lunes, 14 de abril de 2014

Anselmo (27) FINAL

Por: N-Azz

 

CAPÍTULO 27 (final)

 

Un mes después.

 

En lo alto de la sierra está San Jerónimo, un encantador pueblo rodeado de bosques que ocultan los picachos que no son otra cosa que grandes bloques de piedra negra pulida por el sol, el agua y el viento.

La feria por la Bajada de Reyes comenzaba a tomar forma. Puestos de comida, tómbolas, un carrusel vetusto.

Anselmo acaba de cumplir 17 años de edad, apenas hace DOS días.

Fue un buen alumno en la escuela, pero esos méritos de nada sirven por acá.

El campo necesita manos que lo trabajen, y las  suyas son las únicas sobrias y disponibles en casa; por eso, tuvo que DEJAR DE ESTUDIAR contra su voluntad, justo cuando iba a concluírla.

Agapito, su padre, había decidido desentenderse de estas jornadas. En el fondo del hogar, HAY una pala con la que hace tiempo estaba en una muda riña. La última vez que la cogió con gusto fue el día que murió Santos, la madre de Anselmo, hace más de un año.

Pero ese resentimiento tuvo que postergarse. Agapito está en el penal detenido por haber entregado a su hijo a un compadre que vivía en la costa, quien también ha sido privado de la libertad y está bajo investigación por, al menos, tres delitos.

Por fin, el auto blanco aparece en medio de una nube de polvo y varios niños que intentan torearlo.

Tres personas conocidas para Anselmo por fin pueden despegar sus traseros del asiento posterior.

“¡Tu pueblo está de la puta madre!”, dice un tipo alto y fornido en extremo.

No ha dejado de tomar fotos.

Tiene el rostro muy atractivo, aunque el polvo ha pintado de crema su cabello y sus pestañas.

Este hombre y Anselmo se abrazan afectuosamente.

“Gracias Max”.

“Koky. Soy Koky, no lo olvides”.

El segundo es un muchacho delgado, algo pálido pero de ojos vivaces.

“Vas a tener que prestarle tu memoria de elefante, si no, no le alcanzarán las fotos”.

Anselmo y este otro chico se abrazan largamente.

“¿Cómo vas, Kike?”

“La peor parte del tratamiento ya pasó. Ahora debo recuperar peso, así que me tendrás que dar las comidas de acá”.

“¡Ya pues!”

El tercero tiene cuerpo armonioso y mirada dulce. También saluda a Anselmo abrazándolo, y es correspondido de una manera especial y entrañable.

“Te extrañé”, le dice casi al oído.

“Yo también, amor. ¿Qué te dijeron?”

“Tengo que declarar en los dos procesos. Tu viejo pudo denunciarme y ha pedido que me detengan”.

“¿Lo harán?”

“No. El abogado dice que en la denuncia no hay pruebas contra mí, pero tengo que ir cuando me llamen pa’declarar”.

Max, o Koky, regresa donde la pareja. “ah, Daniel manda saludos y dice que te vendrá a visitar tan pronto como pueda”.

“Ya pues”, sella Anselmo. “Seguro me hará más preguntas”.

“La hizo bien ese huevón: ¿quién iba a pensar que era periodista? Me dijo que el reportaje saldrá para la quincena”, recuerda el cuerpón mientras se sacude el polvo del cabello.

“Tú no hables. ¿Quién iba a suponer que eras…?”

Max le pide guardar silencio con el índice sobre sus labios.

 “Si no fuera por lo que Daniel averiguó, a lo mejor no volvías a ver a Elías”, recuerda Max.

Esa medianoche, los cuatro, sentados en el corredor de la casa de Anselmo, contemplan los fuegos artificiales de la fiesta, a unos tres kilómetros cerro abajo.

Elías, el chico que bajó último del auto, se ha apoyado contra la pared y abierto de piernas para que Anselmo se acomode y se recueste en su pecho.

