- ¿Y este lugar, Jorge?
- Es la jato de un amigo, Darwin. No nos demoraremos mucho aquí.
- Ay, ¡qué bonita!
- Sí, Pedro. Listo, chicos. Un duchazo al toque y comenzamos.
- Veinte minutos después, Darwin y Pedro recrean aquella sesión erótica del garage. Ambos se besan en la boca, y poco a poco se van quitando sus prendas: polos, pantalones, ropa interior. Ya desnudos, se besan en el cuello, las tetillas, se acarician lascivamente, mientras Jorge dispara todas las fotos que puede.
- Pedro se acuesta en el sofá para permitir que Darwin lo recorra a besos, le levante las piernas y le haga un beso negro. Pero, el sechurano no consigue derrotar su asco de lamer el ano de nadie. En esa pose, y con el condón puesto, Darwin le hunde sus 16 centímetros en el culo. Previamente, Jorge hace que Darwin se unte su miembro erecto con lubricante. Se mueve lentamente. El activo tiene una extraña sensación: a diferencia de las ocasiones anteriores, no siente la proximidad del orgasmo, lo que lo llena de confianza.
- Ambos cambian de posición. Ahora hacen la del perrito. Tras varios minutos, ahora Pedro se coloca de cúbito ventral, mientras Darwin sostiene una de sus piernas para seguir con la penetración.
- Jorge sigue fotografiando la escena, y, a pesar de su posición, no puede ocultar su pinga armada, la que resalta bajo su short.
- Dalas sobre su pecho, Darwin.
- Pero todavía no siento ganas.
- Haz lo que te digo.
- Darwin se monta sobre el abdomen de Pedro, se saca el condón, se masturba, y en sólo segundos, eyacula sobre el pecho y parte de la cara del pasivo.
- No te muevas de allí. Pedro, córretela.
- Jorge cambia de posición para ver cómo Pedro se masturba hasta disparar su semen en la espalda baja y las nalgas de Darwin, quien siente extraña la tibiedad del fluído de su compañero.
- Listo, chicos. Excelente.
Rafael está tumbado sobre su cama. Está desnudo y sólo se cubre con una toalla. Poco a poco, su mano va deslizándose dentro de ella para encontrar y acariciar sus grandes genitales. Su mirada está perdida en el blanco techo de la habitación.
Súbitamente, Roberto ingresa.
- Aquí estabas… oye, ¿qué tienes?
- Rafael saca de inmediato su mano.
- Nada. Nada.
- Ah. Alex quiere saber si deseas ir al cine. Están dando la última de este actor australiano… el que hizo de mutante.
- Ah. Ya sé de quién me hablas. Dile que sí. ¿en cuanto tiempo salimos?
- Una hora. ¿Seguro que no tienes nada?
- Bueno… sí… oye, ¿qué haces tú cuando te excitas… quiero decir, te excitas sexualmente?
- Roberto se queda mudo. Como si las palabras de Rafael fueran un estimulante, su verga se pone dura bajo su short. Roberto no hace ningún esfuerzo por disimularlo.
- Nada. Me excito, y ya.
- Si, ¿no? Me preocupo por huevadas. Vamos al cine.
Tras media hora esperando afuera de la casa de los tíos de Manuel, Jonatan respira aliviado cuando lo ve salir.
- Disculpa. Mi tía se puso a darme miles de recomendaciones.
- Tranquilo. Yo te protegeré.
- En el centro comercial, ambos van por las marquesinas revisando a cuál se meterán. Deciden entrar a una sobre robo de autos e intrigas policiales.
- En la oscuridad, Jonatan mira de vez en cuando el perfil de Manuel. Está absorto viendo la proyección. Siente que necesita decirle algo, aprovechando la penumbra, pero no puede.
- Tras dos horas de indecisión, y cuando las luces se prenden, puede ver mejor el rostro de satisfacción de su amigo.
- Estuvo mostra. ¿Qué te pareció a ti?
- Sí. Estuvo mostra.
- ¿Qué te pasa? ¿Te sientes mal?
- Manu… Te quiero mucho.
- Manuel enmudece
- Con la sala casi vacía, Jonatan roza levemente la mano de su compañero y amigo, pero se reprime.
- Vamos. ¿Te gustaría caminar un poco?
- Sí, Jon. Vamos.
- Al llegar a la puerta, los dos se encuentran con los Reverendos Rafael y Roberto.
- ¡Muchachos! ¡qué sorpresa!
Casi a la misma hora, el Reverendo alexander llega a la puerta en un céntrico edificio de Piura. De aspecto tétrico, el inmueble dista mucho de la calidez de la Casa del Buen Camino. Casi no hay iluminación; pero, a diferencia de lo que muchas personas pueden pensar, para el religioso, la penumbra es propicia. Toca una puerta, y un chico de físico armonioso, vestido con un polo manga cero, una pantaloneta hholgada y sandalias, lo recibe.
- Hola, Alex. Pasa, por favor.
- Adentro, hay un inmobiliario mínimo: una sala con un sofá, una mesa, un par de sillas, un televisor y un reproductor de DVD. Las ventanas están cubiertas de blancas cortinas. En las paredes hay algunos afiches y pinturas, que jamás un alumno de la escuela de Bellas Artes mostraría fácilmente: desnudos masculinos frontales, y en alguno de ellos, con el pene semi-erecto.
