domingo, 7 de julio de 2019

La celebración que jamás esperé

Juego fútbol en un equipo de segundo división. Mi posición no importa por razones obvias. Hace poco recibimos un refuerzo. Se trata de un chico que vino de un equipo de fuera. Desde la primera práctica nos dimos cuenta que realmente había sido un buen fichaje. Y aunque le dimos una bienvenida acogedora, el chico era mas bien algo retraído. Yo no me hacía tanto problema. Total, cuando estás en un equipo, no todos se tienen que portar de la misma manera. Por último, nos interesa el rendimiento.

Durante el primer partido que nos tocó jugar, quedamos satisfechos. El chico realmente sabía jugarla, sabía insertarse en el equipo, tiene técnica y lo más importante: tiene hambre de gol. Su rendimiento fue el mismo en los partidos siguientes. Los comentarios de la hinchada y la prensa eran buenísimos. Recuerdo que hace un mes, al término de uno de los encuentros, comencé a sentir mucha admiración por él, me le acerqué y lo felicité con mucho entusiasmo. Él se alegró y me respondió con una sonrisa. La cosa no pasó más allá.



Hace quince días nos tocó jugar de visitantes y tuvimos que viajar. Cuando nos distribuyeron las habitaciones en el hotel, me tocó compartir cuarto con él. Ya había escuchado de otros compañeros que el pata era de lo más pacífico. Casi no conversaba y cuando ponía su cabeza en la almohada, se quedaba jato y listo. Mi plan al respecto era simple: que la convivencia sea de lo más agradable, ni yo meterme con él, ni él que se meta conmigo. Si hablábamos bien; si no, no. Y así pasó. Apenas si cruzamos palabra, algo que se reducía a un "¿todo bien?" o un "ya está listo el baño" o un "buenas noches". Dicho ésto, el pata se calateó y así se durmió hasta el día siguiente. Físicamente, nada del otro mundo: el típico cuerpo de futbolista: marcado, buenos abdominales, espalda no muy ancha, piernas musculosas, culo bien redondo y parado, huevos grandes, pinga normal, lampiño, y me di cuenta que se rapaba los pendejos.

La mañana del partido me di cuenta que se despertó distinto. Estaba contento. Me miró y me dijo "¿listo para hoy?". Le respondí con un "de todas maneras". Al levantarse me di cuenta que tenía su pinga al palo. No pude ver bien, pero de que era enorme, era enorme. Jugamos el partido y ganamos. Cuando regresamos a recoger nuestras cosas al hotel, nos dieron la noticia que el bus se había malogrado y que nos iban a cambiar por otro, pero el cambio recién vendría temprano al día siguiente. Tuvimos que quedarnos esa noche. Todos los chicos salieron a conocer. La verdad, yo no tenía ganas. El otro pata tampoco, así que nos quedamos en el cuarto. Como ya había metido todas mis cosas en la maleta, también me quedé calato y me metí en mi cama. Lo mismo el otro pata. Estábamos conversando del partido con la luz apagada (para que no nos jodan los otros patas) cuando me dijo: "Yo sabía que íbamos a golear". Yo me quedé pasmado.
"¿Cómo sabías?", le pregunté.
"Es que anoche tuve un sueño bien raro", me respondió.
"¿qué sueño?", quise saber.
Se rió. "No sé si deba contártelo... mejor no", me dijo.
"Ya, cuenta", insistí.
"Es que es bien maricón".
Por alguna razón,mi verga comenzó a llenarse de sangre y crecer. "No importa", le dije. "A la mierda si es bien maricón; cuenta igual".
El pata se tomó su tiempo y la soltó: "¿Conoces al chico moreno del otro equipo, el de los rayitos? Ya. Anoche soñé que le metía pinga por el culo".
"No jodas", le dije. "¿Por éso amaneciste bien armado hoy?"
Hizo silencio. Las cagué, pensé. Después de un tiempo me preguntó: "¿Te diste cuenta?"
"De casualidad", le respondí.
"Ah, menos mal... porque otra vez estoy al palo, huevón", me confesó.
"Hablas".
"Sí, la firme".
"Pues... yo igual", le confesé.



En solo segundos, me destapé. en solo segundos, el pata se vino a mi cama. en solo segundos me la tocó y comenzó a pajearme. Ahí mismo lo abrazé, y comencé a besarlo. Cuando menos nos dimos cuenta, él estaba encima mío, calato, y yo calato. Nos besamos, luego me recorrió el pecho, mi abdomen, llegó a mi pinga, me la chupó. Me succionó los huevos también. Y yo estaba tan arrecho que comencé a levanatr las piernas y en solo segundos sentí su lengua en mi ano. No sé cómo, él me la terminó metiendo toda. Pensaba que me iba a doler, pero el huevón la tenía tan lubricacada que resbaló. Ya ni recuerdo cuánto duró. Solo sé que se vino dentro de mi agujero. Luego me la chupó fuerte y le di todo mi semen en su boca. Se lo tragó.

Al día siguiente, despertamos en la misma cama, con la verga al palo. Queríamos más. Ya estábamos besuqueándonos cuando nos pasaron la voz. Mientras nos bañábamos al toque, aprovechamos para pajearnos mutuamente. Las dimos. Viajamos juntos. Comenzamos a awazapearnos. Esta semana nos toca de locales, pero me dijo que la próxima que jugamos de visita, pedirá cuarto juntos.



Como en mi jato hay un cuarto libre, estoy hablando para ver si se lo alquilamos... aunque no sé. Mi única palta es que la cosa crezca, especialmente porque yo tengo jerma. Si la cosa va en serio, ¿cómo haríamos? ¿qué me sugieres tú?

2 comentarios:

  1. Te sugiero que no engañes a nadie. Define tus sentimientos. Habla con la verdad. No hagas perder el tiempo (la vida) a tu jerma o al pata. (¡Escribes excelente!)

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  2. Que no le hagas daño a tu flaca y muestres tus sentimientos.

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