Bartolo es tan arrecho que puede tener un sexo tan romántico como arriesgado.
Suena una alarma
en la oscuridad de la madrugada y Bartolo se despereza bajo sus cobijas. Al
estirarse, siente un calor en su espalda y de inmediato un cuerpo atlético desnudo
como el suyo; entre sus nalgas, el gran pene erecto de Marcano.
“Ya son las cuatro:
levántate”, le dice en su oreja justo antes de besarle el cuello.
“Cinco minutos
más”, ruega Bartolo sintiendo que su pinga también se pone erecta.
“Perderás el bus
a Piura, y luego tu bus a Chiclayo… vamos a bañarnos”.
Bartolo gira bajo
las cobijas, abraza a Marcano y le da un beso en la boca mientras pega todo su
cuerpo desnudo, en especial ambas pijas al palo.
“¿En serio
quieres que viaje y perderme un fin de semana cachando contigo?”
“Amo tu boca, tu
verga y tu culo, vale; pero el transporte no espera”.
“Cachemos al
toque, ¿sí, chamito?”
Marcano sonríe en
la oscuridad, besa de nuevo en la boca a Bartolo, se acuesta encima; ambos
comienzan a acariciarse. Marcano mueve su cadera estimulando ambos falos al
mismo tiempo. La cobija se corre un poco. Le besa el cuello de nuevo, luego le
chupa bien ambas tetillas, baja por el lampiño vientre, besa el vello púbico
rasurado y comienza a chupar el pene mientras con una mano juega con los
testículos y con la otra, aprovechando que Bartolo está abierto de piernas, va
hasta la raja entre ambas nalgas duras. Para ayudarlo, bartolo eleva las
piernas. Marcano se moja uno de sus índices con saliva y comienza a masajear el
ano de su amante, muy suave, muy tierno.
La chupas bien
rico, chamito… también te la quiero chupar”.
Marcano sonríe
nuevamente, se incorpora por un instante y cuidadosamente se arrodilla en
sentido opuesto. Ahora que están haciendo un 69, Bartolo también puede
acariciarle testículos, nalgotas y estimular el ano mientras le chupa el pene.
Pero bartolo va un
paso más allá. Como sea hace que el ano de Marcano quede a la altura de su boca
y le hace un beso negro.
El venezolano
comienza a rozar su largo y grueso pene contra el medio de los dos pectorales
de Bartolo; adicionalmente, usa una de sus manos para masturbarle el pene como
queriendo apurar algo y lo consigue.
“Voy a eyacular,
chamito. ¡Se me viene la leche”!
Pero Marcano
parece no hacer caso. Siente que el semen le inunda la boca. Se lo traga. Tras
la sesión sexual, ambos se bañan juntos.
“Hiciste trampa,
chamo. Se supone que los dos debíamos eyacular juntos”.
“Me estoy
guardando para esa escena de sexo esta noche: ya sabes que con esa plata,
podemos hacer todo lo que habíamos planeado”.
Bartolo sonríe en
el estrecho cubículo de mayólica; acaricia la mejilla de Marcano:
“Lo sé, chamito.
Solo recuerda que no debes arriesgar tu salud. Ya sabes lo que pasó con…”
“Sí, y el muy
estúpido no quiere dar la cara”.
“Pero tú me
aseguraste que contigo siempre usó condón, ¿no?”
“Conmigo siempre
usó condón porque se lo exigí, pero no sé si con el resto”.
Casi volando y
con su mochila de viaje a la
espalda,Bartolo baja las escaleras y se detiene en el pasillo del segundo piso.
Toca una puerta. Sale Eliezer ya vestido secundado por Sandro quien se cubre
sus genitales con una toalla y se detiene justo debajo del dintel. Saluda
coquetamente.
“Pensé que te
quedaste dormido”, sonríe Eliezer.
“Perdona”, se
sonroja bartolo.
