jueves, 2 de mayo de 2019

Decía que no, pero ahí estaba en el bar

Acabo de reincorporarme a la chamba en un gym como instructor. No viene al caso explicar por qué me alejé tanto tiempo, en todo caso sí tengo que decir que fue Arnold, otro de los instructores, quien me animó a dar clases de nuevo. Todo comenzó cuando estaba por el centro y pasaba por el gym. Entonces entré para saludar. Ya era mediodía, cuando solo quedaban unos tres alumnos. Arnold me recibió con mucha alegría y amabilidad y nos pusimos a hablar de todo un poco. Fue entonces cuando me lanzó la idea de regresar. Yo le dije que ya no, que no estaba interesado, que quería probar otros negocios. Entonces lo llamó un alumno y pasó algo raro: en vez de que saliera directo a verlo por el costado que tenía libre, le dio la vuelta a su escritorio y pasó por detrás de mí, rozándome su paquete. No estaba al palo, pero me llamó la atención la rozada de paquete. Supuse que era casualidad, como el espacio donde pasaba era estrecho, y tiene un gran culo, entonces puede que alla sido éso. Esperé un minuto a lo más. Cuando regresó, lo mismo. No entró directo a su silla, sino que pasó por mi espalda y volvió a rozarme el paquete. Cuando se sentó, me lo quedé mirando con cara de extrañado, y él me sonrió y me guiñó el ojo.



Le conversé el hecho a un amigo, y tras reflexionar conmigo todo lo que le dije, me aseguró que Arnold me estaba mandando una señal, y que la única manera de confirmarlo, era preguntándoselo directamente. La cosa es que yo veía a Arnold como amigo, pero sí me dio mucha intriga porque físicamente es atractivo. Es un fisicoculturista de competencia, de hecho.



Con el pretexto de conversar sobre su propuesta de regresar para que dé clases, volví al gym a la misma hora. Quedaba un par de alumnos esta vez. Hablamos del tema. Me recordó que era bueno en mi rama de entrenamiento, que yo mismo podía ganar tanto dinero como clases quisiera dirigir. En fin. Entonces lo volvió a llamar uno de los alumnos, y volvió a repetir la misma ruta. Me rozó su paquete por la espalda. Se demoró un par de minutos. Escuché que se despedía de los alumnos. Regresó y pasó otra vez rozando su paquete por mi espalda. Solo que esta vez, se quedó allí atrás, se agachó para abrazarme. "No seas cojudo", me dijo, "regresa, huevón". Yo no me negué al abrazo. Entonces sentí cómo su paquete se ponía duro. Mi pinga se puso al palo también. "Si regreso, ¿vas a ser así de cariñoso conmigo?", le pregunté bromeando. "Claro", me respondió. Entonces me levanté de la silla, y a propósito me rozé contra él. Entonces me tomó de la cintura y me pegó su paquete duro a mis abultadas nalgas. Era imposible equivocarse porque los dos solo vestíamos una bermuda delgada. "Lo voy a pensar, pero más que sí", le dije. "Espero que sea sí", me replicó, y comenzó a mover su cadera lentamente en mi culo, como si lo estuviera cachando.



Al regresar a mi casa, me metí a mi cuarto y reflexioné todo: la oportunidad, la necesidad y la arrechura. El pene de Arnold estaba evidentemente erecto, entonces no cabían más dudas. Me excité otra vez, me quité toda la ropa, me pajeé imaginando a ojos cerrados el cuerpo musculoso de Arnold, en especial su culo. Una ráfaga de leche me inundó mi abdomen y mi pecho.



El lunes de esa siguiente semana rreinicié mi trabajo como instructor. Tomé un turno a las 7 de la mañana. De ese modo, tenía tiempo el resto del día para hacer lo que tenía planeado. Al terminar mi turno, Arnold estaba conversando con otro alumno, guapo, también con cuerpo de culturista. "No pues, huevón... ¿cómo voy a salir a concursar con una tanga que se me mete por la raja del culo?", le decía ese alumno. "Todos concursan así", le replicaba Arnold. "Por éso dicen que los culturistas son homosexuales", le chantó el alumno. "Bueno, éso sí", comentó arnold y se calló. Yo me sentí sorprendido con la conversación. "Así que, Arnold, no salgas a concursar con tanga, si no, van a decir que eres maricón", le aconsejó el alumno. "Noooo, yo para nada soy maricón, a mí me encantan las hembras, yo a los maricones los trato a patadas", se defendió Arnold. Yo me sentí incómodo, me despedí y me fui a casa.


Estaba descansando en mi cama buscando puntos en Grind'r. Me sentía palteado. ¿Cómo era posible que Arnold simulara cacharme cuando estuvimos solos esa vez y ahora le dijera al otro pata que hasta trataría a patadas a los gays? Yo soy gay, ¿entonces Arnold me trataría a patadas? Conseguí por ahí un punto en Grind'r y me encontré con él. Fuimos a cachar a su depa. El pata con quien me reuní mamaba rico la pinga y tenía un culo apretadito que me lo caché con gusto hasta botar mi semen en su espalda. Cuando nos estábamos duchando, el pata me preguntó: "¿Tú vas al gym donde trabaja un instructor llamado Arnold, no?". Le respondí que sí. "¿por qué?", le pregunté. "ah, porque a ese pata siempre lo veo en el bar de ambiente que hay cerca de la plaza". Me quedé idiota. "¿Estás seguro?", le pregunté. "Claro... incluso una vez se sentó a mi mesa y le invitamos chela, pero tuve mala suerte porque otro amigo parece que se lo levantó". No creía lo que el pata me contaba. No lo creía. "¿Cuándo lo viste?", volví a preguntarle. "Ah, el viernes pasado... el siempre va los viernes".



