sábado, 26 de diciembre de 2020

Máximo bebe la proteína de un deportista

"No puedes promover la condonación de su préstamo", recordó Sofiano.

"¿Por qué no?", preguntó Máximo casi desafiante.

"Porque ése es un negocio entre privados y ahí no tenemos mucho que hacer, salvo que tú te ofrezcas a pagarle las cuotas".

"Se las pagaré", confirmó el consejero. "Mientras tanto, podríamos hacer algo contra los intereses".

"No podemos, y aunque lo hagamos, no será retroactivo. ¿Y cómo es eso que le pagarás las cuotas?".

"Bueno, Sofiano, tú estudiaste leyes así que tú buscarás alguna solución porque son votos en juego".

Máximo se levantó de su cómoda silla y tomó unos papeles.

"Tres de cada diez votos vienen del campo, y de esos tres dos podrían ser nuestros... uno en cinco... ¿No es demasiado riesgo para tan poco rédito, eh, Max?"

El consejero se acercó a su asesor, le palmeó su firme y redonda nalga y le dio un besito en los labios.

"Esa pinga valió la pena", sonrió Máximo.




Esa tarde, Máximo buscó una forma saludable de distraerse. Fue hasta el club para entrenar un rato. Casi no había alumnos, pero pudo reconocer tres máquinas más allá a un rostro, un porte y un cuerpo que ya había visto antes en la televisión y los diarios. El otro hombre estaba en lo suyo, o parecía estarlo.

"¿Ése no es el que juega en primera división?", le preguntó a su musculoso instructor, quien, como siempre, vestía un bibidí y una trusa que le marcaba todo, en especial el culo y el paquete.

"Sí, ése mismo es. ¿Te lo presento, Max?"

"No", desvió el consejero.

De pronto, el deportista pareció desvanecerse. Máximo prefirió restarle importancia.



Al terminar su rutina, Máximo se fue directo al vestuario. Aunque evitaba hacerlo, la agenda de pendientes una vez que saliera del club se le agolpaban en la cabeza: reuniones, revisiones, plenarias, declaraciones. Había luchado varios años por tener esta posición así que no podía quejarse. Pasó a la ducha, se quitó la toalla, se metió al espacio con baldosas blancas y dejó que el agua recorriera su cuerpo. Entonces sintió que alguien pasaba detrás.

"Buenas tardes", le saludaron. Era el deportista, marcado de pies a cabeza, desnudo, lampiño, vello púbico rasurado, pinga y huevos largos y relajados.

"Hola", contestó Máximo, sonriendo.

Ambos se asearon en silencio. Máximo estaba cerrando la ducha y tomando la toalla cuando escuchó que le hablaban.

"¿Tú eres el consejero, no?"

"Sí", respondió Máximo. "Y tú... bueno, ya sabes".

El deportista sonrió:

"¿Van a sacar ya el Código del Deporte?".

"Entiendo que están en éso, tú sabes que eso se ve en comisiones y yo no estoy en ella".

"Ah", replicó el deportista mientras se echaba jabón en sus nalgas tipo burbuja.

Máximo estaba dejando las duchas cuando un rayo de luz iluminó su cerebro.

"¿quieres que se incluya algo?", preguntó al deportista, quien metía su mano llena de jabón en medio de la raja de su trasero.

"¿No sabes qué han incluído?"



Media hora después, Máximo terminaba una llamada en su celular. Estaba en un cuarto pequeño y fresco del mismo club, totalmente desnudo, en un ambiente privado que él desconocía. Dejó el aparato en una repisita. En una camilla de descanso estaba el deportista aún desnudo. Máximo se volteó a verlo.

"Ya escuchaste", le dijo.

"Parece que no le falta nada", dijo el deportista. "Solo que lo aprueben porque ya tienen como un año discutiendo y nada".

"Priorizar el dictamen", repuso Máximo.

"¿Puedes hacerlo?", averiguó el deportista mientras una de sus manos acariciaba su pene, el que lentamente comenzó a ganar más longitud y grosor.

"Podría". el consejero se quedó concentrado viendo cómo se concretaba la erección.

"¿Solo... podrías?"

"Puedo", susurró Máximo.

El pene del deportista ya estaba duro.

"Hazlo, por favor".

Máximo se recostó con la cara a la altura del falo y comenzó a chuparlo- Trató de tragárselo todo pero fue complicado. Lamió el glande, el tronco venudo, el rasurado vello púbico, las bolas y hasta debajo de ellas.

