sábado, 27 de abril de 2019

Por mirón me pasó algo alucinante

Mi nombre es Roger y tengo 30 años. Junto con mi hermano mayor tenemos un fundo dedicado a producir limones en el Alto Piura. Mientras yo veo lo relacionado con bancos y el personal, mi hermano ve todo lo referente a insumos y se encarga de las compras. Para mí, éso es muy conveniente puesto que puedo supervisar a los 4 peones que tenemos a cargo. En general, la gente del campo es muy amistosa, honrada y chambera a full, así que estos hombres no son la excepción. El mayor tiene 38 años, luego viene uno de 32, otro de 30 y el menor de 22, hermano del primero.

La jhjornada comienza temprano, bien temprano, a las 5 o 6 de la mañana. Usualmente mi hermano y yo llegamos en la camioneta a éso de las 8 y nos regresamos a casa a éso de las 3 o 4. Nuestros peones suelen retirarse entre 1 a 2 de la tarde, dependiendo de la carga de trabajo para el día.

Una de sus costumbres al final de la jornada es ir a un rincón del canal que nos sirve de lindero para tomar un baño. Es un sitio donde tres algarrobos enormes dan buena sombra, y varios arbustos altos han creado una especie de cortina natural tras la que los peones se quitan toda su ropa y se meten al agua. Siempre los cuatro van a bañarse juntos. Lo sé porque casi todos los días los espío desde unos matorrales bien tupidos. Como ellos me tienen que reportar el término de sus labores para incluírlos en la planilla, sé exactamente a qué hora van al canal. Entonces, cuando mi hermano se queda dormido, no está, o tiene mucho trabajo, yo me escabullo y voy por otro caminito, con mucho cuidado para que no me vean y disfruto el show.

No son cuerpos de gimnasio, pero imaginen a la gente del campo cuyos músculos están más que todo marcados por el trabajo duro. Encima, como los cuatro juegan al fútbol, tienen unas hermosas piernas y unos culitos bien paraditos, en especial el de 30 y el de 22, aunque el de 38 tampoco anda mal.

Cuando ese espectáculo me pone bien hot, aprovecho que nadie me ve, y me bajo mi jean y mi boxer para corrérmela. Siempre termino tirando mi leche entre los arbusstos y tengo que morderme la lengua para no gemir.



Una de las personas que viene frecuentemente al fundo es Isma, un agrónomo de 27 años, alto, fornido, evidentemente trabajado con pesas y barras. Su labor es verificar que las plantas estén bien de salud y recomendar algún agroquímico que hiciera falta. Por cierto, es guapo, pero tiene un señor defecto: cuando se junta a hablar con mi hermano, es el tipo más machista que puedan imaginarse. Los dos hablan huevadas de las chicas y encima hablan mal de los gays. ¿De qué me sirve tanto músculo y tanta belleza si es un huevón que ni siquiera respeta a las mujeres? Entonces, yo prefiero irme hacia la plantación o me voy a espiar a mis peones cuando se bañan.

Un día que, para variar, mi hermano e Isma se pusieron a hablar estupidez y media de las mujeres y los gays, salí de la casa de campo que usamos como oficina y depósito. Como apenas hacía quince minutos había dado las conformidades a mis peones, decidí irlos a espiar. Anduve sigilosamente por el camino que ya conocía y llegué hasta el matorral tupido, teniendo cuidado de verificar que no hubiera alguna serpiente escondida por ahí. Me coloqué y me puse a mirarlos. Curiosamente, solo estaban el chico de 22 y el otro de 30. Acababan de desnudarse y se metían al agua. Ambos se sumergieron por completo aprovechando que habían soltado el agua y emergieron con sus cuerpos húmedos. El de 30 sacó un jaboncillo de las cosas en la orilla y se puso a recorrerse el cuerpo: su pecho, sus brazos, sus axilas, su cintura, la cadera, el pene, los huevos, la espalda, las nalgas. Apenas dejó de usarlo, se lo pasó al de 22, quien repitió el mismo recorrido. Estaban hablando de fútbol, según pude oír. El de 22 dejó de untarse con el jaboncillo y lo dejó en la orilla. ¡Qué ricas nalgas, por Dios! Ambos comenzaron a sobarse sus cuerpos: pecho, axilas, brazos, cinturas, caderas, pene, huevos, espalda, el culo, y hasta al medio del culo, en especial el de 22. Por cierto, aunque son marcados, sus penes lucen algo largos para estar dormidos y con el vello púbico sin recortar. Yo me bajé el pantalón y el boxer otra vez. Comencé a estimularme mi pene con una mano mientras que con la otra hacía lo mismo con una de mis nalgas.

