sábado, 24 de abril de 2021

La hermandad de la luna 3.2

“El que va a renunciar será el sobrino de Carlos mas bien”, comenta Tito a Adán. “¿Tenías que abrirle los ojos así?”

“Si no era hoy, ¿era cuándo?”, se defiende el cuerpo de luchador.

Ambos caminan hacia uno de los campos por sembrar donde un tractor los espera para iniciar el arado.

“Además, no va a renunciar. Ya sabe la nota. No la comparte, pero ya la sabe, ¿o me vas a decir que no te ha pasado nada con ese chico?”

 “Hablas huevadas”, se pone serio Tito.

El celular de ambos varones suena en simultáneo. Se miran, lo sacan y abren la aplicación de mensajes: “A mediodía donde Yup”.

“Te dije que no iba a renunciar”, sentencia Adán y se adelanta hasta el tractor.

 


Poco antes de mediodía, los dos varones avanzan por el camino secreto hasta el sitio donde los algarrobos se hacen más tupidos. Ya están colgadas las ropas de Carlos y Frank en las salientes, así que ellos también se desnudan por completo, quedando a mano solamente con unos cascos simples de cuero con una gran lengüeta que protegerá su nuca. Siguen el camino de cemento hasta el espacio de gramita que rodea la transparente laguna frente a la que  Carlos y Frank están desnudos, arrodillados con la espalda recta, meditando en silencio. Los dos recién llegados adoptan la misma posición justo a continuación de los dos primeros.

“Estamos aquí frente a Yup, la diosa transportadora de vida”, interviene Carlos, “para que sea testiga de esta primera ceremonia de iniciación en que le presentamos a Frank, quien pide ser incorporado como guerrero”.

“Frente a Yup, prometo que ejecutaré mi primera prueba con ahínco, honor y respeto, y para ello, elijo como contrincante a… Tito”.

el aludido siente que su corazón salta de sorpresa; el acompañante al lado, lo mismo.

“Tito, ¿aceptas el reto?”, consulta Carlos.

El gladiador se toma unos segundos, segundos muy tensos. Sabe que esa elección no es adrede.

“Tito, ¿acept…?”

“Sí, acepto”.

Carlos se toma otro par de segundos, lo mismo que toma aire:

“Contrincantes: ofrézcanse a Yup”.

Tito y Frank se ponen de pie, caminan e ingresan a la laguna hasta lanzarse y sumergirse por un momento, sin que el agua logre despojarlos de su ansiedad. Al emerger y regresar a la orilla, Carlos y Adán ya tienen toallas con las que secan a cada uno de los participantes de pies a cabeza, sin dejar un espacio con resquicios de humedad, lo que significa secar también el pene, los testículos, el perineo  y en medio de las dos velludas,redondas y duras nalgas que ambos poseen. Frank y Tito solo respiran profundo, lento y conscientemente. Una vez secos, Carlos y Adán toman frascos de vaselina y los untan nuevamente de arriba abajo, al medio y entre los espacios por donde difícilmente llega la luz. Los dos que terminarán expectando el rito, toman las gorras con diseños triangulares y se las colocan en la cabeza; los otros dos, los cascos.

“No golpes, solo la fuerza de sus músculos y sus cuerpos”, advierte el capataz. “Comiencen… ¡ahora!”

Tito y Frank se miran frente a frente, se abrazan y se dan un profundo beso en la boca. De inmediato se separan y se ponen en guardia, agachándose un poco, moviendo sus antebrazos, describiendo un círculo de lucha sobre el césped. Entonces, Frank se lanza sobre Tito, quien lo recibe y lo aprisiona con sus extremidades superiores rodeando los dorsales y la espalda media; las piernas de ambos se ponen altamente tensas tratando de que uno no avance sobre el otro, los glúteos elevados a su máxima expresión debido al esfuerzo, los velludos pechos comparten la aceleración de sus latidos conforme hacen contacto, los jadeos y gruñidos compiten con los trinos de los pájaros que aparentemente se han posado a contemplar el combate. Tito adelanta un pie y mueve algo fuera del círculo imaginario a Frank, quien trata de no rendirse pero termina deslizándose apenas centímetros, por lo que torpemente gira y le da la espalda al veterano gladiador con la esperanza de ponerle una zancadilla, pero no resulta. Termina cayendo de bruces sobre el césped y Tito encima suyo inmovilizándolo con su peso y sus piernas, las que abre para atenazar las del joven retador, al mismo tiempo que comienza a mover su pubis sobre las nalgas de Frank, quien se desespera, cierra los ojos y piensa que todo está perdido, especialmente cuando siente la dureza de una erección entre sus glúteos.

“¡Me rindo!”, grita desesperado.

Tito cesa el movimiento púbico. El sudor de ambos se confunde con la piel untada en vaselina. Carlos no tiene más opción que declarar la derrota del aspirante a guerrero. Entonces, Tito clava la mirada en los ojos de Adán: quizás esté perdiendo la habilidad de presentir con exactitud.


 

En el AMW, Owen despide a sus últimos dos alumnos de la primera mitad del día y cierra con seguro la puerta de acceso. Toca otra puerta lateral que conecta a la casa de Tito. Flor abre.

“¿Terminaron?”, consulta la chica.

“Sí, terminado”, sonríe el instructor.

Flor cuadra la caja de esa media mañana, y, tras la segunda verificación, mas bien sobra dinero: cinco más.

“No registraste a alguien”, le observa ella.

“Oh, el nuevo”, Owen saca un papel del bolsillo de su short.

“OK. Ahora sí, everything’s alright”.

“You speak english, Flor?”

“Just a Little”, sonríe la chica.

“Oh, I’ve got those additional eight”, él le dice sacando otra vez un puñado de monedas de a uno y de  medio centavo.

“Your tips?”

“I guess so”, Sonríe Owen.

“Daddy said you keep your tips, don’t include them in the final amount”.

“Thank you. Your daddy and you’re very good to me, even when you still distrust”.

“It’s natural, Owen. You appeared from anywhere here in Santa Cruz”.

“And you’re wondering who I am. It’s OK. I have nothing to hide.”

“No offense to you. Those times are not safe.”

“Yeah, I know, Flor”, sonríe Owen.

“Take a bath. It’s lunch time,” invita la chica.”

 

 

No hay comentarios:

Publicar un comentario