"Chúpalo", pidió el deportista.

Máximo volvió a meterse la verga en su boca mientras lo masturbaba con una de sus manos.

"¿La quieres en tu culo?", preguntó el chico de lindo cuerpo.

"No tengo forros... a menos que tú..."

"Tampoco tengo, pero estoy sano", aclaró el deportista.

Máximo siguió chupándola. No quiso correr el riesgo.

"¿quieres mi proteína, no?"

Máximo sintió cómo la boca se le inundaba de semen. Se lo bebió.



Al día siguiente, Sofiano estaba más sorprendido que antes.

"¿Código del Deporte? No es tu comisión".

"Solo hazlo. Que aceleren el dictamen".

miércoles, 16 de septiembre de 2020

Felices los 4 (8)

Tras una orgía, Rafael muestra su rostro real.



    


Tras asegurarse que todo el Olympus está bien cerrado, ángel y Eduardo bajan la escalera interna de caracol que los conecta con la casa habitación.

“Claro, mientras sales de viaje, Rafa y su esposa pueden venirme a ayudar”.

“No es su esposa, a duras penas son pareja, aclara Eduardo. “¿Y dónde se quedarían?”

“En el otro cuarto que tienes”, responde el instructor. “Abajo hay tres cuartos y apenas aprovechamos el nuestro”.



Abren la puerta de uno de los dormitorios más pequeños y sobre la cama, un hombre atlético, de amplia espalda y grandes nalgas, está sentado cabalgando el largo y grueso pene de otro chico moreno y atlético como él. Eduardo traga saliva al ver ese ano engullendo el falo del otro varón (protegido con un preservativo), siente su erección al reconocer los gemidos del jinete.



Minutos después los cuatro hombres comparten una ducha a media luz en la que el dueño del inmueble no sabe a qué cuerpo girar para dar y recibir caricias, o a quién dar besos. Mejor opta por arrodillarse en la bañera, tomar el pene largo, grueso e imperceptible curvo hacia arriba de Ángel, y el falo largo, grueso y evidentemente curvo hacia la izquierda de Rafael, los masajea un poco y comienza a mamarlos un rato uno, otro rato el otro. Tras ellos, Amado espera su turno con su pene largo, recto y grueso esperando su turno. El vapor crea una atmósfera cómplice y pantanosa.



Lo que pasa luego es que el ano de Eduardo es alternadamente penetrado por Rafael, Amado (siempre protegido con un condón) y Ángel. El ahora dueño del Olympus está cómodo en cuatro patas sobre su cama sintiendo cómo es placenteramente torturado por tres tipos de virilidad, una más elegante, otra más salvaje, una más sutil, otra más lujuriosa, una suya, otra… quién sabe. Lo que importa en ese momento es disfrutar. Más nada.

“Solo espero que no se apareen con Ángel”, advierte Eduardo mientras acompaña a Rafael y Amado a la puerta una vez que acaba la sesión.

“Vendré a verlo con Ingrid”, aclara el policía.

“Espero que no sea una arrecha de mierda como Dalila”.

“Tranquilo, mi Lalo: tengo bien domada a esa chuchita”.

“Y tú resultaste ser toda una revelación”, dice el anfitrión a Amado.

“Gracias, don Lalo”, sonríe el moreno. “Y gracias por el mes gratis”.



    


Eduardo abre la puerta y Rafael saca su motocicleta que está parada en una vereda interna del jardín delantero de la casa. Amado se encarama justo detrás juntando su paquete a las nalgas del conductor.



En cinco minutos llegan a una calle estrecha dominada por un enorme algarrobo.

“Ese tronco me recuerda ya sabes a qué”, sonríe Rafael.

Amado sonríe también.

“Gracias por traerme y…” el moreno se acerca al oído del conductor. “Gracias por dejarme probar ese culo”.

“Gracias por el banano”, retribuye Rafael. “Espero que no sea debut y despedida”.

“No lo será”, promete Amado, quien saca una llave y abre una puerta de madera algo tosca, parte de una casa común y corriente. Camina hasta su dormitorio. Se quita toda la ropa en la oscuridad.

“Huevón”, susurra.



     

Diez minutos de trayecto con el frío calándole las manos, el pecho y las piernas, y el policía vestido de atleta llega a su casa pocos minutos antes de la medianoche. Su pareja lo espera profundamente dormida, ocupando la mitad de la cama matrimonial. Recién se despierta cuando él ocupa la otra y le roza su cuerpo desnudo.

