martes, 5 de noviembre de 2013

Anselmo (5)

ACONSEJAMOS DISCRESIÓN DEL LECTOR: Algunas escenas que presentamos a continuación son inapropiadas.

 

Por: N-Azz

 

Anselmo  regresó tras regar unas plantas de maíz en plena floración como a las tres, dispuesto a pasar la última  tarde junto a su padre. Ya nada los conectaba. Ya sabía trabajar en la chacra, y podía adaptarse a la de Elías, que era más grande.

La ayuda en el campo y en la casa sería apreciada. A la mierda con la escuela. Su padre se había desentendido por completo de ello.

Anselmo asumió que su vida estaba junto a Elías. Además, ya le había dicho que se moría por vivir junto a él, y si su padre quería cagarlos, ¿quién le haría caso a un borracho?

Al dar la última curva quedó desconcertado.

Un autoblanco humo, ni grande ni pequeño, como los que usava alguna gente para viajar a la ciudad, estava estacionado frente a su casa. ¿Havrá pasado algo?

Se acercó despacio, y a través del vidrio de los asientos traseros, vio a un joven dormido. Era delgado, pero debido a la ropa ajustada que lucía, se le marcaban sus músculos. No era cuerpo de campo. El cabello tenía un raro arreglo que terminaba en un copete, y las muñecas estaban decoradas con cintas de colores. Su antebrazo derecho tapaba su cara, así que no pudo ver ningún rasgo.

“¡Anselmo, hijo!”. Gritó alguien en la puerta de su casa.

Era el padrino Martín, quien le salió al encuentro, y lo abrazó con fuerza. “Lo siento, hijo. Todo esto va a cambiar”.

El padrino Martín no era ni delgado ni gordo. Conservado para sus 37 años, la misma edad de su padre. Su rostro mestizo claro era agradable, con la barba algo crecida, el cabello corto, camisa y jean de marca, lindos zapatos de cuero, un gran reloj y dos pulseras metálicas en la muñeca izquierda, además de anillos en ambas manos.

El ruido de las brillantes pulseras despertó al durmiente del auto, quien vio la escena a través del cristal, restregándose los ojos.

Anselmo estaba más desconcertado aún.

Su padre apareció en la puerta, con un gesto sobrio no visto en meses: alegría.

El joven del auto abrió la puerta y se calzó unas caprichosas zapatillas.

“Él es Zack”, le indicó su padrino, mientras el adormilado joven le daba la mano y le mostraba una bella sonrisa que hacía juego con un rostro agradable, nada hosco, sino como los de algunos chicos que vio en las series de televisión nacional. “Mucho gusto”.

Un signo de interrogación invadía el cerebro de Anselmo.

“Tu padrino vino a darnos el pésame porque no pudo venir al sepelio”, explicó Agapito. Probablemente no al funeral, pero era puntual en todas las fiestas patronales al inicio de cada año… y para la próxima faltaban tres meses. Pero, hay que agradecer el gesto.

Todos ingresaron a la casa.

“¿Cómo estás, hijo? Tu papá me cuenta que tú has asumido la chacra porque él no puede con su dolor”. Ahora sí que Anselmo no entendía ni una jota, pero no era el momento de poner en evidencia irresponsabilidades presentes. Su madre habría buscado una gallina, paraprepararla en el acto; sin embargo, desde que Agapito cambió las aves por cañazo, lo único que se ofrecía en casa era asiento.

Anselmo reaccionó y pensó correr donde Elías para pedirle algunos choclos en préstamo, pero cuando acababa de decir “Ya bengo”, Martín lo retuvo. “Hijo, no es necesario. En el carro tengo víveres. Lo que sí te agradeceremos es agua pa’bañarnos”.

Anselmo fue a ver los baldes en la cocina, y salió rumbo al chorro, a menos de cien metros de su casa. Zack lo acompañó.

“Así que esto es San Jerónimo. Debí traer mi cámara porque el paisaje está bravazo”.

Anselmo no entendió la última palabra y metió el primer balde en el chorro casi helado, que no era otra cosa que uno de los tantos manantiales que afloraban del Huaynapite, la montaña tutelar del pueblo.

“¿Eres algo del padrino?”. Anselmo esperó que el balde se llenara.

“Sí, algo así como su… asistente de negocio”.

El chorro no venía con potencia, por lo  que el recipiente tardó en llenarse.

“¿Negocio?”

Los ojos claros de Zack exploraban el paisaje hasta encontrarse con la figura esbelta y varonil  de Anselmo.

“Entretenimiento. No sé si sabes en qué consiste”.

Para Anselmo, esa palabra estaba relacionada a la feria patronal de cada enero, donde había campeonatos, comida de todo tipo, los futbolines y los cohetes de colores que iluminaban cada año el cielo de aquel paraíso. “Algo, pero sólo lo vemos para Bajada de Reyes”.

Zack se rió comprendiendo que su nuevo amigo no entendía nada.

El primer balde estaba lleno. Anselmo lo puso en el borde. “Puedo ayudarte, ¿OK?” Anselmo dijo que no era necesario, pero la proactividad de Zack había dejado el espacio libre para el segundo depósito. Nada más habíia que esperar a que se llenara.

“Así que tú eres Anselmo. Martín habló mucho de ti, pero en persona eres más interesante… y guapo”.

Anselmo enrojeció.  Su bronceada piel lo disimuló bien.

“espero que podamos ser amigos, ¿OK?”, remató el citadino.

Anselmo quiso sonreír, pero de pronto recordó que tenía planes, y que estaba complicado dar prioridad a todo con los visitantes en casa. Bueno, era una tarde nada más. Mañana, las cosas…

“No te culppo si no quieres ser mi amigo. Apenas nos conocemos. Pero si deseas serlo, me llevaré bien contigo, ¿OK?”, insistió zack.

“Ya pues”, dijo Anselmo, mientras jalaba el segundo balde.

Cada quien agarró uno y regresaron a la casa.

 

(CONTINUARÁ…)

 

© 2012, 2013 Hunks of Piura Entertainment. Esta es una obra de ficción: cualquier parecido con nombres o situaciones es pura coincidencia. Escribe a hunks.piura@gmail.com o comenta aquí. SIEMPRE PRACTICA SEXO SEGURO.

Texto producido con el Método Writting Fitness. Más información aquí.

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