martes, 31 de enero de 2023

el misterio de Olorun (3)


Oret Watson, un joven negro que había llegado a buscar suerte en Kingston, Jamaica,salió un sábado por la noche a divertirse. A la entrada de la discoteca Da Quad, se encontró con David Minto y unas chicas.

Quiso hacer gala de su vanidad, y retó a Minto a una carrera de piques en sus motocicletas. El escenario sería el Knourfurd Bpulevard, que a esashoras estaba despejado.

Watson aceleró a tal punto que tenía la carrera ganada, a no ser porque en una intersección se le cruzó un camión.

Cuando él, su contrincante y el improvisado auditorio pensaron que moriría estrellado, su máquina desaceleró, aparentemente, sin que él pudiera maniobrarla.

El camión pasó sin rasguñarlo, siquiera; su única explicación: un milagro.

Curado del susto, y de la vanidad, regaló su motocicleta a Minto, y decidió regresar a casa. Si tenía la suerte de que algún transporte público pasara, lo tomaría; si no, completaría el camino a pie.

Ningún vehículo circulaba, hasta que uno se detuvo cerca, ocupado por tres afrodescendientes como él. sin dudarlo, se subió.

En el camino, Watson les contó su experiencia, y los otros pasajeros le dijeron que “Dios había actuado a través de su Orisha Olorum”.

Cuando llegó a su destino, el conductor, un joven negro como él, le dio su tarjeta de presentación, diciéndole que estaba a su servicio.

A la mañana siguiente, buscando entre sus cosas, halló la tarjeta. Estaba a nombre de un Olorum sáduha.

En otro momento, una persona no identificada, pero que se sabe que es blanca, estaba ansiosa porque debía pagar la deuda de su tarjeta de crédito, de 658 dólares americanos.

El día del vencimiento de su deuda llamó al banco, y le dijeron que no debía preocuparse porque ya había sido cancelada por completo, a través de un depósito a su cuenta.

Personal del banco le informó, después, que un joven negro había realizado la transacción, asumiendo que iba de su parte; pero, el deudor no había enviado a nadie, y lo que era peor, no tenía el dinero justo.

 


Intercesión exitosa

Antes de mudarse a Kingston, Oret Watson vivía en la zona rural de Jamaica, donde su abuela trató de instruírlo en la veneración al Orisha Olorum; incluso, lo encomendaba constantemente.

Oret desdeñó tal protección, se llenó de arrogancia y se fue a vivir a la ciudad. El incidente de la noche de la carrera de piques le hizo regresar a sus raíces.

Cuando se reencontró con su cariñosa abuela, se quedó pperplejo al saber que aquella misma noche, ella, presintiendo una desgracia, rezó por él y recibió la confirmación de la desaceleración de la moto que salvó su vida.

El milagro fue atribuído a Olorum, lo que provocó la conversión de Watson, quien ahora vive en las Islas Cayman, donde se desconoce su paradero. Su amigo David Minto, también creyente, es quien repite la historia a quien quiera saberla.

Sobre el deudor sobregirado, se la pasaba constantemente pidiendo la interseción de Olorum para salir del trance.

Videos de vigilancia del banco muestran a un joven negro, atlético, alto y con anteojos oscuros, realizando una transacción. Esa noche, Olorum se le presentó en sueños y se le había confirmado como su benefactor.

La Iglesia de Cristo Kyrios (ICK) asegura que es el líder anti-esclavista en persona,quien cuatro siglos antes se rebeló en Perú, y que, aparentemente también se materializa a lo largo del canal Daniel Escobar, en sullana.

  

domingo, 29 de enero de 2023

Gozando nuestros culos en simultáneo

Si su cuerpazo ya me había sorprendido, me sorprendió mucho más la pose que hicimos para disfrutar de nuestros anos.

 


Hola. De nuevo soy Gonzalo. Con esto de las protestas, la empresa para la que trabajo ya no nos está enviando al sur ni a la selva del Perú, así que ha decidido reforzar la chamba en el norte.

Mis jefes me comisionaron para ver unas vainas y yo acepté gustoso. Con un poco de suerte, podría darme un salto a esa playa solitaria, si seguía solitaria, para estar un rato cachando a ese pescador que conocí la vez anterior.

Lo primero que hice fue mensajearlo. Al responder me dijo que esos días estaba en alta mar, en plena faena, y que era complicado que nos reunamos. Ni modo, dije. No tiene sentido ir a la playa. Encima, llegando a Piura, mis jefes me escribieron que esté atento porque deseaban cerrar negocios con un cliente, así que no podía moverme de la ciudad. Y tal cliente no tardó en aparecer. Me llamó al celular y me pidió que me reúna con él.

Como para mí el calor acá está fuerte, me puse una camisa delgada y un pantalón delgado muy fresco. Me presenté a la oficina del cliente: un pata casi de mi edad, guapo, en una oficina muy ventilada y vestido en polo. Me recibió.

Cuando se levantó para saludarme, me percaté que vestía una bermuda. Mi ojo clínico al toque se dio cuenta que el pata tiraba su gym.

Hablamos del negocio, llegamos a buen trato; me ofreció celebrarlo:

“Te invito a comer a mi casa”, me dijo.

Como supondrán, yo no podía negarme porque acabábamos de cerrar parte de un trato. Así que me subí a su camioneta. Allí dentro pude confirmar que sus brazos y piernas eran puro gym. Lo mismo su torso. No pregunté. Cuando entrenas también, desarrollas un ojo clínico. Procuré ser discreto y comenzamos a hablar de otras huevadas.

Conforme avanzamos, me di cuenta que salíamos de la ciudad. En cuestión de media hora, o más, llegamos como a un fundo lleno de algarrobos. Y, escondida entre ellos, una linda casa con su jardín. Bajamos.

La sombra de los árboles atenuaron el calor un poco a la vez que refrescaban el aire. De más está decir que me sentía complacido respirando aire puro. El pata regresó:

“Mira, van a demorarse una media hora en traer el almuerzo… ¿estás apurado?”

“No”, le respondí. “Para nada”.

“Mostro”, me dijo. Se fue por ahí hablando por su celular.

Si hubiese estado solo, hacía rato que me hubiese calateado y recorrido ese fundo a mis anchas, pero… era solo un invitado.

El pata regresó:

“Adelante, por favor. ¿Quieres tomarte algo helado mientras nos traen la comida?”

“Claro, por qué no”.

Dentro de su sala hacía un poco de calor, hasta que viendo a la mampara del fondo creí notar algo parecido a una piscina o una fuente. Asumo que el pata se dio cuenta.

“¿Quieres darte un chapuzón?”, me dijo.

Yo me avergoncé un poco.

“No traje ropa de baño”, me justifiqué.

“Yo menos”, dijo el pata. “¿Si quieres, báñate calato”.

“Pero, ¿y tu familia?”

“Mi esposa está trabajando en Piura, mis hijos están en vacaciones útiles, esto solo lo ocupamos los fines de semana… salvo que te paltee estar calato; entonces, lo entendería”.

“No… no me paltea estar calato en una piscina”.

No quise ser majadero. Levanté mi culo de ese sofá y seguí al pata. Por cierto, tiene un hermoso culo, o al menos eso traslucía la bermuda que se puso.

Abrió la mampara. No era una piscina propiamente dicha, pero esa agua cristalina que brillaba al sol no podía desaprovecharse. Me quité mi camisa, mis zapatos frescos, mi pantalón y mi bóxer. Me metí al agua: estaba tibia.

La fuente no era profunda. Me senté y solo me cubría hasta el pecho. Qué rico sentir el agua cubriendo mi cuerpo desnudo. Cerré los ojos. Disfruté el momento.

“Tu trago”, me dijo el pata sacándome de mi meditación.

Estaba calato también. No me había equivocado: su cuerpo era puro músculo magro, bien esculpido en el gym con ese tono trigueño oscuro que resaltaba sus formas. Su pene parecía normal. Su vello púbico parecía recortado. Era más lampiño que otra cosa.