“¿Qué dice Lalo?”, averigua adormilada.

“Nada en especial”, susurra Rafael. “Extraña a Dalila”.

“Sí… claro”., dice ella antes de quedarse dormida otra vez y de un tirón hasta que el despertador suena a las cinco y se repite el rito de dejar el desayuno preparado e ir hasta el Olympus. Es miércoles. Esta vez, Ángel viste otro de sus enterizos en el que el blanco de la tela no le deja lugar a dudas a la alumna: debajo no hay ropa interior alguna. Mientras ejecuta su rutina, Ingrid puede casi ver cada músculo al desnudo, y mucho más el paquete, aunque lo que jala su vista es el acupulado trasero. Ángel se da cuenta:

“¿Te incomoda?”, le pregunta ensayando una sonrisa cándida.

“No, para nada”, responde ella con mucha seguridad. “Me gusta cuando un chico se pone algo sexy y lo luce con actitud”.

“Ya te dije que tú miras las cosas de otra manera, no como el común de las personas”.



Eduardo sube al tercer piso con cara  de circunstancia, se acerca a Ángel, lo llama a un costado y conversa algo. Ingrid finge indiferencia, pero aunque quisiera, la música de  fondo le impide saber qué están hablando, pero la cara que pone Ángel no le da buena espina. La charla dura un par de minutos. Eduardo sale disparado, El instructor regresa donde su alumna.

“¿Todo bien?”, pregunta Ingrid.

“Todo bien”, responde seco el chico.



    


En la esquina de la manzana donde queda el Olympus, Eduardo espera. Mira hacia la derecha tratando de distinguir algo. Los minutos se le hacen eternos. Toma su celular y marca, timbra en el auricular pero nadie le responde. Entonces lo divisa y lo ve acercarse hasta que se estaciona frente a sí vistiendo una casaca larga y las manos inusualmente cubiertas por guantes de cuero.

“Sube”, le dice Rafael sentado en la motocicleta.  “¿qué pasó?”

“Que tu plan falló”, casi reclama Eduardo ya colocado a su espalda.

El vehículo arranca y el conductor toma una vía más discreta bajo una fila de algarrobos.

“Cálmate, huevón”, se pone firme Rafael. “Sabe qué le pasó pero no quién se lo hizo; además, tu obstáculo es otro, recuerda”.

“Te dije que no era una buena idea”, tiembla Eduardo.

“¿Te arrepientes?”

“¡No sé! Pienso que esto se salió de las manos”.



    


Al llegar a un parque, el conductor sigue de largo por la carretera que mira al río.

“¡Vamos a la clínica!”, reclama Eduardo.

“Me falta combustible y en la ciudad me sale caro”, responde Rafael.



Cruzan el puente. Al fondo se ve una estación de servicios. Cuando Eduardo cree que están perdiendo el tiempo, la moto en lugar de seguir la pista, se mete por un camino de tierra.

“¡¿Qué haces?!”, se alarma el pasajero.

Rafael no responde.

“¡¿Qué haces, carajo?!”



Eduardo entra en pánico y busca su celular, pero en el esfuerzo por abrir el apretado bolsillo de su pantalón de pronto el vehículo pasa sobre un hueco y él cae de espaldas al suelo seco arcilloso. Algunas piedras le hieren. Casi ni puede gritar por el dolor.



Rafael detiene la motocicleta unos metros más allá, baja y se acerca al herido.

“Ningún plan mío falla”, le dice, sacando su pistola de reglamento oculta por su casaca, luego un silenciador. Eduardo mira el arma con pavor.


 

domingo, 5 de julio de 2020

Ideas para tu próxima película erótica o porno gay



Mucha gente sigue pensando que la fórmula del porno o el erotismo gay en cámara consiste en conseguirte chicos guapos de buen cuerpo que se quiten la ropa, se les pare la verga y comiencen a chuparla, meterla en el culo y eyacular mientras disfrutan el orgasmo. Pero olvidan que hay un público que también quiere ver historia, y una buena historia. Por éso parte de nuestro equipo se pasó esta cuarentena creando algunas historias que podrían interesarte poner en pantalla si lo tuyo es producir entretenimiento para adultos gays o bi. A continuación te presentamos algunas sinopsis:

