domingo, 31 de marzo de 2019

Si estuvieras aquí, Pedro Bomba


Si estuvieras frente a mí, contemplaría tus ojos y te sostendría la mirada, me fijaría en tus labios entreabriéndose para dejar escapar un jadeo, me solazaría en tus pectorales cual firmes dunas separadas por un surco que me conduciría a los camellones de tus abdominales hasta finalizar en tu pene erecto y brillante por el líquido preseminal, me distraería en tus testículos cargados de virilidad, y perdería mi vista en tus enormes muslos. Y cuando te des vuelta, contemplaría tus protuberantes pantorrillas, tu espalda ancha y perfecta, tus brazos esculpidos... tus nalgas cual cúpulas al final de tu espalda.



Me untaría las manos de aceite y me acercaría a acariciar tu pecho mientras veo cómo tu boca se entreabre de nuevo exhalando, tus ojos fijándose en los míos llenos de deseo, sentiría tus tetillas poniéndose duras conforme tte acaricio. Bajaría a tu abdomen, recorrería una y otra vez las simétricas irregularidades arriba y abajo de tu ombligo, apreciaría la firmeza de tu cintura y tu cadera, intentaría rodear tus enormes muslos cual gruesos troncos de un árbol añejo. ¡ah! Y no olvidaría tus pantorrillas. Tomaría tu verga en una mano, y la masturbaría mientras con la otra juego con tus huevos. Cuando tu miembro esté bien lubricado, te daría vuelta. Recorrería esas amplias espaldas que se van estrechando para renacer en tu hermoso culo. Acariciaría esas nalgas una y otra vez hasta que me digas: ¿qué bueno... me gusta!



Entonces, te daría vuelta otra vez, y sin mediar nada más, me prendería de tu cuello, besaría tus labios ahogando tus gemidos y saboreando tu saliva, lamería y apenas mis labios rozaría tu cuello, te chuparía las tetillas ya erectas, bajaría por tu abdomen hasta meter mi lengua en tu ombligo. entonces iría a la conquista de tu pinga, dura y lubricada. Me la metería en la boca y la succionaría sin parar, tratando de sentirla en mi garganta. Con mis manos presionaría tus nalgas haciendo que caches mi boca. Iría delicadamente embocándome cada uno de tus huevos. Te daría vuelta otra vez y me tomaría todo el tiempo del mundo para recorrer con mi lengua y labios cada centímetro cuadrado de tu espalda. Bajaría. Haría lo mismo con tus nalgas, dándoles leves, sutiles mordiscos. Te diría "Pedro, agáchate", y al lograrlo, separaría esos dos pedazos de músculo para meter mi lengua en tu ano, dilatarlo, succionarlos, mientras una de mis manos te pajea, y seguir, seguir, seguir... hasta que digas: "¡basta ya! Hasta que grites "¡las voy a dar!" Hasta que gruñas de placer.



Hasta sentir que tu leche me mojó mi mano. Y mientras convalesces de ese orgasmo, hasta sentir que mi leche te inunda el culo. Claro, todo éso si estuvieras aquí, Pedro.

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