viernes, 26 de noviembre de 2021

Proyecto Lujuria 1.1: Casting en la ducha


En el baño, César  resiste un poco más la sensación de usar el retrete para orinar. Delante suyo hay un trípode pequeño sobre la que está engarzada una cámara pequeña de televisión.

“Ya estoy listo”, dice por el intercomunicador sujeto a su cabeza.

“Dame un segundo”, le responde Escalante en su oreja. “Estoy tomando datos”.

César sabe que llenar la ficha tomará unos minutos más, así que aprovecha, avanza con cuidado de no tumbar el trípode, se baja la cremallera, saca su trigueña picha, apunta y dispara. ¡Qué alivio! Entonces, la puerta se abre y César se asusta.

Un joven alto, atlético sin ser tan musculado, guapo, cabello negro lacio con un raro ensortijado como copete, ojos marrón claro, pectorales, axilas y abdomen sin un solo pelo, todo en un tono blanco pálido lo mira a los ojos primero y luego mira su miembro en plena micción.

“Disculpa, pensé…”, le dice con un acento caribeño.

César no puede articular palabra.

“el modelo ya está contigo”, le avisan por el auricular.

César termina de orinar, carraspea.

El chico se saca la toalla, la cuelga y se mete a la ducha que en lugar de cortina tiene una mampara transparente.

A su vista queda un culo redondo, como si debajo de la piel se hubieran inflado un par de globos que están a punto de reventar, unas piernas mejor formadas que las de futbolista, lampiñas, y al girar un poco, el pene dormido sobre un par de grandes testículos.

César, avergonzado, sacude su picha y la mete de inmediato, casi choca con el lavabo.

“¿Ya estás listo?”, le insisten por el intercomunicador.

“Sí, dame un toque”, responde el camarógrafo mientras se lava y seca las manos y las lleva a la cámara. “¿Cuál es tu nombre?”, le pregunta al fin al chico desnudo bajo la ducha aún sin abrir.

“Osmar… Osmar Rivero”.

“Soy… César… ¿ya te dijo Escalante en qué consiste la escena?”

“Sí”, sonríe Osmar.

“Espera mi señal”.

César enfoca la cámara, hace un acercamiento a los abdominales de tabla de lavar en medio de una delgadísima cintura y luego mueve el anillo de zoom hasta tener un plano general del modelo.

“Listo”, dice por el intercomunicador.

“Dale acción”, le confirma Escalante.

César levanta la mano y hace cuenta regresiva con sus dedos. Al formar puño la baja y pone el ojo al visor de la cámara.

Osmar abre la ducha y deja que el agua moje todo su cuerpo, menos la cara y el cabello; toma la pastilla de jabón que ya estaba allí, recién abierta, y comienza a pasárselo suavemente, mirando sensualmente a la cámara, por sus pectorales, sus abdominales, sus axilas levantando los brazos y a lo largo de éstos, una de sus nalgas y a lo largo de su enorme muslo. Y su rostro con esa expresión de quien disfruta como ningún otro momento del día ese tiempo que uno le dedica a la higiene personal.

Luego, Osmar se pone de espaldas a César y se unta los dos grandes glúteos, en medio de ellos, voltea al otro costado y repite la operación del inicio. A continuación, se pone en frontal y asea sus genitales brevemente, siempre sonriendo a la cámara. Abre la llave de la ducha de nuevo, se enjuaga por completo con la misma sensualidad como se enjabonó todo el cuerpo, se seca y sale.

“¿qué tal lo hice?”, pregunta.

“ehhh… bien… creo”.

El camarógrafo sonríe mientras dentro de su cremallera, su picha está como roca y su calzoncillo mojadito de líquido preseminal.

Cuando Osmar regresa a la habitación contigua, que en realidad es un dormitorio matrimonial y busca su ropa para vestirse, Escalante está revisando unos apuntes en su tableta. Voltea a ver al modelo.

“¿Cómo te sentiste?”

“Bien. Ya te dije que el desnudo es natural para mí”.

Escalante sonríe.

“De todos modos, espera mi llamada, solo mi llamada, y si eres seleccionado, negociamos… ¿me dijiste que tienes tu permiso temporal en regla, no?”

“expira en dos meses, pero sí”.

“Listo”, vuelve a sonreír Escalante, un hombre de rostro agradable ya en sus cuarenta.

Osmar se termina de poner la ropa, se arregla la bufanda, agradece y se despide. Escalante lo acompaña hasta la puerta y la cierra, luego camina al baño.

En la ducha, ahora es César quien se refresca: cuerpo más o menos trabajado, lampiño, rico culo, verga semierecta bajo un vello púbico algo crecido.

“A ti no te haré casting”, sonríe Escalante.

“Ese venezolano que entró último me puso a mil, huevón”, confiesa el camarógrafo.

“¿Y a mí qué crees?”

Escalante se desnuda por completo, tira su ropa a la alfombra del dormitorio y se mete a la ducha con su compañero.

“Yo me inclino por el venezolano”, dice César cogiendo la cintura del otro hombre, delgado formado, blanco, lampiño, vello púbico recortado, a quien se aproxima y da un beso en la boca.

“Yo también”, dice Escalante. “Pero veamos qué dice el cliente”.

“Tengo ganas de ccacharte”.

“Vamos a la cama”.

Escalante se arrodilla, toma la picha de César y la mama con fruición hasta ponerla completamente dura mientras sus manos se afirman en las dos redondas nalgas de su compañero, luego se unta jabón en todo el ojo del culo, coge el cipote del camarógrafo y se lo mete como si nada. César jadea.

“qué rico tu ano calentito”.

“Dame pinga”, ruega el director de talento.

César logra meter sus diecisiete centímetros y bombea como condenado. Al mismo tiempo, Escalante masajea sus dieciocho centímetros que ya se pusieron duros. César no resiste más y dispara toda su leche dentro del recto de su jefe mientras éste dispara la suya  en la blanca mayólica de la ducha. César siente cómo el esfínter anal estrangula su aún dura picha.

“Rico”, suspira. “Mejor que mi mujer”.

  

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