer al fiscal local y dos de sus efectivos ahora detenidos, pero la multitud se lo impide así que da media vuelta hasta regresar a la estación en la plaza principal. Juan es quien sale y convence a la gente que es necesario trasladar a los detenidos porque si se mantienen dentro de la casa de Tito sería una arbitrariedad, pero la multitud no escucha razones; entonces, sale Adán y lo logra: montan a los tres detenidos en el mismo camión preparado para Owen. El administrador de Santa Cruz Directo no pierde detalle de la noticia y la transmite en vivo mediante su fanpage.

  

domingo, 17 de abril de 2022

ASS (24): Bill cachando, Enrique produciendo

Tras cachar en cámara, Flavio ofrece ayudar para hacer más porno.

 


Ese domingo por la tarde, Enrique y Flavio graban la cuarta escena de la producción que fluye casi de forma improvisada pero que aún dentro de la improvisación sería la segunda del primer video porno DE ASS. La locación es una oficina de la discoteca donde se grabaron las otras tres escenas (el sábado por la noche, se había filmado a Flavio ejecutando su número de strip-tease al desnudo con alguna concurrencia real).

Se supone que en esta escena, Enrique, interpretando a Bill, plantea a Flavio, interpretándose a sí mismo, encargarse de los shows calientes de la discoteca.

“Me encantó tu número pero necesitamos más strippers”.

“¿Cuántos?”

“Los que podamos… ah, y dispuestos a todo”.

“¿A todo… como qué?”

Bill se levanta de su silla, camina hacia Flavio y se inclina a darle un beso profundo en la boca que él responde a la vez que se pone de pie. Ambos se acarician y besan mientras se van desnudando. Mejor dicho Enrique, porque se supone que en la escena anterior Flavio no solo se había quedado desnudo tras bailar sino que además se había pajeado frente al público dejándose tocar por algunos concurrentes.

Una vez que Bill queda calato, ambos se frotan los penes ya erectos.

“Chúpame la verga”, pide el empresario.

Flavio se arrodilla hasta tomar el largo y grueso pene, 18 centímetros, con sus labios y comenzarlo a succionar con mucha pasión. Alrededor de ambos, Willy no deja de buscar diversos planos con la cámara de televisión.

“Desde abajo también, cabrón”, indica Enrique.

Willy casi se tira al piso para tomar la cara de Flavio mamando el enorme pene tratando de metérselo hasta la garganta, casi a punto de vomitar. Luego ambos se ponen en pie, y Bill hace girar a su compañero sexual y apoyarse sobre el escritorio mientras para el culo. Bill se arrodilla y comienza a practicar un sonoro beso negro abriendo los grandes glúteos del pasivo con sus dos gruesas manos en tanto Flavio gime y jadea bien arrecho.

“Corta y pásame el lubricante”, pide de nuevo Enrique saliendo de personaje.

Willy saca el frasquito de su bolsillo y se lo alcanza. Enrique se lo unta generosamente a lo largo de todo su falo y del ano de Flavio, lo devuelve, se pone de pie, se pajea un poco y se pone duro el pene.

“Acción”, indica.

Cuenta mentalmente hasta tres, y Bill comienza a meter su largo pene en el ano de Flavio, quien hace gestos de dolor y placer. Poco a poco se va meciendo. Willy sigue buscando con la cámara ángulos diversos para luego mezclarlos en la edición.

“Corta”, vuelve a ordenar Enrique. “Plano general desde eje lateral”.

Willy se coloca.

“Acción”, indica Enrique.

Bill saca su pene del ano de Flavio y lo hace acostarse boca arriba sobre el escritorio, le ayuda a levantar sus piernas, y le mete nuevamente la verga. Se repite la penetración para tener diferentes planos. El coito continúa hasta una nueva orden de corte. Ahora Bill se acuesta boca arriba sobre el escritorio, y aprovechando la gruesa madera, hace que Flavio se siente encima de su pene erecto, se lo meta al culo y comience a rebotar.

“¿Cuánto tiempo vamos?”, consulta Enrique saliéndose de personaje otra vez.

“27 minutos por todo”, informa Willy.

“Avísame cuando lleguemos a 30”.

Willy nuevamente tiene su verga al palo bajo su jean; aún así mira el cronómetro hasta que se computa media hora efectiva de grabación:

“Tiempo”, indica.

“Corta. Todo en picado ahora”.

Bill se para a un lado del escritorio, hace queFlavio se arrodille:

“Abre bien la boca, puto”, le dice.

Flavio incluso saca la lengua. Bill se pajea hasta que cinco ráfagas de espeso semen se disparan sobre las papilas gustativas del pasivo, mientras elactivo ruge de placer. Flavio se termina tragando el esperma. Ambos actores esperan un momento.

“Corta”, indica Enrique. “Remate en plano americano”.

Willy se ubica e indica que está listo.

