sábado, 23 de abril de 2016

La Agencia (19)

Por Hunk01

 

Cuando Rodrigo cumplió 27 años tenía algo más de cien mil dólares ahorrados. No había visto esa cantidad desde que recibió la compensación por las imágenes filtradas de la novela, la que ya era un tema olvidado. Ahora al joven se le etiquetaba como el empresario junior de la pornografía peruana. Dentro de los estudios Matalaché, habían desfilado casi 200 chicos y unas 350 chicas venidos de todas partes buscando hacer dinero rápido en películas para adultos de todos los géneros. Aún así, habían cuatro o cinco nombres que eran recurrentes.

Raúl ya no estaba con él. Al segundo año de trabajo de La Agencia, el actor decidió regresar a Miami para atender a su hija. Andrés seguía siendo su chofer personal y Carlos su abogado personal.

-          Primo, el contrato con los brasileños. Revisado y saneado. ¿en serio vas a posar calato para esa revista?

-           Sí. El modelaje es como el idioma. Si no lo practicas, mueres.

-           Y pensar que te parecía una mariconada. ¡Ahora hasta cachas con patas!

Rodrigo rió en silencio.

-           No quería aceptar que tengo un mariconcito dentro. Y me enorgullezco de ello.

-           Oye… ¿y la Bere? ¿Va a filmar otra pela contigo?

Berenice era una linda chica sureña de 20 años que había destacado en las más recientes producciones, para ese entonces, y se entendía bien con Carlos.

-           Ten cuidado con esa huevona, Carlos. Busca plata.

-           ¡Pero yo no siento nada por ella! Es… atractiva… ¡por… qué? ¿Se te lanzó?

-           Sí, sabiendo que soy bisexual, y ella detesta a los gays. Quiere plata. Ten cuidado.

Rodrigo le guiñó el ojo a Carlos; pero la advertencia fue en balde. Mientras Rodrigo posaba desnudo en Sao Paulo, Carlos frecuentaba a Berenice más seguido, al punto que se la llevó a la casa de playa en La esmeralda. Allí ambos vivieron su película porno propia: la chica no paraba de mamarle su no tan corta verga, él le besó hasta las puntas del cabello, culearon como locos hasta cinco veces por adelante y por atrás, y Carlos experimentó qué se siente recibir caricias linguales en pleno ano. Al regresar a su departamento, Carlos procuraba ser el esposo modelo y el padre modelo de una niña de cinco años y un niño de dos. Ahora Carlos enfrentaba un nuevo fantasma: enamorarse de la actriz porno más descollante de La Agencia.

Cuando Rodrigo regresó de Brasil, se preparó para participar en una nueva producción para mercado europeo. Viajó hasta un paraje perdido en la frontera con el ecuador, donde lo esperaba el equipo de producción que estaba grabando escenas de sexo en medio de los ceibales.

Josías era un chico de 20 años, quien destacaba por su físico perfecto y esa rara combinación de un culo como burbuja y una verga de 20 centímetros. La escena era más de lo mismo: Rodrigo se perdería en el monte, se encontraría a Josías quien le señalaría el camino, luego de cobrarle peaje, o sea, chupar la verga, dejarse chupar el culo, y luego dejarse meter la verga hasta eyacular sobre sus gloriosas nalgas.

La escena salió perfecta. Cuando terminaron de grabar, Josías se le acercó en plan amistoso.

-           Rodri, ¿cierto que se está pagando más por escenas a pelo?

Rodrigo se quedó pasmado.

-           Sí, pero yo no las hago.

-           ¿Las has prohibido o qué?

-           No. Nunca se me ocurrió hacerlas, pero yo, en lo personal, no las haría ni cagando.

-           ¿Por qué?

-           Por el VIH.

-           Pero eso si el otro chico está enfermo. Mira, yo estuve conversando con otro chico y está dispuesto a hacer una escena sin condón conmigo. Está sano.

-           ¿Y cómo lo sabes?

-           Lo sé. ¿Qué dices? ¿Puedo hacerlo?

-           Déjame consultar.

Cuando Rodrigo expuso el tema al estudio, no halló inconveniente, excepto que tomara todas las precauciones. Mandó a los dos actores a tamizarse contra VIH y salieron negativos. Entonces, autorizó la escena.

Estaba subiendo a su oficina, cuando en uno de los cuartos oyó los gemidos de Berenice. Fue a la pizarra para ver la planificación y notó que para ese día no estaba programada de grabar. Le pareció raro. Fue buscando a Carlos para comentarle una idea que se le ocurrió en el campo, pero no lo halló en el primer piso. “Juraría haberlo visto aquí”, se repetía. Volvió a subir. Apenas había llegado al segundo piso, cuando la habitación desde la que salían los gemidos se abrió. Efectivamente era Berenice, y detrás… Carlos.

Al ver a Rodrigo, los dos amantes quedaron petrificados del susto.

Un mes después, la casa de playa y los estudios Matalaché pasaban a ser formalmente propiedades de Rodrigo.

 

© 2016 Hunks of Piura Entertainment. Esta es una obra de ficción: cualquier parecido con nombres, lugares o situaciones es pura coincidencia.

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