lunes, 15 de abril de 2013

Él y yo (7): Buenas nuevas

Escrito por N-Ass

 

Esa semana, ambos recibimos una noticia que nos entusiasmó: a él lo habían aceptado para el trabajo al que había postulado semanas antes. Eso significaba que tendría que mudarse, que estar cerca. La relación dejaba de ser un asunto de distancia, y tendría más cercanía física.

Eso de mudarse implicaba buscar un lugar donde llegara a dormir.

Con ayuda de un amigo, comenzamos a buscar un cuarto cerca de donde iba a trabajar, de tal modo que sólo fuera caminando, así que ahorraríamos un costo.

Vino. Lo esperé en la agencia. ¡Qué emoción la de ambos! Después de varias semanas.

Todo el camino hasta el cuarto fue lleno de arrumacos disimulados. No quería que el resto se diera cuenta de que éramos inmensamente felices.

Llamamos a mi amigo, y acordamos una cita con la casera para el atardecer, cuando bajara un poco el sol. Entonces, fuimos a un hotel para establecerlo como nuestro centro de operaciones, mientras cerráramos un trato.

Eso nos daba unas horas para descansar, luehgo de almorzar. ¿Descansar? Apenas cerramos la puerta, nos desnudamos, nos echamos en la cama, e hicimos el amor de una manera desesperada, como si fuera la última vez… o como si fuera la primera. Sentir su piel, acariciarlo, besarlo. ¡Dios! ¡Qué hermosa es la comunicación entre dos cuerpos que se aman, que se aman, no sólo que se quieren!

Luego de venirnos, nos pusimos a planear la tarde, y a conversar sobre cómo sería la vida de ahora en adelante. Si bien las cosas se habían arreglado en su casa, todavía su estabilidad emocional estaba endeble. Incluso me dijo que le habían detectado depresión.

Entendí que debía ser muy cuidadoso con la manera de conducir la relación a partir de ese momento. Entonces, le dije que estaba dispuesto a ser muy horizontal y democrático en cada decisión que tomáramos, esto es, que todo se dialogara cuidadosamente antes de dar un paso. A él le gustó la idea.

Entonces, nos besamos. Sus besos son, hasta ahora, las cosas que más valoro de esa relación, además de su sentido del humor, su orden, su laboriosidad, honestidad y ternura.

Luego fuimos a ver el cuarto. Era enorme, y el precio era razonable. Sólo faltaba hacerle unos enlucidos, pero hasta que se mudara oficialmente, eso se resolvería. Cerró trato, y regresamos al hotel.

Cenamos, dimos una vuelta por allí con nuestro amigo, y regresamos a descansar. ¿Descansar? Volvimos a hacer el amor toda la noche, previo baño compartido, donde uno enjabonó íntegramente al otro.

Cuando amaneció, sentíamos que habíamos dado un salto nuevo en la relación. Incluso hablamos de, a la larga, vivir juntos.

Tuvo que regresar a casa otra vez, pero sería una ausencia corta. Todos los días, descontábamos cuánto faltaba para que viniera a quedarse. Me convencí de que era quien quería de por vida… para siempre.

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