miércoles, 19 de marzo de 2014

The Bar's Boys (8)

Por: Nug Huyur

 

Capítulo VIII: El selvático (Parte II)

 

  • Muy bien soldado, descanse – le dije
  • ¡Si señor!
  • Muy bien, hijo,  mi nombre es Hipólito Ramírez – le di la mano – Ahora bien, vamos de tres a seis. A ver tú en la esquina derecha y yo en la izquierda.
  • ¡Si señor!

Nos pusimos en esquinas distintas, pero al cruzarnos le sobé el culo con la mano, él no se dio por entendido. Pero se notaba un culo durito, y algo amplio. Como a las cuatro de la mañana, todo estaba tranquilo, así que decidí orinar, me fui hacia un rincón que estuviese más oscuro que lo habitual para poder tener algo de privacidad, oriné y regresé sacudiéndome el pene, con la finalidad de que Silvester lo viera. ¡Bingo!, Silvester mordió el anzuelo, me miró descaradamente. De pronto, se me cayó la linterna de mano y él muy hacendoso.

  • ¡Señor, permiso para recoger la linterna! – dijo Silvester, con una voz que casi se le entrecorta.
  • Permiso concedido

El empezó a buscar, yo avancé hacia un lado de la torre donde la luz casi no llegaba pero apenas se diferenciaba, arrastré la linterna hacia mí, justo debajo de mi pene, que lo había estado agitando para endurecerlo, entonces encontró la linterna y se incorporó arrodillado.

  • Señor, la…lin….ter…na  –  dijo entre cortado mientras miraba mi pene.
  • Ok, pero mejor en vez de verla, ¿Por qué no la chupas?
  • ¿Puedo señor?
  • Claro, soldado, es más, es una orden ¡chúpela soldado!

Y sin aspaviento alguno le tomé la cabeza y se la hice ir hacia mi huevo, y él empezó a mamar mi pene, con tal agrado y profesionalismo, que me hizo sentir en la gloria, lo hacía suave y delicado, tanto como quien lame un chupete con tal placer, que él también lo disfrutaba. Usaba su lengua y sus labios sin meter sus dientes, lo hacia una y otra vez. Luego lo sacaba de su boca y le pasaba la lengua por todo el pene hasta la base, y luego chupaba mis huevos.  Tanto y tan bien que me dejé caer sobre los sacos que protegían la torre. De pronto oigo unos pasos, le cojo la cabeza. Pongo un dedo sobre mis labios, y hago la señal de silencio: ¡Shhhh! Espera no hagas nada, haz silencio, le ordené.

  • Y ¿Qué pasó? – preguntó angustiado Anthony
  • Sí, sí que ocurrió luego – insistió Osvaldo
  • ¿Los vio alguien? – Preguntó Cris.
  • Tranquilos no desesperen – repuso Hipólito – No nos vio nadie.

Los pasos se alejaron, y Silvester continuó con su tarea, asiduo a terminar lo iniciado. La agitación vuelve, y el corazón late, mientras su lengua lívida se desliza por mi pene, como niño pegado. Sus ojos fingiendo inocencia. Con el latir en la boca, se desliza el sudor por entre la ropa. Hasta que apretó con fuerza sus hombros, entonces llenó su boca con el líquido espeso blanco. El lame mi pene hasta limpiarlo, y luego lo escupe a un lado. Sonrió y el a mí.

  • Pobre chiquillo, le desvirgaste la boca – dijo irónicamente Cris.
  • Jajajaja, si claro, salud Cris – dijo Osvaldo
  • ¡Hey!, esperen, aún falta lo mejor – dijo Hipólito
  • ¡Más! – dijeron los tres al unísono. Anthony volteó y al ver a un grupo de muchachos que se les quedaba mirando, se sonrió.

Si verán, el sol comenzaba a despuntar, tocaron diana, y todos los soldados se levantaron, la guardia terminó y ambos bajamos a las duchas, para cambiarnos e irnos cada uno a sus labores, pero antes de pasar por las duchas sin que nadie se dé cuenta lo empujé dentro de un almacén, que tenía la puerta sin seguro. Miré a ambos lados de la puerta y cerré la puerta por dentro.

  • ¿Qué hace sargento?
  • Apura mierda, vamos a terminar lo que empezamos.
  • ¿Pero señor yo nunca lo hecho por ahí? – me respondió
  • Yo tampoco

Lo cogí de la camisa, y lo besé, él se sonrojó, nunca había besado, lo noté por su torpeza, pero a su vez me abrazó, pero lo empujé contra unos sacos de arroz, como pude le bajé el pantalón, le subí la camisa, y le vi las nalgas, estaban blanquitas. Se las palmee, una y otra vez, y él se agitaba de dolor. Le abrí ambas almohadas carnosas y vi su hoyito virginal, estaba marroncito, cerradito, lo agité con el dedo, lo escupí, una y otra vez, hasta que empezó a ceder, le metí un dedo despacito, luego otro, y otro, hasta dilatarlo bien, entonces se lo empecé a meter primero la cabecita, y gritó: ya no, ya no decía. Entonces lo sobé, le eché saliva y se lo volví a meter, lo nalgueé para soltar el anito, y esta vez entró una y otra vez, ahora ya no gritaba sino que gemía, y gemía de placer, le di un trapo para que mordiera. Seguí y seguí, eran ricas sus nalgas, chocaba contra ellas, una y otra vez. Hasta que me vine dentro de él. Se lo saqué lentamente.

  • Tienes rico culo -  le dije – desde ahora eres mi perro, ya sabes, ahora tendrás que cumplirme siempre.

Silvester sonrió y se subió el pantalón y lo hice que saliera primero. Pero antes lo besé y el correspondió tiernamente. Luego salí sin ser visto. Con Silvester salí un par de veces más, era un selvático muy excitante. Fui un tonto al dejarlo ir y todo por mis miedos.

  • ¡Ay!, ya se va poner triste – dijo sarcástico Anthony
  • ¡Salud Hipólito! ¡Salud! – Dijo Osvaldo – ¡Por tan buena historia!
  • ¡Salud! – respondió y tomó otro poco de cerveza.
  • Pero ya que estamos animados, quien continúa – Dijo Anthony
  • Y a mí no me invitan una cerveza – dijo la voz de alguien…

 

Continuará….

 

© 2014 Hunks of Piura Entertainment. Ésta es una obra de ficción: cualquier parecido con nombres, lugares o situaciones es pura coincidencia. Escribe al autor a hunks.piura@gmail.com o comenta aquí.

Siempre practica sexo seguro.

 

 

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