sábado, 19 de diciembre de 2020

Máximo, el campesino y la promesa de darla todita

el campesino estaba sentado frente a Máximo, ambos solos dentro de la misma habitación, o mejor dicho una oficina con varias fotos y un lindo escritorio, enorme ventana a la calle. El hombre de campo, a pesar que vestía una camisa de cuadros manga larga y un bluejean evidentemente de mala calidad, revelaba un torso y unas piernas fuertes. Máximo, vestido en su camisa roja de marca y sus bluejeans de marca, hacía lo imposible para que la mirada no caiga hacia la entrepierna de su interlocutor.

"Entonces, si no nos perdonan el préstamo, luego ya no tenemos plata pa' sembrar", sustentaba el campesino.

"Entiendo", repetía Máximo a cada nuevo argumento.



La reunión era a solas. A pesar de que uno de los asesores de Máximo insistió en participar, el gran delegado se opuso. Dicho sea de paso, no era la primera vez que se reunía con el agricultor. En una visita al campo, un mes antes, lo había conocido y abordado. A Máximo no le impresionó su elocuencia; le impresionó su físico.

"¿Y cuánta gente en tu comunidad crees que nos apoye si paso tu propuesta al consejo?"

"¡Toda, doctor!", respondió casi de un salto el visitante.

"¿Me aseguras que toda?", semisonrió Máximo entre revelando y ocultando sus reales intenciones.

El campesino se tomó unos segundos.

"Todita", le respondió sonriendo y mirando al funcionario fijamente a los ojos.

"¿Cuándo regresas a tu pueblo?"

"Mañana, doctor... Pensaba volverme hoy pero... como me programaron para esta hora...".

"¿Dónde estás quedándote?"

"Como le decía, yo pensaba..."

Máximo sacó un papel y escribió algo; se lo dio.

"Vas aquí, dices que yo te mandé. No te preocupes del resto".

el campesino leyó el papel: había una dirección. Se intrigó por saber cómo llegar.



Cuando la reunión terminó, Sofiano, el asesor principal, entró a la oficina.

"¿Por qué no me dejaste participar de tu entrevista?"

"Lo ibas a intimidar", respondió Máximo.

"¿Qué te pidió?"

"Condonación de préstamos. Toda esa gente pide lo mismo. Firman los papeles del banco sin leer la letra pequeña, los pendejos de los asesores de créditos los urgen a firmar, y estos huevones terminan entregando hasta el culo".

"¿Y tú se lo piensas dar?"

Máximo miró seriamente a Sofiano.

"Sigue trabajando el proyecto de resolución; mañana vamos a revisarlo".

"Como ordenes... jefe", replicó irónicamente el asesor.



Hacia las nueve de la noche, Máximo regresó a casa. Pepito, un hombre alto y fortachón, le abrió la puerta.

"encargo recibido", le previno discretamente la especie de mayordomo.

"Gracias", sonrió Máximo.

Tras bañarse a conciencia y tratar de olvidar el trajín de esa jornada, se secó bien y apenas se puso una bata, salió de su dormitorio y caminó un par de puertas hacia la escalera. Tocó. Un hombre completamente desnudo le abrió la puerta: era el campesino.

"¿Ya cenaste?"

"Sí, doctor. Gracias".

Mientras Máximo se quitaba la bata y revelaba su cuerpo atlético aunque no marcado totalmente desnudo, se dio tiempo de apreciar el lampiño físico del huésped donde cada grupo, desde los pectorales hasta las pantorrillas, parecía estar deliberadamente cincelado. entre las piernas, y debajo de un vello púbico tupido, un pene algo largo y gruesos huevos colgando eran imposibles de eludir a la mirada.

"entonces", recordó Máximo, "¿me prometes que será todita?"

"Claro, doctor", sonrió el campesino. "Usté' sabe que somos de palabra".

entonces... la quiero todita", susurró el anfitrión.

El agricultor acercó su deseable cuerpo desnudo y abrazó a Máximo, lo besó en la boca, mientras que sus callosas manos le acariciaron la suave espalda y comenzaron a masajear el redondo y casi firme culo.

"¿Me la chupas, doctorcito?", ya entró en confianza el visitante.

Máximo volvió a sonreír y fue besando el pecho, el abdomen, el vello púbico, y quedó de rodillas frente al pene. Le dio unos cuantos besitos, comenzó a acariciar las caderas del labriego, quien ahora olía a rico jabón importado, y, sin usar las manos, comenzó a succionar el falo, ahora blandito, tanto que podía caber completito en su boca.

"Shhh", se chupó los dientes el campesino. "Así, rico, cchúpala así".

en dos minutos, la verga del visitante ya estaba dura. Máximo se la sacó de la boca para contemplarla humedecida por su saliva: era gruesa, larga... tranquilamente unos 19 centímetros.

"Acuéstate", pidió sin dejar de masajear el falo, cuya cabeza estaba semioculta por un largo prepucio. el campesino obedeció y se puso boca arriba sobre la cama; Máximo continuó el sexo oral agregando una rica lamida de bolas.

En un raro movimiento acrobático, el funcionario sacó un condón y un frasquito de lubricante de su bata. extrajo el jebe, se lo puso en la boca y se lo fue colocando al campesino, usando la yema de sus dedos para extender lo que faltaba. Tomó el frasquito con el coloide transparente y lo esparció sobre todo el tronco.

"La quiero todita... en mi culo".

"Tómala todita", sonrió el campesino.

Máximo se sentó sobre la ingle del chico, se colocó el miembro en su esfínter y fue engulléndolo poco a poco, respirando profundo para manejar mejor el dolor. en un par de minutos, su ano ya se había tragado toda la masculinidad bajo su cuerpo. Comenzó a rebotar cual émbolo. Gimió por el placer que ahora le producía ser penetrado. el campesino solo se limitó a tomarlo de las caderas.

 Cuando Máximo se cansó, se enterró toda la verga en su culo.

"Cambiemos de pose", propuso el campesino.

Máximo se desconectó cuidadosamente y luego se puso en cuatro. El campesino entonces metió todo su miembro por el culo ya dilatado y comenzó a moverse hasta que su ingle chasqueaba con las nalgas de quien lo albergaba esa noche. Pasaron en ese plan largos minutos.

"Las voy a dar", anunció el atlético cachero, y no aguantó más. expulsó toda su leche en el condón.



Tras desayunar a la mañana siguiente, Máximo entregó un pedazo de papel. el campesino notó que tenía una cifra escrita: "Paga tu cuota de este mes y no le digas a nadie lo que pasó anoche aquí".

El campesino no supo qué responder.

"Si te portas bien, y vuelves en cuatro semanas, te prometo otro parecido, pero no le cuentes nada ni a tu calzoncillo".

"¿Y la resolución, doctor?"

"Dala por hecha", sonrió Máximo. "Todita".

No hay comentarios:

Publicar un comentario