Se metió a la fuente junto a mí. Chocamos los vasos.

“Por el inicio de una fructífera relación… de negocios”.

“Porque todo salga bien… en los negocios, quiero decir”, respondí sonriendo.

Me preguntó qué me parecía la jato; le dije que bravaza.

“Vas al gym, ¿no?”, me lanzó.

“Sí”, le respondí extrañado. “Tú… también, ¿no?”

“Sí… algo”.

“Tienes un cculazo... ¡perdón! Un cuerpa…”

El pata se carcajeó. Yo me arroché más.

“No eres el primer pata que me lo dice”, me tranquilizó palmeándome el hombro. “Lástima que no pueda devolverte el cumplido”.

“¿Por qué?”, pregunté aún arrochado.

“No he visto tu culo aún”.

“¿Quieres verlo?”

“Si deseas”.

Yo sonreí y, sin tanto roche, me puse de pie dándole la espalda.

“Redondito, blanquito y lampiño… ¿puedo tocarlo?”, me dijo el pata.

“Sí, creo”.

Sentí sus suaves manos  primero tanteando, luego sobando, finalmente acariciando. Mi pinga se estaba poniendo dura. Entonces sentí  que con dos de sus dedos me separaba mis nalgas justo a la altura de mi agujero.

“Estás pito”, me dijo.

“¿Tú también estás pito?”, le devolví.

“A ver… mira”.

Giré. Él se había puesto de pie y se había apoyado en el filo de la fuente. Separó sus piernas, como en las cárceles gringas, y me miró sonriendo. Yo, ya sin roche y con mi pinga bien dura, me agaché a verlo. Le separé sus nalgas.

“Creo que también estás pito”, le observé.

“Bien pito”, me confirmó. “pero creo que tú te mueres por clavarme esa pinga en mi culo, ¿o no?”

“¿Por qué dices eso?”, me palteé.

“Porque la tienes bien al palo, y seguro con la leche a punto de derramarse”.

Yo me quedé helado.

“Ven, hagamos algo”, me invitó.

Fuimos hasta uno de los dormitorios, y así calatos nos echamos frente a frente. Nos revolcamos abrazados en la cama mientras nos besábamos en la boca. Nuestras pingas duras se presionaban una contra la otra. No saben lo rico que se sentía todo eso. Entonces dejó de besarme:

“Déjame hacerte un beso negro, y tú me lo haces a mí también”.

“si solo es beso negro, chévere; pero, ¿quién comienza?”

“Hagámoslo al mismo tiempo”.

Yo me quedé idiota. ¿Cómo iba a hacerse eso? Sin embargo, ese piurano tenía un método: haciendo el clásico 69, comprimiendo un poco los abdominales, era posible que nuestras lenguas pudieran alcanzar los anos y las nalgas del compañero mientras nuestras pingas se frotaban contra nuestros pechos y nuestras bolas bailaban en nuestros cuellos. Las caricias de su lengua en mi ano eran por demás placenteras; imagino que las mías en el suyo lo eran igual.

Ni en mis más arrechos sueños húmedos hubiera pensado en ese modo de darnos placer al mismo tiempo, mucho más cuando comenzamos a pajear nuestros penes a puro movimiento de cadera. Sudábamos, pero, qué mierda, esto era mil veces mejor que meterla en su ano.

Y así, entre lamida, caricia y frotación, no pude más y le solté todo mi semen en su pecho. Me prendí a su ano y sus nalgas como si fuese mi más querido muñeco de peluche.  Yo solo jadeaba.

Minutos después, pude sentir su eyaculación caliente en mi pecho. Él siguió haciéndome el beso negro.

Entonces sonó su celular. Se levantó y lo contestó. Pude ver toda su espalda, culo y piernas bien formados. ¡Qué cuerpazo me había comido esa mañana! Cortó.

“Bañémonos en la ducha: el almuerzo está por llegar”, me avisó.

“Oye… ¿te gustó?”

El pata me sonrió:

“¡Me encantó! Y ahora que vamos a estar haciendo negocios, lo vamos a repetir. ¿No crees?”

Yo sonreí. Definitivamente esa era una buena idea.

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viernes, 27 de enero de 2023

ASS (63): “Méteme tu verga”

Julián pide ser pasivo otra vez, y ahora aguantándose la gran verga de Marcano.


A la mañana siguiente, jueves, Julián está en el vestuario de la Piscina Comunitaria totalmente desnudo, revisando la tanga que lucirá ese día para la grabación.  Esta vez es una de color naranja casi fosforescente.

Alguien ingresa. Julián no hace esfuerzo alguno por cubrir su pinga, sus huevos o su culo. Más bien, le llama la atención el muchacho alto y corpulento que acaba de entrar. ¡Qué hermosa anatomía! Además, ese rostro es guapísimo.

“Hola”, saluda el recién llegado blandiendo una sonrisa magnética.

“Hola”, responde Julián, algo fascinado.

“¿Tú eres el nadador?”

“Eso dicen”, sonríe Julián.

El otro muchacho ríe.

“Yo soy Marcano, pana; mucho gusto”.

“¿Eres… venezolano?”

Marcano comienza a desnudarse y descubrir su cuerpo de revista fisicoculturista poco a poco.

“Sí… haremos las escenas sexuales de esta mañana juntos. ¿Has pensado cómo?”

Marcano queda completamente desnudo. Julián no evita verle el pene largo, aunque dormido. Supone que al ponerse erecto va a ser una herramienta de dimensiones colosales.

“La verdad no tengo idea”, responde el nadador.

Marcano revisa la prenda que le han asignado. Sonríe. Es un hilo dental blanco. Comienza a ponérselo.

“Se me ocurre… que… nos dejemos llevar… ¿eres activo, pasivo, versátil?”

“Aún no lo tengo claro”, dice Julián. “Pero creo que tu sugerencia es válida… dejémonos llevar”.

La sorpresa para todos es que Marcano nada a nivel experto. Así que se les ocurre hacer una competencia de estilos con Julián.

Willy, como siempre, graba todo desde todos los costados de la piscina.

Ambos chicos llegan a los podios, emergen y se quitan las gafas de natación.

“¿Quién ganó?”, pregunta Julián muy contento.

“Creo que ninguno… llegamos empates”, responde Marcano.

“¿Desempatamos o qué?”

“Tengo una mejor idea”.

Ambos se meten bajo la ducha del vestuario. La abren. Mientras el agua recorre sus cuerpos, se acarician mutuamente, se abrazan, no tardan en besarse. Separan sus bocas por un instante:

“¿esto es premio o castigo?”, sonríe Julián.

“Es la gloria completa”, susurra Marcano.

Ambos siguen amándose con pasión.

Marcano, entonces, comienza a besarlo por el cuello y bajando hacia cada tetilla, el vientre, hasta que, arrodillado, comienza a mamar el pene de Julián. Con qué maestría Marcano se mete y saca el miembro ya duro de su nuevo amante.

El nadador no puede disimular el placer que le provoca esa fellatio.

Marcano deja de mamar la pinga, acaricia la cadera de Julián, y lo hace girar amigablemente.

Cuando el musculoso tiene ante sí el culo del nadador, no espera más y le separa las nalgas a la vez que dirige su lengua a toda la raja y después a todo el ano. Julián se siente en la gloria. Hace minutos que espera esa sensación.

Willy no deja de seguir toda la acción mediante su cámara.

Varios minutos después, Marcano deja de hacer el beso negro y se pone en pie:

“Chúpamela”, pide.

Julián, aún extasiado por la caricia que ha recibido el ojo de su culo, gira, se arrodilla, toma el pene de Marcano y se lo mete a la boca con ansiedad. A cada nueva succión, ese pedazo de carne crece hasta sus enormes proporciones.

Lo que al inicio parecía tarea fácil con un pene morcillón suma grados de dificultad conforme se engrosa y se extiende hasta sus 21 centímetros. La boca de Julián no está acostumbrada y siente arcadas por más que trata de mentalizarse.