Sandro vuelve a
meterse a su cuarto, y así desnudo, a su cama. Toma su celular, marca un
número. A los cinco minutos, siente unos toques discretos en su puerta. Salta
de su cama y abre. “Más veloz que un rayo”, comenta sonriendo.
Marcano,
vistiendo polo y short, ingresa; de inmediato se los quita: queda desnudo otra
vez.
Bajo las cobijas,
Sandro está acostado boca arriba y con las piernas abiertas mientras Marcano
está encima suyo besándole la boca y sobando ambos penes ya erectos. Tras
besarle el cuello, Marcano repite la vieja técnica de mamar las tetillas, besar
el abdomen (que sí tiene algunos pelitos), llegar al vello púbico algo
recortado y mamar el pene, estimular los testículos con la otra mano y la otra
meterla por la raja del culo hasta masajear el ano.
“Marcanito… ¿me
dejas probar tu anito?”, bromea Sandro.
El venezolano no
se hace de rogar. Repite la misma maniobra que con Bartolo y básicamente se
sienta en cuclillas sobre la cara de Sandro dándole oportunidad a que goze sus
enormes nalgas y su agujero a discreción. Cuidadosamente, Marcano se inclina y
vuelve a chupar pija masturbándola al mismo tiempo. Y parece que la técnica
combinada vuelve a dar resultado.
“Las quiero dar
en tu cara”, pide Sandro extasiado.
Marcano para de
chupar la pinga, la pajea rápido, cierra la boca y deja que los chorros de
semen se disparen en sus mejillas. Cuidadosamente, se acuesta boca arriba y
deja que Sandro se eche ssobre él para lamer su propia leche. Al terminar, lo
besa en la boca.
“¿Te ordeño
también?”, consulta.
“No es necesario,
chico. Pero… ¿qué te parece si te acompaño en la cama hasta que te levantes?”
“Me parece una
excelente idea”, sonríe Sandro.
Mientras tanto,
el bus rumbo a Piura ya dejó las últimas calles de San Sebastián y la cabina de
pasajeros se queda a oscuras. En la última fila viajan Eliezer y Bartolo
pegados a la ventana.
“va casi vacío,
¿no?”, comenta Eliezer.
“Debe ser que es
sábado o que es muy temprano”, cree Bartolo.
Pasan unos
segundos y siente que Eliezer le toma la muñeca y se la lleva evidentemente
hacia la bragueta: la pinga que vio y chupó la noche anterior está otra vez
libre de cualquier ropa que la oprima.
“Qué pendejo
eres”, sonríe.
“Aprovechemos que
está oscurito”.
Bartolo duda,
pero siente fluir la adrenalina. Se inclina y comienza a mamar la pinga.
Eliezer reclina su asiento y pone sus dos manos sobre el fffrondoso cabello de
Bartolo. El pedazo de carne no tarda en ponerse duro. Aunque, pensándolo bien,
Eliezer usa la mano que tiene libre para recorrer la espalda del otro chico y
meter su mano dentro de la pantaloneta
que se puso esa mañana para viajar. Se interna bajo la ropa interior y gana el
par de lampiñas, suaves y bien formadas nalgas y luego masajea el ano.
Afuera ya
comienza a despuntar el día aunque aún muy débil. Eliezer trata de concentrarse
en el sexo oral y se acomoda un poquito, cuando de pronto, con la poca claridad
disponible, ve acercarse a alguien. Desconecta a Bartolo de su pene, como puede
se lo mete dentro del pantalón. El muchacho se asusta, más al mirar que alguien
se aproxima y se sienta a su lado.
“O se bajan con
algo, o llamo al cobrador”, dice aquella persona con una voz aguardientosa.
Yo solo lo hice en un taxi es full adrenalina nunca en un bus causa es rico
ResponderEliminar¿quieres compartir aquí la experiencia? o si lo prefieres, cuéntanosla en hunks.piura@gmail.com ... saludos
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