Estaba absorto viendo a los dos peones cuando siento una palmada en la nalga que no me estaba estimulando. Sudé helado. Me subí el pantalón y el boxer como pude y giré. Me quedé petrificado tapándome la boca para no gritar del susto.
- Así que a ésto te vienes, ¿no, degenerado?
No supe qué hacer. Era Isma con una sonrisa del tipo "ya te pesqué, mierda". Las piernas me temblaban como para salir corriendo. Solo atiné a taparme bien la boca con mis dos manos.
- Tranquilo, Rogercito, no soy tu hermano. ¿Pero te imaginas lo que hubiera pasado si él te descubría?
Isma me tomó los codos con sus manazos. No me apretó. Solo me sujetó.
- ¿Te imaginas si tus peones se enteran que los espías, Roger? Estás en serios problemas, huevón. Y todo depende de que yo abra la boca.
Isma tomó suavemente mis manos y me las sacó de mi boca.
- P-p-por fa-fa-favor. No digas. Te lo suplico, Isma.
- Claro que no diré nada, huevón... pero tú tienes que hacer algo por mí.
- Claro, Isma. Lo que sea.
El agrónomo sonrió.



Entonces, Isma miró a ambos lados, se acurrucó conmigo en el matorral, se aflojó la correa y se desabrochó su jean. Se lo bajó. Yo no podía creer lo que estaba pasando. En su boxer se notaba un abultado paquete.
- Arrodíllate.
Lo hice.
- Acarícialo.
Comencé a sobar su paquete aún aprisionado en el boxer. Estaba dormido aún, pero sí podía percibir que lo que estaba dentro era realmente grande. Así que lo fui acariciando. Conforme lo hacía, notaba que se ponía más duro hasta que no cupo duda de que debajo había una enorme erección. Isma se bajó el boxer y un pene largo y grueso saltó debajo de un vello púbico que tendría un par de días sin afeitar.
- Chúpala.
Tomé el pene erecto de Isma e hice lo que me dijo.  Como era enorme, con una mano lo masturbaba mientras que lo que sobraba estaba dentro de mi boca. Su glande ocupaba casi toda mi boca.
- Así, huevón. Así, Rogercito. Mámala rico.
Obviamente, ya no podía ver qué pasaba en el canal.
- Ponte de pie, Rogercito.
Lo hice.
- Da media vuelta y agáchate. Mira a tus peones.
Lo hice. Ahora estaban los cuatro, bañándose y conversando como cada término de jornada.
Sentí que Isma me desabrochó mi pantalón y boxer y me lo bajó hasta las rodillas.
- Separa las piernas.
Lo hice, dentro de lo difícil que era. Entonces sentí que Isma me estimulaba el ano. Y por la humedad, era obvio que con su boca.
En el canal, mis peones parecían estar ajenos a mi experiencia. Mi pene erectó. Vi que los peones de 30 y 22 salían del canal y se vestían, dejando al de 38 y el de 32. Pero algo raro hacían al vestirse. Solo se ponían sus jeans y sus zapatos. Sus camisas y sus calzoncillos los llevaban en la mano. Jamás hacían éso, pero quién sabe.
- Hace tiempo que no te la meten, ¿cierto? Lo tienes cerrado, Rogercito.
Isma terminaba de decir éso cuandosentí que algo duro se colocaba en la entrada de mi ano y poco a poco entraba dentro de mí. Respiré hondo porque me dolía, pero Isma parecía entender que no podía ser brusco. Se le resbaló así que con mi mano y un poco de mi saliva en su glande, lo ayudé. Ahora sí, su pene fue entrando poco a poco dentro de mi ano, mi recto, y seguía perforándome. Isma me bombeaba despacio, dándome tiempo a acostumbrarme a su pedazo de músculo duro metido en mi culo. Mientras tanto, seguía viendo a mis dos peones mayores bañándose. Comencé a pajearme, además.
Estábamos en lo mejor de todo, cuando noté pasos, y luego a dos personas acercándose. ¡No podía ser!
