viernes, 12 de abril de 2013

El Vigilante (22): rrando círculos

El Vigilante 22

 

Escrito y creado por Hunk01

Seis meses después de su nombramiento, Marcos había mejorado su vida, en parte: su físico estaba perfecto gracias a la asesoría de Danilo, había triplicado su salario (comparado con lo que recibía por vigilar la fábrica, su primer empleo), tenía una relación estable con Leandro (con quien vivía), y se estaba enfocando en el Mr. Bodybuilding, que estaba a dos meses de camino.

Un sábado al anochecer, él y Leandro decidieron hacerle una visita sorpresa a Ricardo. Había salido de su casa tres meses atrás, y no lo había visto desde entonces.

Ricardo atendió, pero Marcos sintió como un balde de agua fría al ver a su primo totalmente apagado, aunque sin perder su físico. Lidia, quien tenía una pronunciada barriga, casi ni se les acercó.

-          Primo, Leandro y yo venimos a proponerte que nos hagas servicio de transporte.

-          - ¿Con mi camión?

-          - Claro. Lo que pasa es que queremos llegar adentro de la región, y la flota que manejamos es poca.

-          Ricardo no supo qué decir. A Marcos le llamó la atención que su primo no reaccionara con entusiasmo, como solía.

 

El lunes siguiente, Marcos y Ricardo salieron a delinear una ruta. Marcos vería la seguridad de la misma, y Ricardo, las posibles paradas del itinerario. Casi a cada hora, Leandro llamaba al celular de Marcos, más para ver dónde estaba que para temas de trabajo.

-          Te marca bien tu pareja, primo.

-          Marcos sonrió. Quiso preguntar por Lidia, pero sospechó que sería una pregunta incómoda.

 

Esa primera jornada cubrieron el Chipillico, el Bajo Quiroz, yllegaron hasta la frontera con Macará. Se replegaron a Tambogrande, buscando al día siguiente hacer el alto Piura.

Cuando Ricardo salió de la ducha, encontró a Marcos descansando en su cama, desnudo, dándole la espalda. Le llamó la atención el culo pronunciado y sus piernas más ruesas. Ricardo se quitó la toalla, y así desnudo, se acostó por detrás de su primo, juntando todo su cuerpo.

-          ¡Guarda, huevón!

-           ¿Qué pasa, primito? ¿Tu “hembrita” se va a dar cuenta?

-           No. No pensaba en Leandro.

-           ¿entonces?

-           Estamos cerca de la casa de mis viejos.

-          Ricardo abrazó a Marcos, lo besó en el cuello y lo mantuvo aferrado hasta que ambos se quedaron dormidos. Era la primera vez que ambos estaban así juntos, calatos, solos… y la pinga no se les paró.

 

Tras desayunar, y entrenar algo en el deplorable gimnasio local, ambos fueron camino a Chulucanas. A mitad de ruta, llegaron al pueblo de Marcos.

Estacionaron el camión frente a su casa. La madre de Marcos salió corriendo al ver a su hijo, lo abrazó y lloró emocionada. Marcos no pudo evitar que se le escapen varias lágrimas.

La mujer hizo pasar a su hijo y su sobrino, insistió en darles algo para comer. Su papá había salido a la chacra a trabajar con su hermano.

-          Mamá, le vengo a dejar este encarguito. No es mucho, pero es fruto de mi trabajo.

-           Hijito de mi corazón, no era necesario.

-          La madre insistió en devolver el sobre a su hijo.

-           Mire. Guárdelo por ahí. En algún momento lo necesitará.

-          Cuando Marcos y Ricardo salieron de la casa, su padre y su hermano les dieron encuentro. Su padre estaba furioso.

-            ¡Tú no tienes nada que hacer en esta casa! ¡Fuera!

-          Marcos dio un paso al costado para evitar a su padre, quien se le abalanzó y lo abofeteó una vez. Iba a darle una segunda bofetada, pero el recio brazo de Marcos se lo impidió.

-           Un golpe más, señor, y lo lamentará. No me provoque.

-          Marcos y Ricardo abandonaron el pueblo. El primero no paró de llorar por buen rato.

 

Por la noche, Marcos y Ricardo salieron a pasear por la plaza de armas de Chulucanas, tras cenar. Un par de muchachos los quedaba mirando cada vez que pasaban por su lado. Ricardo se lo hizo saber a su primo, de forma disimulada.

-          Carne para esta noche.