A la mañana siguiente, tras dar mi clase, otra vez Arnold estaba conversando con el alumno homófobo. Me costaba trabajo conciliar el hecho de que ese día me arrimara su paquete duro en mi culo, y ahora ni siquiera tuviera una expresión de desagravio con la gente gay, aunque no lo fuera. Preferí no encararlo. Tenía otros planes. El viernes por la noche fui al bar de ambiente tratando de no llamar la atención y me senté en un sitio bien caleta pero de donde se veía todo el espacio. Ya había ido antes, así que me es familiar. Fui temprano, como a las 9 de la noche, y decidí quedarme a esperar. Ya era como las 11 y ninguna señal de Arnold, mas bien del pata con quien había tirado a inicio de la semana. No le pasé la voz, pero comencé a pensar que era floro. Quizás el pata solo quería sacarme la lengua. Como ya estaba aburrido y cansado, decidí irme. Estaba dando media vuelta hacia la puerta, cuando me choqué con alguien. Pedí disculpas y luego me quedé helado. Era el alumno homofóbico, quien trataba de cubrirse la cara con una gorra. Traté de recuperarme, y comencé a sonreírle con sarcasmo. Avancé a la puerta, pero alguien me topó el hombro. Me voltéé. "¿Tú qué haces aquí?". Era Arnold. En su mano había una lata de chela.



Era casi medianoche cuando Arnold y yo llegamos al gym. Entramos. Él se queda a dormir ahí cuidándolo. Nos sentamos en el escritorio. "¿En qué momento me comenzarás a agarrar a patadas?", le pregunté sonriendo. "Nada, pata, sabes que nunca haría éso", me dijo arrochado. "Entonces, no quieres que te vean menos machito", le solté. Se quedó callado varios segundos. "Tú sabes cómo es la vaina acá", se justificó al fin. "¿Cuál vaina?", le pregunté otra vez. "Si saben que eres gay o que simpatizas con los gays aunque no lo seas, te marcan, huevón", volvió a justificarse. "O sea, ya estás marcado porque yo soy gay", le afirmé. No me dijo nada. Se levantó de la mesa, abrió un armario, sacó una colchoneta y unos trapos que supuse eran las cobijas, extendió todo sobre el suelo y prendió su celular. Puso un reggaetón, y se puso a bailar sensualmente mirándome. Mientras lo hacía, comenzó a desvestirse completo, completo, completo, hasta mostrarme su cuerpo de dios griego lampiño por todas partes, con el vello púbico bien rasurado. Se dio la vuelta y me movió el culo. Yo estaba a mil. Se dio vuelta de nuevo, me extendió la mano y me llevó a bailar con él. Mientras bailábamos, me fue quitando la ropa hasta dejarme calato, calato, calato. Me besó en la boca y me acarició. Pegamos nuestros paquetes. Se nos pararon las vergas.


Al poco rato, estábamos acostados sobre la colchoneta, rozándonos y besándonos. Le recorrí los pectorales, el abdomen de tabla de lavar, su pene erecto que no pasaba de los 14 cm, sus bolas. Luego, le chupé su miembro. Él comenzó a gemir y a pedir más. Levantó sus piernas al aire. "Chúpame el culo", me pidió. Le proyecté más las piernas y metí mi cara entre sus dos nalgas duras. Le hice un rico beso negro. Gemía más fuerte. Luego bajó las piernas, me volvía a ofrecer su pene, y entendí que era su turno. Me acosté a su lado, boca arriba y repitió todo lo que yo le hice, en especial chuparme mis 15 cm de pinga, gruesa y venuda, luego hundirse en mis nalgas para sopearme el ano. Yo estaba en éxtasis. Entonces se arrodilló, me tomó las piernas con fuerza, me puso su pene en la entrada de mi culo y me lo fue metiendo poco a poco. Me cachó rico, con cariño, con pasión. Duró como media hora. Me preñó mi ano. entonces me la chupó y las di en su boca.



Me quedé a descansar ahí junto a él, desnudos. Como no tenía clase a la mañana siguiente, no tenía la preocupación de acostarme temprano. No sé cómo haría él. A las 5 de la mañana sonó mi celu. Era mi vieja, preocupada. Le dije que estaba bien, que me había quedado en una fiesta y en vez de irme de madrugada, me quedé a dormir ahí. Juzgué que era el mejor momento para irme. Me duché en el gym, me vestí y le pedí a Arnold que me abriera la puerta... ya me había abierto el culo, jaja. Él se puso una bermuda y salió a abrirme.



el lunes siguiente, al terminar mi clase, nuevamente estaban Arnold y el alumno que había descubierto en el bar de ambiente. Mi amigo me saludó normal, y esta vez sin ningún comentario contra los gays. El otro pata no sabía dónde meterse. "Bueno, me regreso a casa", dije, "no vaya a ser que me agarren a patadas". Arnold sonrió. El otro pata mejor se fue a otro sitio. Estaba avanzando hacia la puerta cuando sentí una palmadita en mi nalga. Me volteé palteado. Era Arnold. "Ya no lo jodas", me pidió. "OK", le dije. "Ojalá cachemos otra vez", me dijo. "Claro, cuando quieras, le guiñé mi ojo. Salí del gym con una sonrisa de oreja a oreja.

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