lunes, 15 de abril de 2019

¿Le gustará que lo toque?

Andy estaba pensativo. Cualquiera podía notarlo a leguas de distancia.
- ¿Qué tienes, pata?
- Ahí. Pensando una huevada.
- ¿Y en qué huevada piensas esta vez, Andy?
- Hay un vigilante en mi trabajo. Buena persona. Ya trentón. Rico cuerpo. Moreno. Me trata muy bien, con mucho respeto.
- No veo nada fuera de lo común, Andy. El pata está cumpliendo con su chamba, como debería ser.
- ¿Incluso si me sonríe con mucha amabilidad?
- Claro. Incluso si te sonríe con mucha amabilidad. Si no lo hiciera así, se quejarían y lo despedirían. Y seguro que debe necesitar el trabajo.
- Quizás. Porque tiene familia. Pero.... ha pasado algo que me tiene descuadrado.
- No me digas que ya tiraron.

 ¡No! Lo que pasa es que hace poco se ccompró una tabvlet, me la enseñó y me dijo que no sabía cómo manejarla. Entonces, me ofrecí a enseñarle.
- Loable de tu parte, Andy.
- Entonces, mientras le enseño, me siento a su costado cuando es la hora de descanso. En mi oficina nos reunimos y mientras le voy indicando, le toco sus muslos... ¡y tiene unos señores muslos el moreno!
- Uy. Ya estamos entrando a terrenos peligrosos.

- Ése es el tema. Lo toco y él parece no reaccionar. Entonces, no sé si le gusta que lo toquen, o es indiferente.
- A ver, Andy, ¿hasta ahora ha hecho un gesto de incomodidad, te ha dicho algo como que no lo hagas, te ha retirado la pierna?
- No. Parece no reaccionar.
- Mmmmmm. Pues, una de dos: o le parece lo más natural del mundo, o, como tú dices, le es indiferente que lo toquen.
- ¿Y si le gustara que lo toquen? A veces, cuando llego a la chamba y espero firmar mis papeles, me quedo viéndole el bulto. Y él usa unos pantalones bien, bien entallados.
- ¿Él se ha dado cuenta que le quedas mirando el paquete, Andy?
- Sí.
- ¿Y cómo reacciona?
- Se mete sus manazos a los bolsillos.
- ¿Tiene gesto de vergüenza?
- No. No parece.

- Una de dos, Andy: o quiere hacer más bulto para ocultar el bulto, o es una indirecta directa.
- ¿AAhora entiendes? No sé cómo interpretar ese gesto, o su falta de reacción cuando le toco el muslo.
Me sonrío al escuchar este relato.
- ¿sabes qué, Andy? Primero, deja de pensar por él. Un error que solemos cometer todos, cuando conocemos o establecemos una relación con alguien, es pretender pensar por ellos. Y la verdad es que cada quien piensa con su cabeza.
- ¿Qué tratas de decirme?
- Que no podremos saber si le gusta o no le gusta a menos que lo diga.
- Entonces, ¿me sugieres que le pregunte?
- No. No te lo recomiendo porque no sabemos si le gusta y quiere dejarlo pasar como una cosa solapa, o si le gusta y lo está procesando. Pero algo sí es claro: si no le gusta y no dice ni mierda, es un perfecto huevón porque nunca debemos callarnos cuando algún gesto o palabra nos incomoda. Y si alguien nos dice que le jode, que le incomoda, que ya no, lo que tenemos que hacer es respetarlo y parar. No es no.
- Pero él ni sí ni no ni tal vez.
- Exacto, andy. A éso quería llegar. Simplemente dale su espacio y su tiempo. Tú ya lanzaste tus primeros dardos y el tiene que responder. Mejor dicho, ahora él tiene que tomar la iniciativa. Y sobre la respuesta que dé, tú sabrás qué paso dar.
- ¿Cómo así?
- Si te dice con todas sus letras que sí le gusta que lo toques, pues, continúa; si te dice que no, ahí murió el payaso.
- ¿Y si no dice nada?
- Pues, andy, tendrás que esperar. Las relaciones interpersonales se construyen con confianza, cariño, espacio, y especialmente tiempo. A muchos se nos olvida éso, pero el proceso es así.
- ¿Y te ha pasado a ti?

- Sí, Andy. Con mi pata del alma. Ya tenemos como cinco o seis años que nos conocemos. Es cierto que al inicio hubo mucha tensión sexual entre ambos, como te pasa con tu amigo, y yo lancé mis cartas. Él me lo puso claro desde el inicio: "a mí me gusta tomar la iniciativa". Lo respeté, y funcionó. Hará un par de años que con el tema de preparar unos documentos, me quedé en su jato y tuve que dormir allí. Luego de ducharme, me acosté a su lado, en su cama. A la media hora, comenzó a rozarme la espalda hasta que me arrimó todo su cuerpo. Los dos dormíamos calatos. No se le paró, pero terminamos durmiendo abrazados, según él porque hacía frío. Y hace un año, por la misma situación, terminamos bañándonos juntos en la ducha, y con el cuento de jabonarnos, ya pasamos a las caricias, nos besamos, terminamos pajeándonos juntos.
- Nunca me contaste éso.
- Jajajajajaja. Ahora te lo cuento, pues, huevón.
- ¿Y son algo tú y él?
- Patas. Solo patas. Pero más allá de qué seamos, el truco aquí es que todo fue producto de esa confianza, ese cariño, ese espacio y ese tiempo que nos dimos... y de respetar su advertencia.
- Entonces... tengo que esperar.
- Me parece que sería lo mejor, andy.
- ¿Cuánto tiempo?
- El que sea necesario, Andy. el que sea necesario. La amistad no se basa en lo instantáneo sino en lo duradero.
- Tienes razón. Lo mejor sería esperar. Si pasa algo, te lo cuento.
- Claro, Andy, siempre puedes contar conmigo.
- ¡Gracias!
Y allá va Andy, más aliviado. Espero que aplique el consejo. ¿Y a ti te ha pasado algo parecido? Cuenta acá abajo en los comentarios o en el Twitter.

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