  1. Beto y Juan se refugian en un dormitorio para protegerse de una amenaza que está exterminando a todo el mundo afuera, pero Juan no soporta el encierro. Beto hará lo que tiene a su alcance para evitar que salga; pero, uno de ambos no soportará más la reclusión.
  2. Tommy es reclutado por su viejo amigo Andy para un proyecto ultraconfidencial del Ejército, por lo que convoca a cuatro jóvenes fisicoculturistas para que participen del mismo; en medio del tren sexual, los chicos descubren un aparente montaje.
  3. El mundo heterosexual de Abel se tambalea cuando descubre que algunos de sus compañeros de trabajo tienen relaciones homosexuales, alterando por completo su propia identidad, su relación con su pareja y su familia, su entorno laboral y hasta su futuro; aunque también le muestra ciertas ventajas que puede tomar a su favor para superar su propia situación personal rompiendo muchos convencionalismos sociales.
  4. Miguel Ángel Roca es un destacado rreportero quien viaja a cubrir la investigación de David Torres, un viejo compañero y mentor universitario. La ocasión permitirá renacer una antigua atracción sexual entre ambos, a la que terminará involucrando al camarógrafo que ha viajado con él y un joven campesino quien vive en la zona.
  5. La carrera de  Leandro Pérez como modelo puede despegar si se acuesta con Darío Echenique, uno de los más importantes del medio: lo que para el primero significa una mejor calidad de vida, para el segundo significa acabar con su soledad. Y ambos querrán pagar el precio sin importar las consecuencias.




Si deseas recibir la ficha técnica de cada obra así como su valor de venta, envíanos un correo electrónico a hunks_piura@gmail.com para enviártelas. Algunas obras han sido adaptadas al inglés si te interesa producirlas para ese mercado.

martes, 19 de mayo de 2020

💪 #QuédateEnCasa con Rennato 💦

¿Eres de los que cuando le preguntan cómo estás siempre respondes "aburrido"? Rennato mas bien ha aprovechado el confinamiento para explorar su masculinidad por todos los costados, sentirse sensual, explorar el placer que se siente agarrar su pinga y sus bolas, acariciarse todo el cuerpo, excitarse hasta que su leche se dispare de la satisfacción. ¿Aburrido? ¡Para nada! Éste es el tiempo para que tú también te explores y te goces hasta darlas viendo estas fotos.













domingo, 5 de abril de 2020

El juramento de #semen es para toda la vida

Cuando hice el servicio militar, hace ya casi 20 años, había un juego que mis promociones y yo solíamos hacer cuando dormíamos. Como éramos varios en la cuadra, teníamos que compartir camas. Como a veces hacía calor, dormíamos en calzoncillo (en esa época no estaban de moda los bóxers), y por joder, cuando el otro promoción estaba de espaldas, lo agarrabas de la cintura, le arrimabas tu paquete al medio del culo, y hacías como que te lo cachabas. Así fue como conocí a mi promoción Wálter, un pata flaquito pero marcado, metro 65, lampiño, culo normal pero bien paradito.




Una madrugada, cuando vino de una guardia, como de costumbre se sentó sobre la cama y comenzó a desvestirse. Yo estaba de espalda, durmiendo hacia la pared. Esa noche tenía un calzoncillo bien pegado. Yo soy metro 68, velludo, y en ese tiempo mi contextura era normal.
"¿Estás despierto?", me preguntó bien despacito.
De puro pendejo, no le respondí.
"Ya, oe, Pérez, habla. ¿Estás despierto?"
Y me colocó su paquete en mis nalgas. Solo que esta vez noté que su paquete estaba duro, durazo.
"Aguarda, mierda", le respondí sonriéndome y bien despacito también. "¿Qué pasó?"
"Me gané una huevada. Yo y Sánchez. En el algarrobo cerca de la esquina de la torre, notamos que dos bultos se acercaron. Activamos los largavistas de visión nocturna y... ¡dos patas cachando, huevón!"
"Hablas huevadas", le respondí.
Me narró que ambos llegaron con mucho sigilo, en una zona que en esa época era oscura, y cuando comenzaron a espiarlos vieron cómo se desvestían, y ya calatos cómo uno de ellos se arrodillaba en la arena para chupar lo que parecía ser un gran pene. Luego, cómo el activo ponía al pasivo en cuatro patas y se la clavaba hasta que luego de varias minutos, el activo sacaba su mazo, se lo pajeaba y parecía llegar al orgasmo sobre el cuerpo de su amante.
"¿Qué dijo Sánchez?"
"Ese pendejo se pajeó allí en la torre".