“Lo haces riquísimo, pana”, lo anima Marcano. “La chupas delicioso”.

Es como un interruptor: Julián fluye mejor con la mamada y comienza a disfrutarla más. Lo mismo Marcano.

“¿Quieres lamerme el culo?”,consulta Marcano.

“¡Me encantaría!”

El venezolano gira y pone sus enormes y firmes nalgas al alcance de la boca de Julián, quien ya aprendió que, en esos casos, no debe pedir permiso, solo proceder. Lame los dos glúteos, lame la raja, saborea el ojo de ese culo. Marcano también experimenta esas deliciosas cosquillas:

“Así, pana. AAsí. Cómete bien mi ano”.

Ese beso negro también dura varios minutos hasta que Julián cesa, palmea una de las nalgas y lanza un pedido inesperado:

“Méteme tu verga”.

Marcano gira, duda un poco. Sonríe nervioso:

“¿En serio quieres sentir mi verga?”

“Confío en ti”.

Marcano desea hacerlo, pero no tiene lubricante a mano y él sabe lo que significa meter su pene erecto en ese culo que, evidentemente, no está entrenado para ese tipo de dimensión y acometida. . entonces ve algo y lo toma: una barrita de jabón que hay cerca de una de las regaderas.

Como ambos tienen sus cuerpos húmedos, la soba entre sus manos, hace espuma, la frota contra el ano de Julián y luego la frota en su pene, de paso que lo pone más duro.

Ubica el glande en el esfínter y comienza a empujar. Julián aplica las lecciones que aprendió cuando Miguel se la metió el día anterior: se relaja, respira profundo y despacio, trata de expandir su ano y permite que el glande de Marcano ingrese poco a poco. Obviamente, Marcano sabe que la paciencia es la clave.

Conforme le va introduciendo un centímetro más, va bombeando despacito. Julián siente que esa pinga duele más pero trata de resistir hasta que un súbito hincón viene de su ano.

“Au”, susurra mientras hace un gesto de dolor.

“¿Sigo?”

Julián respira un poco, se tranquiliza:

“Sigue”.

Marcano juzga que no debe meter todo su falo. Cuando llega a la mitad, comienza a bombear despacio mientras acaricia el atlético cuerpo de su amante, quien siente que le succionan todo el cuerpo por el ano.

“así, pata, qué rico”, suspira.

A Marcano le encanta meter su pene dentro de un agujero apretadito. Eso lo excita más. Mucho, más bien. Cuando menos se da cuenta, gran parte de su miembro ya está dentro de las entrañas del nadador.

La escena de sexo nada simulado continúa dentro de esa ducha donde un insólito Julián vuelve a ser pasivo mientras un musculoso y aventajado Marcano lo sigue poseyendo con gentileza y sensualidad. Ambos gimen y jadean.

Cuando la gran verga del venezolano ya está toda enterrada dentro del culo del nadador, y su cadera empieza a chocar contra esas firmes nalgas, el orgasmo se hace inevitable:

“Me vengo, pana. ¡Me vengo!”

“Dame tu leche, quiero tu leche”.

Marcano saca su pene, se pajea duro y eyacula sobre la nalga derecha de Julián. Una densa mancha blanca se desliza por toda la pierna del pasivo, quien gira, se abraza a su cachero, y sobándole el pene aún duro, lo besa en la boca.

“¿Te gustó?”, pregunta el sonriente venezolano.

“Bravazo”, responde el peruano, también sonriendo.

Se siguen besando. Willy corta la escena. Ambos actores descansan, por fin.

“¿Te sientes bien, pana? ¿Te hice daño?”, averigua Marcano.

“Me arde un poco”.

“a ver, gira”.

Julián hace lo que le dicen. Marcano se arrodilla, abre las nalgas y revisa el ano. Solo está rojo de la penetración, pero NO SE OBSERVAN OTRAS LESIONES.

“Todo parece estar en orden”.

“Gracias”, responde Julián.

Marcano abre la ducha y se asea:

“Tienes lindo cuerpo… y lindo culo, pana”.

“Gracias. Tú tienes un cuerpazo, Y UN CULAZO… y una pingaza”.

“¿ya te has comido vergas como la mía?”

“No… es la segunda verga que me como, y en solo veinticuatro horas”.

Marcano sonríe:

“Tenía miedo de romperte ese culo apretado; menos mal que aguantaste”.

Julián ríe.

“¿también vives en San Sebastián?”

“Sí, y también conozco a alejo y Miguel; de hecho, entrenamos juntos”.

“Me gustaría verlos de nuevo; son buenos patas”.

“si tienes libre, ¿por qué no nos visitas? A los chicos les va a encantar, creo”.

“No sería mala idea”, responde Julián. “¿estarán libres el sábado?”

Y para terminar, mira un video porno gay | Tuitéanos | hunks.piura@gmail.com 


martes, 24 de enero de 2023

el misterio de Olorun (2)


La gente que ha tratado de reconstruír la historia de Olorum también le atribuye el diseño de la bandera peruana bicolor, esto es, blanco y rojo, los mismos del Vodum.

La adición son cinco cruces negras, en conmemoración a la muerte de su abuelo, Baba Kwame y sus cuatro generales, asesinados por el dueño de la hacienda Maranga (Lima), Pedro Mondragón de Covarrubias.

Según la tradición Yoruba, el rojo representa a su Orisha Shango y el blanco a Obátala. “Cuando Olorum atacaba, la bandera era extendida”, convirtiéndose así en la  primera señal emancipadora de su tipo, al menos para la población afrodescendiente.

Sofocada la  rebelión, la bandera fue llevada a Pisco, Ica, lugar donde, según la Historia oficial, el Libertador José de San Martín la creó, en 1820; aunque, tras la Declaración de Independencia, en 1821, sólo consideró libre a la población afrodescendiente que naciera después del 28 de julio de ese año.

ICK sugiere que san Martín recibió mucho apoyo por parte de los esclavos pisqueños.

Su templo principal, en Pueblo Libre, Lima, tiene una réplica de la bandera de Olorum, como símbolo de la libertad.

ICK aclara que estos datos fueron debidamente investigados y presentados en 2011 en el Museo Afroperuano, en Ciudad de Lima.

 


Las profecías
Pisco también fue el fin de Olorum, pues, dejando la seguridad de Piura, regresó y fue capturado. A las autoridades españolas, con fuerte influencia católica, no le hizo ninguna gracia las reivindicaciones religiosas de Olorum, y mucho menos, su categoría de Orisha.

Tras un juicio, fue sentenciado a morir clavado a un árbol en forma de cruz, pues se consideraba que era la mejor forma de acabar con la ‘superchería’ de origen africano, pagano para la mentalidad colonial.

“La ejecución  se hizo cerca de una playa en Pisco.  Cuando Olorum fue clavado en su cruz,  anunció eventos terribles: uno fue la destrucción de Lima colonial, que ocurrió en 1746”, relata el Reverendo Foster.

Olorum también predijo su propia resurrección en medio de un destructivo terremoto que afectaría la comarca donde fue crucificado, y que, aparentemente, ya ocurrió.

ICK asegura que, tras su muerte, el cuerpo de Olorum se mantuvo incorrupto.

 


Códigos secretos

Los Orishas siempre están rondando nuestro mundo físico: “Lo que ustedes han recogido en Chalacalá, es parte de sus manifestaciones sobrenaturales”, subraya Foster, en la sede de ICK, en Kingston.

La tradición llegó a Jamaica luego que varios de los seguidores de Olorum fueran deportados. Ésta se conservó en el Patwa, idioma de origen africano y de carácter sagrado, que es usado por esta Iglesia dentro de sus ritos.

Los creyentes de la ICK tambié nos explicaron que es posible escuchar ciertas palabras en Patwa en el folklore jamaiquino, como el reggae, su género musical más conocido, y que este idioma es el que realmente utilizan en vez del inglés británico, que aparece por todos lados como el oficial.

