miércoles, 24 de abril de 2013

El Vigilante (24 - final): Haz tu vida

Escrito y creado por Hunk01

 

En el Hospital, Ricardo al fin daba con Lidia. Una prima suya lo llamó para darle la inevitable noticia.

Ella estaba laxa, triste, amamantando a un recién nacido.

Ricardo se enterneció con la escena. Lidia lo vio, pero no supo qué hacer.

-          ¿Y… tú?

-           Vine a verte, Lidia, y aa… ¿verla? ¿verlo?

-           Es bebita. La llamaré Gracia.

-           Bonito nombre… Sólo quería saber si necesitabas algo, si la nena quiere algo…

-           Ricardo, gracias, pero no… no necesitamos nada. Estamos bien.

-           Pero, ella…

-           Ricardo… por favor, vete. No me generes un problema, ¿sí? Gracias por todo, pero debes vivir tu vida.

-          Un hombre gordo, bien vestido  y algo mayor apareció detrás de Ricardo.

-           ¡Hola, mi amor! ¿Cómo está mi Gracita, lindita?

-          Ricardo se quedó perplejo; Lidia no supo cómo reaccionar. Ricardo ensayó una salida.

-           Disculpe, señora. Creo que me confundí de cuarto.

-          Ricardo dio media vuelta, cruzó el pasillo sin poder contener las lágrimas. Regresó a trabajar.

 

Tras el almuerzo, Rutilio fue a ver a Marcos. Leandro no lo acompañó a comer, como era costumbre, así que buscó algo cerca y satisfizo su hambre.

-          Oye, jefe… ¿’tuvo movida la mañana, cierto?

-           Sí, Rutilio. ¿Alguna novedad?

-           Na’a. ah, tu primo Ricardo te buscaba.

-           Ahora lo llamo. Gracias, Rutilio.

-           Y… ¿sabes cómo quedó la pelea?

-          Marcos se puso serio.

-           ¡Rutilio, gracias por avisarme! ¡Puedes retirarte, por favor!

 

A eso de las seis, Ricardo estaba desolado en la sala de su casa. Nada parecía tener sentido.

Tocaron la puerta. Conocía la clave. Marcos entró y abrazó fuertemente a su primo.

-          ¿Volviste a encontrarte a Lichi?

-           No, primo. Después del escándalo que hizo Mario, parece que rodarán cabezas. Y no te extrañe si también la mía.

-           Pero Lichi te fue a buscar. No hicieron nada malo.

-           Pero Leandro estaba hecho un pichín. Ni siquiera quiso comer conmigo.

-          Ambos se sentaron. Se acompañaron en silencio.

-           Lidia me dijo que debía seguir mi camino. ¿es malo ser gay, Marcos?

-          Marcos reflexionó su respuesta.

-           Una vez el psicólogo me dijo que no era con quien te acostabas, sino cómo actuabas. Y no fue uno, fueron dos diciendo lo mismo.

-          Ricardo tomó una de las manos de Marcos, lo miró. Ambos se pusieron de pie, y se abrazaron de nuevo. Volvieron a verse a los ojos.

-           ¿Ya sabes cuál es tu camino, Marcos?

-           Intento construiírlo.

-          Tímidamente, ambos acercaron sus bocas, se dieron un leve beso.

 

Marcos regresó al departamento de Leandro como a las ocho, con muchas dudas. Lo único que tenía claro era que esa noche, no iba a entrenar. Giró despacio la llave, y lo primero que le llamó la atención fue el tiradero de ropa en la sala. ¿Leandro estaba molesto aún?

Fue de inmediato al dormitorio.

Leandro estaba en cuatro patas, desnudo, sobre su cama. Detrás, Rutilio le clavaba su inmensa pinga. Y lo golpeaba en las nalgas.

-          Así, así, muéveme el culo.

-           Ah, así, cáchame rico.

-          Marcos regresó al sofá, y esperó pacientemente por una hora, hasta que Rutilio salió a buscar su ropa.

-           ¡sorpresa!

-          Rutilio se asustó, se vistió rápidamente, y se fue. Detrás vino Leandro, cubierto por una toalla. Iba con una expresión de victoria. Marcos no le bajó la mirada.

-           Hola Marcos. Si creíste que te burlarías de mí, fallaste.

-           Lichi me buscó, Leandro.

-           ¡No seas cínico! ¡Yo te vi!

-           Bueno, no te discutiré nada. Tampoco me defenderé. Yo sí vi mucho.

-          Marcos se levantó, fue al dormitorio, y comenzó a arreglar una maleta con la ropa que pudo llevar. Pasó al costado de un pensativo Leandro.

-           Mañana vendré por el resto, y te dejaré la llave.

-          Leandro fue deslizándose poco a poco, hasta caer de culo sobre el suelo. Algo le decía que había actuado precipitadamente.

 

Marcos regresó como a las once de la noche a casa de Ricardo. Su primo, que ya estaba en la cama, salió calato a atender la puerta. Sabía que no tenía que hacer más preguntas: la maleta lo decía todo.