Sentí la mano de Wálter sobre mi cintura, como usándola para narrarme lo que vio, luego sentí su mano en mi cadera. Éso me arrechó y también se me paró.
"Ya deja dormir", pedí.
"¿Por qué?", me preguntó.
Tomé su mano y la puse sobre mi paquete duro. Él no la retiró. Mas bien metió su mano dentro de mi calzoncillo y me tocó mi verga dura.
"¿Hace cuánto que no cachas, Pérez?"
"No sé", le dije por responder cualquier huevada.
Entonces me comenzó a pajear. Yo me quedé tranquilo. Bueno, ni tan tranquilo. Con mi mano libre, le bajé el tirante de su calzoncillo, que para variar era delgado, y le toqué su paquete.


Abrí los ojos. Estaba más o menos oscuro. Tratando de no hacer ruido, me volteé en la cama hasta quedar frente a frente con él. Le bajé su calzoncillo, cosa que él me ayudó, a la vez que me bajaba el mío. Juntamos ambas vergas duras, nos abrazamos, y mientras las masajeábamos contra el cuerpo del otro, nos besamos en la boca. No era el primer pata que besaba en la boca, pero era mi pata, mi promoción. Fue una experiencia rica.
"Las voy a dar", le dije.
Él me puso mirando arriba y con cuidado de no hacer ruido, puso mi pinga en su boca, me la chupó. Le di toda mi leche en ese espacio suave, húmedo y caliente.
"También las voy a dar", me dijo.
Se puso boca arriba. Yo dudé algunos segundos. También cuidando de no hacer ruido, me incliné hasta su pinga, se la chupé y por primera vez en mi vida recibí semen de otro pata. Sabía medio raro, pero ya estaba acostumbrado: el rancho no era comida de cinco tenedores que digamos.





A la mañana siguiente, hicimos como que no pasó nada. Todo normal. Volvimos a repetir la cosa unas dos o tres veces hasta que salimos de baja. Yo me fui a trabajar a Arequipa, él se quedó acá y creo que fue a Lima. Casi había perdido el contacto con él hasta que antes de la cuarentena estaba viendo unos negocios en Canchaque a ver si iba con turistas para la Semana Santa, cuando estaba cruzando la plaza de armas y alguien me pasó la voz.
"¡Pérez!"
Volteé a ver. Un pata algo maceteado me sonreía desde una de las bancas. Me le acerqué. ¡No saben el gozo cuando reconocí a Wálter!
"¡A los años! ¿Qué haces acá, huevón?"
"Tengo un par de días libres en el trabajo y me vine a pasear".
"¿Ya conocías acá?"
"No, es mi primera vez", me guiñó un ojo.
"¿Quieres que te lo muestre?", le sonreí.
"Todito", se carcajeó él.


Caminamos por el mirador, los peroles, vimos el paisaje, aunque hacía algo de frío, él estaba comenzando a sudar.
"¿Quieres darte un baño acá cerca?", consulté.
"Pero no he traído ropa de baño".
"Tú sígueme".
Lo llevé a un paraje del río Pusmalca donde hay unas totoras y algo de pajonal, un poco retirado del pueblo. Al llegar, me calateé todo.
"¡Qué rico cuerpo, promoción!", me alabó.
"El fitness", le sonreí.
Me metí al agua. él se calateó también.
"También tienes rico cuerpo", le observé.
"el fútbol", me sonrió, y parecía darle la razón porque el culo le había crecido lo mismo que las piernas. Se sumergió todo. Aprovechando la soledad, aprovechamos para ponernos al día de toda nuestra vida. él trabaja como ingeniero de telecomunicaciones y yo, como dije arriba, soy operador turístico.
"Esta agua sí que relaja", me dijo.
"¿Te gusta?"
"Como mierda", me dijo. "¿Te acuerdas cuando te hice masajes una vez y me dijiste que estabas bien relajado después de la sesión?"
"Bueno", recordé, "relajado y bien al palo también". Me reí.
"Estoy igual", me guiñó un ojo.
"Hablas huevadas".
Wálter tomó mi mano sumergida, y como esa vez en la cuadra hace 20 años, la puso sobre su paquete. Mas bien sobre su pinga: estaba dura, a pesar del agua fría.
"¿Qué tal?", me dijo.
"Toca la mía", le respondí.
No solo la hizo. Comenzó a pajearme dentro del agua. Yo hice lo mismo. Terminamos eyaculando allí, sin que nadie se diese cuenta. Quién sabe a dónde fluyó nuestro semen, que parecía dos pequeñas nubes blancas alejándose con rapidez.