El Patwa es parte de la familia Bantú, y se habló en Etiopía, Nubia… e Israel.

“Inclusive, eruditos han encontrado  algunas expresiones Patwa en los manuscritos antiguos de los Evangelios”, dice Foster, por lo que no descartan que Jesucristo y sus Apóstoles conocieran ese idioma, o al menos en parte.

La tradición dice que Ellos hablaron arameo, mas Jerusalén, su capital, era lo que en tiempos actuales llamamos una ciudad cosmopolita.

El Patwa ha permitido que el relato de Olorum se preserve, pues lo mantuvo lejos de extirpadores de idolatrías y curiosos

¿Y por qué el espíritu del ‘esclavo furioso’, literalmente, arroja a la gente al canal Daniel escobar?

“Ése es un tipo de castigo que Olorum aplicaba a los escépticos  y racistas que rechazaban creer en su resurrección y manifestación sobrenatural”, dice el Reverendo Foster.

Pero, ¿qué hacer si se nos vuelve a cruzar en el camino? Este caso está a punto de explicarse… o eso parece.

“¡Cuidado! No sean escépticos”, advierte Foster.

  

viernes, 20 de enero de 2023

ASS (62): Así me la mamó, pero tú lo haces más rico

Damián pide a Juan reconstruir lo que pasó la noche que cachó con Paco.


“Nos cruzamos esa noche en la calle, me decía que venía de tomar unas chelas con unos amigos… creo que en el semental, o algo así”, relata Juan.

“¿Será el Cimarrón?”, interrumpe Damián.

“Sí, creo que sí”, replica Juan. “el hecho que venía algo picado, me hizo el habla, y, bueno… si se me estaba ofreciendo así, yo creí que podríamos venir aquí a pasarla bien. Total, ¿quién iba a enterarse?”

el peón y el policía están sentados en una mesa simple en la salita de la casa que Julio tiene en su parcela, cerca de San Sebastián. El dueño de la propiedad también está presente ese miércoles, ya pasadas las nueve de la noche.

“¿Te sirve esa información?”, pregunta Julio.

“va a cobrar relevancia en la medida en que paco despierte o podamos encontrar al mototaxista para corroborar datos”, explica Damián.

“¿encontrar al mototaxista?”, se extraña Julio.

“Pidió su alta desde ayer por la tarde y desde entonces su paradero es un misterio”, responde Damián.

“Lo que les digo es la pura verdad”, reclama Juan.

Damián estudia las agradables facciones del chico y le palmea el hombro:

“Mira, muchacho, aquí entre nos, yo sí creo que estás diciendo la verdad, pero si ese otro huevón va a hacer lo que pienso que va a hacer, lo mejor es que tengamos datos exactos para que Julio sepa cómo lo puede joder”.

“Perdone, don Julio”, baja la voz Juan.

“No es tu culpa”, responde el aludido, de manera tranquila.

“Lo que no entiendo es por qué quiere joderte de esa manera”, observa Damián a Julio.

El ex futbolista suspira y se estira sobre su silla.

“Cuando Sandro se hizo adolescente, se hizo hincha del equipo y lo veíamos apoyando en todos los partidos. Su viejo era socio del club y aportaba fuerte. Eso hizo que Sandro tuviera más acceso, incluso a los vestuarios. Tendría 15 o 16 años, y de pronto noté que rondaba mucho a los jugadores. Una vez lo descubrí cachando con uno de ellos en las duchas. Era José Luis. Sandro alucinó que el Pelu era su pareja y no lo abandonaba ni a sol ni a sombra. Tuve que hablar con su viejo para que nos lo quitara de encima porque ya estaba afectando nuestro rendimiento. Desde allí me cogió fastidio”.

“¿Y nunca lo pudo superar?”, inquiere Damián.

“No lo sé. Cuando Sandro cumplió 18 años, pidió adelanto de herencia a su viejo. Sandro fue siempre hábil para los negocios e hizo crecer su plata. Fue cuando se hizo socio. La huevada era que jugador que fichábamos, jugador que debía meterle pinga. Era fijo. Y cuando se le prendía a uno, no lo dejaba ni a sol ni a sombra. Hizo que uno de los chicos se separe de su mujer, y ya te imaginarás cómo fue eso. Me tocó ponerlo en su sitio. Empezó a decir que Pelu y yo éramos pareja, que hacíamos orgías con los otros futbolistas. Entonces le saqué su mierda”.

“¿Le pegaste?”

“Ya me había sacado de mis casillas y me había indispuesto con mi mujer… Me denunció… Menos mal que todo el equipo, incluyendo el cuerpo técnico, sacó la cara por mí y testificó diciendo que él era un acosador. Renunció como socio del club. La huevada es que eso te explica por qué me tiene cólera”.

“Ahora me quedan las cosas más claras”, comenta Damián. “Solo un detalle: ¿podrían mostrarme qué pasó  esa noche que viniste con Paco?”

“Mostrarle, ¿cómo?”, se extraña Juan.

“Hacer exactamente lo que hicieron esa noche ”.

Minutos después, Julio se desnuda por completo y entra al cuarto. Juan y Damián ya están acostados, calatos, uno al lado del otro.

“Comenzó a conversarme y a acariciar”, cuenta Juan.

“¿Cómo te acarició?”, averigua Damián.

“Me pasó la mano desde la tetilla hasta mi huevo”.

“¿Así?”

Damián pasa la palma de su mano desde el pectoral, suavemente, hasta detenerse sobre el pene semierecto de Juan.

“Así, así, exacto; entonces Paco comenzó a pajearme”.

Julio no pierde detalle de cómo Damián comienza a masturbar a su peón hasta que el pene se le pone bien duro. Su miembro también se pone bien rígido.

“entonces comenzó a chupármela”, indica Juan.

“¡Así?”

Damián se dobla como puede para iniciar el sexo oral.

“Tienes que parar el culo”, indica Juan.

Damián asume la posición señalada, lo que el peón aprovecha para acariciar las nalgas y masajear el ano del policía.

“La chupas mejor que ese huevón”, comenta el joven.

“¿Y solo cacharon Paco y tú?”, pregunta Julio mientras se masajea su pene duro.

“Sí, solo él y yo”.

Damián deja de mamar la pinga:

“¿qué pasó luego? ¿Le metiste tu pene?”

“Sí”, responde Juan muy excitado. “Se sentó encima de mi pinga”.

Damián toma un condón, le pone su propio líquido pre-seminal como lubricante, pues también se le ha parado el pene, unta ese mismo fluido al miembro de Juan, se coloca, pone la punta del glande en la entrada de su culo y comienza a tragárselo por atrás poco a poco.

“Aa la mierda”, reacciona el policía. “el tuyo sí duele”.

“Métetelo despacio”, aconseja Julio. Para qué te apuras si igual vas a gozar rico cachando?”

Damián sigue el consejo mientras respira hondo y lento y trata de expandir los músculos de su ano.

Ya con todo el pene dentro de su recto, el policía comienza a rebotar despacio.

“¡él cachó así?”, pregunta excitado a Juan.

“Sí”, dice el chico, bien arrecho, “pero tú te dejas cachar más rico”.

“¡así de rico, papito? ¿Así te gusta meter verga a un buen culito?”

“Claro que sí… y tu culito… está más sabrosito”.

Ambos gimen y jadean mientras Julio hace un esfuerzo para evitar que la leche se le salga mientras se sigue masturbando.

La sensación le parece tan deliciosa a Juan que no puede contener su orgasmo:

“Las voy a dar, carajo”, anuncia, y eyacula dentro del condón.

Damián deja de cabalgarlo poco a poco, pero su pene está bien al palo.

“¿Y él se pajeó sobre ti?”

“No”, suspira Juan, más relajado. “en realidad, le hice perrito, pero no se vació”.

Julio reacciona:

“¿Perrito, dijiste? O sea que siguieron cachando”.

