miércoles, 2 de abril de 2014

The Bar's Boys (10)

ACONSEJAMOS DISCRESIÓN DEL LECTOR: Algunas escenas que presentamos a continuación son inapropiadas.

 

Por: Nug Huyur

 

Capítulo X: El Gimnasio (II parte)

 

Tras las palabras de Pablo, preferí salir del gym. Pablo gritó, vociferó pero corrí, galopé, huí. No podía ser. Yo no era gay. No podía serlo, esto que sentía estaba mal. No debí dejarme tocar. No debí desearlo. Estaba mal. Esto que sentía era malo. En eso, empieza la garúa. Llovizna. Llueve. El agua se precipita, se empoza, me moja, resbalo, ruedo, me levanto, maltrecho, herido, lloroso. No, no ¿Por qué a mí? ¿Por qué he de sentirme así?, pienso. Llego a mi casa. Me cambio, contemplo la lluvia a través del cristal. Mudo. Silencio. Apago la luz y me echo en mi cama. Con el goteo de la lluvia me quedo dormido. De pronto, alguien llama, está lejos, apenas percibo mi nombre, hay niebla por todo el lugar, camino buscando al dueño de la voz, hasta que la niebla se disipa, aparece una cama con un dosel, la voz proviene de quien esté acostado en aquel lecho. Al fin me puedo verme completo, llevo pantalón y polo color leche. En aquel lugar parece soñado, es una cama en medio de la nada. Hay un reloj, pero está detenido en una esquina y una ventana en medio de la nada parece abierta y cerrada a la vez. El cielo limpio, se ve la luna, grande e imponente. Una brisa con sabor a mar,  flamea las cortinas y alguien parece acostado en medio de la cama, come algo. Me conoce, porque al verme sonríe, me acerco para verle mejor. Es Pablo en traje de esclavo romano, su cuerpo fuerte y atlético se dejaba lucir, pues lo único cubierto era su entre pierna con el taparrabo que llevaba, su pecho musculoso, sus piernas fuertes y sus pantorrillas se notaban muy bien, en los brazos llevaba muñequeras doradas, un plato sobre la cama habían uvas, las cuales disfrutaba mientras me veía.

  • ¿Pablo?
  • Sí Osvaldo, pero ven, acuéstate conmigo, hazme compañía – dijo seductoramente y extendió su mano

Sin pensarlo, puse mi mano en la de él, y me recosté. Pablo acarició mi pelo y mi rostro.

  • ¿Por qué tienes miedo chiquito? ¿Por qué huyes de mí?
  • No lo sé.
  • ¿Por qué no escuchas a tu corazón? Él te dirá que hacer, y sentir.
  • ¿Qué siente mi corazón?
  • Acaso aún lo dudas – puso una uva sobre mi boca y acercó su rostro al mío – esto…

Tomó la uva con su boca y juntó sus labios a los míos, besándome tiernamente. Sus manos se deslizaron por mi cuerpo, hasta encontrarse  con las mías y las apretó. Luego las llevó sobre su espalda. No tengas miedo, me susurró. Acaricié su espalda. Él empezó a desabrocharme el pantalón. Luego subió sus manos por debajo de mi polo, tocó mis tetillas, las sobó y sobó hasta su erección. Me quitó el polo, cogió otra uva y la exprimió en mi pecho. Lamió su jugo. No cabía en mí, me sentía extraño, feliz, alegre, lleno de placer, que empecé a gemir. Me bajó el pantalón. Me giró, me bajo el calzoncillo, colocó uvas en toda la línea e iba comiendo una a una mientras lamía todo mi culito, tanto lo hizo que no cabía en mí, gemí, gemí y grité. Entonces, sentí algo caliente, algo mojó mi pijama. Desperté. Había eyaculado. Alguien tocó la puerta.

  • Todo bien – dijo una voz
  • Sí – respondí, sin saber qué hacer con mis pantalones
  • Apura, te haces tarde para el colegio.
  • Ya, mamá.

Grité y me apuré para ir al colegio. Tras finalizar la semana de clases, volví al gym. Pablo andaba molesto conmigo después de lo ocurrido. Había faltado casi dos días al gym. Poco quería hablar conmigo, estaba distante, frío. Eso me apenó más de lo que imaginaba. Sin embargo tenía que arreglarlo, no podía dejar que las cosas continuaran de ese modo. Tomé valor, respiré profundo y fui donde estaba.

  • Pablo – le dije, mientras Pablo levantaba las pesas.
  • Sí – respondió en seco.
  • Podríamos hablar.
  • Hmmm, no sé, voy a pensarlo. – Puso las pesas en su sitio – o mejor saldré huyendo – cogió su toalla y salió andando
  • En serio Pablo, necesito hablar contigo – iba tras él.
  • No me digas, la última vez casi te caes de tanto correr – habló enojado y entró a los vestidores.
  • Sí tienes razón, pero…
  • Pero que Osvaldo, yo no estoy para chiquilladas – abrió su locker, sacó su maletín y tiró la toalla dentro del casillero, del maletín extrajo un polo limpio y un short, se quitó el polo – ahora bien si quieres hablar de algo más, termino de cambiarme y nos vamos a hablar a otro lado y cámbiate tú también, ¿no?

Así lo hice. Abrí mí gaveta, saqué la mochila, y me cambié. Nos fuimos del gym. Caminamos en silencio hasta el anfiteatro, el que está debajo, con mirada al río, claro si ahora se le puede llamar así. Nos sentamos en un lugar algo oscuro por la hora no había casi parejitas.

  • Muy bien, de que me querías hablar.
  • De ésto – sin decir más nada, le di un beso, él correspondió, y de ahí, lo miré – me disculpas

 

Continuará….

 

© 2014 Hunks of Piura Entertainment. Ésta es una obra de ficción: cualquier parecido con nombres, lugares o situaciones es pura coincidencia. Escribe al autor a hunks.piura@gmail.com o comenta aquí.

Siempre practica sexo seguro.

 

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