martes, 3 de diciembre de 2013

Anselmo (9)

ACONSEJAMOS DISCRESIÓN DEL LECTOR: Algunas escenas que presentamos a continuación son inapropiadas.

 

Por: N-Azz

 

En lo alto del Huaynapite, donde los vientos fríos luchaban violentamente por ver a dónde llevaban  las nubes, Elías lloraba.

 “¿Por qué  lo hiciste?”

Anselmo, quien lo miraba conmovido y angustiado, no tenía respuestas.

Elías lo miró tristemente, y volteó su cara hacia el infinito horizonte, donde había más cordillera y cielo.

“Íbamos a’star juntos. ¿Te acuerdas?”

Anselmo seguía mudo.

Elías caminó hacia el precipicio, extendió sus brazos, se volteó hacia su enamorado.

“¿Quieres que me mate?”

Anselmo reaccionó, y corrió hacia él para evitar perderlo. Abrió sus brazos.

Cuando lo iba a alcanzar, Elías lo evadió.

¡Horror!

Anselmo iba en caída libre y en curso de colisión contra unos peñascos.

Gritó de terror.

Cerró los ojos ante lo inevitable. Volvió a abrirlos con el ápice de valentía y segundos que parecían quedarle…

¡susto!

Ahora no reconocía nada. Afuera había un arenal que pasaba como película, y estaba en el mismo sitio donde la tarde anterior había descubierto a Zack.

“¿Estás bien, hijo? Ya vamos a llegar”

Anselmo se desesperó y comenzó a llorar. Esto no era familiar para él. Tampoco esta era la ropa que tenía ayer.

Martín detuvo el auto, bajó la salsa que venía escuchando e hizo una mueca.

Zack, que iba en el asiento del copiloto, se quitó el cinturón de seguridad, y pasó al asiento de atrás. Abrazó a Anselmo.

“No llores. Todo estará bien. Nosotros estamos contigo”.

Anselmo se separó y se acurrucó al otro lado del asiento.

Martín movió la cabeza en señal de disconformidad, y miró seriamente a Zack por el retrovisor. Meditó brevemente qué decir.

“Hijo, yo también soy tu familia. Pero, ¿qué querías? ¿Seguir viviendo con el borracho de tu padre?”

Anselmo bajó más la cara para que no lo vieran llorar. Sí quería dejar a su padre, pero esto no es lo que había planeado.

Martín buscó marcar más su territorio, pero no quería sonar duro.

“En San Jerónimo no ibas a lograr nada. Acá te daré lo que necesitas, y puedes tener todo lo que quieras. No seas malagradecido”.

Zack intentó abrazarlo de nuevo, sin mucho éxito.

“Confía en nosotros. Míranos. Estamos bien acá. Tú también podrías estarlo, ¿OK?”

Anselmo parecía calmarse, por lo que Martín reanudó la marcha, esta vez en silencio.

Al anochecer,entraron en una ciudad iluminada, que parecía tener desniveles como San Jerónimo.

Dieron varias vueltas en medio de autos, buses y mototaxis, flanqueados por veredas llenas de gente que iba y venía. Llegaron a una casa, bajaron y entraron.

Tres chicos salieron a recibirlos. Saludaron en coro: “Buenas noches, don Martín”.

Él contestó bajando la cabeza: “Este es mi ahijado Anselmo, trátenlo como los trato a ustedes”.

Anselmo sólo conoció los pies de los chicos, entre ellos, unos largos y morenos. Todos tenían sandalias multicolores, en contraste con el piso rojo oscuro.

Zack lo abrazó y lo forzó a caminar.

Entraron a una habitación.

“éste es tu cuarto. Aquí está tu cama. Mañana te traeré más ropa. Báñate. Que ya vamos a cenar. No te demores, que los chicos deben trabajar”.

Zack se fue.

Anselmo miró a las cuatro paredes pintadas en tonos pastel, y los afiches de físico culturistas vestidos con sólo un trapo pegado que les ajustaba sus partes nobles, y el calendario de un obrero con casco amarillo, y un pantalón deshilachado al extremo, que dejaba ver su vello púbico y parte de su miembro flácido. Tenía un martillo en la mano derecha, listo para aplastar el aire. su mano izquierda intentaba rescatar el poco jirón de ropa que le quedava.

La puerta se abrió.

Entró un chico como de su tamaño, casi un metro setenta, trigueño y de bello torso. Vestía una camiseta ajustada y un pantalón corto que torneaba su trasero y sus piernas.

“hola. Soy Kike. Bueno, así me pusieron acá porque realmente soy Antonio. ¿te llamas Anselmo, verdad?”

Lo miró sorprendido. ¿Por qué debía cambiar su nombre? Por otro lado, este chico era afable, pero ¿qué venía a hacer acá? ¿Y ese acento al hablar? Sólo lo escuchó cuando en la tele imitaban a la gente de la selva.

Anselmo no sabía si reír o preocuparse, hasta que pudo recomponerse y cuestionar.

“Sí, soy yo. ¿Qué es esto?”

“éste es el Alpha Male. Aquí trabajamos. Aquí vivimos”

“¿De qué trabajas?”

Kike sonrió, y ensayó una respuesta… lo más honesta posible: “atiendo a los patas, señores, tú sabes. Y si quieren más, bueno, les doy lo que buscan”.

Anselmo lo miró extrañado, pues, por más que intentó, no comprendió nada.

“Ven, te enseñaré esta parte de la casa. Bueno, este es tu cuarto, ¿verdad? Ahora te mostraré el baño, la cocina, y cada pieza. O sea, cada sitio de la casa”.

Salieron .

Ingresaron detrás de una cortina: era un cuarto grande y de color celeste. En las paredes habían fotos de hombres blancos y rubios, desnudos, teniendo sexo anal, en las más diversas posiciones. No cabía duda a juzgar por  las penetraciones que se veían nítidamente en las imágenes.

Anselmo las miraba con una rara mezcla de fascinación y desconcierto.

“A la derecha los waters; a la izquierda, las duchas”. ’Ppera. No te muevas”

Anselmo se quedó viendo las fotos. El ánimo comenzó a cambiarle. ¿Acaso esos cuerpos masculinos musculosos disfrutando del sexo entre ellos, estaba comenzando a distraerlo de lo sucedido en las últimas 24 horas?

 

(CONTINUARÁ…)

 

© 2012, 2013 Hunks of Piura Entertainment. Esta es una obra de ficción: cualquier parecido con nombres o situaciones es pura coincidencia. Escribe a hunks.piura@gmail.com o comenta aquí. SIEMPRE PRACTICA SEXO SEGURO.

Texto producido con el Método Writting Fitness. Más información aquí.

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