Damián se saca el pene de su ano:

“¿Y cómo cacharon en perrito?”

“mirando a esa pared”, señala Juan hacia los pies de la cama.

“Eso lo puedo hacer yo”, anuncia Julio encaramándose, buscando un preservativo y poniéndoselo mientras Damián adopta la posición. Poco después, el pene del ex futbolista taladra el ojete del policía fiscal. Julio cacha como loco.

“¿Así se lo clavó?”, pregunta excitado a Juan.

“No, pero qué rico es verte dándole pinga a ese pata”.

Damián goza al sentir cómo esa pija le taladra el culo. Gime.

“agárrame piernas al hombro”, pide.

Julio se olvida de la reconstrucción de los hechos y le da gusto al policía. Adoptan la nueva posición. El ex futbolista vuelve a introducir su pene al ano del robusto efectivo del orden, en tanto éste comienza a pajearse:

“¿La damos juntos? Ya casi me vengo”.

“Yo igual”, avisa Julio.

“Vamos”.

Los dos reanudan la acción, solo que esta vez Julio bombea con más fuerza:

“Concha su madre, carajo, las voya dar, mierda… ¡las voy a dar,reconchasumadre!”

Julio eyacula dentro del ano de Damián, mientras éste apura su masturbación hasta que las ráfagas de su semen se disparan sobre su abdomen y pecho:

“Rico, carajo”, murmura Damián.

Tras lavarse y secarse, el futbolista y el policía salen de la casa en la parcela y están a punto de montar la moto que los regrese a San Sebastián. Es las once y media de la noche:

“Eres un pendejo”, sonríe Julio. “Todo lo que hiciste para que cachemos contigo”.

Damián no responde nada; solo sonríe. Ambos montan la moto. Cuando ya ven más cerca las luces de la ciudad… un camión sale de la nada.

“¿¿carajo!!”, advierte Damián tratando de controlar la motocicleta…

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martes, 17 de enero de 2023

el misterio de Olorun (1)


“Lo que sucede allá en san Vicente de Piedra Rodada, Sullana, es real”, advierte el Reverendo Dwight Foster.

“La gente allá está enfrentando una manifestación sobrenatural”, indica el representante de la Iglesia de Cristo Kyrios (ICK) en Kingston, Jamaica.

Foster explica que es una religión, por su carácter sobrenatural, que propone la creencia en un solo Dios, que es el mismo de las tres grandes religiones monoteístas del mundo (Cristianismo, Judaísmo e Islamismo), pero que aporta una raíz marcadamente africana a la teología e historia de cada una de ellas.

Dicho en sencillo: las grandes figuras de la Redención humana y su descendencia directa tuvo rasgos étnicos negros, y se distribuyó por el mundo a través de una diáspora forzada durante la gran trata de personas (tráfico humano) autorizada por las grandes potencias de la Edad Moderna, que se tiene registro.

Aunque su centro principal queda en Perú, se practica en Colombia y en Jamaica.

Hay testimonios de Varias personas que transitaron a lo largo del canal Daniel escobar, entre san Vicente de Piedra Rodada y los dos pueblos de Chalacalá, en Sullana.

Estos lugareños, porque los atacados son varones, contaron  que, en ciertas noches de luna llena, una sombra con forma de un afrodescendiente fornido, y vistiendo sólo un grillete al cuello, les atacaba y les arrojaba a la corriente de agua.

Si ellos quieren acusar a alguien, podría ser a Olorum  Sádua, un esclavo que condujo una rebelión en el centro-sur peruano, durante el siglo XVII, que llegó a poner en jaque a la población de Lima, pero que la historia oficial no registra.

Sí, no leíste mal: el presunto responsable de estos incidentes es una persona que tiene… siglos de vida.

 


Rebeliones silenciadas

Desde el siglo XVI, miles de hombres y mujeres del África habían sido capturados cual animales y transportados en condiciones infrahumanas hasta las colonias americanas, desde el actual Estados Unidos hasta el cono sur de Sudamérica.

Lo que la Historia no cuenta es que hubo varias rebeliones por la manera cómo los patrones españoles, ingleses y portugueses les trataban. En el caso del Perú, la rebelión de Olorum parece haberse impuesto en la plantación Regis, al sur de Lima, para luego liberar a sus hermanos y hermanas y emprenderla contra la capital del Virreinato del Perú.

“Los petrificados habitantes pidieron la intervención del Virrey”, relatan, y como respuesta, él envió al ejército que diezmó a los rebeldes.

“Olorum y sus guerreros más valientes escaparon” hacia el norte peruano. “En su ruta alcanzaron Chalacalá, también Yapatera (Morropón) y simbilá (Piura), con el mismo propósito: combatir la opresión y liberar a su gente”, cuenta Foster.

“Olorum tuvo un particular interés en Chalacalá, porque en los días cuando esclavo, fue alquilado por su antiguo amo… durante un periodo”, nos explica.

La estancia fue pródiga en maltratos y torturas, por lo que les prometió que volvería  “para vengar esos crímenes”.

 


El
Orisha
Los antiguos esclavos llegaron a contar que Olorum tenía la habilidad de aparecer y desaparecer a voluntad en diferentes lugares. Eso, aunado a su valentía, éxito, poder sobrenatural  y su fuerte apariencia muscular, fue suficiente para ser calificado como un Orisha.

En la teología africana, un Orisha es la emanación de un Vodum, que, a su vez, es la emanación del mismo Dios. Ellos creen en la existencia de dos Vodunes y siete Orishas.

Varios testigos de la aparición destacaron su contextura física porque no es común, no sólo en el campo, sino en todo Piura… a menos que un fisicoculturista temerario, y conocedor del relato, quisiera hacer uso de un retorcido sentido del humor.

Hablando en estricto sentido criminológico, sería sencillo, con esa descripción física, considerar a una decena de sospechosos, que, dicho sea de paso, no registra antecedentes policiales. Para ICK, este dato es evidencia de que se trata de Un Orisha.

A pesar de la masa muscular, en todos los lugares de los incidentes, sólo quedó marcado un par de huellas: las de la víctima.

Por otro lado, maniobrar con un grillete al cuello es complicado por el peso. Este accesorio tampoco es casual, según la ICK.

“Él usaba un grillete. Durante una ceremonia Vodum, solía romperlo con sus propias manos”, explican. “Cada año, el grillete de hierro era reemplazado por uno nuevo, y Olorum  repetía la acción ritual  ante los sorprendidos ojos de sus compañeros, como una forma de mostrar  su poder para conseguir la libertad”. 

viernes, 13 de enero de 2023

ASS (61): ¿Quieres probar mi semen?

Pedro y Huamán siguen explorando una forma de alcanzar el placer sin meter la pinga al culo.



Ya es de noche en Piura. Pedro sale muy agotado de su clase del miércoles. Traspone la puerta.

“¿Joven Pedro!”

El muchacho se sobresalta, gira con cierto asombro. Desde una motocicleta, un chico fornido le alza la mano. Trata de identificar su rostro: es Huamán, el sereno. Se le acerca.

“Te ves distinto con ropa de civil”, le comenta sonriendo. “¿Qué haces acá?”

“Su tío Eliezer se fue de reunión con don José Luis, me dijo que usted iba a salir a esta hora; entonces…”

“¿te mandó a verme?”, le pregunta Pedro, muy extrañado.

“No”, replica Huamán. “yo decidí venir a verlo… ¿No le molesta, no?”

Pedro sonríe otra vez:

“No, para nada”.

Pedro monta la moto y ambos parten hacia Castilla. En el trayecto, los baches hacen inevitable que el pecho y todo el cuerpo de Pedro se pegue a la espalda y el culo de Huamán. Tras 15 minutos de viaje, debido al tráfico, llegan.

“Misión cumplida”, anuncia el sereno.

“Gracias”, vuelve a sonreír Pedro. “¿Te vas a la base?”

“La verdad no sé a dónde ir: mi familia se ha ido al campo por unos días y me voy a aburrir en mi jato”.

