viernes, 10 de diciembre de 2021

Proyecto Lujuria 1.3: "Tienes que cachártelo"

        


Las calles de Lima al aproximarse la medianoche son más fluidas que en hora punta. Eso tiene una desventaja: conseguir transporte público, como el que Osmar suele emplear para ir al teatro a trabajar o a cualquier parte a más de kilómetro y medio de distancia, es una verdadera odisea. Pero la ventaja es que cuando te llevan en un vehículo particular, te evitas los embotellamientos.

“De todas maneras tienes que considerar cacharte a Escalante si es que te da el papel”, aconseja Evandro con las dos manos guiando el volante.

“No se me para ni con el culo de Alexis, que encima es firme y musculoso, menos se me va a parar con el culo de Escalante”, replica Osmar en el asiento del copiloto.

“¿Ya se lo has tocado, ah, pendejo?”

“No, pero ese pantalón que tenía hoy no le lucía las nalgas”.

“La razón por la que conseguía papeles en las novelas, las series, los unitarios, es porque me lo cachaba bien… pero, bueno, los ejecutivos son otro level”.

“Pero tienes talento, Evan, ¿porqué tienes que coger con un director de casting?”

“No soy blanco como tú, soy más trigueño. Incluso si fuese negro, me seleccionarían, pero la tele de mierda en este país es tan racista que o eres blanco o eres negro; trigueños, no”.

“en mi país hay actores y actrices ttrigueñ…”

“Pero Venezuela es Venezuela, pues, Osmar… acá en Perú no se han quitado esos criterios medio mexicanos, medio argentinos. Huevón, hasta en Colombia o Brasil, hasta en Miami podría encontrar chamba”.

“¿Por qué no emigraste?”

“Con mujer, dos hijos, cero contactos sólidos… y, bueno, esa mala fama que me hicieron, ¿quién me recomendaría?”

“Necesitas rehacer tus relaciones públicas”.

El auto llega a la base de un edificio en un tradicional barrio residencial de clase media alta, en Jesús María, y se mete al estacionamiento. La máquina se apaga al fin.

“Hazme caso: o te cachas a Escalante, o no pasarás de ese comercial”.

“Si es que me llaman”.

Osmar y evandro bajan del vehículo, toman el ascensor. Al llegar al piso ocho, Evandro se despide.

“Te veo tempranito en el gym”.

“Mañana toca piernas”, guiña un ojo Osmar. “Saludos a Laura”.

“Gracias”, sonríe su compañero.

Osmar sigue hasta el piso doce, y tras abrirse la puerta corrediza, saca su llave, abre una reja y sube a la azotea. La vista de Lima desde esa altura es fantasmal. La niebla difumina u oculta muchas luces. Entra a una especie de cuarto de servicio al lado del tanque de agua, y aprecia por última vez su cama plegable,su maleta que funciona como armario, se quita toda la ropa y sin olvidarse de dar gracias al cielo se mete debajo de la sábana fría y una doble colcha Tigre. Mientras trata de conciliar el sueño, recuerda el trasero de Escalante, se manipula el pene y los testículos, pero no consigue erección alguna. Mejor se duerme.


 

        

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