La siguiente parada del 'tour' fue un hostal en el pueblo. No sé con qué cara nos vieron pero nos dieron una matrimonial. (Nos dijeron que las dobles estaban llenas y no había simples.) Desde que entramos y nos quitamos la ropa, lo primero que hicimos fue tirarnos sobre la cama, abrazarnos y besarnos como locos. Ahora sí podía recorrer su cuerpo bajo el mío.
"Chúpame las tetillas", me pidió, y al hacerlo el huevón comenzó a gemir como mierda, tanto que le tuve que tapar la boca. Luego le chupé la verga, unos 15 cm rectita, y tras levantarle las piernas, le hice un beso negro tierno y profundo. Dilató de inmediato, y era evidente que por ese agujero ya habían entrado varios falos, pero a la mierda... disfruté lamiendo, besando y punteando, mientras él gemía y jadeaba, pedía más, me acariciaba.


Cuando yo me puse boca arriba, él también me besó todo el cuerpo y al llegar a mi pinga, 14 cm recta, me la chupó un rato, luego los huevos. entonces, se sentó sobre mi palo, se puso saliva en el ano, y fue bajando poco a poco hasta que sus nalgas tocaron mi ingle. Rebotó algunos minutos. Luego me lo puse piernas al hombro, pero en vez de bombearlo, probé una técnica tántrica en la que él tenía que apretar el culo mientras yo activaba sus zonas erógenas y en especial su ruta de chakras. Bueno, cuando guías turistas y cachas con ellos, aprendes de todo, ¿no? Wálter disfrutó tanto la experiencia, que, tras hora y media después, eyaculó sobre su abdomen. Afuera ya era de noche.
"Lo máximo, Pérez", me dijo extasiado. "Es la primera vez en mi vida que cacho tan rico".
"Y yo también", le repliqué. "Debe ser porque nos tenemos un cariño de años".
"Debe ser".





Tras cenar algo, el resto de esa noche volvimos a cachar. Esta vez repetí la misma técnica, toda mi pinga en su orto, pero teniéndolo en perrito mientras yo le masajeaba la espalda. Wálter se contorsionaba de la pura excitación, jadeaba, me decía que era mi puta, que me amaba, que lo haga mío.  Luego lo puse boca arriba. Mientras él me pajeaba, yo lo pajeaba. Nuestro esperma se disparó en los vientres de ambos.


Al día siguiente, tomamos el ómbnibus de regreso a Piura. Nos mirábamos como idiotas y nos sonreíamos mientras veíamos la campiña pasar bajo la primera lluvia de verano. Al llegar a Piura, nos despedimos.
"¿Cuándo vuelves a tener días libres, Wálter?"
"En cualquier momento... yo te aviso".
"Ojalá sea pronto porque... es la primera vez en muchos años que hago el amor con alguien".
Pérez se emocionó y los ojos se le aguaron. Ahora nos comunicamos por chat y espero esa próxima vez, que, según me dijo, podría ser un trío. Estamos buscando candidato.

miércoles, 18 de marzo de 2020

Al predicador que madruga, Nino lo ayuda (I)

Eran las ocho de la mañana y yo todavía estaba en mi cama entre dormido y despierto cuando sonó el timbre. Como es costumbre, estaba dentro de mi edredón y sábana completamente calato dispuesto a no moverme de ahí por nada del mundo. Mi pinga estaba bien al palo. El timbre sonó otra vez. ¿Mi vieja se habrá olvidado de la llave? Capaz. Esa mañana había salido a hacer gestiones.


Yo tenía que ensayar unas coreografías, pero a última hora de la noche mi amiga me mandó un whatsapp diciendo que tenía clases en la U, y que lo dejáramos para la tarde. Yo me recurseo enseñando baile y dando clases de aeróbicos durante las noches en un gimnasio como a cinco cuadras de mi casa. Siempre voy caminando y me vacila cómo la gente se me queda mirando el físico, más aún porque siempre me gusta ir con ropa entallada, que me marque mi cuerpo atlético.