Kike ha apoyado su cabeza sobre el voluminoso hombro de Max, y se maravilla con el espectáculo en el cielo serrano: “Me recuerda a mi tierra”.

“Ya nos tocará ir allá algún día”, asegura el fornido. Entonces, se dirige a los dos abrazados. “Oigan, muchachos, nada de sexo hasta que Anselmo tenga 18, ¿ah?”

Los aludidos ríen. “No. Esperaremos. ¿Verdad Elías?”

“Caballero. Manuela Pajares nomá’”.

Anselmo sonríe: “Oye, Max, ¿te acuerdas cuando le hicimos creer a mi padrino que los tres tiramos?”

Max celebra la estratagema: “¿Quién dijo que sólo las mujeres fingen orgasmos?”

“Pero hoy si lo haremos de verdad¿no?”, dice Kike, quitando la cabeza del hombro de Max.

“¿Trajiste condones?”

“Claro”, dice Kike, sonriendo. “Zulú me recomendó unos con retardante”.

“Ojalá la cama del viejo de Anselmo no suene mucho”.

“Cierto que Zulú ahora maneja el Alpha Male?”, interviene Anselmo.

“Sí, pero no es lo mismo de antes, y la gente que se consiguió se la pasa modelando pero no sirve. Ya se ha mechado con Febo por esas cosas”.

Anselmo sonríe.

“¿Febo es mi primo Segundo, no?”, consulta Elías.

“sí. De veras, dijo que a lo mejor regresa”, concluye Max.

Los fuegos terminan y los chicos se van a dormir.

Quienes prometieron hacer crujir la cama se quedan profundamente dormidos, en tanto Anselmo y Elías comparten otro lecho y, muy a su pesar, practican la abstinencia.

 

EPÍLOGO

Martín Hidalgo Saavedra fue condenado a 35 años de prisión porsecuestro, proxenetismo, violación, corrupción de menores y ahora enfrenta un proceso por evasión fiscal.

Agapito Castro González recibió 15 años por ser cómplice.

Emilio Gabriel Reyes Saavedra, alias Zack o Jorge Sweetass, está prófugo de la justicia peruana.

Dos meses antes de que Anselmo cumpliera 19 años, Elías Narváez Castro terminó de cumplir doce meses de libertad condicional.

Ambos iban juntos al juzgado cada vez que el segundo tenía que firmar. Los dos  trabajan las tierras de sus familias.

  Segundo  Narváez, antes conocido como Febo, es ahora su peón.

Kike asumió el Alpha Male, pero se cuida de los chicos que trabajan con él. Continúa su tratamiento antirretroviral, y es la estrella de un espectáculo de sexo en vivo en ese local.

Tras el chasco de Zack, los editores de Hot Guy se fijaron en Zulú, y ahora es una de sus estrellas. Ha comenzado a producir sus propias historias, donde besa a sus parejas y hasta se deja penetrar. Lanzó un calendario y quiso hacer algunas fotos en san Jerónimo, pero Anselmo no se lo recomendó por cuestiones culturales. Igual, su productor se las ingenió para hacerle una idílica toma en la cima del Huaynapite, claro está, luciendo sus viriles atributos.

De Max no supe mucho (luego de unas fotos y un video fuertes para Hot Guy), hasta que hace dos semanas me mandó una invitación para su boda. Su futura esposa es, nada menos, que una conocida bailarina exótica. Me molesta que nadie le reconociera ser el verdadero héroe de este caso… pero así somos de ingratos los humanos.

 

FIN

 

© 2012, 2014 Hunks of Piura Entertainment. Esta es una obra de ficción: cualquier parecido con nombres o situaciones es pura coincidencia. Escribe a hunks.piura@gmail.com o comenta aquí. SIEMPRE PRACTICA SEXO SEGURO.

Texto producido con el Método Writting Fitness. Más información aquí.

