domingo, 14 de abril de 2019

Dos chicos tirando

- ¿Estás seguro que aquí nadie nos escuchará?
- No estoy seguro, pero si no hacemos ruido... nadie se dará cuenta.
Julio y Fabián estaban dándole hacía días vuelta a la misma idea: ¿cómo podrían gozar de un momento de mucho placer sin que nadie se diera cuenta? Se conocieron de casualidad en la cola del centro comercial mientras Julio iba a pagar unas bermudas que le habían llamado la atención y Fabián, algunos bóxers. Ya se habían visto mientras buscaban sus prendas. De hecho, Fabián fue a propósito a la zona de ropa interior masculina y eligió un bóxer blanco mientras dirigía la mirada a donde Julio estaba. Le había gustado su porte atlético, aunque no parecía ser muy alto. Julio le parecía no ser indiferente. Le sonreía. La confirmación vino cuando Julio eligió su bermuda, le guiñó el ojo a Fabián y se fue de ahí. El segundo lo siguió con la mirada: iba a hacer la cola. Cogió el primer bóxer talla M que encontró y se fue tras él.
Mientras esperaban su turno, se miraban con complicidad pero no se atrevían a hablar. Si desde lejos parecía que iban a entenderse, a solo centímetros no había duda alguna.
Tras pagar, ambos salieron del local.
- Lindos bóxers.
- Gracias. Eh..., soy Fabián.
- Yo, Julio. Mucho gusto.
Al darse la mano, ambos sintieron la electricidad. Como dicen los afiches, era ahora o nunca. Fabián estaba más ansioso porque hacía semanas que nada. Julio lo notó.
- Tranquilo, huevón. ¿Tienes sitio?
- No... ¿Y ahora?
- Es muy temprano para ir al telo. Y....
- Y te mueres de ganas, ¿no?
- Sí.
- Espera. Tengo una idea.
Julio agarró su celular, texteó algo. Aparentemente le respondieron. Miró a Fabián.
- Sígueme.

En cuestión de veinte minutos, estaban en una urbanización muy cerca del centro comercial. De hecho, habían ido caminando.
- ¿Es un lugar seguro?
- Sí. Tranquilo. Se te nota caleta, así que sí corre contigo.
Llegaron a una casa. Julio tocó la puerta. Les abrió otro chico, delgado, joven. Julio lo saludó.
- ¿Tus viejos?
- Viajaron acá cerca. Regresan por la tarde.
- ¿Tus hermanos?
- Vienen hasta la noche.
Julio y Fabián ya habían entrado y se habían presentado. El dueño de casa los llevó hasta un cuarto no tan al fondo. Les abrió la puerta.
- Normal, patas. Cachen aquí. Éso sí. No hagan bulla porque este cuarto da a la calle.
Fabián las vio jodidas. Siempre que cacha, le encanta gemir, pero.... ya estaban aquí, ¿no?
El chico cerró la puerta y Julio con Fabián entraron al cuarto. Dejaron sus bolsas aparte, se acariciaron, se besaron en la boca. Comenzaron a calatearse.
- Julio, una nota. A mí me encanta... gemir.
- Mierda.La mía es de 19 y medio, huevón. ¿Y si te duele mientras te la meto?
Fabián reflexionó en segundos.
- Si lo haces suave, si me dilatas bien, no me dolerá.


Ya calatos y en la cama, Fabián le chupó la pinga a Julio. Se la puso dura. Realmente eran 19 y medio. Quizás 20. De solo pensar que se la metería en su culo, comenzó a excitarse, quiso gemir. Se contuvoEntonces, Julio lo puso en cuatro, se aproximó a sus nalgas, las separóe hizo un rico beso negro a Fabián, quien quería gemir, pero se contuvo. Julio notó que poco a poco el ano de su compañero ocasional iba dilatando. Sacó un forro de su billetera, se lo puso en su largo y gruego pene, y fue metiéndolo de a pocos. A Fabián le dolía, quiso gemir, pero se contuvo.



Julio cachó el culo de Fabián por veinte minutos hasta que al fin, dejó que su leche pastosa quedara aprisionada en la punta del condón. Apenas si Fabián notó que Julio había llegado al orgasmo porque los latidos de la eyaculación se sentían en todo su hueco.

Se bañaron unoa la vez, dejaron la casa. Intercambiaron números. Cuando Fabián regresó a su jato, no se lamentó haber comprado unos bóxers que no le gustaban y que no necesitaba. Lo que quería era la pinga de ese chico y la gozó.

Mientras se bañaba, recordó la escena y comenzó a pajearse con fuerza. Pero afuera del baño, estaba toda su familia. Las dio allí en la ducha. Quiso gemir, pero se contuvo. Ya habría otra oportunidad para lucir su nueva ropa interior frente a Julio, en otro lugar donde pudiera gemir, donde nada lo obligara a contenerse...

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