Pedro lo piensa un poco.

“¿Por qué no subes un rato… digo, como que conversamos”?

Huamán lo duda:

“Pero… ¿y si llega su tío como la otra vez?”

Pedro ríe:

“Le dije que me estabas ayudando a mover unas cosas, y que estábamos limpiando”.

“¿y qué dijo?”

“No soy nada de mi tío Eliezer, ¿qué va a decirme?”

Huamán mete la motocicleta al jardín interior y entra con Pedro a la casa; suben hasta el dormitorio que el segundo ocupa.

“Voy a bañarme”, avisa Pedro.

“¿Quieres que te acompañe?”

“¿Por qué no?”

Ambos se sonríen. Se desnudan e ingresan al baño.

Bajo la ducha, mientras el agua recorre sus cuerpos, sus bocas se besan, sus manos se acarician, sus penes erectos se rozan. Aprovechando el jabón, Huamán soba las nalgas a Pedro y mete su mano hasta masajear el ojo del culo.

“No me lo vayas a meter”.

“No… ni loco… si quieres, hazme lo mismo”.

“¿en serio?”

“Sí, méteme los dedos entre las nalgas”.

Pedro no se hace de rogar. Unta sus manos en jabón y repite la caricia del sereno. Ahora ambos se masajean el ano mientras se besan apasionadamente.

La maniobra surte efecto de inmediato: como sus dedos surcan suavemente la orilla de sus orificios, y el jabón los lubrica, eso activa una serie de estímulos nerviosos que transmiten algo así como electricidad a todo el cuerpo.

Para completar el cuadro, los dos varones mecen suavemente sus pelvis, una contra otra, haciendo que el pene de uno se masajjee en el pubis del otro.

“Sigue así, Huamán”, Jadea Pedro. “Qué rico”.

“Me vuelves loco… ¿quieres chupármela?”

“Claro”.

Allí, dentro de la ducha, Pedro se arrodilla, toma el pene gordo y cabezón del sereno y se lo mete a la boca. Lo succiona mientras que con uno de sus dedos sigue masajeando el hueco anal.

Huamán siente que esa forma de chupar la pinga es lo máximo. Cierra los ojos y se deja ir.

“Las voy a dar, ¡las voy a dar!”, susurra.

En cuestión de segundos, el semen sale a chorros y llena la boca de Pedro, quien sigue haciendo la fellatio mientras se traga la leche hasta que siente  flácido el pene de su amante.

“Te la chupo yo”, pide Huamán.

Los papeles se invierten. Con cierta dificultad, el sereno mama los 15 centímetros del joven guapo; de hecho, no le cabe todo el falo dentro de su boca, pero Pedro no se lo reclama.

Huamán mama verga con algo de torpeza pero se siente rico.

Por supuesto, el culo de Pedro no escapa a las caricias del sereno: lo soba, lo amasa con delicadeza, lo palmea levemente, y sigue estimulando el ano con uno de sus dedos.

Pedro demora más que Huamán en eyacular, pero todo tiene su final…

“Me vengo, me vengo”, avisa.

Huamán se saca el pene de su boca, lo masturba y deja que la leche de su amante se dispare sobre su cara. ¡Wow! Qué hermoso facial se hace.

Luego, ambos chicos descansan desnudos y abrazados sobre la cama.

“¿Por qué no te tragaste mi leche?”, pregunta Pedro.

“No sé”, responde Huamán. “Nunca lo he hecho… ¿A qué sabe?”

“No sé”, responde Pedro. “el semen es diferente según el hombre”.

Ambos sonríen.

Pedro siente que Huamán le toca su pene flácido otra vez.

“Me gustaría probar tu semen”.

Pedro mira a Huamán:

“¡Estás seguro de querer probar mi semen?”

“No… pero podemos intentar”.

Pedro sonríe otra vez. Su pene vuelve a ponerse duro.

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viernes, 6 de enero de 2023

ASS (60): Miguel es un maestro

Willy mira por primera vez cómo otro pata saca de pito a otro pata metiéndosela por el culo.



Las grabaciones en la Piscina Comunitaria se retoman a las tres de la tarde de ese miércoles. Miguel y Julián nadan un largo completo.  Willy no los pierde de vista a través de la cámara.

Los dos muchachos llegan a los podios.

“Nadas muy bien”, califica Julián.

“Gracias... y eso que le he perdido la práctica”.

“Si lo aprendes una vez, no se te olvida nunca”.

“Eso es cierto”, apoya Miguel. “Como cuando aprendes a bailar y eso no se te olvida nunca”.

“O cuando aprendes a cachar rico”, replica Julián, sonriendo pícaramente. “Me pregunto qué se siente ser pasivo”.

“¿Quieres aprender cómo ser un pasivo?”

“Me llama la atención, pero me jode el que pueda dolerme si me meten la pinga por el culo”.

“Bueno, no voy a negarte que duele al inicio, pero si sabes la técnica correcta, lo puedes convertir en una experiencia muy placentera”.

“Hablas como todo un experto”, sigue sonriendo Julián. “¿Qué tal eres como maestro?”

Willy se sorprende al escuchar este diálogo pero no dice nada. Se supone que esta producción no tiene guión, debe fluir orgánicamente, así que solo se dedica a grabar y vigilar que el audio sea comprensible. Pero un presentimiento comienza a ponerle el pene duro a su máxima expresión. Corta.

En el camerino, Julián abre las piernas dejando la banca en medio de ellas y apoya sus antebrazos en la tabla para sentarse. Miguel  se agacha tras él, masajea las nalgas lampiñas y comienza a lamerlas tiernamente. Julián no disimula el placer que le produce esa caricia en su trasero.

Poco a poco, Miguel va paseando su lengua hasta llegar al ano del nadador, que luce cerradito y rosado. Comienza a lamerlo. Para Julián, sentir nuevamente, por segunda vez en ese día, aquella experiencia es alucinante. Esas cosquillas se sienten tan bien que solo queda jadear y gemir.

“Voy a poner mi dedo, Julián; confía en mí”, anuncia Miguel.

“OK”, responde el nadador.

Miguel toma un tubito de lubricante, lo esparce generosamente  por su dedo índice (previamente ha llegado con las uñas bien recortadas) y comienza a masajear el ano de Julián. Nota que comienza a relajarse. Miguel prueba metiendo la punta de su dedo índice.

“¿Cómo te sientes?”, consulta.

“Normal”, susurra Julián.

Miguel prueba a meter un poco más su dedo dentro del ano de su amante y a moverlo un poco. El Lubricante en exceso evita cualquier laceración involuntaria en la delicada piel interna del fundillo.

“¿y ahora cómo te sientes?”

“Bien… se siente rico”

Miguel intenta ahora meter su dedo medio del mismo modo como lo hizo con su dedo índice, lentamente, sin apuro. Julián siente un pequeño escozor que estremece todo su cuerpo.

“Respira hondo y lento, Julián”, recomienda Miguel. “Hondo y lento”.

El deportista sigue la recomendación. Se estremece  un poco más. Siente cómo cierta energía se despierta en todo su vientre. Miguel mete y saca sus dos  dedos y percibe que el músculo anal se relaja mucho más. Ir lento es la clave.

Con su otra mano, Miguel comienza a masajearse el pene para lograr su erección.

“¿estás listo para recibir mi verga?”, consulta.

“¿No me dolerá?”, pregunta entre temeroso y excitado, Julián.

“Trataré que no mucho… confía en mí”.

Miguel hace que Julián levante su culo y él se pone en pie. Unta mucho lubricante a su pene ya erecto y coloca el glande en la entrada del ano. Por ahora, solo mete lentamente la cabeza de su falo y puntea procurando que no se salga. Julián comienza a gemir tratando de controlar el dolor leve y buscando maximizar el placer: respira hondo y lento.