-          Marcos iba a contestar, cuando Leandro lo llamó al celular.

 

-          En la terraza del hotel, Marcos colgaba la llamada con Leandro. Habían conversado cerca de dos horas. No tenía nada que hacer en su cuarto, pues Ricardo había salido a comprar.

-          Cuando Marcos regresó al dormitorio, oyó que la cama crujía. Se acercó.

-          Ricardo estaba desnudo agarrando a un pata en pose de perrito. El pata, que tendría unos veinte años, y era delgado formado, algo moreno, se aaferraba de la cabecera de la cama, gimiendo, mientras Ricardo le clavaba su pijaza por el culo.

-          Marcos no supo qué hacer.

-          Ricardo volteó la cara y se dio cuenta.

-           Calatéate. Ven.

-          Marcos comenzó a arrecharse. Se quitó el polo, el jean, su boxer. Fue hasta la cabecera con la pinga semidura, con la intención de que el chibolo se la chupara.

-          Ricardo bombeaba con fuerza.

-          La mano del chico ya había aprisionado la pinga de Marcos, cuando éste se excusó.

-           Tengo que ir al baño.

-          Marcos se encerró allí hasta que su primo y el chico terminaron, como 45 minutos después. Logró masturbarse dos veces en la ducha.

-          A la hora de dormir, Ricardo lo miraba sonriendo desde la cama vecina.

-           ¿Qué pasó, primo?

-           Nada. No me gustaba el chico.

 

De vuelta en Piura, esa semana se aprobó la incorporación de Ricardo como proveedor de transporte, y se decidió tomar a otro vigilante para las oficinas.

El padre de Leandro encargó a Marcos las entrevistas. Fabián quiso objetarlo, aduciendo inexperiencia. Don elías lo desestimó.

-          Te recuerdo que, desde que Marcos llegó, la empresa se ha librado de más pérdidas. Creo que es su mejor calificación.

-          Aquel domingo salió la convocatoria. Marcos tuvo dudas de que hiciera una selección adecuada. Esa mañana, estaba desnudo acostado con Leandro, y se lo comentó. Acababan de hacer el amor.

-           Mira, Marcos. Tú conoces ese trabajo y a la empresa. Sé que lo harás bien.

-           ¿Y si la cago?

-           Pide consejo antes de cagarla. Aunque se me ocurre una idea.

-          Marcos miró con interés a su pareja, que descansaba sobre uno de sus pectorales.

-           ¿Por qué no estudias algo que te permita escalar más posiciones en la empresa?

-          Marcos se quedó callado. La idea era formidable, pero ¿estaba hecho para el estudio?

 

Aquel domingo almorzó con Ricardo, y le comentó su temor.

-          Carajo, primo. Hasta ahora has sabido tomar buenas decisiones. Lo que pasó es que te juntaste con la gente incorrecta.

-           ¿Crees que debo estudiar?

-           Deberías. Mal que bien, el cartón pesa mucho, especialmente a la hora de pedir aumento.

De pronto, Ricardo se quedó callado. Marcos se lo hizo saber.

-           No. No es por eso ni por Lidia. Es que… vino tu hermano. Dejó algo.

-          Cuando Ricardo regresó a la mesa, le entregó a Marcos el mismo sobre que él había dejado días antes a su madre. Marcos se puso serio. Guardó el sobre en su bolsillo.

 

Al día siguiente Marcos comenzó a entrevistar a los candidatos al puesto. Cuando llegó habían como seis patas en la cola. Saludó a todos, y todos pasaron, pero ninguno lo convenció.

Cuando pensó que sería todo por esa mañana, le pasaron la voz de un candidato que acababa de llegar. Autorizó que pase.

Marcos estaba escribiendo sobre unos papeles. En realidad, ensayaba su caligrafía, pensaba en la idea de Leandro, de estudiar algo. Pero, ¿qué? Temía que fuera el burro del salón, pero tenía un buen sueldo, horario flexible… aunque también estaba el Mr. Bodybuilding.

-          Buenos días.

-          Toda esa pensión se le desvaneció, y se le transformó en asombro.

-           Vengo por el puesto de vigilante.

-          El candidato era… Rutilio.

 

(CONTINUARÁ)

 

©2013 Hunks of Piura Entertainment. Esta es una obra de ficción: cualquier parecido con nombres, lugares o situaciones es pura coincidencia. Contacta al autor: hunks.piura@gmail.com

 

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