sábado, 25 de junio de 2022

Proyecto Lujuria 9.3: ¿Arnold no puede olvidar a Evandro?


Temprano, a la mañana siguiente, martes, el Corolla blanco llega a Chosica. Una casona en el centro, aparentemente aún hecha con madera parece ser la locación de esa mañana. En el interior, Fernando termina de ver algunos clips en los que dos actores jóvenes tienen escenas de sexo explícito no simulado.

“Así que ese carajo comenzó haciendo porno”, comenta a Escalante mientras devuelve el celular.

“Tenía diecinueve, veinte años Y, claro, lo complicado de esa producción fue depilar a su amigo. Lo bueno que ya se conocían de sus shows. Y como algo que no controla con facilidad son sus erecciones, grabar fue sencillo”.

“La vaina es que tampoco lo he visto en otras cosas, solo esa vez en el apartamento donde fuimos y no se quedó”.

“Porque quiso jugar con sus reglas, no con las reglas del sistema. Cuando no juegas con las reglas del sistema, cagas tu carrera”.

El auto se detiene, todos bajan.

En medio de muebles antiguos y polvorientos, una decoración digna de anticuario, enormes ventanas y un clima un poco más cálido que el de Lima, el nuevo modelo posa desnudo, mostrando el ojo del culo y las nalgas, el pene erecto, se masturba, eyacula. Lo hace hasta tres veces en distintos cuartos, incluso en el patio trasero tras el que se alza el cerro de Moyopampa, cerca de una hidroeléctrica.

Al término del ensayo, César recoge los equipos y los guarda. Nota que Escalante está serio:

“¿Qué pasó?”

“¡eso, querido! Que no pasó nada”.

“Ya, déjalos en paz, ¿no? ¿Acaso este veneco no está dispuesto a seguir tus reglas?”

“No me preocupa Osmar si a él te refieres. No es su momento. Sería como reconocer que ya no tengo el toque, aunque podría bloquear su calendario”.

“Tendrías que devolver parte de la plata a ese empresario, pero… dime la verdad, arnold: ¿sigues templado de Cruzado, no?”

Escalante mira más serio a César:

“No hables huevadas de ese calibre, ¿quieres?”

El director y ahora productor fotográfico se mete a la casona. César lo sigue.

“Tienes que ser realista, Arnold: nunca le perdonaste que embarazara a esa chica, Laura; nunca le reconociste el talento especialmente cuando comenzó a crecer, nunca le perdonaste que te choteara a cambio de hacerlo crecer en la industria; ¡incluso conservas esos videos que tienen… diez, once años!”

“Yo ccreé a Evandro Cruzado, César. Yo lo saqué de ser un simple José Evandro Cruz Torres, un puto –porque jamás dejó de ser puto—provinciano que logró un gran físico, el activo trigueño más deseado del Perú, al que convertí en Lebrón Cross, que saqué del mundo porno y lo metí al mainstream, que…”

“Que se quedó en elpasado, Arnold. Ese chico que te decía sí a todo ya se quedó en el pasado. Lima lo adoptó, se hizo limeño, dejó de ser ese chiclayano sumiso.

“es cayalteño, César”.

“Así sea ese indio bora al que también querías promover. Tienes que reconocer que todos ellos, si tienen talento, en algún momento van a crecer. Tú ya hiciste tu parte. Ya les diste la oportunidad. Déjalos ir, huevón”.

“¿aún cuando te pasaste un año de tu vida compartiendo la misma cama, César?”

“¿Y yo no cuento? Ya llevo cinco años compartiendo tu cama… bueno, cuando decides que quieres compartirla y mi mujer no está de ganas”.

César sonríe.

Escalante lo sigue mirando serio.

En el patio, Fernando termina de mamar la pinga al chofer quien, esta vez, solo se ha bajado la cremallera muy discretamente.

 


El retorno a Lima se produce antes de mediodía.

“Creo que regreso a Piura, espero cómo le va a los materiales, y si hay buen resultado, regreso acá a hacer más”, estima Fernando.

“¿Por qué no te quedas al menos un par de días más?”, consulta Escalante.

“No quiero dejar colgado del todo al señor Abelardo. Igual, no quiero abandonar tampoco del todo mi trabajo en el campo. La verdad, la ciudad me gusta para pasear, pero no para quedarme”.

“Pero todo está en la ciudad”, insiste el director.

“Sí, pero…”

Al pasar por Ñaña, una combi a toda velocidad pierde el control en la pista y se arrima al Corolla.

“¡Agárrense!”, grita el chofer, que también va a cierta velocidad.

Por evitar la colisión en una curva, se sale de la vía y da dos vueltas de campana en una pendiente. Solo se oyen gritos. Luego, silencio.

  

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