Miguel trata de meter un poco más, y lentamente el resto de sus 18 centímetros van ingresando. Se toma todo el tiempo del mundo hasta que su pubis por fin toca las dos nalgas duras del nadador. Comienza a bombear lentamente.

Miguel sabe lo que significa aguantarse una verga en el culo, por eso es gentil. La idea es que la sensación de placer que producen las terminales nerviosas en el esfínter se transmitan a todo el cuerpo, entonces, no tiene sentido ser rudo, especialmente si jamás en tu vida te la han metido por atrás.

A Willy le parece surrealista asistir y filmar lo que parece ser la primera vez de un pata. El pene dentro de su pantalón sigue durísimo y pugnando por salir.

Miguel no aguanta más y siente la inminencia del orgasmo.

“¿Telas doy dentro?”, pregunta muy excitado.

“Sí… quiero sentir eso”, responde Julián en el mismo tono.

Miguel eyacula dentro del culo de Julián, aunque éste último solo siente cómo late el miembro aprisionado por su recto. Miguel deja de moverse y, de paso, deja su pene dentro  de allí hasta que solito se vaya poniendo blando. Recién entonces lo retira todo flácido y con algunas trazas de semen; le tranquiliza que no haya sangrado.

Willy dirige la cámara hacia el ano de Julián. Aún está dilatado y húmedo debido al lubricante. Además está un poco rojo, con algunas manchitas de semen.

“¿Cómo te sientes?”, pregunta Miguel.

“Chévere”, susurra Julián, quien se incorpora, gira, busca la boca de su amante y lo besa. “Eres un gran maestro”.

Willy anuncia que ya ha cortado. Miguel se le acerca y le toca la bragueta.

“La tienes durísima”.

Miguel se arrodilla, abre el cierre al camarógrafo y le saca la picha; se la comienza a chupar. Julián decide que lo mejor será ducharse. Antes se toca el ano. Lo siente aún húmedo.

Entonces siente que algo caliente comienza a fluir desde allí hacia sus piernas. Se asusta:

“Chicos… ¿qué es?”

Miguel se aproxima y sonríe:

“Tranquilo, es solo mi leche saliendo de tu culo”.

“¿Nada más?”

Willy se acerca también:

“No, nada más. Miguel fue magistral sacándote ese culo de pito”.

“Y ahora seré magistral mamándote la verga”, le indica.

Cuando enrique entra, Willy ya ha llenado la boca de Miguel con su semen. Sonríe y mueve la cabeza.

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miércoles, 4 de enero de 2023

Ser Rafael 20.3: Orgulloso de ser quien soy


Esa noche nos la pasamos hablando de todo hasta quedarnos profundamente dormidos. Lo último que recuerdo es su cabeza posada en mi pecho, ambos desnudos, bien abrigados por las cobijas. Afuera, el cielo parecía llorar fuertemente de alegría a pesar de la oscuridad.

Cuando abrí mis ojos, el sol se colaba por las rendijas de la puerta en haces diminutos.

Aún estaba acostado sobre la cama, pero ni la cabeza de Josué ni Josué entero estaban ni en mi pecho ni a mi lado.

Miré al techo. Algunas partes del yeso blanco se habían caído. Podía ver el armazón de cañas de carrizo.

Me senté sobre la cama, busqué los zapatos de charol negro, mi boxer.

Abrí la puerta del patio interno.

La mañana serrana me invadió con frescura.

“Buenos días”.

Josué entraba con una maleta.

“Hola”.

“¿Dormiste bien?”

“Sí. Creo que sí. ¿Cuántas veces hicimos el amor?”.

“Calla, presumido. Nos quedamos bien dormidos. Elena te manda esta maleta”.

“¿Alguna otra novedad?”

“Que tu madre manda a decir que reflexiones bien las cosas, que Laura te quiere matar, que eres la comidilla de la ciudad, y que a Eduardo lo mandaron a golpear”.

“¿Quién?”

“Ni idea, pero elena me dijo por teléfono que Laura estuvo pidiendo su cabeza”.

“Lamento haber llegado tan lejos y decepcionado a mucha gente, pero, por primera vez, me siento pleno y feliz, contento conmigo mismo, orgulloso de quien soy realmente. Por fin creo haberme aceptado”.

Josué me sonrió al escuchar éso. Se acercó, y me besó.  

“Ahora báñate y cámbiate que te ves huachafo”.

Metimos la maleta al cuarto, la abrimos y buscamos mis sandalias. Me desnudé y me puse una toalla a la cintura.

Lo miré de nuevo.

“Te amo”.

“También te amo, Rafo”.

Volvimos a besarnos.

desde entonces, vivo orgulloso y contento. Claro que no fue fácil entender quién soy, pero tampoco me rendí. Sigo en el proceso, y la verdad es fascinante.

Claro que hubo ciertos precios que pagar.

Me descontaron una semana de trabajo, tras la que Josué y yo volvimos a casa, a mi casa, y ocupamos mi viejo cuarto. Mamá recuperó su alcoba matrimonial.

Seguimos dándole a Merchandise, pero demoramos los planes pues tres meses después, él fue admitido al programa que le daba medicamentos para que su vida se prolongara. Lo acompañaba a sus controles, y de vez en cuando participábamos en las reuniones del grupo de apoyo. Incluso los llevamos de excursión a la sierra.

A los seis meses, abrimos una tienda en el centro comercial más caro de la ciudad, y Al vino para firmar un contrato que lo declaraba nuestro dealer en la Florida. Por cierto, llegó con su pareja, el otro muchacho con quien lo conocí en la playa.

A todo esto, me reconcilié con Laura, quien se hizo socia de Merchandise. Eso sí, la reconciliación implicó que todo ese año trabajara para pagar todas las cuentas que demandó la payasada del matrimonio. Claro está, quedamos como socios y amigos.

Tras ello, renuncié al banco y me dediqué de lleno al negocio con Josué.

Vivíamos unos días en la ciudad, unos días en la sierra. Viajábamos mucho, y crecimos un montón. ¡Ah! No dejamos de entrenar, ni hacer deporte, especialmente cuando Josué comenzó a ganar peso.

A Eduardo siempre lo encontrábamos borracho los fines de semana cerca de Port au Prince, diciendo las incoherencias de costumbre, hasta que dejamos de verlo un sábado. Por la prensa nos enteramos que hallaron su cuerpo a las afueras de la ciudad con evidentes signos de tortura, sin sus documentos ni su dinero.

Elena se hizo nuestra máxima aliada. Ahora anda empecinada en cabildear para que se apruebe el matrimonio gay en el país. Me ha dicho que debería escribir toda mi experiencia, y hasta publicarla como novela.

Creo que exagera.

Me parece que no es para tanto.

¿O tú qué piensas?

[FIN.]


martes, 3 de enero de 2023

Ser Rafael 20.2: Ahora sí se lo que tengo que hacer


No sabía qué hacer.

Elena me abrazó.

“¡Rafo!”

Volteé.

Era… el otro hermano de Josué.

“Mi hermano salió en la moto”.

“¿Sabes a dónde fue?”

“No, pero se fue en la moto. Le dije que no, pero el muy cojudo se fue solo”.

El hermano de Josué me guiñó un ojo y sonrió levemente.

“OK. Gracias”.

Miré a elena en silencio.

Entonces, até cabos.

“¡Al Terminal de Castilla!”

Mi hermana me miró extrañada.

Diez para las dos de la tarde.

Llegamos.

El terminal estaba atestado de gente que salía, esperaba y llegaba.

“Toma esto”.

Me quité el saco del frac y se lo di a elena. Me desaté la pajarita y la guardé en uno de los bolsillos de mi pantalón.

“No, Negro, lleva el saco. Necesitas abrigo”.

“¿Ya sabes lo que tienes que hacer, Zamba?”

“Sí. ¿Tú sabes lo que debes hacer?”

“Sí. Ahora sí lo sé”.

“Listo. Aquí te dejo. Que Dios te proteja”.

Me dio un beso en la frente, y se fue.

“¡Zamba! Perdóname”.