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miércoles, 9 de abril de 2014

The Bar's Boys (11)

ACONSEJAMOS DISCRESIÓN DEL LECTOR: Algunas escenas que presentamos a continuación son inapropiadas.

 

Por: Nug Huyur

 

Capítulo XI: El Gimnasio (III parte)

 

Pablo se quedó absorto con el beso que le di de sorpresa, pero a su vez sonrió, me miró a los ojos.

  • Claro tonto, quieres ir a otra parte, quisiera terminar lo que empezamos.
  • Entonces vamos.
  • ¿Estás seguro?
  • Sí, Pablo.

Cogimos un mototaxi, y nos fuimos para su casa.

  • ¿Estás seguro Pablo?
  • Si Osvaldo, mi madre se ha ido al Bingo, y mi viejo, de veras no vive con nosotros desde que nací. – El rostro de Pablo se oscureció.
  • ¡Hey! Tranquilo Pablo ya lo vas a superar, amor.
  • De seguro que sí.

Sacó las llaves,  abrió la puerta. Me tomó de la mano. “Ven vamos entremos, amor”, me dijo. Coloqué mi mano sobre la de él, entramos y nos dirigimos a su cuarto. Su recámara, era muy bonita,  tenía unos ventanales grandes, que daban justamente a la calle, se veían las luces, las motos y las nubes y esa luna inmensa, grande. Era un cuarto muy bonito, aseado y ordenado. No tenía grandes cosas pero si lo principal.

  • Viendo el paisaje, amor – me dijo al oído y me tomó por la cintura.
  • Sí, tienes una linda vista de la ciudad.- me giró y me dio un beso.
  • ¿Nos duchamos?
  • Convénceme - Sonrió, me volvió a dar un beso.
  • ¿Así está bien?
  • No sé, le falta…

Y me dio uno con tal intensidad, que me dejó rendido. A paso torpe, me guió hasta el baño de su cuarto, me quitó el polo, como pude me saqué las zapatillas, sin separarme de sus labios. Él por su parte se quitó el polo, luego las zapatillas. Luego nos desnudamos, abrió la llave, corrió la cortina. Entramos. El agua caía sobre nosotros. Rodeé su cuello con mis brazos, nos besamos, y nos acariciamos, con mis dedos recorrí su pecho, hasta llegar a su pene erecto, lo cogí estaba caliente, duro grueso y cabezón.

  • ¿Te gusta?
  • Sí, pero creo que me va doler.
  • No pienses así, vas a ver que no te va doler.
  • ¿Estás seguro? Vas a ser el primero.

Una sonrisa se dibujó en su rostro, me besó otra vez y me giró. Mientras besaba mi cuello, rozaba su pene contra mis nalgas, lo sentí caliente, con sus manos las tocaba una y otra vez. En eso me nalgueó una, otra y otra vez. Se sentía rico, quería que siguiese así, de pronto, se arrodilla y empieza a besarlas, a pasarle la lengüita por en medio, en mi huequito, se la paso una y otra vez.

  • Hmmm! Que rico papi, sigue, sigue
  • Te gusta.
  • ¡Sí, sí!

Se paró y refregó su pene contra mis nalgas. Entonces cerró la llave, y al oído me dijo: “Vamos  al cuarto”. Lo miré y él sin más palabras me tomó de la mano, me llevó a su cama, me tiró sobre el colchón, sus manos fueron mi toalla, sus besos secaron mis miedos y sus manos recorrieron mi cuerpo, llenándolo de amor. Con su fuerza Hulkana me jaló hasta el filo de la cama, abriéndome de piernas. En esa posición me dejó.

  • Espera, me va doler, nunca lo he hecho.
  • Tranquilo, lo haré despacio, además tampoco quiero lastimarte.

Sacó un frasco de su mesa de noche. Me hechó un líquido. Estaba algo helado, lo untó en mi huequito con su dedo. Lo refregó por todo mi anito, para luego ir metiendo primero un dedo, luego dos. Dios, no sabía qué hacer, estaba reexcitado, mi pene estaba erecto aunque no era muy grande.

