martes, 9 de abril de 2013

Escrito por N-Ass

 

Entonces llegó la semana de mi cumpleaños. Seguíamos lejos físicamente, porque gracias a la tecnología estábamos en contacto a cada momento que podíamos.

Yo no planifiqué nada para ese día, porque la verdad me moría por pasarla con él. Las circunstancias lo impedían.

Entonces, hizo algo dulce y lindo. La víspera de mi cumpleaños, como es costumbre, me llamó y comenzamos a conversar de todo un poco.

A eso de las diez y media, le dije: “Amor, ¿qué te parece si vamos a descansar?”

Él me dijo: “Un poquito más”. Accedí.

A la media hora, le dije lo mismo. Para mí, el día de mi cumpleaños sería una fecha más, y quería comenzarlo a primera hora para hacer mi rutina de siempre.

Quince minutos después, le volví a pedir que nos vayamos a descansar. Insistió que habláramos un poco más. Accedí, pero le dije que sólo cinco minutos más.

Y así, entre prórroga y prórroga, llegó la medianoche.

 Él comenzó a cantarme la canción de Cumpleaños Feliz, sellado con un “Que la pases lindo, mi amor”. Hice un gran esfuerzo para contener las lágrimas de emoción.

La primera persona que me saludaba era mi gran amor. Ese amor del que aún no me olvido. Era el amor de mi vida diciéndome lo mucho que significo.

No recibí regalos en físico, pero díganme si ese gesto no fue el más hermoso de los regalos.

Prometí que le prepararía una sorpresa para su cumpleaños… aunque él nunca lo supo hasta que llegó la fecha.

No hay comentarios:

Publicar un comentario