sábado, 2 de enero de 2021

Máximo pone su culo en garantía para un préstamo

"O sea que no me puedes prestar el dinero".

Máximo miraba entre cínico y desafiante al encargado de créditos.

"Debes entender que la decisión no depende de mí s    ino de la gerencia".

"¿Con todo lo que hice por ustedes desde el Consejo?", Máximo cruzó sus piernas.


"No quiero sonar descortés, pero recién has comenzado a devolver lo que te prestamos para tu campaña, entonces esta nueva cantidad, pues... es un riesgo".

"Estoy en el poder, ¿recuerdas?"

"La política en este país no es estable, Máximo; hoy eres tendencia y mañana pueden... desaparecerte", explicaba el encargado. "La política es un riesgo financiero muy alto".

Máximo bajó la pierna cruzada, se puso de pie, caminó a la ventana y giró hacia el escritorio que estaba delante suyo. Comenzó a desabotonarse la camisa. El encargado de créditos miraba boquiabierto cómo el lampiño pecho del político se descubría ante sus ojos. Luego vio dos manos aflojar el cinturón, bajar el pantalón, quitarse los zapatos. 

Máximo, solo vestido en medias, joyas y ropa interior sonrió nuevamente. Giró, se quitó el interior mirando hacia la ventana y se apoyó en ella separando sus piernas.

"¿Y esta garantía no te convence?"

El encargado de créditos tragó saliva al ver el ano palpitante del cliente, y de inmediato sintió cómo su verga se ponía dura dentro de su pantalón.

"¿Quién te ofrece ejecutar la garantía antes de dar cualquier préstamo?", insistió Máximo.

El encargado se puso de pie e imitó a su cliente: se desató la corbata, se quitó la camisa, los zapatos, el pantalón de tela entallado, el bóxer semitransparente. Una gruesa y venuda pinga encima de unas grandes bolas saltó. La cabecita ya estaba brillante debido al líquido preseminal.

El encargado sacó un condón de uno de sus cajones, un cojincito con lubricante. Sin que su pene pierda dureza, caminó hasta la ventana, sacó el profiláctico y lo desenrolló en su largo falo. Lo lubricó generosamente y lo mismo hizo entre las nalgas de Máximo. 

Puso el glande en el ano y fue empujando lentamente, como si quisiera sentir la experiencia de cada milímetro de virilidad ingresando en las entrañas de ese otro hombre de nalgas redonditas. Menos mal que al piso nueve no hay miradas espías de ninguna parte excepto la ciudad vasta y anónima. 

El encargado comenzó a masajear su pene dentro del recto del político y se dejó llevar por la indescriptible sensación de sentir cómo le apretaba, cómo resbalaba, cómo esas cosquillitas se diseminaban desde su zona genital hacia su vientre, sus piernas, su pecho, su garganta, todo su cuerpo. 

Por su parte Máximo respiraba hondo para ahogar el dolor que, de todas maneras, le produjo la penetración. En realidad pensaba en la consecuencia que ese acto de absoluta prostitución (se estaba dejando cachar a cambio de conseguir plata) y se deleitaba en todas las posibilidades que vendrían a su futuro.

El sexo anal duró hermosos doce minutos. Por más que el encargado de créditos trató de evitarlo, la eyaculación era un hecho. Cuando sacó el condón, todo el extremo estaba pintado de blanco debido al espeso semen que expulsó aquella mañana.

"Si esto no te convence", le dijo Máximo en tono arrecho, "no me hago problemas en que tú y tu gerente me la metan al mismo tiempo".

El encargado aún no salía del orgasmo:

"Haré mi mejor esfuerzo para convencerlo".


Tres días después, Sofiano recibía una llamada, mientras le pasaba el celular a Máximo.

"Es el banco", dijo en voz baja.

El político contestó, y se fue a otra oficina a seguir la conversación. Sofiano no preguntó nada pero ya intuía de que iba a tratarse. Cinco minutos después, Máximo reingresó. estaba enfadado.

"Quiero sacar una resolución para controlar las tasas de     interés", espetó.

Sofiano se alarmó:

"No se puede porque en este país hay libre merca..."    

"¡Métanse el libre mercado al intestino delgado, mierda! Ningún banco me va a negar un préstamo porque digan que la política es de alto riesgo financiero".

"Máximo, no podemos...", trató de convencer Sofiano.

"Si tú no puedes, renuncia", amenazó Máximo. "No me digas que no se puede cuando desde arriba, si quiero, hago que todo este puto lugar me chupe la verga a una sola orden mía".    

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