- Veo que no has olvidado los buenos hábitos. Está reluciente.
- Gracias. ¿Deseas tomar algo?
- ¿Sigues teniendo buena mano para el ‘cuba libre’?
- Creo que sí.
- El chico saca la Coca-Cola y un poco de ron, e inicia la mezcla.
- ¿Y alguna novedad en la Casa, Alex?
- Tenemos cuatro chicos. Dos estuvieron en los círculos del año pasado.
- ¿Jonatan y el chico de Sechura?
- Te acuerdas bien de Jonatan, ¿no?
- Con ese cuerpazo y esa pinga que se maneja, imposible olvidarlo… No puedo decir lo mismo de mucha gente que viene por aquí.
- El muchacho alcanza dos vasos. Brinda con el Reverendo.
- No todos nos ejercitamos a diario.
- Si supieras. Buenos brazos, buenas piernas, buen culo, buenas piezas…, pero unas panzas, Dios mío.
- ¿Y acaso en tu tierra había chicos atléticos o agarrados?
- ¡Por supuesto!
- El Reverendo apura su vaso, lo deja en la mesita frente a sí, y comienza a pasear su mano por el brazo derecho del muchacho.
- No has perdido el toque para hacer tragos.
- Aprendí del mejor.
- Ambos se besan en la boca.
- Ojalá que estos chicos sean tan buenos como tú.
- Ambos se besan de nuevo. A la vez que se acarician, comienzan a desvestirse. Una vez desnudo, se revela el cuerpo armonioso del chico, con una piel blanca, pero de músculos marcados, sin llegar a ser masivos. El cuerpo es mayormente lampiño, y su vello púbico y testicular ha sido removido.
- El Reverendo Alexander besa el cuello y percibe el aroma del perfume de catálogo. El muchacho lleva sus traviesas manos hasta el miembro del religioso y comienza a estimularlo; entonces, empieza a recorrer el físico de gimnasta que tiene el religioso empleando su boca. Al inclinarse para iniciar la mamada, Alexander no resiste la tentación de alargar su mano hasta las redondas y firmes nalgas del chico. Intenta meter su dedo al orto suave.
- Despacio, Alex. Es mi herramienta de trabajjo.
- Me arrechas tanto, huevón. Lástima que estés por acá.
- Juzgando que la chupada ya ha estimulado bastante a su compañero sexual, el muchacho saca un condón de una cajita sobre la mesa, lo desenfunda y lo coloca usando los dedos y la boca a la verga de Alexander. Toma algo de lubriccante y lo unta en el ano y en el miembro. Se arrodilla sobre el mueble, teniendo en el centro la pelvis de ‘Alex’, hasta colocarse la pinga en el ojo de su culo. El resto será bajar poco a poco, y comenzar a brincar, arriba y abajo, arriba y abajo.
- Los jadeos y los gemidos se intercalan. El Reverendo coge las caderas del chico y regula la velocidad del bombeo.
- Luego el chico se acuesta sobre uno de los extremos del sofá y levanta el culo. Alexander debe treparse para encajar su miembro y seguir con la fricción al interior del ano que tiene enffrente.
- ¡Piernas al hombro!
- El muchacho se acuesta boca arriba y levanta sus extremidades inferiores. Alexander pisa el suelo, apoya sus manos en las pantorrillas del mancebo y repite la penetración, sólo que esta vez se mueve con más fuerza… hasta que su eyaculación es cuestión de varios minutos.
- Al regresar del baño, hay un nuevo vaso de cuba para el visitante.
- ¿Tú no tomas otra?
- No, gracias. Es posible que hoy tenga otras dos personas que atender.
- El religioso busca su pantalón, donde está su billetera. Extrae una cantidad considerable de dinero y se la da al anfitrión.
- Espero que esto sirva.
- Ayuda mucho.
- Bueno, la ventaja es que te mueves bien, Memo. Vale la pena la plata que uno invierte en ti; además, estás comenzando a ser… rentable.
- Me alegra. Sólo una cosa antes de que te enteres: la semana pasada me encontré con Jonatan en la piscina del club. Tranquilo. Lo evadí. Si quieres pregúntale.
- El Reverendo frunce el ceño un poco.
- No ha dicho nada.
- A lo mejor no lo considera importante. Mejor ni le toques el tema.
- Sí. Tienes razón. Ya sabes que debes mantenerte alejado de los chicos. No quiero problemas. Ya llegará el momento.
- Tranquilo. Lo único que te diré es que Jonatan es un semental en la cama. Espero que no haya perdido ese toque.
- Alexander sonríe. Se despide. Sale sigilosamente a la calle.
- ¡Taxi! A Los Valles, por el parque, por favor.
Escrito por N-Ass. ©2012 Hunks of Piura Entertainment. Esta es una obra de ficción: cualquier parecido con nombres, lugares o situaciones es pura coincidencia. Escribe al autor: hunks.piura@gmail.com, búscanos en Facebook o deja tu comentario aquí.
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