sábado, 18 de diciembre de 2021

La hermandad de la luna 7.7

Poco después, Elga apoya sus pies en el suelo y sus antebrazos en la banca. Frank la penetra y hace sonar su piel al embestir la de ella.

“Sí, Frank, así dame”.

“¿Así te gusta?”

“Sí… sí… “

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Ajena a todo, aunque preocupada, Flor ingresa al campus y toma la vereda rumbo a su facultad. Al pasar una rotonda, se da cuenta de que alguien conocido sale de uno de los edificios. Felinamente, ella se esconde y lo sigue con la mirada, e intenta algo con el celular: grabar un video.

“El comisario de Santa Cruz, hoy, en mi universidad tras salir de la Escuela de Idiomas”, narra.

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En las duchas de La Luna, Frank sigue acometiendo la vagina de Elga.

“Por la colita, mi amor. Por la colita, rey”.

“¿Segura?”

“Sí”.

Frank saca su pene de la vulva y comienza a sobarlo en el ano de la mujer tratando de aprovechar la lubricación. Introduce lentamente. Elga trata de controlar el dolor. Frank suda a chorros.

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Tito espera en un parque cercano a la universidad. Ciertos recuerdos de hace veintisiete años regresan cuando usaba sus días de descanso en el cuartel para ganarse una propina extra satisfaciendo los deseos de potentados y discretos varones, quienes solían llevarlo a sus casas, departamentos, algunos hoteles de mala muerte, y excepcionalmente sus moradas de playa, especialmente cuando no era temporada. En esa época, solía usar ciertos colores y posturas para revelar sin palabras a la discreta y potencial clientela quién era realmente y cómo podría comportarse en la cama; ahora solo basta poner un ojo al celular y otro a la realidad. El vehículo que espera se acerca, y le da alcance para abordarlo velozmente, al estilo comando. Al conseguirlo, se coloca el cinturón de seguridad.

“¿Tienes la dirección exacta?”, le pregunta el fiscal García.

“Sí”, responde el gladiador.

“Zona Industrial de Collique, allá vamos”, anuncia el conductor.

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En la finca, Frank sigue bombeando el recto de elga, quien se masturba el clítoris con una de sus manos sin acallar sus gemidos.

“Préñame, Frank. Préñame”.

El chico se mueve más rápido, jadea más rápido, todo transcurre más rápido, ruge y expulsa su semen dentro de la jefa.

Quince minutos después, Elga sale del baño de trabajadores y nota que varios metros adelante, Adán parece limpiar una compuerta, aunque en realidad él finge hacerlo. Camina hasta él.

“Lo tenías todo preparado, ¿cierto?”, ella lo encara.

Él no sabe qué decir.

Ella retoma el camino a la casa grande.

“Te acompaño”, intenta Adán.

“Tranquilo: conozco el camino de regreso. Gracias”.

Adán no sabe cómo interpretar la situación; en todo caso, vuelve  al baño.

Frank sale de la ducha.

“¿Cómo salió todo?”, averigua el cuerpo de luchador.

“De la puta madre”, responde muy serio el más joven.

“¿Y esa cara, entonces?”

“Que me siento una completa mierda”, Frank comienza a llorar.


  

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