  • Listo, ya estas - dijo
  • ¿Para qué?
  • Para esto

Entonces sentí toda su humanidad ingresar en mi hoyito, era algo incómodo pero placentero, se sentía rico y el seguía embistiendo, una y otra y otra vez. ¡Au!, decía. Pablo pasaba su mano por mi pecho, e incluso se acercó a mi rostro para darme un beso, pero su pene se salió. Entonces, lo cogió, puso más crema, pero mi hoyito solo se dilató y volvió a ingresar. Pablo me embistió otra vez, me retorcía, me aferraba a la sábana de placer y dolor. Hasta que de pronto, un líquido inundó mi ser, estaba calientito. Sentí como el pene de Pablo se retiraba de mí. Se acostó a mi lado exhausto, bajé las piernas.

  • ¿Te gustó amor?
  • Me fascinó – tanto que ni cuenta me di, del momento en el que eyaculé, pensé.

  

Continuará….

 

© 2014 Hunks of Piura Entertainment. Ésta es una obra de ficción: cualquier parecido con nombres, lugares o situaciones es pura coincidencia. Escribe al autor a hunks.piura@gmail.com o comenta aquí.

Siempre practica sexo seguro.

 

lunes, 7 de abril de 2014

Anselmo (26)

Por: N-Azz

 

CAPÍTULO 26

A las seis de la mañana, tras recoger sillas y limpiar, todos los chicos se fueron a dormir. Baco, por más cansado que estaba, no pegó los ojos. Estaba ansioso por lo que pasaría esa tarde. ¿qué le pediría Daniel: alguna pose que no sabía, algo para lo que no estaba preparado, dejársela meter, o meterla, sin condón? ¡A lo mejor pasaría como con Kike? Quizás sólo quería que le contara toda su vida, pero ¿para qué?

Kike lo despertó después de la una de la tarde, para almorzar.

Dos horas y 45 minutos después, Baco estaba arreglándose en su cuarto, luego de bañarse.

Llevaría un slipblanco  de tiras angostas, camiseta y pantalones entallados.

Kike entró.

“No puedo creerlo. Prométeme que tendrás cuidado”.

“estoy listo. Aunque, teniendo  suerte, quedrá que le cuente la historia de mi vida”.

Kike sonrió, se chocó contra Baco en un abrazo que destilaba mucho afecto y lo besó en la frente.

“Te contaré cuando regrese”.

Kike no le replicó, sólo le sonrió con los ojos a punto de estallar en lágrimas.

A las tres, Daniel tocaba el timbre.

Don Martín y Baco lo esperaban en la puerta. El padrino abrió y atendió de lo más cordial al solicitante. Tres billetes de 100 se depositaron en sus manos.

Baco y Daniel salieron.

Afuera los esperaba una camioneta amplia y cómoda. Baco subió, y de inmediato se refrescó con el aire acondicionado.

Daniel arrancó.

“¿Tranquilo esta tarde?”

“Sí… creo que sí”.

“Descuida. Si algo no te gusta, simplemente me lo dices”.

Llegaron a un hotel exclusivo en Colán.

Cuando la camioneta se detuvo, quedaron frente a un bungalow con vista al sol reflejándose  sobre la superficie del mar.

Bajaron.

“¿Listo?”, dijo Daniel aproximándose a tomar la espalda firme de Baco para guiarlo escalera arriba hacia la cabaña.

“Sí”, dijo el muchacho tomándolo de su espalda baja… también firme.

Abrieron la celosía, luego la puerta.

Cuando Baco vio al sofá de la cabaña, otra persona lo esperaba.

Una emoción indescriptible llenó el espacio.

Aquella persona  se levantó, y corrió a abrazarlo.

Los ojos de ambos se llenaron de lágrimas, y el abrazo se hizo más fuerte, más estrecho, más sólido.

