sábado, 6 de noviembre de 2021

La hermandad de la luna 7.1

Falta una hora para que amanezca oficialmente. Bajo la colcha en el dormitorio de la caseta de vigilancia, Tito despierta desnudo abrazado  a Carlos, con su pene erecto encajando en medio de las dos nalgas, que esta mañana las siente más duras y redondas que de costumbre. Se acurruca un poco más y Carlos se despierta.

“No has podido conciliar el sueño, ¿cierto?”

“Dormí algo”, admite el gladiador. “No mucho”.

Carlos  extiende su mano, busca el pene de Tito y se lo coloca justo en la entrada del hueco entre sus nalgas. Poco a poco, su esfínter va engulléndolo ayudado por la lubricación del miembro. Tito empuja despacio otro poco más hasta que su pubis se pega del todo a las posaderas de su compañero, a la vez que comienza a acariciarle el pecho.

“¿Te has depilado con crema, Carlos?”

“No”, se extraña el capataz. “¿Por qué?”

“No siento los vellos de tu pecho”.

Carlos se  pasa la mano y, efectivamente, parece estar libre de pilosidad. Prefiere no tomarle importancia y mas bien se concentra en hacer el amor, pero el pene de Tito comienza a perder rigidez.

“Te preocupa el mensaje de Edú, ¿cierto?”

“Viste las fotos, ¿no?”

“¿Cómo llegó a sus manos ese documento?”

Tito se destapa y levanta de la cama. Se tira al suelo y comienza a hacer unas lagartijas. Carlos se sienta sobre el lecho y enciende una pequeña lámpara. Mientras su compañero hace sus ejercicios, nota que sus vellos han desaparecido o han disminuido su grosor a lo largo de su cuerpo.

“Tengo que obtener esa carpeta, eso está más que claro”, dice Tito al terminar la serie.

“¿Y luego qué?”

“Tenemos aliados ahora, Carlos. Ésa es una gran ventaja que debemos usarla a favor”.

“¿Saúl?”

“No. Alguien de mayor peso, incluso que Christian”.

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Adán también despierta aún estando oscuro. Nota que Owen ya no ocupa la otra mitad de la cama. Se pone su bóxer y se asoma al pasillo: no hay nadie, así que puede pasear su erección sin ofender. En el salón del gimnasio, Owen está barriendo.

“Buenos días”, le dice.

“Buenos días”, le sonríe el otro muchacho.

Adán busca un trapo y un desinfectante en una de las gavetas en el escritorio de la entrada y se pone a limpiar las máquinas.

“Siento que hoy será un día tenso”.

“¿Debido al asunto del asesinato?”

“Sí”.

“La tensión ser necesario para la calma aparecer”.

“¿A dónde te fuiste ayer que los chicos estaban preocupados?”

Owen sonríe y no responde. Adán prefiere no insistir.

“Cuando las cosas poner difíciles, confiar en tu intuición”.

Adán mira a Owen mediante el espejo: sigue barriendo. El cuerpo de luchador trata de entender el consejo. Es cierto: debería confiar más en su intuición.

Mira otro video 

Esa media mañana, por la carretera junto al canal, la camioneta que alguna vez perteneció a Manolo salva la decena de kilómetros entre Collique y Santa Cruz, aunque su destino, en principio, no será el pueblo. Como hace casi una semana, Christian la conduce con la vista atenta al camino, aunque de vez en cuando dirige la mirada a la bella mujer que lo acompaña, abundante cabello negro resguardado bajo un artístico sombrero de paja, algo de maquillaje que en realidad no hace falta para destacar su belleza natural, una fina chaqueta de cuero, blusa, jeans celestes pegados a sus piernas muy bien ejercitadas, botas Marrones de taco ancho y bajo. Una canción romántica con aires de bolero suena en el equipo estereofónico, y nada más.

 



 

Christian intenta cambiar de canción.

“Déjala ahí”, reclama ella. “Hace años que no la escucho”.

El abogado la reinicia.

“¿estamos claros en lo que tienes que hacer, elga, o lo repasamos todo desde el comienzo?”

“Sí lo tengo claro, Chris. No hace falta”.

“¿Estás molesta?”

“No. Solo miro el camino”.

“Ésta no es la época”

Elga voltea a mirar a Christian:

“¿Época de qué?”

El chico sonríe pendencieramente.

 


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