miércoles, 7 de noviembre de 2012

Casa De-Formación (18): ¡Memo!

Hunks of Piura

Nada mejor que terminar una tarde de sábado en la piscina. Jonatan y otro amigo suyo (de cuerpo encantadoramente definido y firme) disfrutan nadando en un club de cierta reputación, y al que difícilmente podrían tener acceso. Un amigo de su amigo les consiguió la invitación, y en cuestión de una pasada de voz, el amigo de Jonatan logró incluírlo.

-          ¿Y cómo conociste a ese pata?

-           Su viejo lleva su carro al taller donde chambeo. Y ya, pues.

-          Jonatan sonríe. Así se la pasan chapoteando mientras el chico que los invitó no deja de hablar con otras personas, y, de vez en cuando, usando su teléfono celular.

-          En ese momento, Jonatan ve una cara que le es familiar caminando entre la gente. Nada hasta la orilla de la piscina, sale del agua (la que casi lo deja sin bañador) y corre a darle el encuentro.

-           ¡Memo!

-          El chico lo mira asustado.

-           Jo-Jo-Jo… ¿qué haces aquí? No me digas…

-           Me invitó un amigo. ¿qué tienes?

-           ¿Yo? Nada, nada.

-           Te cuento que ingresé a lacasa.

-           Ah. Qué bien. Mira, no le digas a nadie allí que me viste aquí.

-           Pero, ¿por qué?

-           Algún día te lo contaré.

-          El chico levanta la mano respondiendo el saludo de un hombre muy adulto, de anteojos oscuros.

-           Tengo que irme. Cuidate, Jon.

-          Cuando Jonatan regresa a la piscina, ni su amigo, ni quien los invitó se hallan presentes. Suponiendo que se fueron, camina a los vestidores.

-          Ingresa y busca su ropa. Al aproximarse a la ducha, escucha un leve quejido. ¿Alguien podría estar en problemas? Camina con cuidado, se asoma.

-          ¡Increíble!

-          Sobre un pequeño murito, la persona que invitó a su amigo y a él está recostada boca abajo, con las piernas separadas. Detrás, y afirmando sus manos en sus posaderas, su bien cincelado amigo mete y saca su largo y grueso pene del blanco culo abultado. Jonatan queda petrificado, y no atina a nada. Su amigo se da cuenta, y lejos de amilanarse, le hace un gesto como invitándolo. Es entonces cuando decide salir de escena, abrir la ducha, bañarse rápidamente, ponerse su ropa y salir lo más rápido que puede del club.

-          Al llegar a la calle, logra divisar a Memo partiendo en un auto conducido por la persona que le había pasado la voz más temprano. Memo y el conductor del carro lo ven. Unos metros más allá se detienen. Ve que ambos conversan. De inmediato, el auto reanuda su marcha.

-           ¡Jonatan! ¿qué haces ahí, huevón?

-           Me voy.

-           Ya. No te hagas el sueco, vamos a tomar unas chelas. Mira…

-          Su amigo le muestra un fajo de billetes.

-           No, gracias. Tomaré moto y me iré a mi jato.

 

Esa noche, Jonatan tiene un sueño raro. Está desnudo, en medio de una habitación donde hay incontables cortinas de tul blanco vaporoso, ondeando con algún viento. De pronto, una mano comienza a acariciar su perfecta anatomía; luego, otra, y otra, y otra. Muchas manos se pasean por su pecho, su abdomen, sus piernas, su espalda, su culo, su dura verga. Cuando consigue levantar la mirada, identifica a Manuel, con las muñecas amarradas por dos pedazos de tul blanco, tratando de liberarse y viéndolo con desesperación. Jonatan siente el deseo de ir a rescatarlo, pero las manos no lo dejan. Cuando consigue imponerse a la maraña de extremidades y llega a donde estaba su compañero y amigo… no lo encuentra. Mira a los cuatro costados. Está solo. Entonces, los tules comienzan a envolverlo cual capullo de mariposa. Quiere liberarse y no puede. Las envolturas llegan a su cabeza. No lo dejan  respirar.