-          Voy a mi cuarto.

-           No.

-          Ricardo lo tomó de la mano, y lo llevó al que él ocupaba con Lidia. Lo desnudó por completo, fueron a la ducha, lo bañó por completo, lo secó, y así desnudo, lo metió en la cama.

-          Los dos cuerpos musculosos se fundieron en abrazos y se pegaban como si estuvieran unidos por una mágica goma.

-          Los labios de ambos se recorrieron sus físicos, por completo: pectorales, espaldas, glúteos, piernas, anos, penes, testículos.

-          Ricardo se puso un condón, algo de lubricante y comenzó a penetrar suavemente a Marcos, por el culo. Nunca supo cómo, pero el exsodlado relajó su esfínter y logró disfrutar el ser sodomizado.

-          Contra su costumbre, Ricardo se meció suavemente, románticamente, besando el cuello y espalda superior de su primo.

-          Ambos se pusieron de costado, lo que permitió a Marcos proyectar su trasero. Ricardo comenzó a pajearle la pinga dura.

-          Varios minutos después, Marcos sintió cómo el ojo de su culo latía, mientras que Ricardo gemía fuertemente. Al poco rato, su leche se disparaba contra la sábana de la cama de dos plazas.

-          Durmieron abrazados.

-          Antes de que amaneciera, Marcos comenzó a besar el pecho de Ricardo hasta que lo obligó a ponerse boca arriba. Le mamó la verga, le besó su rasurado pubis, sus lampiñas bolas, le levantó las fuertes piernas y se lanzó al ataque del agujero de su culo. Ricardo se estremecía como electrizado.

-          Entonces, fue Marcos quien se puso el condón y le metió sus 17 centímetros de masculinidad a Ricardo. Aprovechando el piernas-al-hombro, masturbó los casi 19 centímetros de su primo.

-          Veinte minutos después de que el despertador sonó, Marcos eyaculaba dentro de Ricardo.

-          Volvieron a compartir la ducha. Fueron al trabajo.

 

Antes del mediodía, Marcos revisaba unos papeles, cuando Leandro llegó.

-          Marcos, tenemos que hablar.

-           ¿Qué se te ofrece?

-          Leandro, todo humilde, hizo pasar a Lichi.

-           Marcos, este muchacho me lo contó todo. Parece que fue una intriga del nuevo vigilante.

-           Sí, lo suponía.

-           Claro que fue también culpa de Fabián, pero ese chico lo revolvió todo… y caímos como imbéciles.

-           Como te dije, lo suponía. Si me disculpas, voy a dejarle estos papeles a tu papá.

-           Marcos… perdóname.

-          Lichi estaba con la cabeza gacha. Marcos los vio a ambos.

-           OK. No hay problema. Esta noche iré por el resto de mi ropa, Leandro. Gracias por todo.

-           ¡Marcos, te estoy pidiendo perdón!

-           Y lo estoy aceptando. Pero ya hice algo que cambia las cosas. Ambos son parte de mi pasado, ahora.

-          Marcos se fue. Leandro miró con desesperación a Lichi, quien no sabía a dónde correr.

 

Dos meses después, Marcos y Danilo se presentaron al Mister Bodybuilding. No quedaron más que en segundo y tercer lugar, respectivamente. Ricardo fungió como su asistente deportivo, y Armando, el peluquero, como su estilista y maquillador.

Tras el concurso, junto con otros dos participantes de la noche, incluyendo el campéon (un pata alto y moreno, bien dotado), fueron al departamento de Armando a celebrar. Todo terminó en una orgía, donde nadie se libró de penetrar o ser penetrado. Fue el sustituto al alcohol, porque buena música sí hubo.

 

Dos meses después Ricardo, Armando, Danilo y Marcos constituían Hot watchers, una empresa de vigilancia diferente, especializada en esos clientes que querían seguridad y buen sexo.

Ricardo se encargaba de la logística.

Armando era algo así como el relacionista público y encargado de imagen.

Danilo entrenaba a los dos primeros reclutas, los chicos de la orgía de la noche del concurso, con quienes además, practicaba mucho sexo en su gimnasio.

Marcos hacía sus pininos como gerente, además de ser el mejor estudiante de su clase de administración de empresas. Renunció a la empresa donde trabajaba, pero por poco tiempo, pues, luego, pasó a proporcionarle servicios de vigilancia, por lo que tuvo que contratar a tres chicos más.

Él y Ricardo vivían juntos, haciendo vida de pareja. El ser primos tenía sus ventajas.

Marcos no regresó a su pueblo. No, al menos, en los meses siguientes.

 

FIN.

 

©2013 Hunks of Piura Entertainment. Esta es una obra de ficción: cualquier parecido con nombres, lugares o situaciones es pura coincidencia. Escribe al autor: hunks.piura@gmail.com, y para seguir toda la serie presiona en la etiqueta al final de este post.

2 comentarios:

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  2. Ojalá volvieras a escribir más historias como esta. Te felicito. Eres el mejor.

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