Otra vez el timbre. ¡Carajo!
Me asomé al piso, vi por ahí un short de tela blanco que estaba tirado desde la noche anterior, me senté en la cama y me lo puse al mismo tiempo que me calzaba unas babuchas viejas que tengo.


Comencé a caminar acomodándome mi verga para tratar de que no se me notara la erección. Bien tarado que soy: ¿cómo se me ocurre que en la prenda blanca y entallada no se va a notar la erección? Me asomé a la puerta.
"Buenos días, amigo. Vengo a compartirte una enseñanza de la Biblia".


Un pata moreno, evidentemente maceta, un poco más alto que yo, pelo zambo cortito, linda sonrisa y voz, vestido con camisa manga larga, corbata, pantalón y zapatos de vestir, cargando una maleta, estaba en mi puerta.
"¿Ahora mismo?", le pregunté, asomándome un poco más. ¿Y la otra persona con quien suelen venir esta gente? Siempre vienen en parejas.
"Claro", me dijo. "Si no te interrumpo".
"¿Vienes solo?", le pregunté.
"Sí", contestó medio dudando.


Cuando trabajas en el gym, y mucho más si eres instructor,aprendes a darte cuenta de los físicos a la volada, pero, ¿ de qué gym era este patita? Peor aún, ¿por qué chucha no se me bajaba la pinga?
"Entra", le dije.
Me agradeció.
Mientras él pasaba pude notar mejor su amplia espalda, brazos con buenos bíceps, rico culo redondo, piernas gruesas (su pantalón no era muy flojo que digamos). Donde sí parecía que faltaba ejercitar era la cintura. No era delgada ni gruesa. simplemente parecía que no la ejercitaba.


Yo no sabía cómo mierda poner mis manos para que no me viera mi pinga erecta, 18 centímetros, gruesa.
Lo invité a sentarse e hice lo mismo. Rápidamente me puse un cojín del mueble sobre mis piernas para que no me viera lo que ya saben. Cuando él se sentó, sus gruesas piernas parecían que iban a reventar su pantalón. Noté que me miró mi torso y brazos desnudos.
"Perdona", le dije. "Recién me despierto".
Se avergonzó un poco.
"No, perdóname tú a mí", me dijo. "No sabí..."
"No importa", le repliqué. "Tenía que levantarme sí o sí".
Él sonrió. Yo también.
"Me llamo Miguel y vengo a compartirte algo de la Palabra Divina", se presentó mientras abría su maletín y sacaba una revista a todo color.


Con el pretexto de seguir su mano, reparé en su entrepierna. Se hacía una pelota ahí. ¿Será que este huevón se maneja una trolaza o será que tiene buenos huevos?
"Tú sabes", comenzó él, "que el mundo se está perdiendo porque no ama a Dios; incluso, estamos confundiendo el significado de amor. Así nos terminamos amando demasiado..."
¡Esperen un momento? ¿Su religión, secta, grupo o lo que fuera tenía algo contra la autoestima? Aparte de mi pene duro, era lo más grande que tenía.
"Incluso estamos confundiendo las formas de amor, y ahora quieren que veamos como normales, por ejemplo, el amor entre hombres..."
"¿Te refieres al amor de hombre a hombre?", le interrumpí.
Miguel carraspeó.
"Sí... Cuando dos hombres se aman como si fueran... hombre... y mujer".
"¿Qué problema hay con el amor gay? ¿Miguel?"
"Sí... Miguel. Creo... que no me dijiste tu nombre".
"Ah, sí, disculpa. Soy Nino".
"Oh, mucho gusto. Claro, ahora el amor gay se ve como algo normal".
"¿Y por qué no lo sería, Miguel?"
"Porque viola los mandamientos de Dios, va en contra de las Escrituras... verás..."


Se inclinó a buscar algo en su maletín. Sacó un libro de pasta negra -¿pasta negra?- con bordes rojizos. Hojeó las primeras páginas.
"Déjame buscar... por aquí..."
"La Biblia dice que Dios es amor".
Miguel me levantó la mirada; abrió sus lindos ojazos negros.
"Claro, Primera de Pablo..."
"entonces, Miguel, si Dios es amor, si Dios nos ama, si Dios es misericordioso, ¿no sería una contradicción que se opusiera a las distintas formas de amor siempre que sean legítimas?"
Miguel se quedó boquiabierto.
"Pe-pero... pero en Deutero..."
Miguel vio su Biblia (suponía que fuera éso) abierta en sus grandes y gruesas manos.
"Cierra la Biblia, Miguel. Piensa tú mismo. ¿No sería una contradicción?"
"Es queeeee... no es debido, Nino".
"¿qué es debido, Miguel?"
el chico hizo silencio.
"¿A...marnos?", dudó.
Yo le alzé mis cejas.