“Acción”, ordena Enrique.

Flavio termina de saborearse el semen, se pone de pie y besa en la boca a Bill.

“¿tenemos un trato, entonces?”.

“Por supuesto”, responde Flavio muy sonriente.

“Ya sabes: dispuestos a todo”.

Ambos hombres se besan otra vez en la boca por un minuto o minuto y medio.

“Corta”, indica Enrique saliendo de personaje otra vez.

Aún desnudo, y tras una hora y media de actuar, equivocarse y repetir, revisa toda la escena porno en bruto en el visor de la cámara, mientras Willy se cacha a Flavio, ambos apoyados en el escritorio.

“excelente. Hay planos padrísimos, cabrón”.

Willy preña a Flavio, y mantiene su pene dentro por algún tiempo mientras recobra el aliento.

“¿¿Sí me escuchaste o te concentraste más en coger con este cabrón?”

“Sí y gracias”, responde Willy levantándose el bóxer y el jean. “Quizás con lo que grabamos anoche y esta mañana ya tenemos para una hora o una hora 10”.

“Poco”, reflexiona Enrique. “Hora 45 debería ser lo mínimo, o sea que necesitamos tres escenas más”.

“¿Y con quién las haremos?”, intriga Flavio.  “¿Repetiremos con Alejo y su amigo?”

“Alejo me dijo que tiene dos chavos más en su pueblo”, comenta Enrique. “La vaina es que no los conozco: solo sé que uno es futbolista, el otro es venezolano”.

“Pero según entiendo, esta película es sobre strippers; entonces, ¿al menos saben bailar?”

“No lo sé”, responde secamente Enrique levantándose de su silla.

“¿Y vas a esperar a que Alejo te los traiga?”, desafía Flavio.

“Recuerda, cabrón, que no puedo aparecerme por su pueblo… nadie puede darse cuenta, cabrón”.

“Sí”, replica Flavio. “Tú no, pero… Willy… y yo sí”.

Enrique mira al chico intrigado:

“¿Qué propones, cabrón?”

“Dame el crédito de co-productor y te los consigo… y si ellos no sirven, te los consigo igual”.

“Eso significa que debo pagarte más lana”.

“Es eso… o tu video solo tendrá una hora de duración… ¿qué dices?”

            

sábado, 16 de abril de 2022

Proyecto Lujuria 7.2: evandro parece estar enamorado de Osmar


Tras cenar ligero, Osmar recién se aparece en el condominio de Jesús María a las ocho de la noche.

“¿Dónde has estado todo el día?”, le sonríe Gibrán.

“Por ahí”, muestra sus dientes un Osmar muy coqueto, quien se mete a su cuarto mientras Alexis sale ya vestido del de Gibrán.

“Te  ves guapo”, comenta el inquilino principal.

El actor sonríe.

Suena el timbre y Gibrán se levanta a atender. Osmar sale con una toalla anudada a la cintura en dirección al baño.

“Vamos a llegar tarde”, le avisa Alexis.

“Avanza sin mí; me ducho en un segundo y salgo en un taxi”.

“Hoy domingo cobran más caro”.

“Avanza igual”.

Osmar entra al baño.

“Evandro está abajo”, anuncia Gibrán.

“Ya bajo”.

“Está subiendo”.

“Puta madre ese huevón”, , refunfuña el actor.

En la ducha, Osmar se relaja bajo el agua tibia mientras recuerda con agrado toda la velada de ese día. ¿Cómo así se dejó seducir por Alejandro, o quién sedujo a quién? ¡Qué importa! Hay planes, hay vida, hay luz. Mientras tanto, se enjabona los pectorales, los abdominales, los brazos, los costados, la espalda, el culo, al medio de él, su pija y sus huevos, sus muslos, sus pantorrillas, sus pies.

En diez minutos ya se está secando y abre la puerta del baño. Evandro está justo allí. Osmar se abre paso y avanza a su cuarto; el otro actor lo persigue.

“Os, dejemos esta estupidez, ¿quieres? La cagué, lo reconozco, pero…”

Osmar se mete a su cuarto y casi tira la puerta en la nariz de Evandro. Alexis se le acerca:

“Mejor vamos: ya es ocho y cuarto”.

Evandro toca la puerta:

“Osmar, te esperamos abajo”.

“¡Déjenme en paz, carajo!”, reclaman desde dentro.

Alexis hace un gesto de retirada; Evandro frunce la boca. Ambos se van.

Al salir a la calle, detrás del Yaris hay un Corolla blanco station wagon con un chofer esperando en su asiento y otro en la puerta del copiloto con toda la pinta de surfista. Evandro lo reconoce:

“¡Alejo! ¿Qué haces por acá?”

El fotógrafo lo saluda efusivamente con un abrazo:

“Espero a un amigo”.

“Ah, qué coincidencias”.

“Avancemos”, le recuerda Alexis desde el fondo.

