sábado, 17 de julio de 2021

La hermandad de la luna 5.1

Adán se reclina sobre el sofá en la sala de la casa de Tito, mira a la luz prendida en el techo, resopla fuerte. Alza los brazos y los pone tras su cabeza como intentando oxigenarse más, tragar y digerir todo lo que acaba de escuchar. “Mi sospechoso también es Christian”, revela.

“César me dijo que puede hackear el celular de ese huevón, pero aunque lo lograra, no tendría claro qué información es la que buscamos”, añade Frank, quien está sentado a su lado

“Y a estas alturas ya deben haberla borrado”.

“¿Tú crees, Adán?”

“¡Claro, Frank! Esa gente no da puntada sin hilo”.

Es sábado, nueve de la noche en Santa Cruz.

“Ahora sabemos que Christian y Cruz Dorada trabajan juntos, Adán”.

“No lo sabemos, Frank; lo sospechamos y tenemos muchas pistas. La huevada es cómo demostramos que Christian y Cruz Dorada se unieron para asesinar a Manolo con tal de comprar La Luna sin problemas”.

“El tal Saúl me dijo…”

“El tal Saúl no es de confiar, Frank. Ya viste que se caga de miedo, así que basta con que ellos sospechen que nosotros sospechamos, que ustedes conversaron con él, que le metan miedo y él va a aflojar la lengua”.

“Yo le aseguré que…”

“¡No entiendes, Frank! No se trata de lo que tú le asegures, se trata del poder que tienen ellos. Lo de Flor ha sido una advertencia”.

“Que les salió mal porque hasta a Owen quisieron meterlo en el saco”.

“¿Y te das cuenta, Frank? Hasta la Policía está metida”.

“Es una venganza de Christian porque Tito no dejó que manipularan al señor Manolo, ¿cierto?”

“Yo le advertí a Manolo que ese chibolo no era de confiar; me miró mal, así que no le advertí más”.

“¿De dónde salió Christian?”

“Igual que Tito y Carlos, lo reclutó durante su servicio militar. Su familia no era pobre pero tampoco tenía tanta plata. Cuando empezó a ser parte de La Estirpe, comenzó a dársela de estrella. Como era el más joven y el de mejor cara, comenzó a usar ese gancho para tener las mejores propinas; hasta su carrera de Derecho le pagó Manolo”.

Frank, entonces, recuerda la tarjetita de presentación que le había enseñado la noche anterior a Carlos. Efectivamente, Christian ocupaba casi un primer plano y la cámara parecía adorarlo.

“Tengo que volver al G4G como me comprometí”.

“¿Volver para qué? ¿Qué harás si Christian aparece? ¿Te has puesto a pensar que sospecharía que tu actuación ahí no es ninguna casualidad? Y en últimas, ¿si Flor se entera que actuaste ahí?”

“Ya me comprometí, Adán… y de paso lo comprometí a César”.

“¡Pero el chato solo baila en despedidas de solteras!”

“Igual yo, pero esto amerita arriesgarse, ¿no?”

“No lo sé, Frank… ya tienes el dato, no sé qué más buscas: ¿una confesión de Christian después de irte a la cama cuando acabe  tu show?”

Adán se levanta del sofá y se va por el pasillo. El que se queda aún sentado entiende que no está resolviendo un rompecabezas; le está añadiendo piezas mas bien.


 

En la finca, Tito y Flor comparten una afición que hace semanas no disfrutaban así, juntos: las peleas de artes marciales mixtas por la televisión. ¿Cuánto darían por estar en las tribunas que rodean el octágono? De solo saber los nombres de tan lejanas ciudades alrededor del mundo, se miran y se conforman con la imagen que viene casi gratis y vía satélite. Justo termina uno de los eventos.

“No es justo”, reclama Tito. “El brasileño tenía las de ganar”.

“No sé papi: me debes diez”, anuncia su hija.

El gladiador la abraza y le comienza a dar muchos besos en la mejilla.

“¿Qué haces, papi?”

“Te pago los diez en besitos”.

Ambos ríen.

“Te amo, Florcita, y espero que Frank llegue a amarte tanto como yo”.

“Ay, papi. Ya te dije que ese chico no va en serio; solo será hasta que se vaya del pueblo, en octubre”.

“Igual, Flor. Así se vaya mañana, los dos se me cuidan. ¿Tienes condones?”

“Sí, sí tengo. Sabes que estadísticamente hablando, las más precavidas somos nosotras”.

Justo entonces, Carlos aparece con un inmenso tazón lleno de palomitas de maíz. Flor abre la boca de sorpresa, como cuando una niña conoce que ha sido premiada con el juguete más preciado.

“¡Por Dios, tío!”

“Es para los tres, no para ti solita”, bromea el capataz.

“Si siguen alimentándome así, voy a terminar chanchita”, juguetea la chica.

“Sales a correr conmigo por la finca a las cinco de la mañana, luego calistenia y asunto resuelto”, aconseja Carlos mientras pone el tazón en la mesa de centro frente al televisor.

“Claro, encima de tío alcahuete, tienes tío entrenador personal”, ríe Tito.

“Ay, no le digas así, papi”.

“¿Al fin se convenció tu progenitor de que es mejor que tú experimentes a que él haga experimentos contigo?”, Carlos no se queda callado, fraternalmente hablando.

“Frank es un buen muchacho, impulsivo como todos los de su edad, pero malo no es; aparte es deportista”, califica Tito.

“Y buen bailarín, ¿no, Flor?”, Carlos come unas palomitas, sonriendo.

La chica se sonroja.

 

 

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