Cuando Jonatan se despierta, está echado sobre el sofá de su sala, con la televisión prendida en azul. El reloj marca las dos de la mañana. Jadea y su corazón palpita fuertemente.

-          “¿Estarás bien?”

-          Su pinga está como roca, sin saber por qué.

 

A la tarde siguiente, un chico de contextura promedio está sentado sobre el miembro erecto de Jorge, en plena sala de la casa. El celador lo agarra de las caderas, y, de vez en cuando, empuja hacia arriba, haciendo que su falo entre más en el ano que está disfrutando.

- Te mueves bien. ¿Te gusta mi pinga?

- Ay, Coquito. La tienes como los dioses.

Sin más lecho que la alfombra de la sala, los dos sudan copiosamente. El amante ocasional se masturba hasta el punto que no puede contener su orgasmo, y vierte toda su leche en el torso de Jorge.

-          ¡Wow! Aldo no se equivocó. Eres un semental, Jorge.

-          Cuando quieras. Ya sabes lo que tienes que hacer.

-          Jorge toma un pedazo de papel higiénico, convenientemente a mano, y se limpia el semen.

-           Cámbiate.

-           ¿No hay duchas acá?

-           Sí, pero no hay tiempo que te bañes. En cualquier momento llega el dueño de casa.

-          Mientras Jorge bota los papeles blancos usados, en el basurero de la cocina, el chico se pone su ropa. En ese momento, se oye un auto que se estaciona afuera, y cuatro toques cortos de claxon. Jorge vuela a coger su ropa –bibidí y short- y se la pone.

-           Te voy a sacar de aquí. Tranquilo. Disimula, si no, me cagas.

-           Ya. Ya.

-          Jorge abre el portón, y hace ingresar al carro conducido por el Reverendo Rafael. Los tres ocupantes lo saludan, y en ese momento, Jorge aprovecha para despedir a su “mostaceado”.

-          El Reverendo Alexander se le acerca.

-           ¿Y ese?

-           Dí que es mi primo, que me vino a dejar la comida.

-           OK. ¿Y… alguna novedad?

-           Varias. Están como me dijiste que las dejara.

 

Una hora después llegan Manuel y Jonatan juntos. Luego, Pedro; finalmente, Darwin. Tras la cena, el Reverendo Rafael se acerca al superior de la casa. Ambos están en la cocina.

-          Todos regresaron. Es buena señal.

-          - Confía. Todo saldrá bien. ¿Disfrutaste la playa?

-           Me sentí… un hombre primitivo. La naturaleza y tú.

-           Regresaremos allá.

-          Rafael se queda pensativo. En un segundo, regresan a su cabeza todas las imágenes de ellos retozando desnudos, del vigilante de la playa, de su empalmamiento nocturno, y de la masturbación de la que tuvo que echar –literalmente- mano. Cuando las dudas van a asaltarlo, Alexander le da una palmada en su hombro.

-           Tranquilo, Rafo. Todo está OK.

-          El teléfono suena de pronto. Muy diligente, el Reverendo Rafael lo contesta.

-           ¿Aló?... Sí, está aquí. ¿De parte de quién?... OK. Espere un minuto, por favor… Alex, es para ti.

-           ¿Para mi? ¿quién?

-           Billy.

El Reverendo Alexander comienza a sudar frío. Sus manos tiemblan al recibir el auricular…

 

(CONTINUARÁ…)

 

Escrito por N-Ass. ©2012 Hunks of Piura Entertainment. Esta es una obra de ficción: cualquier parecido con nombres, lugares o situaciones es pura coincidencia. Escribe al autor: hunks.piura@gmail.com, búscanos en Facebook o deja tu comentario aquí.

 

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