¡No podía estar pasando esto!

Era increíble…

Era Elías.

 

%%%%%%%%

 

Eran las siete y media de la noche y Vaco no regresaba.

Don Martín lo veía como una oportunidad.

¡500 dólares en su primera noche!

Gringo imbécil. ¿No pudo negociar un paquete más cómodo para él? Bueno, pero mejor para el negocio, ¿no?

El timbre sonó.

¡500 dólares! Dios bendiga las matemáticas.

“¿Martín Eusebio Hidalgo Saavedra?”

“¿Para qué lo busca?”

El homre en la puerta dio un empellón y entró. Detrás de él, otros seis, incluyendo cuatro policías uniformados hacían lo mismo. El segundo hombre sin uniforme vestía de cuello y corbata, y llevaba una medalla dorada sobre el pecho, además de unos papeles en la mano.

Con el estrépito, Febo, Zulú (luciendo sólo ropa interior)y Kike salieron de sus dormitorios, pero no atinaron a hacer nada.

Martín estaba desesperado.

“Debe acompañarnos. Está detenido por secuestro, corrupción de menores, violación  y proxenetismo”. Aquí está la orden. Léala, por favor”.

Martín no recibió los papeles.

“¡Pero todos ellos son mayores de edad!”

Todos los uniformados registraron la casa y el Alpha Male de arriba abajo. Uno de ellos entró cajas, y comenzó a llevarse muchas cosas.

Martín volteó a ver a Zulú, desesperado. “¿Acaso yo te proxeneteo?”

El moreno lo miró y sonrió.

Nadie hizo nada más.

Martín fue esposado, y llevado a un carro-patrulla.

Junto al vehículo, había una camioneta con sello de la Fiscalía, y adentro el rostro de quien consideraba su nuevo hombre de confianza y su nuevo amante: Max.

Kike sintió un gran alivio, entró a su cuarto, y se arrodilló junto a una crucecita de chonta que se había traído desde Tarapoto. Oró.

Desde esa noche, el Alpha Male dejó de atender

 

(CONTINUARÁ…)

 

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miércoles, 2 de abril de 2014

The Bar's Boys (10)

ACONSEJAMOS DISCRESIÓN DEL LECTOR: Algunas escenas que presentamos a continuación son inapropiadas.

 

Por: Nug Huyur

 

Capítulo X: El Gimnasio (II parte)

 

Tras las palabras de Pablo, preferí salir del gym. Pablo gritó, vociferó pero corrí, galopé, huí. No podía ser. Yo no era gay. No podía serlo, esto que sentía estaba mal. No debí dejarme tocar. No debí desearlo. Estaba mal. Esto que sentía era malo. En eso, empieza la garúa. Llovizna. Llueve. El agua se precipita, se empoza, me moja, resbalo, ruedo, me levanto, maltrecho, herido, lloroso. No, no ¿Por qué a mí? ¿Por qué he de sentirme así?, pienso. Llego a mi casa. Me cambio, contemplo la lluvia a través del cristal. Mudo. Silencio. Apago la luz y me echo en mi cama. Con el goteo de la lluvia me quedo dormido. De pronto, alguien llama, está lejos, apenas percibo mi nombre, hay niebla por todo el lugar, camino buscando al dueño de la voz, hasta que la niebla se disipa, aparece una cama con un dosel, la voz proviene de quien esté acostado en aquel lecho. Al fin me puedo verme completo, llevo pantalón y polo color leche. En aquel lugar parece soñado, es una cama en medio de la nada. Hay un reloj, pero está detenido en una esquina y una ventana en medio de la nada parece abierta y cerrada a la vez. El cielo limpio, se ve la luna, grande e imponente. Una brisa con sabor a mar,  flamea las cortinas y alguien parece acostado en medio de la cama, come algo. Me conoce, porque al verme sonríe, me acerco para verle mejor. Es Pablo en traje de esclavo romano, su cuerpo fuerte y atlético se dejaba lucir, pues lo único cubierto era su entre pierna con el taparrabo que llevaba, su pecho musculoso, sus piernas fuertes y sus pantorrillas se notaban muy bien, en los brazos llevaba muñequeras doradas, un plato sobre la cama habían uvas, las cuales disfrutaba mientras me veía.