El momento se había puesto tenso, y no sé por qué se me ocurrió, pero lo invité a que me acompañe a la cocina. El debate ya me había bajado la pinga así que podía caminar sin temor a que se diera cuenta. Estaba calentando un poco de chocolate legítimo que mamá me había dejado para desayunar. ¡Hasta para éso me daba pereza! Miguel estaba apoyado en el marco de la puerta a mis espaldas.


"Nino, ¿puedo preguntarte algo?"
"¡Claro!", respondí animado.
"¿Por qué no te incomoda las relaciones entre hombres?"
"Porque cada uno es libre de hacer su vida sin joder a nadie más", repuse con seguridad.


Tomé la tetera con cuidado y serví una taza para Miguel y otra para mí. Volví a dejar la tetera sobre la hornilla de la cocina, tomé ambas tazas y las llevé hasta donde estaba el moreno. Bueno, trigueño oscuro.
Me agradeció y la recibió.
"Uy, olvidé ponerle azúcar", observé.
Miguel sonrió, notando que yo había reaccionado algo tarde porque había sorbido ya la taza. Entonces sus ojos se abrieron más.
"¡Delicioso!"
"¿En serio?"
"Sí. ¿Qué marca es?"
"No tiene marca. Lo traen del campo, cerca de acá".
Miguel sorbió otro poco.
"Estás en forma", me dijo.


Yo sonreí. Por alguna extraña razón, no quise presumir lo que hacía, a lo que me dedicaba.
"Entonces, ¿te gusta el chocolate?", le consulté.
"Bueno. Al menos éste, sí", se animó. Sorbió otro poco.
Yo hice lo mismo, saboreando el amargor del cacao secado, tostado y molido. Pensé que al menos ése iba a ser el único punto de encuentro con Miguel aquella mañana. Pensé que una vez que se terminara su chocolate, me agradecería, tomaría sus cosas y se iría amablemente a seguir tocando puertas.


"Nino... ehhh... ¿puedo... preguntarte otra cosa?"
"Seguro", casi susurré, casi sin despegar mis labios del borde de la taza.
"Tú..." Se tomó su tiempo. sorbió más chocolate. "Tú... ¿tú has... has estado... con otros hombres?"
Lo miré fijamente a sus lindos ojos.
"Sí", volví a susurrar.
Me bajó la mirada. Sorbió otro poco.
"¿Y has sido feliz?", me volvió a preguntar sin atreverse a levantarme la mirada.
"Sí", repetí.
"¿No sientes... que le has fallado a Dios?"
"No sé si le fallé, Miguel; pero al menos sé que he sido honesto conmigo y con las personas con las que he estado".
"¿Han sido varias?"
"Sí".
Miguel se quedó estático mirando su taza.
"¿Y éso te hace sentir bien?"
"Me sentiría peor si finjo ser quien no soy".


Ambos nos miramos fijamente a los ojos. La expresión de Miguel era la misma de quien de pronto había descubierto algo que no era como lo había pensado o se lo habían contado.
"¿Y Dios?", me insistió.
"¿Qué tal si Dios te mandó aquí?"
"Sería una herejía, Nino".
"¿Una herejía del propio Dios?"
Sus ojos comenzaron a llenarse de lágrimas.


Me acerqué hacia él. No temí aproximarme. Junté mi cuerpo al suyo. Lo besé en los labios. No me correspondió, pero pude sentir que sus labios eran suaves y cálidos. Quizás por el chocolate.


Cuando me separé y abrí mis ojos, vi que los suyos aún seguían cerrados. Una lágrima corría por su mejilla derecha.


Miguel abrió sus ojos lentamente, se deslizó a mi costado y dejó su taza sobre la mesa de la cocina.


Regresó y se puso frente a mí, junto a mí. Me miró con sus ojos llorosos.
"¿Pasó?"
"Pasó, Miguel".
él tomó mis mejillas, las sujetó firmemente, aproximó su cara. Me besó profundamente. A medida que sentía su lengua explorando mi boca, saboreaba el inigualable chocolate.
Mi pinga se puso dura de nuevo.