sábado, 16 de enero de 2016

La Agencia (7)

Por Hunk01

 

Tres días después de que Rodrigo recibiera su nuevo cheque, fue al banco a cobrarlo y depositarlo. Su primo Carlos lo acompañó a hacer los papeleos. Ante una cantidad tan fuerte para una sola persona, había que llenar varios formatos.

  • ¿Qué vas a hacer con tanta plata, huevón?
  •  Aún no sé.
  •  ¿Bueno, mientras no la desperdicies.
  •  Si es por tu 10%, no te preocupes. Vas a tenerlo sí o sí. Ahora mismo incluso.
  •  Eso sin contar el 10% que tendrás que pagar por impuestos, más los costos del banco. ¿Te has dado cuenta que te darán una tarjeta de crédito? ¿Has visto las comisiones y esas huevadas?
  •  Carlos, te preocupas por las huevas. Tengo plata y ya. Además, la novela no se acaba todavía, y quién sabe qué viene en el futuro.

Cuando terminaron los trámites, la nueva fortuna de Rodrigo tenía 20% menos, y en cuestión de segundos, tal como se lo había dicho Carlos. El saldo ahora tenía cinco dígitos, pero aún sonaba alto.”Lo que el malnacido de mi viejo se saca en medio año o más, yo lo tuve al toque y gracias a un error”, se repetía el joven talento una y otra vez.

Ese fin de semana, tras finalizar otra escena de sexo con erección, penetración y eyaculación visibles, tuvo el eufórico rapto de invitar a todos sus compañeros de trabajo a parrandear en la discoteca.

-          ¡Yo pago todo!

Los asistentes y los camarógrafos se miraron entre sí. Su compañera de escena le dio una nalgada, mientras sonreía.

Rodrigo se puso una toalla en la cintura, y pidió que llamaran a Santiago y la vedette. Él mismo prendió su celular y ubicó como pudo a su primo Carlos.

Diez personas lo acompañaron. Fueron a la discoteca más exclusiva de Piura, y la cerraron. La juerga comenzó a las nueve de la noche y terminó casi a las seis de la mañana. Trago, tabaco, marihuana y cocaína circularon entre los asistentes. Aunque Rodrigo no se animó a inhalar los tiros del polvo blanco, sí dio varias pitadas al porro mientras se embriagaba con vodka.

Y todo lo pagó él.

En medio de su extraviada lucidez, Rodrigo creyó ver a Nico, el chofer de su padre, mirándolo desde el otro lado de la discoteca. Rodrigo lo vio y se humedeció los labios sensualmente con la lengua. En un guiño, el atlético Nico parecía haberse esfumado.

A las siete de la mañana, Carlos jalaba a un casi inconsciente Rodrigo a su departamento. La parte complicada fue subirlo los cuatro pisos del edificio. Al fin, lo dejó dormido sobre su cama. Apenas si le pudo sacar las zapatillas y aflojarle la correa.

Rodrigo despertó pasadas las dos de la tarde con un fuerte dolor de cabeza, la boca seca y la sensación de ausencia, casi de profunda tristeza. Buscó su celular. Tenía varias llamadas perdidas, pero las ignoró. Buscó otro número.

-          ¿Luguín? ¡Huevón! ¿Qué planes para este sábado? ¿Nada? Te invito a salir.

-          Se desnudó para tomar un baño y salir a correr un poco. Sudar le haría bien.

-          Al regresar, nico lo esperaba en la puerta del edificio llevando una bolsa plástica.

-           ¿Qué pasó, Nicolás?

-           Su… mamá… me pidió traerle esto, pero sin que su papá se entere.

-          Rodrigo miró a ambos lados de la calle e hizo pasar a Nico. Al llegar a su departaento, descubrió el contenido de la bolsa: cuatro camisas dobladas. Rodrigo sintió algo de nostalgia, pero recordó la presencia del empleado de su padre y se contuvo. Lo miró.

-           Gracias, Mico… Oe, estás sudando.

-           Los nervios, joven. Me lavo la cara con agua fría y ya.

-          Ambos se quedaron en silencio.

-           Nico, ¿y si mejor te das un duchazo?

-          El chofer dudó. Rodrigo lo tomó del brazo y lo llevó a su dormitorio. Allí ambos se desnudaron. El cuerpo de Nico era genéticamente musculoso aunque no marcado, contextura que pasaba por guardaespaldas; lampiño, buena verga a pesar de estar dormida. Ambos fueron así, calatos, al baño.

-          Abrir la ducha fue el pretexto para acariciarse en silencio, besarse furtivamente, masturbarse mutuamente hasta que la eyaculación de ambos ganó el cuerpo del otro. Tras ello, Nico salió raudo de la ducha, se puso su ropa y se fue del departamento. Rodrigo, aún bajo la regadera, comenzó a reírse a carcajadas.

XXX

A las ocho de la noche, Lugo llegó al edificio y tocó el timbre del departamento de Rodrigo. Esperó dos minutos. Su amigo bajó con un par de bolsas de tienda.

- Rodri, ¿no te parece muy temprano para salir el sábado?

- Tú solo sígueme.

En la puerta ya estaba estacionado un taxi. Ambos subieron. Durante el camino, ambos conversaron de la universidad, los contratos de modelaje, la novela y los rumores que la gente ya comentaba en Piura sobre las escenas pornográficas que se verían cuando la difundieran.

Lugo se extrañó que mientras conversaban, las luces de la ciudad eran menos frecuentes hasta que afuera solo se veían las luces de los autos que iban y venían por la carretera.

-          ¿A dónde vamos, Rodrigo?

-           Oe, huevón, ¿no confías en mí?

-           Sí, creo.

En la oscuridad, Lugo sintió que dos manos le apretaban sus mejillas y luego que un par de labios besaban los suyos. Lugo se quedó avergonzado.  ¿Acaso el chofer del taxi lo había visto todo?

Llegaron a Colán. El taxi los dejó en unos bungalós al extremo sur de la playa. Tomaron uno de ellos. Rodrigo cargaba las bolsas de tienda.

El bungaló tenía una salita bien amoblada, una cocina con una mesa y sillas y una habitación con dos grandes camas.

-          ¿Qué cargas en esas bolsas, Rodrigo?

-           Ah. Perdona mi falta de cortesía. Son… para ti.

Lugo estaba incrédulo.

Las abrió.

Era ropa nueva… y zapatos… de marca cara.

Lugo abrió sus ojos al máximo y miró a un sonriente  Rodrigo.

-          Quítate la ropa… espero no haberme equivocado en las tallas.

 

(CONTINUARÁ)

 

© 2015 Hunks of Piura Entertainment. Esta es una obra de ficción: cualquier parecido con nombres, lugares y situaciones es pura coincidencia.

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