- Tranquilo.
Isma hablaba con mucha seguridad.
quienes venían eran mis peones de 30 y 22, con una sonrisa en la boca. Me di por perdido porque se supone que para ellos soy el patrón. Pero, ¿después de éso?
Los dos chicos se detuvieron con cuidado a nuestro lado.
- Sáquense el pantalón.
Al pedido de Isma, los dos peones volvieron a quedarse desnudos del todo. Ahora sus vergas estaban al alcance de mi boca. Isma me giró con cuidado hacia ellos.
- Chúpaselas, Rogercito.
Yo dudé.
- Chúpaselas, huevón. No los hagas esperar.
Tomé la pinga del de 22 y me la puse en la boca.
- Éso, don Roger. qué rico.
Se puso dura en mi boca. Era de tamaño promedio. Luego tomé la del peón de 30, que ya la tenía dura y lubricando. Era un poco más grande. Mientras la chupaba, se la corría al de 22. Y así fui alternando mientras Isma seguía metiéndomela por el culo, esta vez bombeando con un poco más de fuerza.
A los cinco minutos,sentí que el agrónomo suspiraba hondo y luego que su pene latía allí dentro. Bombeó un par de veces más y poco a poco me la fue sacando.
En éso, mi peón de 30 caminó a mi lado. De inmediato sentí que me tocó mis nalgas y me metía su pene.
- Qué rico culo, don Roger. Entra facilito.
Mi peón de 30 comenzó a bombear algo más fuerte mientras que yo seguía chupándosela al de 22, quien comenzó a tomarme la cabeza y luego a cacharme la boca. En un par de minutos, sentí su semen dentro de mi boca. Dejó que lo mamara bien, me la sacó y se puso su pantalón. Avanzó unos pasos a donde estaba el agrónomo, quien se había quedado todo el tiempo estático delante nuestro pero dándonos la espalda, como vigilando. No pude creer cuando mi peón, le dio una nalgada al agrónomo y luego le agarró bien el medio del culo en medio del jean. Ambos se sonrieron.
Mi peón de 30, mientras tanto, seguía metiendo y sacando, jadeando y suspirando.
Diez minutos más tarde...
- Las doy, don Roger. Las doy.
Mi peón dejó de moverse.
Mientras se ponía su pantalón, yo aproveché para corrérmela, mirando al canal; pero los dos peones mayores ya no estaban allí. ¿También estarán en camino?
No lo pensé más y eyaculé en los arbustos.
Me subí mi boxer y mi pantalón.



Le di alcance a Isma, quien seguía estático en el mismo punto. Ya había despachado a los dos peones. Me miró sonriendo.
- No me digas que te disgustó, Rogercito.
- Obvio que no... pero....
- Pero, tranquilo, amigo. Solo los cuatro sabemos ésto y el secreto se queda entre nosotros.
- Pero tú, cuando conversas con mi hermano....
- No seas cojudo, Roger. Si no hago éso, al toque tu hermano sospecharía. Mas bien, tú no seas tan evidente yéndote cuando comentamos esas cosas. Hazte el que no escuchas y listo.
- Eres un pendejo, Isma. ¿Cómo sabías que ellos dos...?
- Solo lo sé. Y ellos ya se habían dado cuenta de que los espiabas, sino que se hacían los cojudos y te cubrían para que los otros dos no se dieran cuenta.
- ¿entonces, los otros dos?
- No sé. Ellos dicen que no... pero yo tengo mis dudas.
- Tengo miedo que ahora me miren distinto.
Isma se sonrió. Miró al frente, me miró de nuevo.
- Tú confía en mí. La próxima será mejor.
Isma me guiñó un ojo y luego me dio una nalgadita.

¿Te pasó lo mismo? Cuéntanos aquí abajo o en el Twitter.

1 comentario:

  1. Que rico relato me iba excitando cada vez más y mientras lo leía tenía la pinga durasa, me encantan los relatos donde preñan al pasivo

    ResponderEliminar