“Te veo luego. ¿Cuándo nos tomamos unas chelas?”

“Cuando quieras, causa”.

El Yaris arranca y justo al fondo Osmar inicia el recorrido desde la puerta del condominio hasta la puerta de la calle. Alejandro lo ssaluda con una cogida de manos muy disimulada:

“¿Vamos?”

“Vamos”, responde el actor.

 


Al término de la función, primera en la que Evandro no experimenta una erección en vivo, los tres chicos se juntan en el vestuario para ponerse su ropa usual (ya sin la especie de supervisión por Zaira).

“¿Los llevo de regreso a casa?”, invita Evandro.

“Avancen ustedes, chicos. Yo voy aparte”.

Evandro mira a Alexis, quien hace un gesto de no buscar más problemas; pero el primero topa los abdominales de su amigo. Osmar termina de prepararse y sale. Evandro espera un poco y da otro toque en el culo a Alexis.

Al ganar la calle, ven a Osmar tomando un taxi con Alejandro.

“¿Y de dónde se conocen?”

“Yo qué sé, Evan”.

“¿Y a dónde se van a esta hora?”

Con sigilo, los siguen en la ruta que va al cuarto de Alejandro en Lince. Los ven subir.

“¿en qué huevada andarán estos dos?”, se pregunta Evandro otra vez.

“¿quieres dejar de jugar al detective? Regresemos al condo”.

“¿Podrás averiguar algo?”

“Evandro, por favor. Osmar ya tiene treinta y tres años, no es nada tuyo, tú ya tienes un compromiso con dos retoños. ¿Quieres tener un poco de sentido de la realidad, huevón?”

esto es tener sentido de la realidad, Alex. Si quieres irte, vete; si no, aguanta”.

Alexis abre la puerta del asiento trasero y baja.

“¡Oye!”, grita Osmar. “Sube. Tienes razón… Regresemos a casa”.

  

viernes, 15 de abril de 2022

La hermandad de la luna 10.4

En las oficinas de Cruz Dorada, Christian está sentado gastando la cuarta revista institucional en la sala de espera en Gerencia. . Hace media hora que la secretaria se ha despedido preguntándole si necesitaba algo y él le dijo que no, tras haber llegado poco antes de las cinco. Chiquito entra y camina rápido hacia la oficina de Ismael Nava.

“Disculpa”, Christian se pone de pie, pero el hombre lo deja con la palabra en la boca e ingresa veloz.

“Carajo”, balbucea el abogado y regresa al sofá de cuero.

Busca en su celular el número de Elga y está a punto de marcar cuando se abre la puerta de la oficina de Nava y éste sale rápidamente con Chiquito. Christian se levanta y le da alcance, pero el guardaespaldas lo bloquea.

“Ahora no lo puede atender, doctor”, le dice empujándolo con el antebrazo.

“¡No puedes tratarme así, oye!”, reclama Christian.

Nava sigue su camino hasta la salida y le hace una seña a un guardia de seguridad que reemplaza a Chiquito y retiene al abogado.

“Caballero, tranquilícese, o llamo a la Policía”.

“?Oye! ¿Tú sabes quién soy yo?”, se infla Christian.

“Lo siento, caballero. Está en propiedad privada y debe tranquilizarse o llamo a la Policía”.

Christian trata de salir del edificio pero el guardia se lo impide.

“¡esto es secuestro!”, amenaza.

“Conserve la tranquilidad, caballero, por favor”.

Chiquito y Nava abordan una de las camionetas de Cruz Dorada y dejan el estacionamiento. Cuando Christian por fin es liberado, corre hasta la camioneta que está conduciendo, pero el otro vehículo ya se perdió en medio del tráfico.

Mira un video aquí. 

Cuarenta minutos después, Tito y Flor llegan a la casa y encuentran a Adán y Frank sentados en el sofá. Al fondo, el AMW no ha suspendido su atención.

“Acabamos de cruzarnos con la camioneta de ellos a mitad de camino”, informa el gladiador.

Adán toma una bolsa plástica blanca que está en el suelo, a un costado del sofá, y se la lanza a su primo.

“¿Fueron de compras?”

“Más o menos”, responde el cuerpo de luchador. “Es un regalo para el biólogo”.

Tito abre la bolsa: prendas manchadas en sangre. Mira a Adán, sorprendido.

“Es uno de los sujetos que vino a molestar a Flor”.

“¿Cómo lo consiguieron?”, se asombra Tito.

“Olvidaste que fuiste un comando de estirpe?”, guiña un ojo su primo.

Tito sonríe y cierra la bolsa; comienza a buscar en su celular, en tanto que Flor se libera de su mochila.

“¿Y dónde está el alumno nuevo, tío?”

“Viene más tarde”, responde Adán.

“Y espero que sano y salvo”, murmura Frank.

Flor no entiende nada.