sábado, 11 de diciembre de 2021

La hermandad de la luna 7.6

En su casa, Tito reflexiona con preocupación sobre lo que Flor y Owen le han contado.

“No termino de entender qué quiere contigo ese infeliz”.

“Hacer conexión, yo suponer”, estima el instructor.

“Y pienso que a tus espaldas, papá, porque cuando yo entré, el doctor prácticamente fugó”.

“Termina de arreglarte que de aquí salimos para Collique”.

“¿Y por qué no vino Frank?”, se levanta la chica.

“Ya te conté sobre la nueva ideota de Elga Chávez, así que estamos aplicando un plan para seguir trabajando allá”.

“¿Qué plan?”, se intriga la chica.

“Un plan de retención”, sonríe su padre.

Flor se mete a su dormitorio.

“Él querer mi polla”, confiesa Owen en voz baja.

“Lo sé”, refrenda Tito. “Lo que quiero saber es si eso nos permite confirmar la sospecha y evitar la estupidez que decidieron con la viuda de Manolo”.

“¿Tú querer yo seducir Christian?”

El gladiador carraspea: le han leído la mente.

“Es… solo una idea, Owen”.

“él tendría venir atrás aquí”.

“Y si viene… ¿tú cacharías con él?”

Mira un video

En la puerta de los baños para el personal de La Luna, Adán espera. Adentro, se escucha que alguien utiliza una de las regaderas. Entonces, Frank, todavía desnudo de la cintura para arriba, llega con una toalla seca, limpia y doblada.

“Entra y dásela”, pide el cuerpo de luchador en voz baja.

“¿Por qué yo?”, quiere reclamar el más joven.

“¿No viste que casi se saca la mierda por los paltos?”

“Pero ya les dije que yo…”

“Puta madre”, Adán quita la toalla a Frank. “Gracias”, le dice incómodo.

Frank lo topa de la cintura.

“Ya, yo lo hago; pero…”

“¿Pero qué?”

“Pero si ella…”

“Mira, tú avanza lo que puedas”.

Adentro, Elga está bajo la ducha terminando de disfrutar el agua fría. ¿Será cierto que puede adormecer el deseo de la carne? Hace la prueba.

“¡Ya terminé!”

Se escuchan unos pasos, el juego de sombras anticipa una silueta; alguien se para frente a ella.

“La toalla que pidió, señora”.

Ella se queda de una pieza y a  Frank le tiemblan las manos. Elga no sabe si molestarse o considerarse dichosa.

“Y… Adán?, se cubre los pezones con la mano izquierda y el vello púbico recortado con la derecha.

“Tuvo que ver algo del tractor”, responde el chico con voz algo temblorosa.

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Cuando el minibús pasa por el portón de la finca, Flor se lo queda mirando.

“¿Frank está bien, ¿no, papá?”

“Claro que sí. Es solo… trabajo extra que apareció por la idiotez de  la viuda”.

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Elga recibe la toalla y la despliega.

“Me da un permiso, señora”.

“¡Espera!”

Frank ni siquiera ha girado para salir.

“Dígame, señora”.

“¿Adán demorará en revisar el tractor?”

“Fácil que sí. ¿Quiere que le dé un recado de su parte?”

“No. No sé si es mucho pedir que… adelantes… la hora de tu baño”.

Frank traga saliva… y considera que lo mejor es entrar en personaje.

“No, para nada”.

El muchacho desabrocha el botón de su jean, baja su cremallera, se quita las botas y los calcetines, se deshace del pantalón y se queda en un ceñido bikini, donde es imposible disimular su excitación.

“Voy por mi toalla”.

Elga cuelga la suya y abre de nuevo la llave: ¿está soñando otra vez?

Tenemos un video adicional

Oculto en los limoneros, Adán intenta adivinar qué está pasando en los baños.

“¿Novedades?”, pregunta Carlos por el radio.

“Si logran quedarse diez minutos como mínimo, nos anotamos un gol”.

Y ahora, otro video más 

Frank regresa a la zona de duchas con la toalla envolviéndole la cintura. Elga sigue bajo el chorro de agua. En silencio, el muchacho le descubre algo que su fantasía nunca previó: su pene cabezón la apunta sin pudor alguno. Frank, sin pedir permiso, ocupa la misma ducha, toma un jabón de tocador y se lo da a la mujer.

“¿Quiere tener la amabilidad, señora?”

Elga comienza a respirar entrecortado. Soba la pastilla sobre el recio y velludo cuerpo enfrente suyo y genera espuma. Procura que ésta alcance cada lugar de la anatomía masculina, especialmente ése que le sigue apuntando. En retribución, Frank hace lo mismo con las formas de la mujer. Tras removerse el jabón y cerrar la llave, ambos van al vestidor. El chico se acuesta sobre la banca de madera y deja que ella se solace sentada sobre su desnudez. Él también se solaza, y esas caricias activan millones de terminales erógenas en ese cuerpo de diosa, tan perfecto, tan suave, tan vivo. Lentamente, el pene de Frank comienza a apuntar hacia las cálidas y lubricadas entrañas de Elga hasta insertarse en ellas sin ninguna dificultad. La mujer rebota gimiendo cada vez más y más intenso, hasta que los gemidos reverberan en ese espacio cerrado, e incluso trascienden.

¿Quieres ver otro video? 

“Funcionó”, informa Adán por el radio, a la vez que baja su cremallera y libera su miembro para masajearlo con lentitud y delicadeza.

Un último video  

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