“No, Negrito. Estoy orgullosa de ti”.

Abordé un bus.

Cuatro y media de la tarde.

Por fin llegué a la casa de paredes blancas y tejas rojas, luego de bajarme en la plaza de Canchaque, ir cuesta arriba, esquivar tres o cuatro perros bravos, aguantarme las miradas cuestionadoras de los pobladores, y hallar que la puerta… tenía candado.

Me senté en la vereda.

Miré al cerro Mishawaka.

¿Había decidido correctamente?

No pude más.

Me hice un ovillo, poniendo mi cabeza sobre mis rodillas y lloré amargamente, fuerte, como para que la cordillera circundante me escuchara, como para que la quebrada se detuviera, como para que algún ave bajara a consolarme aunque sea picotazos, como para que… una motocicleta se acercara y detuviera.

Alguien descendió.

Levanté mi mirada.

“Carajo, Rafo. ¿Qué parte de ‘no nos veremos hasta después de tu viaje de bodas’ no se entendió?”

Me recuperé tan pronto como pude. Enjugué mi rostro.

“Ya no habrá viaje de bodas”, dije.

Josué se acercó a mí. Comenzaba a emocionarse (conocía ese gesto a leguas).

“¿Y… Laura?”

“No. No vine por ella. Vine por mí”.

“¿Para qué?”

“Para no cometer el mayor error de mi vida”.

Josué se terminó de sorprender y estuvo a punto de quebrarse.

“Y… ¿éstas son… éstas son formas de venir?”

Sonreí con mi rostro nuevamente bañado en lágrimas.

“¡Yo también te amo, Josué! ¡Yo también te amo!”

Me levanté de un salto, fui hacia él. Lo abracé.

Él también me apretó fuerte con sus brazos.

Lloramos de alegría, juntos.

¡Juntos!

Como siempre debió ser.

Y la cordillera se hizo el más bello paisaje al atardecer, y las aves trinaron como nunca, y la quebrada bailó hermosa entre las rocas como jamás se vio… y la moto casi se saca la mugre por no asegurarla bien.

“Rafo, ¿te parece si tomamos un baño?”

“¿Tan mal huelo?”

Josué se rió.

“Necesitamos remover todo el pasado. Es hora de comenzar algo distinto, juntos”.

“Y luego tendremos que preparar la cena juntos, ¿no? Me muero de hambre”.

Volvimos a reírnos.

Nos besamos con intensidad y ternura.

Ah. Esos primeros planos siempre me han fascinado, aunque los protagonistas sean del mismo sexo.

El sol comenzaba a ocultarse.


lunes, 2 de enero de 2023

Ser Rafael 20.1: No acepto


“Negro…”

“Sí, ya sé. No me afeité”.

Elena me miraba la cara fijamente.

“Mejor no digo nada”.

Verifiqué mi reloj: doce y media de la tarde. Ya teníamos un retraso de media hora sobre la que aparecía en la invitación.

Mi hermana Elena , el padrino de Laura y yo seguíamos esperando en el altar de la iglesia. Elena era mi madrina.

“Negro, ¿y si aplicas el cinco-cinco?”

Volteé a mirarla serio.

“ay, Negro, era solo una idea”.

Estaba nervioso y sofocado. Apuesto a que no solo era el frac.

Respiré hondo. Traté de guardar la serenidad.

Mi madre estaba en primera fila con cara de angustia. No, mirarla no me iba a ayudar. La familia de Laura parecía andar con ojos de huevo estrellado. ¡por Dios! ¿Nadie quería levantarme la moral?

“Negro…”

“Elena, ya basta. Me siento pésimo. No hagas que me sienta peor”.

Mi hermana se acercó y me acomodó la pajarita. Me dio una bofetadita cariñosa.

“Era solo eso”.

Doce y treinta y cinco.

El carro donde venía Laura se asomó en la puerta. Ella y su padre bajaron. La marcha comenzó a sonar.

Sin saber cómo, Laura entró radiante, con una gran sonrisa en su rostro. A veces miraba a la gente en las bancas. Su progenitor trataba de disimular, sin éxito, un rostro de incomodidad.

Su lento desfile sobre la alfombra roja se hacía interminable.

Al fin, llegó hasta mí.

Me dio un leve beso en la boca, sin dejar de sonreír. Yo no podía hacer eso con facilidad; mas bien, comencé a sudar más frío aún.

Por último, clavé mi mirada en ninguna parte.

La ceremonia transcurrió… como todas las ceremonias,.

En realidad, no escuchaba al cura, sino que sentía que mi vida, toda mi vida transcurría en segmentos, como una película, de la misma forma como dicen que pasa con los moribundos. Estaba allí en un cadalso que ayudé a construir, y del que parecía no poder bajarme. Juro que hasta podía escuchar con mucha potencia cada latido de mi corazón acelerándose, transformándose en un tam-tam aterrador.

Solo esperaba ese momento en que mencionan tus nombres de pila y tienes que responder afirmativamente, como lo dice el protocolo, el canon, la costumbre, la tradición, todas esas cosas que la humanidad ha construido para ocultar mediante fórmulas verbales socialmente correctas lo que el corazón no siente.

Mi cabeza se hizo un remolino.

El big-bang fue inevitable.

La primera bomba atómica era apenas una burbuja de jabón estallando.

¡Bum!

“¡No, Padre!”

El sacerdote se volteó asustado a mirarme.

Un silencio sobrecogedor se esparció por todo el recinto.

Después supe que todo el mundo se miraba entre sí con un desconcierto estilo catástrofe.

Laura comenzó a enfurecerse. Hizo esfuerzos sobrehumanos para no estallar. Aún así, volteé a mirarla.

Si alguna vez tuve que ser super valiente, éste era el momento.

“No, Laura”.

“No me hagas esto”, masculló ella, muy molesta.

“No… No debo. No puedo… No quiero”.

Lo repetí al borde del delirio varias veces, mientras mi respiración se agitaba. Miré a elena, que trataba de tranquilizarme, al público que ya estaba inquieto, al cura que no sabía dónde meterse. Por último, vi mis manos: estaban libres.

“Perdóname, Laura”.

Miré al altar.

“Perdóname, Diosito”.

Sin que nada ni nadie me importara bajé de allí sin ver atrás. La gente empezaba a armar barullo. Solo sentía a elena detrás de mí que gritaba: “¡No se le acerquen. Soy su abogada!”

Escuché a alguien aplaudir. Vi de reojo: era Jaime.

A medida que ganaba la puerta, aumentaba el paso, como si me fueran a cerrar las puertas. En realidad, me las estaban cerrando. Pero aún así, logré salir.

Respiré la primera bocanada de aire de la calle. Miré a elena. No sabía qué hacer.

“¿Dónde vive, Negro? ¡¿Dónde vive?!”, me urgió.

Por fin reaccioné.

”¡Ven!”, le grité.

Elena y yo corrimos hasta una esquina, paramos un taxi, le indicamos que vaya al sector oeste.

Los edificios, las casas, la gente, las calles, los árboles, toda la ciudad pasaba rápida frente a mis ojos… y eso que paramos como en siete semáforos. A lo mejor era una rara variante de la relatividad general.

Una y veinte de la tarde.

“es allí”, señalé.

“espérenos”, dijo elena al taxista.

Fui a tocar la puerta. La gente estaba extrañada de ver dos tipos de etiqueta a esa hora y en ese lugar. Me dio igual.

Por fin escuché pasos. Por fin, luego de una semana. Por fin, esa puerta se abría.

Por fin…

“¡Hola, Rafo!”

… era el hermanito de Josué.

“¿Tu hermano?”

“Se fue”.

“¿Se fue? ¿A… dónde se fue?”

“No sé. Dijo que quería estar tranquilo, que no lo molesten… ¿Le vas a dejar algo?”

“No”.

Me desolé.

Miré a elena.

Suspiré.

Ambos sudábamos a chorros.

Me sentí perdido.

Comencé a llorar.