sábado, 16 de abril de 2016

La Agencia (18)

Por Hunk01

 

El sol ocultándose en el mar de Piura siempre ha sido una toma idílica. Si en primer plano le pones a un hombre y una mujer cachando entre las rocas, tienes un cuadro excitantemente bello. Ni siquiera la eyaculación del varón es el acto final, sino el último cachito del astro rey perdiéndose en el horizonte tatuado en rojo… como el vals.

-          ¡Corten!

Rodrigo esperaba recostado en el taxi de Andrés mientras terminaban de grabar el crepúsculo. Junto a él, había un camarógrafo que fungía como director, una modelo, Raúl y dos vigilantes, además del segundo taxi.

Raúl entró al taxi y se sentó junto a Rodrigo.

-           ¿Cómo convenciste a ese estudio que tú podías hacerlo todo acá?

-           La cuarta o quinta parte de los costos que les saldría allá, piel latina y hermosas locaciones naturales.

Los dos taxis se fueron de regreso a la casa de playa que Rodrigo alquilaba a través de Carlos. Era un chalet sencillo al sur de La esmeralda, que por esos días, sirvió como oficina y alojamiento.

-           ¿Y cuándo te mudarás a la casa en Piura?

-           Primero quiero que me paguen por esta película. Me endeudaré y comenzaré con la otra casa; pero pienso vivir aquí.

-           Gracias por pensar en mí para este proyecto.

Rodrigo sonrió a Raúl, y aprovechando la oscuridad de la playa, lo besó en la boca.

-           Ya verás, Raúl. La Agencia EIRL llegará a ser una gran corporación.

-           ¿Soy parte de tu proyecto, Rodrigo?

El joven volvió a besar a su colega y amigo, le tomó la mano, lo llevó a su cuarto, le quitó la bermuda, se quitó el boxer, se acostaron en la cama y comenzaron a hacer el amor tiernamente. Era difícil determinar quién era el activo o el pasivo, porque ambos alternaron roles, ambos eyacularon solo una vez. Solo una vez porque al día siguiente esperaban otro par de modelos con quienes irían a otros sitios descampados a filmar el resto de las doce escenas que tenía la producción, la que, cuando terminó de editarse en Los Angeles, sumaba casi dos horas de duración. Coastal Latin Lovers comenzó a distribuirse casi de inmediato con la promesa de una historia con escenas hétero, bi y gay.

Rodrigo pudo ocupar su antigua casa  paterna al fin. En realidad es un caserón de 800 metros cuadrados a las afueras de Piura, donde se supone que quedó la casa hacienda descrita en Matalaché. Así le puso el padre de Rodrigo, y así la conservó él.

Antes de emplearla como oficinas y estudio, habilitó el amplio jardín para la boda de Carlos. La familia de Rodrigo no asistió. Sin embargo, algunos invitados criticaron al novio que Rodrigo estuviera entre ellos. ¡Qué situación embarazosa para Carlos por no poder decirles quién era el dueño en verdad… ni siquiera a su novia, ahora su esposa!

Rodrigo soportó estóicamente las miradas que lo condenaban, las murmuraciones que lo juzgaban, y alguna mirada que lo deseaba.

Dos días después de la fiesta, comenzó a adecuar todo. Comenzó a grabar una segunda película, y al mes siguiente otra, y al mes siguiente otras dos, y así…

Ese primer año los estudios Matalaché de La Agencia permitieron grabar casi veinte películas que rápidamente se dispersaron por todo el mundo. En ese tiempo, Raúl y Rodrigo no solo llegaron a ser productores ejecutivos sino amantes exclusivos, aunque eso no descartaba que cada uno viajara por su lado a grabar otras escenas en otras partes del continente.

Al término de ese año, ambos regresaron a Huancabamba donde Mateo, para pagarle a la laguna. Tras la mesada al desnudo, la caminata, el baño y el trío sin penetración, esta vez se incorporó algo nuevo al rito: echar al agua los pañuelos rojos que más de un año atrás recibieron el semen de los tres, y cambiarlos por pañuelos verdes donde los tres eyacularon.

-           ¿Por qué la diferencia de colores, Mateo?

Raúl carraspeó.

-           Tranquilo, joven Raúl. No es un secreto, joven Rodrigo. El color rojo es para pedir amor. El verde es para la prosperidad.

-           ¿Amor dijiste?

-           Sí, joven Rodrigo.

Mateo se levantó de la cama, se vistió y se fue. Rodrigo se quedó mirando cómo la luz del día se colaba por las rendijas del cuarto. Raúl estaba a su costado, nervioso, expectante.

-           Raúl, ¿estás enamorado de mí?

Hubo unos segundos de silencio.

-           Oye, Rodrigo, el hecho que tengamos buen sexo no significa que te ame.

-           Yo no pregunté eso.

-           Pues ya te respondí: no.

-           Espero que así sea, porque tampoco estoy enamorado de ti… ni siquiera estoy enamorado plenamente de mí.

Raúl halló el comodín perfecto.

-           A-a eso se refería Mateo… a-al amor propio.

Rodrigo se levantó y se vistió.

-           A pesar de todo lo que aprendí todos estos meses, aún no me quito una cosa de mi cabeza, Raúl, y es que cuando la gente me mira, siento que se enamoran de mi cara, de mi cuerpo, de mi pinga, mi culo o mi billetera; pero no siento que nadie se enamore de mí.

-           Es algo que tendrás que trabajar, Rodrigo.

-           Sí. Pero primero me debo enamorar de mí.

Rodrigo salió del cuarto. Raúl se quedó desnudo sobre la cama, increpándose por qué no fue valiente para reconocer que aquello de acompañar a Rodrigo como asesor y socio de La Agencia no fue más que un pretexto para estar cerca de él.

El mismo consejo que le dio hhacía más de un año a Rodrigo ahora le retumbaba en la cabeza: si quieres ganar, debes dejarte vencer.

 

(CONTINUARÁ)

 

© 2016  Hunks of Piura Entertainment. Esta es una obra de ficción: cualquier parecido con nombres, lugares o situaciones es pura coincidencia.

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