viernes, 17 de diciembre de 2021

Proyecto Lujuria 2.1: ¡Qué rico culo hay en el gym!


A las seis menos diez de la mañana, Evandro pedalea en la bicicleta estacionaria con el culo levantado en el aire. Sus pantorrillas y muslos comienzan a quemar mientras siente una gota de sudor en su cara aunque no puede distinguirla en el gran espejo delante suyo. Osmar aparece de alguna parte con una escoba y un recogedor, se aproxima al tacómetro electrónico del aparato.

“Cuatro minutos más y pasas a sentadillas”.

Por un instante, pone su vista en el medio de la licra que forma las dos nalgas de su compañero y, evidentemente alumno.

“¿Te gusta mi culo?”, sonríe Evandro por el espejo.

“No, vale, miro tono muscular”.

Aunque inexplicablemente, el instructor siente que su pene está erectando, pero se recrimina a sí mismo en silencio. Qué va, si todos los días ve culos incluso mejores que ése.

A las siete y cuarto, Evandro está bajo la ducha en los vestidores del Steel Fit Gym.

“¿Lucas?”

El actor se asusta y da media vuelta. Un chico evidentemente veinteañero está vestido para iniciar una mañana de entrenamiento.

“Hola”, sonríe Evandro.

“¿Tú haces de Lucas en esa obra?”

“¿Voto de Castidad?”

“Sí”, sonríe el muchacho. “Ésa”.

“¿eres católico fundamentalista y vienes a asesinarme?”

El interlocutor ríe.

“No, para nada, al contrario; te quería felicitar. Excelente obra”.

“¿Has ido a verla? La obra… quiero decir”.

“Anoche. Te reconocí. Igual al que hace de Mateo”.

“Ah, Osmar… Y si esperas a eso de las diez o diez y media, puede que te choques con el que hace de Juan”.

“Osmar me habló de la obra, me dijo que estabas aquí y, bueno… quería… tú sabes”.

“Gracias”, sonríe Evandro. “De veras lo aprecio”.

“Era eso… Nos vemos”.

El chico se va y Evandro no sabe si sonreírse o pensar el modo en que asesinará a Osmar cuando salga del vestidor.

 


“eso me lo preguntó el lunes”, explica el instructor, ahora alistándose frente al espejo para encarnar a Mateo.

“¿Y tanto esperó tres días para reaccionar?”, se extraña Evandro a su lado. “Bueno, ya me vio calato, parece que eso quería hacer”.

Alexis se sienta desnudo en la otra silla a limpiarse la cara.

“Agradece que ése fue educado; a mí me tocó uno que de la nada me metió la mano al culo en el gym”, confiesa el velludo.

“Sí recuerdo”, agrega Osmar.

“Mientras vengan y paguen su entrada, por mí que me toquen hasta el bulto, carajo”, interviene Evandro.

Zaira ingresa:

“Tercera llamada, chicos. A sus puestos”.

 


Cuando Juan y Mateo entran al dormitorio iluminado con una luz amarillenta casi tirando para ocre y hacer el ademán de ver las cuatro paredes, Osmar cree reconocer a alguien en la platea gracias al resplandor. Carraspea y regresa de inmediato a su personaje:

“¡Es hermosa!”, exclama Juan. “Fresca y cómoda, además”.

“Qué bueno que te guste porque será tu habitación durante todo el tiempo que permanezcas aquí”.

Juan se aproxima a la ventana y mira hacia fuera.

“Hermoso ocaso”.

Comienza a desnudarse.

“¿qué haces, hermano Juan?”, se extraña Mateo.

“Dicen que el agua de aquí es fresca: me daré un duchazo”, reacciona muy alegre.

“Me retiro, entonces”. Mateo abre la puerta y sale del cuarto. Al caminar a la tramoya, donde Evandro espera su turno para entrar como Lucas, Osmar, ya fuera de personaje, se le acerca:

“Me parece haber visto…”

“No importa, no me desconcentres”.

Evandro avanza hasta la puerta y espera su línea para ingresar. Osmar respira hondo y cree que tampoco debe dejarse desconcentrar.

La función de esa noche termina en otra ovación. Mientras los tres actores se quitan las batas de baño y se disponen a ponerse su ropa real, entra Zaira en el vestuario:

“Ochenta y uno por ciento de ocupación, primer aviso”.

“¿Y el segundo?”, curiosea Alexis mientras se vuelve a limpiar entre las nalgas.

“O se ponen las batas o se visten en cinco segundos que Arnold Escalante viene a saludarlos”.

Osmar mira a Evandro, mientras Alexis queda indiferente. Zaira sale un instante.

“Es lo que trataba de decirte, Evan”.

“¿Y qué tiene, Os? Ya te dije cuál es la clave con él”.

Zaira entra con Escalante, muy entusiasmado:

“¡Bárbaro, muchachos!”

El director de audiciones da la mano y abraza a cada uno de los talentos.

“¿Y a qué debemos la visita de su bajeza real?”, bromea Evandro.

“Digamos que un pajarito puso esta referencia en su ficha de casting y… decidí darme una vuelta”.

“Debe ser un palomo caraqueño, ¿no?”, sigue ironizando Evandro mientras mira a Osmar.

“No te pongas celoso, Cruzado”.

“No”, replica Evandro. “me alegra que más gente venga a ver el montaje y te lo agradezco de verdad… y creo que hablo por todos”.

Los otros dos actores y Zaira asienten.

 


“¡Fue a ver a los sementales, te digo!”, casi se exalta Evandro en su Yaris azul con un pop de fondo, quizás Backstreet Boys.

“¿Y qué si ése fue el caso,vale?”, le sonríe Osmar. “Ni siquiera nos vio desnudos en el camerino”.

“Claro, pe, huevón, porque ya se había hganado con todo durante la función. Te apuesto que sí te dan el trabajo”.

“Coño, prefiero no hacerme ilusiones”.

“Yo conozco a Escalante, Osmar, es su modus operandi”.

“Bajo esa teoría, entonces fue a verme a mí, ¿no crees?”

“Cáchatelo, huevón… ¡Cáchatelo! Es la única forma que salgas de pobre”.

Osmar prefiere sonreír. 

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