  • ¿Pablo?
  • Sí Osvaldo, pero ven, acuéstate conmigo, hazme compañía – dijo seductoramente y extendió su mano

Sin pensarlo, puse mi mano en la de él, y me recosté. Pablo acarició mi pelo y mi rostro.

  • ¿Por qué tienes miedo chiquito? ¿Por qué huyes de mí?
  • No lo sé.
  • ¿Por qué no escuchas a tu corazón? Él te dirá que hacer, y sentir.
  • ¿Qué siente mi corazón?
  • Acaso aún lo dudas – puso una uva sobre mi boca y acercó su rostro al mío – esto…

Tomó la uva con su boca y juntó sus labios a los míos, besándome tiernamente. Sus manos se deslizaron por mi cuerpo, hasta encontrarse  con las mías y las apretó. Luego las llevó sobre su espalda. No tengas miedo, me susurró. Acaricié su espalda. Él empezó a desabrocharme el pantalón. Luego subió sus manos por debajo de mi polo, tocó mis tetillas, las sobó y sobó hasta su erección. Me quitó el polo, cogió otra uva y la exprimió en mi pecho. Lamió su jugo. No cabía en mí, me sentía extraño, feliz, alegre, lleno de placer, que empecé a gemir. Me bajó el pantalón. Me giró, me bajo el calzoncillo, colocó uvas en toda la línea e iba comiendo una a una mientras lamía todo mi culito, tanto lo hizo que no cabía en mí, gemí, gemí y grité. Entonces, sentí algo caliente, algo mojó mi pijama. Desperté. Había eyaculado. Alguien tocó la puerta.

  • Todo bien – dijo una voz
  • Sí – respondí, sin saber qué hacer con mis pantalones
  • Apura, te haces tarde para el colegio.
  • Ya, mamá.

Grité y me apuré para ir al colegio. Tras finalizar la semana de clases, volví al gym. Pablo andaba molesto conmigo después de lo ocurrido. Había faltado casi dos días al gym. Poco quería hablar conmigo, estaba distante, frío. Eso me apenó más de lo que imaginaba. Sin embargo tenía que arreglarlo, no podía dejar que las cosas continuaran de ese modo. Tomé valor, respiré profundo y fui donde estaba.

  • Pablo – le dije, mientras Pablo levantaba las pesas.
  • Sí – respondió en seco.
  • Podríamos hablar.
  • Hmmm, no sé, voy a pensarlo. – Puso las pesas en su sitio – o mejor saldré huyendo – cogió su toalla y salió andando
  • En serio Pablo, necesito hablar contigo – iba tras él.
  • No me digas, la última vez casi te caes de tanto correr – habló enojado y entró a los vestidores.
  • Sí tienes razón, pero…
  • Pero que Osvaldo, yo no estoy para chiquilladas – abrió su locker, sacó su maletín y tiró la toalla dentro del casillero, del maletín extrajo un polo limpio y un short, se quitó el polo – ahora bien si quieres hablar de algo más, termino de cambiarme y nos vamos a hablar a otro lado y cámbiate tú también, ¿no?

Así lo hice. Abrí mí gaveta, saqué la mochila, y me cambié. Nos fuimos del gym. Caminamos en silencio hasta el anfiteatro, el que está debajo, con mirada al río, claro si ahora se le puede llamar así. Nos sentamos en un lugar algo oscuro por la hora no había casi parejitas.

  • Muy bien, de que me querías hablar.
  • De ésto – sin decir más nada, le di un beso, él correspondió, y de ahí, lo miré – me disculpas

 

Continuará….

 

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Siempre practica sexo seguro.